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CAPÍTULO 25: UN DETALLE MUY RELEVANTE
Abrí mis ojos. Los párpados me pesaban tanto que era difícil poder obtener la visión de todo el lugar con claridad. Hice memoria mientras iba observando a mi alrededor.
¿Qué estaba haciendo?
Recordé la charla con Ethan, me daban náuseas el simple hecho de pensar en que iba a tener que asesinar a alguien inocente. Por supuesto que había matado antes, era algo innegable, pero era distinto, ella no merecía aquello.
Me levanté del sofá intentando recuperar la compostura. La luz de la luna entraba por la gran ventana. Era extraño que estuviese abierta en plena madrugada, así que me acerqué para poder cerrarla.
Giré sobre mis talones y divisé una sombra. Rodé mis ojos sabiendo de la pesadilla que tendría que soportar.
— Ethan, déjalo — esperé unos segundos pero no tuve ninguna respuesta —. En serio, ni te esfuerces por convencerme de nada.
Me crucé de brazos y lo miré fijamente, no podía reconocer quien era, pero su complexión era robusta, claramente debía ser él. La distancia que nos separaba era grande, por lo que no estaba asustada.
— ¿Me vas a hablar de más pastillas o prefieres jugar a las Barbies? — suspiré.
Avancé varios pasos, él se mantuvo en su sitio. Di otros pasos más hasta que estábamos a centímetros de distancia.
— ¿Qué coño quieres ahora?
Silencio.
— Espera... — él pareció fruncir el ceño, interesado en mis palabras — no me digas que te mordió la lengua el gato.
Reí durante varios segundos, en realidad Ethan podía llegar a ser de lo más aburrido porque ni si quiera elevó un poquitín sus comisuras, ni media sonrisa.
Ni el Amazonas era tan seco.
Aunque a decir verdad...el Amazonas no es tan seco así que no tiene sentido el chiste, de hecho es un poco malo ahora que me doy cuenta.
« Heaven, ¿podrías dejar de hacer el imbécil y continuar narrando? »
Sí, claro, esto...por supuesto, ya voy...
En fin, el ahora con-la-lengua-rota — No, espera, ese mote es demasiado turbio, necesito algo más accesible.
En fin, el ahora mudo-pero-cotilla — Producción, no puedo tomarme en serio esto, cotilla me suena a tortilla y yo AMO la tortilla.
En fin, el ahora... — No se me ocurre ninguna mierda, ¿qué le hago?
— ¿Podrías dejar de inventar estúpidos motes y continuar con tu papel — pregunta Ethan-la-sombra.
— Si, si, ya voy...
En fin, el ahora Ethan-la-sombra — ¡Perfecto! — seguía igual que al principio y yo me empecé a cansar bastante de aquella actitud.
— Ethan, esto es absurdo, es de madrugada y tú estás ahí como si fueses un acosador o asesino que viene a matarme... — fruncí el ceño — ¿Eres un asesino que viene a matarme?
Reí.
— Por Dios, claro que no...sino ya tuvieras una pistola o un cuchillo o algo así.
La sombra levantó su mano dejando a relucir un precioso y peligroso revolver plateado.
— No eres Ethan, ¿cierto?
La persona negó con la cabeza, dio unos pasos y no retrocedí.
"El miedo nos hace vulnerables" Meredith me lo dijo en cierto momento que no recordaba, pero que supe a la perfección que estaba atemorizada. Ella no, ella era imparable, valiente y no se dejaba asustar tan rápido. La admiraba. Realmente lo hacía, aunque nunca llegué a decírselo.
— Dudo que vengas a robar...¿vienes a robar? — rió.
— Quisieras.
Avanzó más pasos, pero yo y mi orgullo no íbamos a rendirnos fácilmente. Observé y analicé durante pocos segundos la sala, necesitaba coger algo para defenderme.
Si era rápida, podía correr hasta la encimera que quedaba a pocos pasos y tomar un cuchillo, claro que a no ser que se lo lanzase iba a ser complicado competir contra una pistola.
Otra opción era esconderme tras el sofá, gritar y esperar a que alguien bajase para cargarnos a ese hombre.
Tienes que aprender a defenderte sola, no depender de unos gilipollas.
— Me parece curioso que no estés dando gritos y pidiendo auxilio.
— Bueno... — me crucé de brazos y esbocé una media sonrisa — puedo llegar a ser muy interesante.
Rió nuevamente, siempre supe que era difícil resistirse a mis encantos.
— ¿Y si hacemos un pacto o algo así?
— Yo no soy el diablo, ¿qué te piensas que es esto?
Rodé los ojos y avancé hasta él con los brazos en jarra y el ceño fruncido.
— Pues lo que creo es que te has colado en mi propiedad...bueno, no es mía del todo...¡pero ese no es el tema! El caso es que esto es allanamiento de morada y además podrías asesinarme con una... — pensé — una...¡un arma blanca!
Soltó una carcajada.
— Esto no es un arma blanca, es un revolver no una puta estaca.
— Oh...bueno, como sea, estás cometiendo un delito.
— Genia.
Suspiré mientras me frotaba la sien.
— Vas a hacer que me cabree.
— Es irónico que me estés amenazando cuando yo tengo un arma y tú no...pero más irónico es el hecho de que joder, das miedo.
— Para que sepas, no vas a ser mi primer asesinato, ni te creas.
Abrió los ojos como platos.
— Ah, ¿no? — retrocedió un paso no muy grande pero notable.
— Para nada, he matado a... — conté los dedos de mis dos manos — más gente de la que puedo contar con mis dedos.
Me acerqué a él, ahora que lo examinaba, parecía no mucho mayor que yo, de unos veinte quizás.
— ¿Quién te envía? — pregunté.
— No hagas esas preguntas si sabes la respuesta, Ada.
Me quedé pensativa, analizando sus palabras, había algo que no encajaba.
— ¿Qué has dicho?
— Que no preguntes si sabes-
— No — lo interrumpí —, quiero saber cómo me has llamado.
Frunció el ceño.
— ¿No eres Ada?
— Soy Heaven — rodé los ojos —. No me creo que Nathan ya no sepa ni dar bien una dirección.
Sacó un papel del bolsillo de su sudadera, estaba arrugado, él lo examinó con determinación.
— Pero... aquí todo encaja con tu perfil, tanto física como mentalmente.
— ¿Y cómo sabe ese gilipollas como soy?
Alzó sus comisuras mientras me miraba con sus ojos oscuros.
— Me advirtió sobre que quizás era un tanto insoportable...o como se diría en mi pueblo, tienes una 'mala hostia' que te cagas — reímos.
— Bueno, no se equivoca del todo...lo que pasa es que yo no soy Ada, esa será otra de sus víctimas a las que les manda sicarios.
Pasó sus manos por su rostro en un gesto de frustración.
— Lo siento...no sabía que no eras ella, supongo que os parecéis o algo así.
Me encogí de hombros.
— Tranqui, ¿quieres un café o algo para el camino?
Después de que aceptase, le preparé un té negro, me comentó acerca de lo estricto que era Nate y los inconvenientes de trabajar para él, me interesé bastante e incluso decidí abordar más el tema. Formulé preguntas como por qué seguía allí pese a sus malditas condiciones.
"Ya sabes, el dinero suele tener el control de tus decisiones, pero ojo, no dejes que te controle a tí como persona" Esa fue su respuesta.
Ya eran las 5.00am y probablemente Robert o Ethan despertarían pronto, así que decidí despedirme del que probablemente iba a ser mi asesino.
— Gracias por esto, pero debo volver — me sonrió.
— No hay de qué.
Se dirigió a la puerta y lo acompañé, pero antes de salir se giró bruscamente — llegué a pensar que iba a besarme...tristemente no fue así — y se quedó viéndome.
— ¿Cómo no estás alterada aún sabiendo que iba a matarte?
— Porque aún sigo sin saber si esto forma parte de mí cabeza o si realmente existes y estás aquí, en este momento, delante de mí... — suspiré — inseguridades de esquizofrénica, ya sabes...
Su rostro cambió a uno de sorpresa cuando mencioné mi enfermedad, sacó nuevamente el papel y le echó un vistazo rápido.
— Heaven, ten cuidado y cuestiónate si realmente eres quien crees.
Asentí.
— Vale...
Giró el pomo para salir.
— Espero no volver a verte...no quiero asesinarte.
Reímos.
— Entonces yo también espero no volver a verte nunca más hasta que dejes de formar parte de esa organización.
Me envolvió entre sus brazos — no para matarme, tranquilidad, por favor — en un cálido abrazo reconfortante. Qué irónico
— Miento, ojalá volver a verte, me has caído bien y todo — le dije.
— Adiós, Ada.
Y así fue como el chico — guapísimo, hay que aclararlo — de pelo castaño, ojos oscuros y un rostro que perfectamente podía haber sido tallado por los Dioses del Olimpo, se marchó de la casa.
Querría decir de MI casa, pero no es mía así que...nada.
Cerré la puerta y volví al salón, no tenía nada de sueño pero intenté dormir un poco para controlar las horribles ojeras que se acentuaban bajo mis ojos. Siempre me pregunté como a todo el mundo — literalmente todos, no lo niegues — le quedan tan bien y yo parecía un puto perro abandonado, ¿qué mierda, Jesucristo?
Desperté — por segunda vez —, la luz entraba directa a la sala. Era bastante incómoda. Al fondo, podía escuchar las voces que muy probablemente venían de Aiden y Otis, al parecer discutían sobre algo relacionado a no-sé-qué tontería.
Me levanté — por segunda vez — y froté mis párpados mientras me dirigía a la cocina donde, por supuesto, estaban todos sonriendo y hablando como si nada pasase...hasta que llegué, se hizo un silencio tenso e incómodo.
— No entiendo el por qué de este silencio — pronuncié mientras me dirigía a la nevera para coger zumo.
Me giré con el brick en la mano, todos me miraban como con miedo o algo que no sabría como describir... quizás sentían curiosidad por lo que fuese a decir.
— Ya entiendo — Walsh frunció el ceño — ¿Adivináis qué? ¡Sí sé quién soy!
Abrí el brick y tomé un sorbo, sabía que a Ethan le molestaba demasiado que hiciese aquello.
— Mi nombre es Heaven, tengo dieciocho y un ex-ni-puta-idea-de-lo-que-fuimos que piensa que un día me levantaré y ya no sabré ni cómo me llamo, pero hoy sé bastante bien quién soy.
En realidad no, estaba más perdida que nunca, pero tenía que hacer creerles todo lo contrario. Me beneficiaba mucho más.
— De hecho, Meredith me ha contado un secreto...
— Heaven...
— Ethan.
— ¿Tomaste la medica -...? — lo interrumpí.
— Ni te molestes, pero por si de verdad te interesa...la verdad sí que la tomé, tomé el bote con mis maravillosas manos, manchadas de sangre de hijos de puta y lo tiré a la papelera.
Se frotó la cara con angustia.
— Dime, Izancito — dije refiriéndome a quien no creo que haga falta mencionar — ¿Conociste a una tal...Ada?
Sus ojos se abrieron y arqueó las cejas. No hacía falta ningún polígrafo para darse cuenta de que claramente sí conocía alguna, pudo disimular, pero era realmente nefasto.
— Me suena, ¿por qué?
— ¿Solo te suena? — me acerqué a la mesa.
— ¿Por qué no hablamos de...no sé...?
— Cállate, Aiden.
— Sí, solo me suena, nada más.
— Entonces, supongo que no recuerdas ni su cara.
Negó y volvió su mirada al pan que untaba de mantequilla.
— Eres tan ridículo — pronuncié.
Me volví a la nevera para coger una lata de cerveza. ¿Qué haría ahora? Probablemente en su interior estaba deseando gritarme, me imaginé la conversación, él sobornándome para que no beba alcohol porque sino le dará la puta dirección a un policía que ni si quiera sé si existe.
Me llevé la cerveza a mi boca notando como el líquido descendía por mi garganta.
— Nunca me gustó esta marca — comenté — Priya, ¿a tí te gusta?
— Soy abstemia.
Bufé.
— Y tú, Robert, ¿bebes?
— Claro, sino no estarían ahí esas latas.
Me dirigí a Ethan, tenía los ojos puestos sobre mí cual acosador.
— ¿Ves lo fácil que es responder una pregunta? No entiendo por qué tú siempre las evitas o me intentas mentir.
— Yo no te miento.
Solté una carcajada. Aiden tenía la preocupación clavada en su rostro, pero me importaba una mierda todo lo referido a él, de hecho, empezaba a tenerle un poco de resentimiento, ¿y quién no?
— Y aquí vuelves a mentirme...no soy tonta.
Miré a mi lado, Meredith esbozaba una amplia sonrisa, supe que se sentía orgullosa de mí.
— ¿Qué dices, Meredith? Yo creo que tú sabes la verdad...¿está mintiendo?
Avancé unos pasos hasta llegar a su lado.
— Es increíble que podamos hablar y que esos ni se enteren — río — es maravilloso.
— Sí, yo también creo que es un imbécil.
Miré hacia la mesa, me encantaba el silencio en el que Nea estaba sometida, no se pronunció durante ningún momento y era asombroso como no mostraba emociones al respecto de nada.
Me dirigí nuevamente a la mesa.
— Quiero que me cuentes verdades, no cuentos — exigí.
— Yo no bebo, no me gusta — lo interrumpí por segunda vez.
— No me cuentes tu vida — fruncí el ceño — no me interesa — giré mi cabeza hacia mi izquierda para ver a mi hermana — ¿A tí te interesa?
— No dejes que controle tu medicación — respondió ella.
— Ni a una muerta le interesas...eso debe ser triste.
Subí las escaleras hasta el servicio de arriba. No te confundas, no iba a llorar ni nada de eso como solía hacer, es solo que me estaba meando.
Cerré la puerta tras de mí, claro que cómo no, alguien la abrió.
Miré en el espejo, el reflejo de Nea se acentuaba demasiado.
— ¿Te lo ha contado Aiden? — preguntó.
Fruncí el ceño, ¿contarme qué? Si ya ni hablábamos.
— No, ¿debería saber algo?
Ella suspiró profundamente, se notaba que todo le pesaba en aquel momento.
— Tienes la oportunidad de huir de todo esto, yo os puedo ayudar, dejar esta mierda y hacer una vida normal, ¿no quieres eso? Por fin podrías salir de esta casa, ir al cine, estudiar...todo aquello que quieras.
— ¿A cambio de qué?
— De dejar todo, dejar de buscar venganza que solo os trae problemas.
Solté una pequeña risa.
— Y me lo dices tú, que te metiste en el problema porque te dio la gana.
— Porque Aiden me necesitaba, al igual que tú y todos los demás — hizo una pausa —. Escucha, después de esto...¿qué te quedará Absolutamente nada. He luchado muchas veces por obtener venganza y en todas sigo igual de vacía. ¿Quieres matar a Nathan? Adelante, pero seguirás sintiendote como una asesina y una mierda de persona después de que acabe.
No dije nada.
— Aiden ha rechazado mi oferta.
No me sorprendió, dudaba mucho que él se fuese a rendir tras haber pasado por todo lo demás.
— Ahora yo también te estoy diciendo no.
Caminé para salir del baño, pero antes de poder llegar a la puerta, Nea me tomó del brazo.
— ¿Es por él?
— Es por mí, no te confundas.
— Ya, claro...¿No te das cuenta de que dependes de él? Tus decisiones giran entorno a las suyas.
— Lo quise, elegí lo que más nos ayudaba, pero ahora yo voy por otro rumbo por Dios, ¡en estos momentos no es una opción huir! — alcé la voz.
— ¡Prefieres estar con él que rehacer tu vida! ¿Por qué no te das cuenta?
— ¡Cállate, no es así, no hago esto por él!
— Oh, claro...ahora dime, ¿cuántas veces él te ha puesto por delante de todo lo demás? ¡Porque por lo que veo hasta ahora estás sola y él se ha ido por cobarde!
Ambas estábamos alteradas, quizás demasiado.
— Deberías quererte un poco más y pensar por tí misma antes que por nadie.
— Y tú deberías dejar de dar por hecho cosas que no son...hago esto por mí, yo no quiero solo venganza, quiero justicia para los niños que pueden pasar por lo mismo que pasamos Aiden, mi hermana y yo. No confundas todo, joder.
Abrí la puerta para salir de una vez.
— No te entiendo.
Me giré.
— Ya somos dos.
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