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CAPÍTULO 17: PRIYA Y ROBERT.

El tiempo de Italia en Junio era muy diferente al de Canadá. Por lo que averigüé solía hacer hasta unos treinta grados, pero también podía llover en un día soleado.

Nunca pensé en venir aquí (y menos por estos motivos), siempre quise salir de América pero pensaba en sitios como Londres, España e incluso Australia. Ahora que veía Roma, era un sitio precioso.

Pero joder, me estaba asfixiando.

La sudadera era de un tejido para otoño, quizás para unos veinte grados al igual que los pantalones. Los chicos parecían igual, porque hasta Ethan ( el chico que no se quejaba nunca de absolutamente nada) se estaba abanicando con un mapa que había cogido.

— ¿Por dónde vamos? — le pregunté.

—Por allí — señaló recto, estábamos en el centro así que deducí que íbamos a andar bastante.

Nunca fui una persona muy intuitiva, pero en este caso mi intuición de odio-caminar-y-odio-el-deporte no falló.

Anduvimos durante aproximadamente una hora, por suerte se me hizo algo más rápido ya que iba hablando con Otis de vez en cuando o hacíamos chistes entre nosotros cinco.

—Y dime preciosa… — comenzó el rubio, rodé los ojos — ¿no has tenido novio nunca?

Íbamos caminando a la sombra por una acera donde no había nadie.

— ¿Cuenta mi novio de seis años? — vacilé, él rió — nah, en realidad solo tuve una medio relación que duró un mes.

— ¿Por qué terminó?

— Bueno, lo pillé en los servicios del instituto tirándose a otra — me encogí de hombros — le enseñaron a comer de todo y mira, lo aprendió al pie de la letra.

Otis rió y me dio un leve codazo.

—Entonces no te merecía — se hizo un silencio y nos miramos. Otis tenía unos ojos marrones bastante comunes, pero te miraba de una forma única.

Bajé mi mirada, el chico me sacaba una cabeza, era más o menos como Aiden.

—¿Y tú? — pregunté, sinceramente no me interesaba demasiado pero la educación es una de mis cualidades.

— He tenido algunos líos, ya sabes — se encogió de hombros — enrollarse con chicas pero nada más.

— Todo llega a su tiempo.

—Hablando del tiempo —comenzó — ¿cuántos años tienes? — es cierto que nunca profundizamos en la relación de amistad que teníamos.

Lo miré mientras solté una pequeña risita.

Eso no se pregunta, pero si insistes…

— ¿Sí…?

—Tengo diecisiete, en noviembre cumpliré finalmente mis dieciocho, ¿qué hay de ti?

—Dieciséis, cumplo en septiembre — vaya, no imaginé que fuera tan joven.

Los demás chicos se unieron a la conversación.

—¿De qué habláis? — preguntó Aiden.

—Le preguntaba a Eav su edad — respondió Otis.

— Qué vintage — dijo Ethan, yo reí — si mis cálculos no fallan debes tener diecisiete.

— Efectivamente, ¿y vosotros?

—Yo soy el mayor, tengo veinticinco — volvió a hablar.

—Dieciocho — comentó Aiden.

—Soy de tu edad Eav, diecisiete, ya lo sabes – me esperaba eso de Walsh cuando meses atrás me lo dijo.

Después de otros veinte minutos, llegamos finalmente. Era un lugar algo apartado de la ciudad. Había un gran campo verde y una casa enorme. Era de estilo rústico (algo cliché, admitámoslo) con la fachada de madera al igual que la puerta. Las ventanas estaban opacadas por unas cortinas blancas. Por lo que observé debía tener al menos tres plantas y parecía que había un jardín detrás.

—Es muy bonita — hablé.

— Es de un amigo — respondió Ethan.

Caminamos hasta llegar a la puerta y el mayor de nosotros tocó con sus nudillos, ya que no había timbre.

Miré a Aiden, estaba confundida y asustada, pero él me tomó de la mano y me hizo un gesto tranquilizador. Se acercó a mi oreja para susurrar algo.

—Tranquila, no te vamos a matar — sonrió — todavía.

Rodé mis ojos mientras él reía.

Suspiré.

La puerta se abrió dejándonos ver a un chico de más o menos la edad de Ethan.

Tenía el cabello algo despeinado y era de un tono pelirrojo. Sus ojos eran verdosos. Llevaba unos vaqueros acompañados de una camisa suelta negra. Una sonrisa se formó en su cara cuando vio a Ethan, rápidamente ambos se abrazaron y el desconocido palmeó la espalda de este.

— ¡Cuánto tiempo, Han! — supongo que se refería a Ethan de esa manera.

— ¡Y qué lo digas! Me alegra volver a verte aunque no sea en las mejores condiciones.

El chico hizo un gesto para restarle importancia.

—Somos amigos, aquí estoy para cualquier cosa — alzó su dedo índice — menos descuartizar un cadáver — aquello no me pareció tan surrealista...

Ambos rieron, yo lo habría hecho de no ser por la incomodidad que sentía en aquel momento y, que creo, sentiría cualquiera.

Ethan se hizo a un lado y nos presentó, después de darle la mano, nos invitó a pasar.

Pero había algo extraño con aquel hombre...¿no? Admítelo, Heaven, te diste cuenta pero no querías arruinarlo todo.

La casa por dentro era de la misma temática, todo era muy rústico pero acogedor al mismo tiempo. Había un gran salón con dos sofás y un televisor. Al otro lado estaba la cocina, bastante amplia con una mesa grande para comer.

—Bienvenidos a mi humilde hogar que pasa a ser también vuestro a partir de ahora — dijo levantando sus brazos — venid, vamos arriba.

Todos lo seguimos. El segundo piso se dividía en varias habitaciones, un baño al final del pasillo y seis dormitorios.

— Bien — comenzó — menos las dos primeras habitaciones podéis hospedaros en las demás, repartirlas como queráis, voy abajo para hacer algo de comer, debéis estar hambrientos.

Eran las once de la mañana y la verdad sí que tenía hambre, bueno, en realidad yo siempre tenía hambre.

— Perdona — le paré mientras pasaba por mi lado — ¿cómo te llamas?

— Disculpa, se me pasó decirlo, soy Robert — me dio una sonrisa y después bajó las escaleras.

Los chicos y yo compartimos miradas.

—Yo dormiré con Aiden, Otis con Boris y así Heaven puede tener más privacidad.

—Gracias Ethan — sonreí.

Otis nos analizó por un momento y luego habló — no te ofendas Walsh, pero…¿qué tal si duermo yo con la preciosa de Eav?

Rodé mis ojos y negué con mi cabeza. Aiden le dio una mirada fulminante al chico seguido de un empujón.

—Tú te quedas en la puta habitación junto al perroflauta.

— Vale, vale.

Lo hicimos a suertes, a mí me tocó la habitación del fondo, así que me despedí momentáneamente de los chicos y entré a esta.

Las paredes eran de un color beige al igual que el suelo, había una gran cama con sábanas color tierra, un pequeño armario y una ventana encima del cabecero de la cama. Era acogedor, todo lo contrario al psiquiátrico. Me senté en la cama y pensé en todo lo sucedido.

Cómo puedes ser alguien normal, con una vida cotidiana pero de pronto todo cambia, en mi caso para mal. Eran ya cinco meses desde que todo comenzó, dos meses al menos desde que no veía a mis padres y más de siete desde el fallecimiento de Meredith. Por no decir que personas importantes ya no estaban y gente inocente murió.

¿Quién causó todo eso?

Tú.

Alguien tocó a la puerta — adelante — respondí alcarándome la voz.

Era Robert, venía con una toalla en sus manos junto a alguna ropa.

—Creo que necesitas esto — sonrió y dejó todo a mi lado encima de la cama — la ropa es de chico, siento no tener otra cosa, pero mañana iré a comprar así que cogeré algo de ropa…y bueno, si necesitas algo para… —se tocó las manos con nerviosismo — para tu higiene, dímelo.

—Gracias en serio — le sonreí.

— No es nada — se dio la vuelta pero lo interrumpí.

—Pues necesito tampones y jabón íntimo, pero tranquilo no tienes que sentirte incómodo cuando hablas del tema — me encogí de hombros — es algo natural.

—Claro, te traeré.

Se despidió y salió del dormitorio.

Salí de la habitación con la toalla y la ropa, tenía la necesidad de darme un buen baño. Eso no haría que me sintiese menos sucia, seguiría teniendo la sangre de esas personas por mucho que aparentemente no se viese. Mis manos estaban manchadas y era irreversible.

El agua caía sobre mi espalda recorriendo todo mi cuerpo. Apoyé mi frente en la mampara y algunas lágrimas brotaban de mis ojos, estaba tan cansada de esto…

Quizás era mi momento de sentir dolor.

Quizás merecía sentir ese dolor, el mismo que Meredith sintió, ese sentimiento de que te hundes y cuando quieres darte cuenta ya no haces pie. ¿Lo merecía? Claramente sí.

Pero no podía seguir sufriendo de esa manera, no tenía fuerzas. Sabía que Aiden y yo necesitábamos descubrir la verdad y salvar a muchos más niños, pero me rendía, tiraba la toalla. Cada vez que me miraba a un espejo, que miraba mis manos recordaba todo aquello, cuando asesiné a esas personas...

Pero lo peor…lo peor es que disfruté cada bala, cada vez que disparaba. Era como si fuese alguien diferente.

Fue sencillo disparar a otras personas, así que también sería sencillo dispararme a mí misma. Vamos, era apretar un gatillo, cortar una vena, dar un paso más y caer al vacío.

No era difícil, solo que no podía hacerlo, no yo.

Aiden me dijo que me protegería, ahora necesitaba su ayuda. Pero no le iba a cargar ese peso, no podía decirle: “hey, pégame un tiro en la cabeza, yo soy muy débil para hacerlo”.

Yo nunca quise quitarme la vida, solo quise dejar de sentir dolor y culpabilidad.

Salí de la ducha y enrollé la toalla alrededor de mi cuerpo. Miré los bolsillos de la ropa que llevaba puesta y saqué el cuchillo (llevé uno porque nunca sabes lo que va a suceder). Me senté en la taza del váter y pensé.

No quieres hacerlo, Eav. No lo hagas, por favor.

Me decía una parte de mí.

¿Acaso prefieres seguir sintiendo dolor¿ Um…creo que no, ¿cierto? Pues hazlo, joder.

Estaba asustada.

Tomé el cuchillo y estiré mi brazo, apoyé el arma sobre la muñeca derecha.

Venga Heaven, hazlo o te arrepentirás. Sabes mejor que nadie que es lo mejor, tienes que hacerlo. Yo siempre te doy buenos consejos.

Suspiré. ¿Por qué todo tenía que ser así de complicado?

— ¿Qué haces? — una voz femenina me hizo levantar la cabeza. Era una chica, tenía una venda blanca que cubría su rostro menos sus ojos, parte de su boca y los orificios de su nariz.

Me quedé mirándola pero no me moví. La chica vino corriendo hacia mí y me quitó el cuchillo, se lo guardó en el bolsillo de su pantalón.

Me sostuvo los hombros.

—No hagas eso, no arregla nada — su tono era de preocupación.

—¿Te estoy imaginando? — ella rió y negó con su cabeza.

—Claro que no — limpió una lágrima que caía por mi mejilla — soy Priya, la hermana de Robert.

Me lancé a sus brazos y la sorprendí con un abrazo.

Ella me había salvado la vida.

Podías confiar en ella, no traicionarla.

—Gracias — susurré.

Priya y yo fuimos al jardín, ella me preparó un té caliente de menta. Dijo que me gustaría — pese a que yo odio los tés, no quise ser maleducada — así que asentí y la esperé mientras me sentaba en una silla al lado de una pequeña mesa.

—Toma — la chica me ofreció una taza, la cogí y le di una sonrisa. Después se sentó a mi lado.

Estuvimos en silencio unos minutos hasta que finalmente habló.

— No te has presentado.

—Perdona, Priya — deposité el té en la mesa — soy Heaven pero puedes llamarme Eav.

Ella pensó durante unos segundos, luego me miró.

—No me gusta ese nombre, significa cielo, ¿no? — asentí — me recuerda a que mi madre está muerta.

— Yo…

— Tranquila, no es tu culpa — rió — vamos a buscarte un nuevo nombre, además ese no es muy italiano y no quieres levantar sospechas.

Exhalé — está bien.

— ¿Qué te parece Chiara? — negué — ¿Idara?

—No me convencen — hice una mueca de disgusto.

Escuchamos algunos pasos, los chicos llegaron con una sonrisa en la cara y nos saludaron.

—Robert, le podía haber prestado ropa mía — dijo Priya a su hermano.

—No quería que te sintieses incómoda…no sé si os gusta que otra chica use vuestra ropa — ella rodó los ojos
.
Aiden cogió una silla y se sentó a mi lado.

—¿Qué hacéis? — preguntó Ethan, estaba en frente mía.

—Estábamos buscando un nuevo nombre par Heaven, el suyo no me gusta.

Robert gruñó — no es necesario Priya, de todas formas no van a dar su nombre.

—Déjame divertirme — respondió ella.

—¿Cuál te gusta a ti? — Otis intervino.

Me encogí de hombros — no lo sé.

Se hizo un silencio hasta que Walsh habló — ¿Y Julia?

Sonreí, era un nombre que me gustaba bastante, no de mis favoritos pero siempre pensé que era precioso.

— ¿Cómo se pronuncia? — pregunté.

—Es algo así como ‘giulia’ — contestó Priya.

—Entonces seré Julia — imité el acento.

Aiden me miró y esbozó una sonrisa — Queda bien en ti — dijo.

— Gracias, Aiden.

Cómo una mirada puede transmitir tanto.

Hablamos durante otro rato hasta que finalmente empezó a anochecer y me fui a mi cama.

— Julia — me detuvo la chica — hablaremos de lo que ya sabes mañana, quiero que cuentes con mi ayuda.

—Gracias, buenas noches.

Les di una sonrisa de boca cerrada y subí las escaleras, estaba realmente agotada.

—¡Luna, baja a comer! — mi madre me llama, pero necesito terminar.

—¡Ya voy! — respondo.

Falta solo una página y el diario habrá terminado, no puedo quedarme con la intriga sin saber qué sucede con Heaven.

¿Se quedará con Aiden?

¿Vivirán felices?

¿Qué pasa?

Así pues leo las líneas, creo que nunca he sentido tanta tensión leyendo algo. Cuando nos mudamos a esta casa, encontré el diario, parece tener unos diez años aproximadamente, pues se ve muy sucio, pero logro distinguir cada cosa.

Heaven es la chica que lo ha estado narrando todo este tiempo, realmente me he sentido muy apenada por todo lo que le pasó, nunca pensé que alguien pudiese sufrir tanto en tan poco tiempo.

— Luna — mi hermano entra, giro la cabeza para verlo detrás de mi apoyado en el marco de la puerta — Mama sagt beeil dich oder du wirst nitch essenj, sie könen das ein anderes mal lesen— comenta en alemán, mi madre quiere que me apresure o no comeré.

Ella piensa que puedo leer esto en otro momento pero no es así.

—Ich verspreche dass ich in fünf minuten uten sein werde — prometo que bajaré en cinco minutos — Gib mir einfach etwas mehr zeit— solo dame un poco más de tiempo.

— Gutschein – él dice que vale y sale de mi habitación.

Mis padres, mi hermano y yo vivimos en Alemania, antes estábamos por el norte, pero decidimos mudarnos al sur ya que mamá encontró un trabajo como médica en una clínica privada. Ella dice que es pediatra, por lo que trabaja con niños y siempre llega tarde, muchas veces le pregunto pero su respuestas son cortantes, casi nunca me habla sobre los niños.

Volviendo a la historia de Eav...

Mi historia no fue una bonita de contar al igual que tampoco fue agradable de vivir. Escribo esto después de dos años, aún recuerdo cada momento a la perfección. No creo que vaya a continuar porque sinceramente, no tengo tiempo y tengo que idear un nuevo plan. Dañé a tanta gente que nunca podré perdonarme por eso, pero lo que pasó con Aiden fue necesario, tenía que pasar. Sí, fui y seré una zorra, pero solo me protegía. Ahora él…no sé qué decir. Solo espero seguir viva, eso quiere decir que vuelva a leer esto cuando tenga cuarenta años, pero si alguien más lo lee, no sé qué habrá pasado conmigo. Al fin y al cabo solo soy una chica de veintitrés años que no sabe cómo acabará su historia.

No, no podía acabar así.

¿Por qué acaba de esa manera?

Necesito saber qué pasó al final…pero por mucho que revise otras hojas, todo está en blanco.

Creo que aprendí mucho con Eav, pero sobre todo, aprendí que el amor se puede demostrar de muchas formas.

****
Perdón por tardar tanto en actualizar :(

Pero tengo que agradecer las 200 vistas y casi 100 votos, es algo muy importante para mí como he contado en diversas ocasiones, no me voy a poner pastelosa ni nada de eso porque no es el mejor día para llorar (JAJAJAJA) pero realmente lo agradezco <3

—Se despide, Lau.

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