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Capítulo 1

Ada

Habían pasado diez años desde que salvamos la Tierra y nos habíamos mudado a otra ciudad. Echaba de menos a Styan y su familia. Habíamos conseguido construir unos lazos fuertes que no creía que fuera capaz de encontrar en nadie más en esta nueva ciudad en la que vivíamos. Al principio me opuse a marcharnos con todas mis fuerzas, pero Dareh me explicó que, de no hacerlo, él seguiría interfiriendo en los asuntos de sus padres en su pasado y eso podría acabar repercutiendo negativamente en su futuro. Las confluencias temporales tienen sus consecuencias inevitables. Cuando conviven en una misma casa viajeros del tiempo y visionarios del futuro, las cosas se vuelven demasiado complicadas.

Observaba a nuestra pequeña hija de cuatro años jugando en el jardín de casa. Reía sin parar mientras hacía burbujas de jabón. Era extraño, pero sentía que estaba teniendo un dejavú. Sonreí al verla disfrutar con las burbujas y nuestro gato JayDee, que saltaba, intentando explotarlas.

—¡June!— la llamé. La pequeña me miró y sonrió. Fui hasta donde estaba y me arrodillé frente a ella.

—Hoy te he vizto, mami —dijo la pequeña.

—Y yo también a ti, mi amor— respondí mientras la besaba en la frente.

—No, mami. Eztabaz aquí ahora, con papi, mirándome— aseguró muy seria.

La observé unos instantes extrañada. ¿De qué hablaba? Miré a nuestro alrededor, pero sólo veía a los vecinos paseando tranquilos y algún que otro niño jugando en su jardín. Nada que pudiera llevar a la niña a tal confusión. La tomé en brazos y la llevé al interior de la casa. ¿Acaso era posible que el don de nuestra hija se hubiera manifestado ya? Era demasiado joven. Y si era el caso, ¿Qué clase de don era el que podía tener?

—¿Querrías contarme lo que has visto?— indagué cautelosa mientras la sentaba en el sofá y yo a su lado.

—Mami eztaba trizte, y papi la invitó a venir para conocerme— dijo mirándome con sus grandes ojos verdes. Me acarició la mejilla y me abrazó, como si estuviera intentando consolarme.

Sonreí y la besé en la frente. Tal vez se trataba de algún juego. Tenía una imaginación muy vivaz y le gustaba inventar muchas historias, típicas de una niña de cuatro años.

Dareh llegó a casa, después su jornada laboral, y nos dio un beso a cada una.

―¿Cómo están mis chicas favoritas? ―preguntó mientras tomaba a la pequeña June de mis brazos. La niña gritaba y se reía a carcajadas, agitándose en los brazos de su padre y fingiendo que volaba.

―¡Eztamoz bien, papi! ―dijo cuando por fin consiguió dejar de reír. ―Hoy oz he vizto, ¿zabez?

Dareh observó a la niña con el ceño fruncido y luego me miró a mí extrañado, esperando una explicación.

―Debe ser algún juego... ―le resté importancia.

―¡No ez un juego, mami! ―la niña estaba indignada al ver que no la creía. ―de verdad. Lo prometo mucho.

Cuando nuestra hija nos explicó lo que había visto, entendimos que tal vez se trataba de su don. Nos miramos extrañados, pero Dareh en seguida sonrió, dio un beso a la pequeña y de su bolsillo sacó una pequeña muñeca de trapo. June gritó de ilusión cuando la vio y, prácticamente, la arrancó de las manos de su padre, para después darle un gran abrazo y un sonoro beso en la mejilla.

―¡Graziaz papi! ―la pequeña se fue entusiasmada para jugar con su nueva muñeca, mientras Dareh la miraba embobado y lleno de orgullo.

―La mimas demasiado ―me reí al ver cómo la observaba correr por el pasillo hasta entrar en su cuarto.

―¿Tú crees? ―me abrazó y me besó. Intenté detenerlo. No me gustaba que se pusiera así cuando la pequeña estaba cerca, pero me ignoró, me alzó en brazos y me tendió en el sofá.

Nos reímos y bromeamos, ambos echados en el sofá, hasta que me fijé bien en su expresión. Parecía preocupado y estaba intentando ocultármelo. Para su desgracia, había conseguido aprender a identificar todos sus gestos y sabía exactamente lo que pensaba, de otro modo, habría sido siempre un ser totalmente hermético.

―¿Qué te preocupa? ―inquirí frunciendo el ceño, mientras retiraba el pelo de su frente con delicadeza. Él sonrió complacido.

―Me encanta que me conozcas tan bien.

Esperé a que siguiera hablando. Ese truco también lo conocía. Me halagaba para que cambiase de tema, pero no iba a pasar. Suspiró al verse descubierto y fijó la mirada en un punto imaginario del techo.

―Algo está cambiando en mi pasado.

―¿A qué te refieres? ―pregunté desconcertada.

―No sé muy bien lo que ocurre, probablemente se deba a que decidí quedarme en tu época y no volver a la mía... o no. No lo sé

―Pero, ¿qué es lo que está cambiando? ―continué indagando, esta vez más preocupada.

Dareh se incorporó y se quedó sentado en el sofá. Yo le imité sin dejar de observar su expresión preocupada.

―He hecho un viaje inmaterial para ver a mis padres y... el idiota de Styan no está escribiendo el cuaderno.

―¿Qué? ¿Por qué? ― pregunté alarmada. Sin ese cuaderno, nada habría ocurrido como debía ocurrir, y eso supondría un problema para nosotros.

―¡No lo sé! Todo lo que yo sabía que debía hacer estaba escrito en ese cuaderno. Si hay algo más que debemos hacer, no lo sé, porque él no siguió escribiendo. Hay cientos de posibilidades. Tal vez, al haber creado un futuro alternativo conmigo aquí, algo es diferente, cualquier pequeña influencia puede acabar causando un efecto mariposa que acabe destruyendo el universo...

―Espera, espera... da marcha atrás. ¿Estamos hablando de destruir el universo? ¿Cuándo hemos llegado a ese punto en la historia?

―Está bien, puede que haya exagerado un poco —sonrió preocupado.

—¿Un poco?

—Pero si dentro de cinco años yo no tengo ese cuaderno y no viajo al pasado para conoceros, moriréis todos en Omega. No sé si eso nos afectará en nuestra línea temporal, pero si hay repercusiones...

―Eso no es posible― lo interrumpí mientras me masajeaba las sienes intentando entender. ―Nunca, en toda mi vida, he conseguido cambiar el destino de mis visiones y yo ya había aceptado que las cosas ocurrían como debían ocurrir.

―Eso mismo es lo que yo pensé ―suspiró derrotado. ―Pero ¿qué precedentes tenemos sobre la manipulación temporal? Lo único que sé es que hace al menos un año que mi padre debería haber empezado a escribir el diario y sólo se dedica a ir a trabajar en su investigación con mi tío Tristan.

―¿Y no puedes ir a hablar con él?

―Lo he intentado, pero no puede oírme. Tendría que ir allí presencialmente y eso puede suponer un shock para el pequeño yo o para mi madre... ―Dareh se quedó pensativo unos instantes.

―¿Y si voy yo?

―Creo que sería peor —se rió. —Además, ¿qué le vas a decir? ―puso la voz aguda para imitar mi tono de voz. ―Styan, pedazo de cretino, empieza a escribir el diario para dar instrucciones a tu hijo y mandarlo al pasado para que no te enamores de mí y él pueda nacer... ―Le golpeé el brazo molesta, pero sólo conseguí hacerlo reír. ―No sé lo que haré, pero pensaré en algo.

―Por supuesto, el gran Dareh pensará en algo ―bufé mientras me ponía en pie.

Él me agarró de las caderas y me forzó a sentarme sobre sus rodillas. Lo miré entrecerrando los ojos, fingiendo que estaba enfadada, pero al ver su cara imitando mi expresión, me dio por reír. Era imposible que me enfadase con él.

―En serio, pensaré en algo. No dejaré que nada estropee nuestra vida maravillosa. ―Me besó y me dio un abrazo de esos que me dejaban sin respiración. No importaba cuánto tiempo lleváramos juntos, siempre me conquistaba con sus besos.

―Por cierto, ―añadió. ―¿de qué hablaba Junie? ¿Qué quiere decir con que nos ha visto? ¿Crees que se trata de una manifestación prematura de su don?

―Puede ser... por alguna razón, sentí algo extraño justo antes de que me lo dijera... como si...

Me quedé pensativa unos instantes y entonces me di cuenta. Yo había visto ese instante antes. Dareh me había llevado allí en algún momento de nuestro pasado para conocerla. Esa era la sensación de dejavú que había tenido.

―¿Ada?

―Nos ha visto... es decir, ella nos vio...

―¿A qué te refieres?

―¿Recuerdas cuando estábamos a punto de salvar la Tierra? Me llevaste a nuestro futuro para ver cómo sería y me mostraste a la pequeña June...

El entendimiento pareció apoderarse de Dareh cuando recordó de qué le estaba hablando y abrió los ojos con sorpresa, mientras su entrecejo se arrugaba.

―¡June! ―Dareh llamó a la niña inquieto. Poco después la pequeña llegó al salón, sonriente con su muñeca nueva y otra más que había recibido hacía dos semanas.

―¿Qué paza, papá? ―preguntó parándose frente a nosotros con la duda pintada en su dulce rostro.

―¿Quieres hablar a papá sobre las cosas que has visto?

June miró a Dareh confundida. Realmente no parecía saber de qué estaba hablando así que decidí intervenir.

―Cuando has visto hoy a papá y a mamá, ¿era la primera vez que veías algo así?

La niña asintió y pensé que tal vez deberíamos darle algo más de tiempo. Después de todo, no tenía más que cuatro años. No era normal que hubiera desarrollado su talento siendo tan pequeña. Miré a Dareh con el ceño fruncido para que entendiese que no era el momento de seguir indagando en el supuesto don de nuestra hija.

***

Dejamos que los años pasaran y June ya tenía 8 años. Era la edad en la que los niños empezaban a manifestar su don. Fuimos observando los cambios que se producían en ella y resultaron ser algo preocupantes. Solía ser una niña muy risueña, pero estaba perdiendo su vitalidad. Siempre estaba cansada y tenía ganas de dormir. Al principio lo achacaba al crecimiento, pero cuando me habló de un niño que "se llamaba igual que papi", me di cuenta de que había que seguir indagando.

―¿Podrías enseñarme a ese niño? ―le dije mientras me sentaba a su lado y le daba un beso en la frente.

―No lo sé. Él vive en un lugar muy lejano ―respondió alzando una ceja con frustración.

Tomé a mi hija de las manos y, con una sonrisa, la invité a que intentase contactar con ese amigo. Había visto a Dareh hacer eso conmigo cientos de veces para conectar nuestros dones, tal vez podría hacerlo yo con ella.

―Está bien ―la pequeña suspiró cansada. ―Cierra los ojos, mami.

Primero los cerró ella y en seguida la imité. En cuanto lo hice, me vi en un jardín con un árbol enorme. Miré alrededor, pero no había rastro de June. En cambio, un sorprendido Dareh de unos ocho años, me miraba boquiabierto.

―¡Hola! ―le dije sonriendo. No podía creer lo lindo que era con esa edad. Me llegué a preguntar si él había pasado alguna vez por eso de la "edad fea" que pasamos los humanos normales y corrientes antes de la adolescencia.

―Hola ―respondió desconfiado. ―¿Quién eres y de dónde vienes?

―Yo... soy Ada ―respondí, esperando que mi nombre le resultara familiar, sin embargo, la arruga de la confusión que tan bien conocía, se había formado en su entrecejo. No podía creer que el cretino de Styan no le hubiera hablado de mí.

―Mi nombre es... Dareh.

―Es un placer ―me reí ante la extraña situación.

―¿Eres como... un hada madrina?

―¡No! ―exclamé sorprendida. ―Sólo considérame tu... amiga.

―Eres muy vieja para ser mi amiga.

Su respuesta me sentó como una patada en el estómago. ¿Cómo se atrevía a llamarme vieja? No cabía duda de que ese era mi Dareh. Cuando volviera a casa, pensaba tomar represalias.

―Soy tu... amiga imaginaria ―me limité a decir. Él me observó serio, pero pareció aceptar mi explicación.

Empecé a sentir un cosquilleo extraño en el estómago cuando todo a mi alrededor fue volviéndose más tenue y la figura de mi hija se materializó delante de mí. Volvíamos a estar en casa. June me miró sorprendida.

―¡Has hablado con él! ―dijo sonriente, pero algo más cansada. ―Él nunca había hablado conmigo.

―¿Tú lo has visto todo?

―Sí. Siempre lo veo. Él es... como papá.

―Es cierto. ¿Tú cómo te encuentras?

―Bien, creo ―dijo mientras se frotaba los ojos. ―Me voy a dormir, mamá.

Di un beso a mi hija en la frente y la llevé a su cama. Estos viajes la dejaban agotada y me preocupaba. Era como si la energía necesaria para usar su don fuera demasiado grande para su pequeño cuerpo. Debía consultar a un experto en dones para que nos ayudara con ella. ¿Debíamos entrenarla para fortalecerla o era mejor que no volviera a usar su don para protegerla?

No podía entender muy bien qué era lo que hacía exactamente el don de mi hija. ¿Nos conectaba a través del espacio y el tiempo? ¿Y por qué con una versión más joven de su padre? Ni siquiera coincidía con la edad que el pequeño Dareh debía tener en ese momento. Todo era muy extraño.

Los viajes se fueron repitiendo, pero no seguían un orden cronológico. A veces veía a un Dareh de dos años, que me miraba embobado y otras veces a uno adolescente que no paraba de renegar de su padre. Nos habíamos vuelto muy cercanos.

Empecé a acostumbrarme a aquellos extraños viajes. Llegó un momento en que habíamos conectado de tal manera que ya no precisaba de la ayuda de June para encontrarme con él. Simplemente, con el uso inconsciente de su propio don, aparecía donde él fuera a buscarme, casi siempre en el jardín de una casa que había cerca de donde él vivía. Por alguna razón, él pensó que se trataba de mi casa y yo nunca le saqué de su error.

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