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CAPÍTULO 23: LOS RECUERDOS DUELEN, HEAVEN.

Mi cabeza palpitaba de tal modo que pensaba que en cualquier momento podría explotar. No sabía qué estaba ocasionando aquello, de repente estábamos hablando y no sé por qué, pero aquel pitido comenzó a entrar por mis oídos al unísono del dolor.

Parecía como si tuviese una venda en mis ojos, una que me dejaba ver pero no comprender lo que visualizaba.

Delante de mí estaban Walsh y Otis, se les veía preocupados…¿quizás por mí? No entendía nada. Se fueron sumando Priya, Aiden y Ethan — porque Robert estaba más fuera que dentro — y todos venían corriendo, pero no llegaba a comprenderlo.

¿Qué estaba pasando? Hacía apenas segundos estaba hablando con aquellos chicos…sí, con…la verdad es que no recordaba su nombre.

Quise fruncir el ceño, pero no podía.
Quise moverme, pero era imposible.
Quise hablar, pero tenía un nudo en mi garganta.
Quise recordar, pero olvidé todo.

Olvidé cómo se respiraba, cómo abrir los ojos, hasta que llegó ese día en que también me olvidé de mí. Cuál era mi nombre se empezó a convertir en mi acertijo, una simple pregunta que siempre te formulan cuando tomas asiento en tu pupitre, o cuando conoces a alguien…

No está bien espiar a través de las puertas, mi querida Lee

Aquellas palabras se me hicieron familiares, pero las debían haber dicho hace mucho tiempo, porque no podía adivinar quién las había pronunciado, además, ¿quién era Lee? Eso parecía algo como un lapsus, algo parecido. Mientras intentaba recordar un nombre, un rostro familiar o alguna voz que me ayudase, otro momento pasó por mi cabeza.

—¿Me vais a matar? — pregunté con un hilo de voz.

— Más quisieras — aquel sujeto se apoyó contra el respaldo.

Las lágrimas cargadas de impotencia rodaban por mis mejillas. Me tensé ante el contacto.

— No puedes hacerlo de nuevo, sabes que te voy a seguir descubriendo una y otra vez sin importar nada — soltó una amplia carcajada.

— Heaven, yo puedo controlarte si me apetece, puedes ser mi cachorro o mi conejito de indias — levantó su dedo índice en un falso gesto de sorpresa — vaya, si esto último ya lo eres.

Era ridículo intentar moverme, las cuerdas en mis muñecas y pies no me permitían levantarme de aquella incómoda silla por la que había estado durante más de doce horas. Por un instante me pregunté qué pensaría Megan, pero después recordé que estaba en casa de una amiga.

—Nathan, no de nuevo…por favor — después de torturarme durante horas seguidas, lo único que me quedaba era rendirme.

— No debiste llegar hasta aquí, aunque no lo recuerdes sabes bien que no es un camino adecuado — hubo un ápice de tristeza en su voz — no quiero hacerlo, pero sino me terminarán matando.

—Así que decides matar a otros.

Hizo un silencio. Pude tener compasión por él, pero no sentía nada por alguien así, la ira se había ido. Solo estábamos nosotros, una escoria humana y una…¿inocente?

— Espero que no me descubras de nuevo.

Pasó a hablar por el walkie-talkie para dar orden de que viniesen. En segundos, varios hombres llegaron a la sala, dos de ellos me sujetaron por el cuerpo para que no me moviese, otro me dio lo que parecía un cinturón para que lo mordiese. El cuarto puso dos aparatos en cada una de mis sienes, para después, recibir descargas eléctricas.

Salí de aquel recuerdo, era terrible y lo odiaba por completo. Mi mente estuvo en blanco durante lo que parecía una eternidad, pero que tal vez solo eran segundos. Quise quedarme en aquel estado por mucho más rato, allí no tenía que lidiar con problemas, era como estar en la nada.

Sinceramente, creo que somos seres inservibles en la nada, en esa ‘cosa’ que decidimos llamar ‘mundo’ o ‘planeta Tierra’, quizás hace más ameno el hecho de saber que estás encerrado junto a millones de personas.

Yo, alguien cuyo propósito de la vida desconocía en cierto momento, encerrada, sola, en su propia mente.

¿Era posible sentirse tan vacía que tu único compañero es un pensamiento? Al parecer sí que lo era.

— ¡Heaven! — alguien me agitaba por los hombros, su tono era masculino y parecía preocupado — Lee, te quiero.

Te quiero

¿Cuándo escuché aquello por última vez? Hacía apenas segundos. Tal vez debería haber respondido, pero ¿y si no sentía lo mismo? Ni si quiera había visto a quien lo dijo. No se dice un ‘te quiero’ así porque sí, como si de pedir un vaso de agua se tratase.

Bien, era momento de abrir los ojos y ver lo que tenía delante, poco a poco la oscuridad disminuyó. Me encontré con él, quien hacía que mis días fuesen mucho mejores, la persona que me liberó, porque sin su ayuda, siempre habría vivido engañada, acumulando una culpa que no me correspondía. Vi a Aiden.

Estaba tumbada en el suelo, el de rodillas junto a mí y los demás intentando recuperarse del susto, incluso Otis tenía un  botiquín de primeros auxilios en su mano.

Abracé al chico a mi lado, intentando olvidar los recuerdos que habían vuelto a mí. Con un susurro, consiguió calmarme.

—Estoy aquí, lo sabes — asentí, aunque todo estuviese mal, necesitaba algo de calma.

Mi memoria había vuelto a la normalidad, odiaba cuando todos mis recuerdos se perdían, era como estar encerrada en un lugar que no te corresponde.

***

—Entonces, durante esos minutos olvidaste quién eras…tu memoria en sí, ¿no? — Ethan me había avasallado a preguntas tras el suceso.

—Sí.

— He revisado tu medicación — bajó la cabeza — Olivia te suministraba dosis de un medicamento betabloqueante, su uso principal era para aquellas personas que sufrían estrés post-traumático.

—¿Les borraba la memoria?

—No, no, solo aquellos malos recuerdos para poder superar el trauma.

— Bien, ¿y por qué a mí me sucede esto?

—Verás, hay veces que la ciencia no debería tocar ciertas cosas, pero ya es tarde para advertir sobre eso. Creo que estos tipos de medicamentos son algo peligrosos y en caso de abusar de ellos tienen efectos secundarios, así que dejarás de tomarlo — asentí, no terminaba de confiar en él, pero no tenía opción.

Ethan se dirigió a la puerta de la habitación donde ambos estábamos, pensaba que iba a salir, pero giró el pestillo y volvió. Parecía más serio, suspiró.

—Verás, Heaven…he intentado protegeros a todos, pero sabes que no todo es posible — se frotó la sien con un supuesto cansancio — así que he tomado una decisión.

—Bien, ilumíname.

— Quiero que mates a Priya.

¿Acababa de oír aquello? No podía estar pidiéndome que hiciera algo así, no podía ser real.

— ¿Qué coño estás diciendo?

Fruncí el ceño, estaba confundida así que pensé en las pocas opciones que tenía.

1 – No era real, solo producto de mi esquizofrenia.

2 – Era de broma.

3 – Ethan estaba completamente Loco.

4 – Matar a Ethan y huir.

— Así como lo escuchas, tarde o temprano Nathan vendrá a por ellos y son una amenaza, Robert haría lo que fuese por su hermana aunque eso sea delatarnos, es demasiado peligroso.

—Mira, no me cuentes tu vida, no voy a matar a nadie, de hecho creo que los demás deberían saber sobre quién eres — me dirigí hacia la puerta, pero entonces me agarró del brazo y (aquí viene el cliché) no pude soltarme por la fuerza que ejercía.

—No creo que eso te convenga.

—¿Qué?

— ¿Piensas que estáis viviendo de rositas? — rió — ahí, en Canadá, hay muchos policía buscando a Otis, Walsh y Aiden. Me aseguré de dejar algunos papelitos con su información en una zona segura, ellos están en busca y captura, pero aquí es imposible que los encuentren.

—¿Qué han hecho para que los delates? Tú eres el culpable de todo, no nosotros.

—Aquí todos tenemos culpa, acéptalo.

—¡Eres un hijo de puta!, ¿estás consciente de lo que has hecho, del peligro al que los has expuesto? — asintió.

— Si no matas a Priya, me aseguraré de entregar a los tres…y a ti, te entregaré a Nathan, será mucho más divertido.

Me soltó y salió salió cerrando la puerta tras de sí, dejándome atónita y asustada. No podía matar a alguien  inocente, no era justo y ella no lo merecía, ni ella ni su hermano.

¿Tenía opción?

Aiden.

—¿Crees que estoy haciendo lo correcto? — pregunté, tras dar un seco trago a la lata de cerveza.

— No.

Giré para ver a Otis a mi lado, también bebiendo de la suya, con una expresión fría. Observaba el cielo, supe que no quería mirarme a mí, a veces ni yo mismo podía visualizarme en el espejo.

— La quieres, ¿no? — asentí —. Si la quisieras de verdad no le harías esto.

—No quiero que sufra, esta es la forma más…adecuada.

—Solo piensas en ti porque tienes miedo de lo que va a pasar, no quieres aceptarlo — rodé los ojos —. Mira, es tu vida y tu decisión, en eso yo no me voy a meter, pero ella no merece que le hagas esto, Heaven nunca te dejaría solo y menos si te pasase lo que a ella. El que tengas miedo de querer de verdad no es culpa de los demás, no estás atrapado, no tienes por qué quererla, pero si la dejas que sea porque ya no la amas, no porque eres un imbécil incapaz de afrontar los problemas.

Quizás tenía razón — demasiada razón — pero nuevamente mis miedos me ganaban. Tal vez, yo no estaba hecho para amar, ni ahora ni nunca, pero ya no había vuelta atrás.

Me levanté del suelo, formando un silencio. Cuando conocí a Triss, me hizo ver la vida de una forma muy diferente, ella era como un libro, nunca sabías qué giros iba a dar o los relatos que soltaría.

«A veces un silencio es la mejor respuesta»

—Vas a decírselo de todos modos.

Tendría que haberlo negado, haber escuchado más a los demás aunque no me gustase, tendría que haber hecho tantas cosas…demasiadas. Afirmé con la cabeza, tiré al suelo la lata ya vacía.

—No voy a decir que me decepcionas porque creo que ya ha quedado claro, pero ojalá nunca te pase nada así a ti, no creo que quieras sentirte como la vas a dejar a Eav.

Bajé lentamente las escaleras de la terraza, para poder buscar a Lee. Ahora que la analizaba más concretamente — más que nada porque mis piernas se negaban a andar más deprisa — era una casa bastante amplia, mi primera impresión no la voy a decir por respeto, pero me parecía una m***** que bien podía ser un internado o un geriátrico. En fin, no es el tema.

Nea y Priya parecían estar pasándolo en grande cuando las vi en el jardín riendo mientras tomaban aquel típico té.

Probablemente Nea no me permitiría decirle esto a Eav, diría algo como que “tengo que afrontar las consecuencias de mis actos y no retractarme”, lo cual habría sido un buen consejo, pero lo más seguro es que tarde o temprano todo acabase incluso peor.

En cuanto a Priya…no había conectado tanto con ella, pero también se pondría en plan poética e intentaría detenerme, o al menos sería así en mi imaginación.

—¿Todo bien? — era el plasta de Boris Walsh, nunca lo tragaría.

— Sí, ¿has visto a Heaven? — miré alrededor pero la cocina y el salón estaban vacíos.

—Creo que bajó con Ethan al sótano hace un rato.

— Gracias — me fijé en sus ojos, estaban algo hinchados y el contorno de estos tenía un color rojizo — y tú, ¿todo bien?

Apartó la vista.

— La echo de menos — le di una palmada en el hombro.

—Es normal sentirse así…bueno, es una mierda.

—¿También perdiste a alguien?

—No de esa manera, pero sí — tragué, hablar de Triss era raro y doloroso todavía —. Se termina superando con el tiempo, pero siempre tienes esa nostalgia.

—Lo sé, pero era tan joven y…yo qué se, era maravillosa.

—No puedes fijarte en lo que va a pasar, no tienes el control. Sí, era muy joven y claro que no lo merecía.

— Le quedaba tanto…

—No — lo interrumpí — no existe un futuro, hay un pasado, en el que habitan nuestros recuerdos, y un presente, un aquí y ahora constante, pero no sabes lo que va a pasar dentro de unos minutos, ni si mañana te despertarás.

Ethan subió las escaleras del sótano y se dirigió fuera de la casa. Habitualmente solía fumar fuera o sentarse en el porche con Robert a hablar, pero ahora él estaba casi desaparecido, Ethan lo mandaba a hacer el “trabajo sucio” ya que a él lo reconocerían, más sabiendo que Nathan no estaba tan lejos.

— Nos vemos luego — Walsh subió tras despedirse, ahora era mi turno.

Bajé hacia el sótano, las luces aún estaban encendidas, por lo que ella debía estar. Y así era, se encontraba apoyada contra la mesa, parecía algo angustiada pues se frotaba su sien.

—Tenemos que hablar — alzó la mirada y se quedó viéndome unos instantes.

— Bien, ¿qué pasa? — puso ambas manos en la mesa, con un gesto algo más calmado.

—No podemos seguir…lo que teníamos debe terminar — suspiré — para siempre.

—¿Qué coño estás diciendo, Aiden? — se acercó a mí, pero retrocedí.

—Es lo mejor para nosotros.

Pasé mi mano sobre mi cabello, exhalando, viendo como ella se derrumbaba y sus lágrimas rodaban por aquellos cachetes.

— No… todo iba bien y ahora me vienes con esta mierda.

— Heaven, no quiero que me olvides, es mejor que los dos nos hagamos a la idea de que no somos nada, ¿qué pasará cuando ya no sepas ni tu nombre?

—Pues haré lo que sea para recordarme, para recordarte a ti tambien. Mira, Ethan me va a ayudar para que no pierda la memoria…

—Él no te puede curar, no sabe cómo te afectarán las medicinas. No quiero hacerte sufrir.

Chasqueó su lengua mientras limpiaba con su mano las lágrimas en sus ojos.

— Ya, por eso me abandonas cuando más te necesito…porque eres un cobarde.

No dije nada.

— Cuando todo esto se acabe…porque acabará, tú te irás por tu lado y yo por el mío, todo lo que tuviésemos lo acabas de destrozar. Espero no volver a recordarte.

Se fue, se había ido y probablemente no volviese por mí, por mi puta culpa.

"El batir de las alas de una mariposa hoy, puede originar un devastador huracán dentro de unas semanas"

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