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CAPÍTULO 11: ROTA POR DENTRO.

El frío erizaba mi piel. Se sentía como si todo se hubiese congelado y solo quedabas tú en medio de algo que ya simplemente no gira, no funciona, está parado, se ha ido, ya no sirve.

¿Cómo había sucedido? No era posible, no podía serlo, tenía que ser una broma.

Pero no lo era.

Horas antes…

Estaba feliz, hablaba con Asha sobre algunas películas malas que habíamos visto, yo le hablé sobre “Sharknado”.

— No puede ser tan mala — me respondió acomodándose sobre el césped.

— Enserio, es la peor película que he visto — reí.

— A ver, ¿qué sucede?

—¡Vuelan tiburones en un tornado! Encima las grabaciones son horribles y ni los actores hacen bien su papel.

—Se tomaron algo de… licencia creativa.

— Asha, literalmente un tiburón se come a una chica, después encuentran al tiburón, lo abren y la chica sigue viva.

Sí, era demasiado mala, mi amiga se quedó sin palabras.

— ¿Cómo encuentran al tiburón si era un tornado? Es decir, debía haber cientos de tiburones.

Carraspeé e imité su voz – licencia creativa.

Ambas reímos.

Aunque no nos dieron mucho tiempo para hablar, media hora era suficiente para alegrarnos el día.

Sí, tuve que hacer muchos esfuerzos para poder hablar con ella pero valió la pena. Lo del alcohol lo vieron como algo malo, pero entendieron que estaba mal, aunque claramente me llevé una buena bronca y me empezaron a vigilar mucho más.

—Te he visto algo más apegada a Walsh — le comenté.

— Creo que empiezo a sentir cosas por él, me hace sentir especial — una sonrisa se formó en su rostro — además a ninguno nos queda mucho tiempo aquí.

—Me alegro mucho por ti y porque finalmente puedas controlar tu… — no supe cómo llamarlo.

—Segunda personalidad — ella me miró e hizo un gesto restándole importancia — Walsh avanza en su problema con la bipolaridad y eso me alegra muchísimo.

Él sufría un problema de psicosis, en este caso, bipolaridad. Muchas veces tenía depresión, otras de pronto estaba casi saltando de alegría…aunque no parezca grave, lo es, porque cuando sufría era después de tratar a todos como una mierda, cuando comprendía lo que había hecho, pero yo lo entendía, era como si no fueses tú en ese momento. Lo aceptaba.

—¿Le has dicho lo que sientes?

—Sí — volvió a sonreír, era feliz — me ha dicho que él también empieza a sentirlo y que…quiere que, con el tiempo, podamos ser algo más.

—Así se hace — palmeé su hombro — me alegro muchísimo por ti, por vosotros.

—Y yo me alegro de haberte conocido, eres increíble, Eav.

— Me vas a hacer llorar – dije haciéndome aire hacia mis ojos que estaban a punto de cristalizarse.

Nunca olvidaría a Alesha Domigo. La consideré una hermana más.

Nos despedimos y yo me dirigí hacia el área donde hacíamos manualidades. Hoy tocaba papiroflexia. De pequeña una profesora me enseñó a hacer corazones con papel, pero admito que a la semana se me olvidó. Eso sí, me dio tiempo a hacer casi una presentación a mis padres sobre cómo se hacían — a ellos no les interesaba, pero me prestaron atención todo el tiempo — y fue divertido aprenderlo.

Me senté en una mesa que estaba vacía — sí, era CEO en estar sola — y presté atención a la mujer que explicaba.

—Bien chicos, empiecen. Recordad que no os tiene que salir perfecto y que si necesitáis cualquier ayuda me la podéis pedir, por favor, no os estreséis.

Cogí una hoja y seguí los pasos que dijo.

Teníamos que hacer — o intentar lograr — un pato.

— Joder… — susurré.

No a todos se nos da bien todo, yo no era la excepción.

— ¿Necesitas ayuda? — preferí ignorar a Aiden.

— No — hasta a mí me sorprendió la voz con la que lo dije, tan seca.

—Yo creo que sí — se sentó a mi lado y cogió una hoja — deja esa.

Dudé por un momento, pero luego pensé: “es solo papiroflexia” así que la solté.

— Primero tienes que plegar la hoja en dos — me pasó la hoja.

Lo hice.

— Vale, ahora pliegas hasta el centro – sostuvo mis manos y me ayudó a hacerlo, indicando lentamente cada paso — y después hacia atrás.

Sus manos ahora eran cálidas y suaves, por alguna razón me tensé.

— ¿Dónde aprendiste? — pregunté mientras el continuaba.

—Lo acaba de explicar — se encogió de hombros — solo atendí.

Vale, yo era algo despistada.

Él notó mi incomodidad y esbozó una leve sonrisa mientras me miraba de reojo.

Esa escena me recordó a mis padres y a cómo imitaban la mítica escena de la cerámica.

—Ya está — dijo soltando mis manos.

— Qué bonito — respondí entusiasmada, en realidad había quedado bastante bien.

—Ahora ya puedes hacerlo tú sola — quiso levantarse, pero casi inconscientemente agarré su brazo.

—Quería agradecerte lo que hiciste la otra noche, ya que no estoy ebria.

Aiden rió.

— No hay nada que agradecer — se soltó de mí y se fue a otra mesa.

Pero yo no me iba a estar quieta y mucho menos sola después de aquello así que lo seguí hasta su mesa, donde había otros chicos.

Probablemente se preguntan por qué las chicas y los chicos hacíamos actividades juntos, pues bien, en la tercera planta había muy pocas chicas así que para no desperdiciar tiempo decidieron juntarnos. Al haber tanta seguridad no iba a pasar nada.

—¿Qué haces? — preguntó Aiden cuando me senté a su lado.

— Me aburro cuando estoy sola.

Exhaló profundamente.

— ¿Mi presencia te causa malestar? — le pregunté sarcástica.

Un chico más o menos de mi edad, con el cabello rubio y de ojos marrones habló — claro que no, está colado por ti.

— Más quisieras, Lee — respondió él.

—Más quisieras tú tener algún tipo de relación conmigo, querido Aiden.

Los demás rieron y se burlaron de él.

—¿Cómo te llamas? — preguntó el mismo chico.

—Heaven, ¿y tú?

—Él no se llama de ninguna manera — intervino don celoso sonriéndome.

El otro chico lo ignoró y volvió a hablar.

— Te llamaré… — se quedó pensativo.

—Me llaman Eav.

—Eav entonces.

La mujer nos avisó de que era la hora de comer e hicimos las filas para ir a la cafetería.

Como de costumbre me senté al lado de la ventana. Extrañamente hacía sol, era un día espectacular, pero en pleno Mayo en Canadá no solía hacer ese tiempo.

Mientras comía pensé en el tiempo que me quedaba antes de empezar el plan que Ethan y Aiden habían empezado hace tiempo. Probablemente faltaba menos de un mes, para ese entonces yo ya llevaría el suficiente tiempo para que no sospechasen de nada. Al fin y al cabo, debíamos ser sigilosos.

¿Pero se puede serlo cuando estás metiendo tus narices en un asesinato?

¿Cuándo hablamos de secuestros de niños, experimentos y mucho dinero? No lo creo.

— Buenas noches Patricia — le sonreí — gracias por todo lo que haces.

—No hay de qué Eav, me alegra que ya estés mejor — se despidió de mí y cerraron la puerta, ya era de noche y el toque había sonado.

Una parte de mí se sentía culpable, de algún modo iba a traicionar a aquella mujer que me ayudó tanto y a Olivia, con la que finalmente pude recuperar estabilidad y nuestra relación mejoró, aunque ella solo estuviese haciendo su trabajo. Pero de todos modos, no tenía otra opción, entre traicionar a algunas personas y saber qué sucedió con mi hermana y hacer justicia, prefería la segunda opción, una y mil veces.

Cerré los ojos y me dormí, supongo que el cansancio se apoderó de mí.

A la mañana siguiente desperté como si hubiese dormido una eternidad, me encontraba bien, todo se sentía bien. Así que me cambié y después hicimos las filas, en este caso yo iba de las primeras.

Estábamos en la puerta de la cafetería, me gustaba saber que comíamos antes que los demás, pues luego sino todo estaba hecho un asco, ya sabéis, alguna gente es un tanto…peculiar a la hora de comer.

Esta semana nos tocó a los de la tercera planta comer primero que todos, pues nos rotábamos con la cuarta planta y al parecer con la quinta para que cada semana le tocase a una diferente.

—Hoy te dejaré que te sientes a mi lado — me dijo Aiden, estaba detrás de mí, yo era la primera de la fila.

—Es un buen trato — reí.

Abrieron la puerta y todo mi mundo se vino abajo.

Avancé unos pasos y la vi.

Alesha.

Estaba muerta.

Colgaba del techo.

Los guardias empezaron a llevarse a todos los pacientes, pero no dejé que me tocasen.

Corrí hacia Alesha. Mi piel estaba fría, al igual que la suya. Conseguí bajarla y la sostuve sobre mis brazos mientras me sentaba en el suelo. No podía ser verdad.

—Tú no… — le susurré, las lágrimas caían de mis ojos — ¡Tú no joder!

Estaba rota. No paré de llorar.

—Tú vas a salir de aquí, ¿vale Alesha? Y serás feliz y tendrás una bonita vida, ¿vale? Promételo.

Pero no dijo nada. Sus ojos estaban cerrados y ni si quiera respiraba.

— Te amaré por siempre, porque tú serás mi para siempre.

La abracé contra mi pecho fuertemente. No quería irme, no podía dejarla allí.

Cómo cambia la vida. Como de un momento a otro puede que ya no estés, que todo lo que construiste se vaya a la mierda.

Grité lo más fuerte que pude, porque aunque no calmase mi dolor, no podía hacer otra cosa.

Para siempre, Asha.

Unos brazos me abrazaron por detrás y yo me aferré a ellos. Era Aiden. Necesitaba un abrazo, un gesto de cariño que me dijese que todo estaría bien.

Nunca te olvidaré.

Dos días después...

Me dieron una nota que Alesha escribió…antes de suicidarse.

Me costó leerla, pero tenía que hacerlo. Era lo único que me quedaba de ella, era lo que ella quiso que yo tuviese para cuando ya no me quedase nada.

Sé cómo te sientes, sé que no es fácil afrontarlo y que estarás rota. Pero no puedo pensar en eso, no puedo. No quise hacerlo y no quiero hacerlo, pero lo necesito, porque me estoy hundiendo cada vez más y no creo poder salir si sigo así. No mereces sufrir ese dolor de nuevo, no lo mereces, pero espero que algún día, cuando estés bien y hayas reconstruido todas las piezas, puedas recordarme sin llorar, puedas recordar los buenos momentos que tuvimos y verlos de la manera en que una amiga ve a otra, aunque yo ya no esté, prometo recordarte, porque te llevaré conmigo cuando me haya ido. Has sido y serás una de las personas más importantes en mi vida. Te quiero muchísimo. Escribo esto porque sé que mi otra personalidad saldrá a la luz pronto, y ese será mi final. Al fin y al cabo, somos quienes somos y ninguna medicina lo puede cambiar. Intenté contenerme pero supongo que me consumió y ya no tuve nada. No quiero que te aferres a esto, cuando lo leas quiero que te deshagas de el papel, que memorices las palabras y después deshazte de él. No es sano y es lo que quiero que hagas, por favor. Soy egoísta y lo admito, pero no podía seguir, no de esa manera.
Recuérdame, Alesha.

Siempre te recordaré.

Iba de negro. A mi lado estaba Walsh, tenía ojeras y sus ojos estaban rojos e hinchados, al igual que los míos.

Vi su dolor, le estaba consumiendo. Pero aún así, cogió fuerzas y depositó una rosa blanca en aquella tumba.

—Te quería, de verdad — su voz se rompió y una lágrima se deslizó sobre su mejilla — te quiero
.
Cogí su mano y la apreté suavemente.

—Eres fuerte — le dije intentando no llorar.

Él me abrazó y sollozó sobre mi hombro. Después nos separamos, era mi turno.

—Hasta siempre, fuiste y serás como una hermana para mí. Te llevaste una parte de mí y duele, arde, pero no me importa, porque sé que siempre estarás en mi corazón, siempre formarás parte de mí.

Le di un leve beso a aquella rosa y la coloqué.

—Ah, casi se me olvida. Sé que me dijiste que me deshiciera de ella pero no tengo fuerzas, así que prefiero que la tengas tú... te quiero.

Puse la nota dentro de un pequeño sobre negro y lo coloqué junto a la rosa.

—Te preguntarás por qué es negro, recuerdo cuando me dijiste que estar mal forma parte de la vida, el negro no tiene que representar la tristeza, pero sé que para ti era así y yo lo siento de esa manera.

Y esa fue la última vez que vi a Alesha. 

O al menos viva.

Cuando se fue todo el mundo, pedí unos minutos a solas para poder asimilarlo todo, ella no merecía todo lo que pasó.

Me senté sobre aquel césped y suspiré.

—Te entiendo, sé que vivir a veces es difícil. Sé que el simple hecho de levantarte por las mañanas duele a veces. No entiendo por qué me pediste ayuda, o quizás sí, supongo que yo estaba demasiado desestabilizada como para ayudarte, mis problemas eran tan grandes que probablemente solo te hundiría más en ellos.

Hice una pausa.

—Lucharé por las dos, aunque ahora no tenga fuerzas, prometo que llegará el día en el que pueda.

El silencio se hizo por todo el cementerio, no había nadie cerca.

—Tu familia ha venido, o al menos tu madre adoptiva. No te voy a mentir porque no serviría de nada, esa mujer no derramó ni una lágrima — esbocé una sonrisa triste recordando al anciano — pero tu abuelo sí ha venido. Se le veía algo afectado, creo que se llama Hoslen o algo así, aunque me ha extrañado que nunca hablases de él.

Estuve unos minutos más y finalmente me despedí de ella y regresé al psiquiátrico.

****
Admito que me dió mucha pena la muerte de Alesha. Siento que no lo merecía, pero tiene que haber un poco de todo, justo o no.

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—Se despide, Lau.

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