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CAPÍTULO 15: FUERA DE COVEN

Bajo la segunda, delante de mí está Aiden, cubriendo en el caso de que haya hombres en el balcón o la sala, por detrás, Otis vigilando que nadie venga.

Para ser honesta, no me fío mucho de él, es demasiado bueno, gracioso y guapo para ser real, pero tampoco es que haya mucho ganado donde elegir, así que antes de morir, prefiero “confiar” en él. Lo digo entre comillas porque no confío, menos después habérmelo encontrado en el sótano. Admito que ha sido algo embarazoso confundirlo con Aiden, pero mi vista estaba demasiado borrosa en esos momentos.

—No hagáis ruido — susurra A.

¿Puedo llamarlos por sus iniciales?

Es más cómodo y me recuerda a Gossip Girl, ya sabes, cuando se llamaban por V o B, por S o B, etc…me trae algunos recuerdos bonitos.

¿No?

¡Pero esta es mi historia!

Vale, vale…

—¿Hay alguien? — pregunto.

— Creo que no — responde él.

Entramos sigilosamente en la sala. No hay nadie, al igual que antes, todo está en perfecto estado por lo que deduzco que no han llegado a esta sala. Rodeamos la gran mesa que hay en el centro. Miro por debajo de esta para asegurarme de que no hay trampas, efectivamente, no las hay.

Eso me hace pensar una cosa:

¿Qué coño está pasando?

Es decir, hace un momento nos hemos cargado a seis personas, pero es el jodido Nate Gram, han asaltado un psiquiátrico solo para encontrarnos a Aiden y a mi, no creo que haya seis personas simplemente. Además, no se escucha a ningún paciente gritar ni nada por el estilo, la alarma ya no está sonando y tampoco se ve el personal, es cuanto menos raro.

—Aiden — me paro enfrente de los dos chicos — hay algo aquí que no cuadra.

Me miran confusos.

—Joder, ¿crees que solo va a haber seis tipos? No se escucha a nadie excepto a nosotros.

Ambos analizan mis palabras durante unos momentos.

—Esto es una trampa — responde Otis asintiendo levemente con su cabeza.

— Lee, Otis…creo que sí nos quieren meter un tiro por el culo y no creo que necesiten a Nate para eso.

Cruzo mis brazos.

— ¿A qué te refieres? — le pregunto, pues en momentos de pánico mi cabeza va con retraso.

— ¿Sabes lo sencillo que es hacer que el fuego se expanda?

No nos da tiempo a reaccionar cuando una explosión se escucha fuera de la sala, estamos en la planta tres, pero viene de la dos o la uno.

— ¡Corre Lee! — me dice Aiden mientras nos metemos debajo de la mesa.

Y de pronto me doy cuenta.

—Walsh — pronuncio.

—No tenemos tiempo, Eav — responde Otis.

—Quedaos aquí, vuelvo enseguida.

Me quiero levantar pero Aiden me frena.

—Lee, la puta planta está en llamas, no vas a ir a ningún lado.

—Aiden, mi jodido amigo también está en llamas — me suelto de él y salgo de la mesa — así que voy a ir a por él.

— Voy con — sé lo que quiere decir, pero lo interrumpo.

— No, vosotros quedaros aquí vigilando, si no llego antes de diez minutos, salid por el balcón.

No le doy tiempo a responder porque salgo corriendo de la sala. Sé que no está de acuerdo pero sinceramente me importa una reverenda mierda lo que él o cualquiera opine sobre mi decisión.

Bajo corriendo por las escaleras y cada vez hace más calor, cuando estoy en la segunda planta, puedo ver como el humo avanza, pero me fijo en el camino de gasolina que hay, este va desde el suelo hasta las escaleras, me miro mis pies y están empapados en gasolina. Mierda.

Avanzo rápidamente por el pasillo, intentando no tocar más líquido, pero me paro en una de las puertas. Como de costumbre están cerradas, sin embargo, oigo a alguien a través de ella.

— ¡Ayuda! — es una voz femenina, suena bastante joven y creo que la reconozco.

Joder, es Dalia, la chica que era mi compañera al principio.

— ¿Dalia?

—¡Sí! ¡Por favor, ayuda, hay disparos y…y…no sé! — su voz es desesperada, creo que está entrando en un ataque de pánico.

Tengo que decidir:

Salvar a Walsh, subirlo hasta la tercera planta y rescatar a Dalia.

Salvar a Dalia pero probablemente no poder sacar a Walsh.

A ver, las puertas son de metal, por lo que no deberían dejar pasar el fuego, pero si este es muy grande, provoca explosiones, ¿cierto?

Lo siento Dalia, pero mi amigo va primero.

Con mucho dolor bajo las escaleras, la chica sigue gritando y otros pacientes se unen, pero los ignoro. Cuando bajo las escaleras toda la planta está en llamas, se escuchan muchos gritos, pero parece que el fuego todavía no ha entrado a las habitaciones.

No parece haber nadie en la planta, algo obvio, si yo incendiase una casa te aseguro que no me quedaría dentro.

Bien, puedo pasar pegada a las puertas de la derecha y luego cambiar de pasillo, pues parece que no hay tantas llamas, pero sería difícil volver a las escaleras porque para ese entonces el fuego se habría propagado hasta la segunda planta.

Si voy al ala de las habitaciones de los chicos no puedo subir de planta, así que tendría que bajar otras escaleras para el piso principal, las cuales están bastante cercas del ala pero por desgracia, están en llamas, así que la única opción es ser flash o dejar que mi amigo muera.

No, no lo iba a permitir. Si caemos, caeremos juntos.

Me deslizo sobre la pared para ir al pasillo de al lado, efectivamente hay menos llamas que en el de las chicas, pero van en aumento. Según tengo entendido, la habitación de Walsh es la número ocho, por lo que debe estar en la parte derecha. Cubro con mi manos mi rostro e intento no inhalar el humo, prosigo andando lo más rápido que puedo.

¿Habitación ocho?

La veo, solo tengo que andar un poco más.

— ¡Walsh! — grito a todo pulmón. Los pacientes de este ala están gritando demasiado — ¡Walsh!

Parece que no me escucha, porque no recibo ninguna respuesta, así que decido continuar hasta que llego a su puerta. Estoy aliviada, al menos sé que no voy a dejar que mi amigo muera. Toco con mis nudillos la puerta, veo que no es suficiente así que con la palma de mi mano doy algunos golpes.

— ¿Eav? — me responde, su voz suena a nerviosismo.

— ¡Estoy aquí, voy a sacarte pero tienes que apartarte de la puerta!

—¡Vale! — espero unos segundos — ¡ya está!

Las puertas son fuertes pero creo que puedo abrir los cerrojos si les disparo. Por favor Dios, sé que he sido atea toda mi vida pero dicen que en los momentos más duros es cuando tienes fe, así que te pido por favor que me dejes salvar al chico detrás de esta puerta, no merece morir.

Suspiro y pego un tiro al cerrojo.

Gracias Dios o Jesucristo…la verdad es que no sé muy bien cómo decirte pero…gracias.

—¡Walsh! — abro la puerta y una sonrisa invade mi rostro, corriendo voy y lo abrazo — tenemos que salir.

—¿Qué está pasando? — su cara lo dice todo, tiene pánico.

—Tranquilo, te explicaré todo esto después — lo cojo de la mano — vamos.

Asiente y salimos de la habitación, las llamas se han extendido hasta la planta principal, porque la escalera está bloqueada.

— Podemos subir a la tercera planta, pero hay que ser muy rápidos — le digo mientras nos deslizamos pegados a la pared.

— Eav las escaleras están en llamas.

— No lo suficiente, podemos hacerlo simplemente hay que tener cuidado.

Walsh no está convencido, ni si quiera yo lo estoy. Vamos, tiene razón, las escaleras están en llamas, pero sé que es la única opción que nos queda. Si somos rápidos, podemos esquivarlas, todavía hay algunos huecos que no tienen fuego.

El chico y yo cambiamos al pasillo de las chicas, donde está nuestro “salvavidas”. Lo miro, sé que está igual de asustado que yo o incluso más.

—Cuando seas mayor le podrás contar esto a tus hijos — le sonrío, él ríe.

Todavía no ha superado la muerte de Alesha, ni yo la he superado. Cada vez que la menciono o pienso en ella, un nudo se me forma en la garganta, es imposible no llorarle.

Walsh y yo subimos el primer escalón, vamos apoyados en la pared pero aún así siento el calor, es casi insoportable, subimos otro, él va delante de mí por seguridad.

Mierda.

Una llama va a darle, así que lo detengo agarrándole de la camisa. Él se gira para mirarme y me lo agradece.

— Hay que ser precavidos — dice.

Río. Suena como mi madre, bueno, suena más bien como la perra loca a la que llamé madre.

Finalmente logramos subir todos los escalones, en la segunda planta todavía no hay tanto fuego, es más o menos soportable. Walsh y yo corremos para llegar hasta las escaleras del tercer piso, pero me detengo delante de la puerta de Dalia.

— Tengo que sacarla — él se lo piensa pero finalmente accede. No podría vivir sabiendo que pude salvarla y no lo hice.

Me pego a su puerta, la cual no tiene llamas y grito.

—¡Voy a sacarte! — le digo.

—¡Rápido, por favor! — parece que tiene mucho miedo, creo que está llorando.

— ¡Apártate de la puerta! — ella me avisa cuando lo ha hecho y vuelvo a sacar la pistola.

Disparo hacia el cerrojo pero no quedan balas. Mierda, se me olvidó pedirle más a Aiden. La última que usé fue para Walsh, decidí salvar a mi amigo y ahora tenía que enfrentar las consecuencias.

¿Podrías vivir sabiendo que por tu culpa murió una persona?

Porque sí, esta era mi culpa. Tal vez no lo fue cuando Megan-Meredith murió, ni si quiera cuando Alesha fue asesinada, pero esta vez si lo es. No había nadie que me pudiese decir lo contrario.

A ver, ¿por qué está el psiquiátrico en llamas? Porque yo ingresé aquí. ¿Por qué hay hombres muertos? Porque los he matado. ¿Por qué va a morir Dalia? Porque no he sabido reaccionar. Sí, todo eso es mi culpa, no habría ningún puto juez que dictaminase lo contrario, porque era imposible.

Tal vez esta es una de las segundas veces en las que veo mi mundo caer y, junto a él, las personas que me rodeaban. No solo iba a morir aquella chica, sino empleados, pacientes, gente inocente como Olivia. Le mentí a Aiden, en realidad la muerte de la psiquiatra sí fue mi culpa, porque de un modo u otro, iba a acabar como el resto de empleados. Como Patricia. Y todo se me acaba de derrumbar, esa mujer no tiene que morir, no lo merece. Tiene hijos, familia…y yo la estoy matando.

— Tenemos que seguir adelante Eav — Walsh me sostiene la mano.

Mis ojos se están cristalizando, la culpa me calcome.

— No puedo… — le digo a mi amigo mientras cierro mis ojos

— Eav…

— ¡Van a morir joder!
 
— Escucha…no puedes salvar a todo el mundo.

—Cállate, eso no es así.

Quiero quedarme, daría mi vida para salvar la suya, la de todos los pacientes. Pero Walsh me agarra del brazo y me lleva con él.

Soy Eav del futuro, para ser sinceros no se lo impedí, no le impedí que me arrastrase hasta el tercer piso, supe que no serviría de nada y que no único que haría sería someterlo a él también a la muerte.

Llegamos a la planta tres, por suerte aquí no han llegado las llamas, pero en cuanto subimos el último escalón se escucha una fuerte explosión. Son los cristales, las ventanas se han roto y ahora entra más oxígeno.

Para quien no lo entienda.

Oxígeno = más fuego.

Eso es muy malo.

Corro junto a Walsh, tenemos que regresar a la sala de reuniones que está en esta planta, pero primero necesito coger algo de mi habitación.

—Walsh, espera, necesito coger algo — le digo, el me sigue apurado y entramos a mi habitación.

¿Qué busco? La cajita que me dio Alesha, sé que contiene información y en estos momentos es necesario.

Me agacho bajo y busco debajo de la cama, cada día la cambiaba de sitio por seguridad.

La cojo y le aviso a Walsh. ¿Qué querías decirme Alesha?

Continuamos hasta llegar a la sala, cuando abro la puerta Aiden y Otis están esperando.

—Tardaste más de diez minutos, Lee.

Me acerco a él hasta quedar cara a cara.

— Tú no viniste a rescatarme — le doy una palmada en el hombro — pero tranqui, tampoco lo necesitaba.

Los chicos ríen.

— Vamos, tenemos que salir.

Saldremos por el mismo balcón por el que hemos entrado.

¿Entonces para qué hiciste tanto drama?

Teníamos que asegurarnos de que no hubiese nadie, además de ninguna forma iba a dejar que Walsh muriese, como ya he comentado.

— Bien, Lee tu serás la primera — me dice Aiden — después irá el…perroflauta, Otis y por último yo.

—Tengo nombre, gilipollas — replica Walsh.

—¿Ah sí? — ambos se miran a la cara.

—Boris Walsh, para tu información.

Me pongo en medio de los dos y los miro.

— Basta, ya no estáis en primaria.

Otis me da algunas indicaciones. Primero debo bajar agarrándome a una tubería que según ellos, es fuerte y resistirá, después simplemente tengo que dar un salto — son dos metros casi — y ya estaré fuera del psiquiátrico.

Lo hago con cuidado, bajar por una tubería no es sencillo, conforme voy descendiendo puedo escuchar los gritos de los pacientes, pues esa pared es la que da a las habitaciones. Me parte el alma, pero ya no puedo hacer nada.

Quién me diría que iba a estar haciendo esto.

Una vez hemos bajado los cuatro — con muchas complicaciones — corremos por el camino, nunca lo llegué a detallar bien, pero para que os hagáis una idea, sería algo así.

El psiquiátrico Coven cuenta con seis pisos, el primero o más bien, piso cero o principal, es donde está la recepción, conforme entras se divide en varios pasillos, pero nos tenemos que centrar en el de la izquierda, es una pasillo algo largo, al final está la cafetería por la izquierda y si miras a la derecha te encuentras la sala de actividades.

El primer piso se divide en dos pasillos, uno para las chicas y otro para los chicos, cada pasillo cuenta con su propio baño. El segundo piso es casi igual, solo que tiene menos habitaciones. En el tercero se encuentran las habitaciones, divididas exactamente igual que en el resto de las plantas, también está las salas de reuniones y otras salas como el almacén, donde guardan medicamentos o el despacho de Olivia, donde atendía a los pacientes. De las otras plantas no hablaré, pues nunca he llegado a subir.

Espera, ¿lo he hecho?

La verdad es que no recuerdo si en algún momento he subido o no, la memoria me empieza a fallar, creo que es por las pastillas o por el suero que a veces me han inyectado, no tengo ni idea.

En fin, en cuanto al exterior. Para entrar tienes que andar unos dos minutos por un camino, es como un jardín…con rosas blancas, pasto verde…parece que también han puesto mis flores favoritas: las margaritas.

Ahora mismo nos estamos dirigiendo al camino, vamos corriendo — eso ya lo he dicho, ¿no? — y estamos saliendo de lo que yo llamo “zona del psiquiátrico”. Pese a que es de noche, puedo apreciar como las flores se giran hacia mi y se iluminan, alumbrando todo el camino, son tan bonitas…

— ¿No lo veis? — pregunto, los chicos se paran confundidos y me miran.

—¿El qué? — pregunta Otis.

Me acerco a una de las flores, la examino y río.

—Como se iluminan las flores cuando pasas por aquí.

—¿Qué estás diciendo Lee?

Me giro y admiro a los chicos, de alguna forma, me alimento de su miedo, su confusión…huelo una margarita.

— Estoy muerta, en el cielo, hundida en mi propia fantasía — esbozo una sonrisa.

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What the hell?

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—Se despide, Lau.

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