CAP 25: "Visita al doctor"
Al despertar, sintió su garganta reseca. Abrió sus ojos lentamente y de la misma forma, se incorporó sobre el colchón. No tenía idea de cuanto había dormido, pero por la apariencia del cielo que alcanzaba a ver por la ventana, intuía que faltaba poco para que anocheciera.
¿Había dormido todo el día?
Con pesadez, se levantó y caminó hasta el baño para lavarse los dientes. Una vez se hallaba frente al espejo, sus ojos se detuvieron en la marca temporal que adornaba la curvatura de su cuello. Sus ojos se llenaron de lágrimas e inmediatamente, acomodó su camisa para cubrirla, su corazón aún dolía y no quería tener que seguirla viendo, pues solo le recordaría a Namjoon y los últimos momentos que estuvo con él.
Después de asearse, bajó las escaleras en busca de su madre; afortunadamente, no tuvo que buscarla mucho ya que ésta se hallaba en la cocina, preparando una especie de remedio casero. Lo sabía por el olor a yerbas medicinales.
Apenas Yuna notó su presencia en la cocina, dejó todo lo que estaba haciendo de lado y corrió hacia él para examinarlo, su rostro demostraba verdadera preocupación.
—¿Cómo te sientes? ¿Cuándo despertaste?
Seokjin posó sus manos sobre las de su madre y le sonrió suavemente —Desperté hace unos minutos y me siento... Bien— mintió para no preocuparla más —No era necesario que prepararas un remedio.
Sin embargo y a pesar de su mentira, Yuna no cambió su semblante —Estaba preocupada. Desde ayer no despertabas y no tenía idea de qué hacer. Me imaginé que estabas cansado o algo por el estilo, pero cuando traté de despertarte en la mañana y no lo hiciste, me alarmé demasiado.
Pero antes de que Yuna pudiese seguir hablando, Seokjin la interrumpió —¿Desde ayer? ¿Namjoon no estuvo en casa hoy?— preguntó confundido.
La omega negó con su cabeza —Para nada, él vino ayer en la mañana, dormiste casi dos días. No vuelvas a hacer eso— le regañó, dándole un pequeño golpe en la cabeza.
El castaño se quejó por ésto último, pero en realidad estaba más preocupado por lo primero. ¿Por qué había dormido tanto? Más importante aún ¿Por qué sentía como si algo le faltara en el pecho? Desde que despertó, no sintió a su lobo ni lo escuchó aullar. Ahora mismo trataba de llamarlo, pero no le respondía, ni siquiera le trató mal como solía hacerlo. Nada.
—¿Jinnie?
Levantó su mirada y volvió a sonreír como antes para no preocupar más a su madre. Debía ser que su lobo estaba durmiendo, tal vez por eso no le respondía.
—No es nada, estoy bien— negó con su cabeza para acto seguido, caminar hasta el comedor. Debía dejar de pensar al menos por un minuto; si seguía así, terminaría con dolor de cabeza.
El lugar se sumió en un silencio que sería total sino fuera por los pequeños ruidos que hacía su madre al revolver y servir el remedio. Al terminar, la mujer colocó la taza humeante frente a su hijo y le advirtió que lo tomara tibio para que hiciera efecto. Seokjin asintió levemente antes de soplar un poco y llevar a sus labios el líquido caliente. Sabía a menta y eucalipto, los típicos ingredientes que empleaba su madre cuando de remedios se trataba.
Ésta se sentó a su lado para verlo y examinarlo con más detalle. Le parecía que su hijo se veía diferente, no podría decir exactamente en qué, pero sí tenía algo. Ella no era tonta como para creerle eso de que "Estaba bien", por supuesto que no lo estaba. Tenía un vacío en sus ojos que antes no estaba, pero además de eso, había algo más que no notó hasta este momento.
—Bebé ¿Tomaste supresores de olor?— Seokjin dejó su taza de lado para mirarla confundido.
—No mamá ¿Por qué?
Los labios de Yuna temblaron al igual que sus manos. Estaba confundida. Sin responderle por el momento, se acercó más al castaño y pegó su nariz a su cuello para aspirar con fuerza. Solo ahí se dio cuenta de que no eran alucinaciones suyas y se preocupó aún más.
—Es que... No siento tu olor, Seokjin.
Después de aquella declaración, la preocupación del castaño fue en aumento. Hasta ese entonces no había caído en cuenta de que él tampoco percibía su olor, era extraño, pues se supone que mientras estaba en celo, el olor a coco y vainilla debía hacerse más fuerte.
Pero hablando de eso, ahora caía en cuenta de otro detalle importante.
Su celo también había desaparecido.
Miles de pensamientos daban vuelta a su cabeza y no hacían más que desesperarlo. ¿Qué estaba ocurriendo con él? Sin su olor, su celo y su lobo, cualquiera lo confundiría con un beta. Esto debía ser una maldita pesadilla.
El resto del día y los siguientes se dedicó a esperar algún indicio de que la situación mejorara, pero no lo hizo. Al contrario, podría decirse que se sentía más mal con el paso del tiempo. Su apetito había desaparecido y los dolores de cabeza eran cada vez más constantes.
Los remedios que preparaba Yuna no ayudaban mucho que dijéramos y ya no tenía idea de qué más hacer. Trató de colocar sus síntomas en Google, pero éste no supo darle una respuesta en concreto, salían muchos resultados que no lo convencían del todo y finalmente, sugería que visitara al médico.
Al principio se negó rotundamente, no era muy fan de los doctores y no porque aborreciera su profesión, al contrario, le parecía que hacían una labor magnífica, lo que le daba miedo era que tuvieran que sacarle sangre para alguna muestra. Odiaba las agujas con todo su ser.
Pero cuando la primera nevada llegó y sus síntomas no desaparecían, decidió que era la única alternativa.
Bajó las escaleras hasta la sala, encontrándose a su madre colocando los últimos adornos en el árbol de navidad. Tal vez había pasado mucho tiempo encerrado en su cuarto, ya que no se percató del momento en que la fémina adornó toda la casa. Siempre fue fanática de la navidad, por lo que cuando llegaba la época, sacaba la vajilla especial y hasta se vestía con prendas alusivas a la ocasión.
Por lo general, todos los años la ayudaba a decorar, pero ésta navidad se sentía diferente y sus ánimos yacían por los suelos.
Con sutileza se acercó a ella y tocó su hombro, justo para el momento en que colocaba la última bola roja en el árbol. La omega se giró hacia él y le sonrió fraternalmente, entregándole la brillante estrella de vidrio que se solía colocar en la cima.
Seokjin entendió inmediatamente y sin necesidad de que su madre dijera algo, se subió sobre el pequeño banco que tenía al lado y acomodó la estrella lo mejor que pudo. Una vez se bajó y comprobó que el adorno había quedado derecho, sonrió con auto-suficiencia.
—Mamá— llamó la atención de la omega justo antes de que ésta se alejara —¿Podemos hablar?
—Claro ¿Qué sucede?— cuestionó serenamente, yéndose a sentar en el sofá de la sala (el cual por cierto, también estaba adornado con cojines de Santa).
El castaño se sentó a su lado y tomó sus manos entre las suyas. Tenía miedo, pero sabía que debía hacerlo si quería salir de dudas de una vez por todas.
—¿Podrías llevarme al hospital, por favor? Estoy muy asustado.
La fémina le sonrió de manera tranquilizante. También lo había pensado, pero no quiso proponerle la idea a su hijo porque sabía lo mucho que éste odiaba ese tipo de lugares. Por esto mismo, estaba convencida de que Seokjin estaba pasando por algo realmente fuerte como para que él mismo fuera quien le pidiera llevarlo al hospital.
—Claro, mi niño.
El hecho de que las festividades de fin de año estuvieran prácticamente encima no les ayudó mucho a la hora de tratar de agendar una cita médica. Los sistemas de salud estaban al borde del colapso y no agendaron su cita sino hasta el año siguiente, más específicamente, hasta el tres de enero, cuando la fiebre por el fin de año hubo bajado un poco.
Hoy debía cumplir con aquella cita y estaba más nervioso de lo usual, ya no tanto por si debían enterrarle una aguja en el brazo, sino por el diagnóstico que le dieran. Tenía miedo de recibir una mala noticia.
El trayecto hacia el hospital se le hizo eterno. Su madre y él se quedaron en silencio mientras escuchaban las canciones de NCT que sonaban en la radio. De vez en cuando, el taxista les hablaba sobre asuntos triviales como el clima para que el viaje no fuera tan tedioso, a lo que ellos trataban de responder de la manera más cortés posible. Claro, no tenían cabeza para pensar en que la nieve había causado bloqueos en algunas zonas de la ciudad, aunque esto fuera de suma importancia de igual forma.
Al llegar a su destino, le pagaron al parlanchín y agradable señor antes de ingresar al edificio. Debido a que habían llegado casi a la hora exacta, no tuvieron que esperar mucho en la sala de espera.
—Kim Seokjin, puede pasar.
Al escuchar el llamado del doctor, se pusieron de pie, entraron al consultorio y cerraron la puerta a sus espaldas.
De inmediato, Seokjin se estremeció al sentir el aire acondicionado calarle los huesos. Estaba seguro de que el doctor debía tenerlo en un nivel muy alto, no era normal que allí dentro se sintiera como una nevera. Su reacción a la temperatura del ambiente no pasó desapercibida para el profesional alfa, quien sin poner reparos, tomó el control y apagó el aire acondicionado.
—Lo lamento, creo que no es normal estar usando esto en lugar de calefacción en pleno invierno— se disculpó apenado —Por favor, tomen asiento.
Yuna y Seokjin aceptaron sus disculpas al tiempo que hacían lo dicho por el doctor. Una vez éste también se hubo sentado, se dirigió específicamente a Seokjin.
—Bueno, me presento, soy el doctor Lee Jongsuk, encantado de conocerles. Por favor cuénteme ¿Cuál es el motivo de su visita?
El castaño miró por unos segundos a su madre. Bueno, ya estaba grande, debía ser él mismo quien le dijera al doctor lo que le ocurría.
—Bueno doctor, yo... Últimamente no he sentido a mi lobo, trato de llamarlo, pero es como si no estuviera ahí, también mi olor desapareció sin razón alguna. He sentido mucho dolor de cabeza, me dan mareos constantemente y siento mi cuerpo muy débil.
El doctor escribía ágilmente en su computadora lo que el castaño le decía.
—¿Desde hace cuánto presenta estos síntomas?
—Desde hace un mes— respondió de inmediato.
Podía ver cómo el entrecejo del profesional se fruncía un poco, delatando confusión al momento de escucharlo.
—¿Cuándo fue su último celo?
Okay, la pregunta fue tan directa y repentina que no pudo evitar que sus mejillas se tornaran de un color carmín suave. No se sentía cómodo hablando del tema con un alfa desconocido y de paso, frente a su madre.
—Fue hace un mes exactamente— consiguió decir después de un rato —También fue extraño porque solo duró un día, fue justo ahí cuando empezaron los síntomas.
El doctor asintió y anotó la nueva información en su computadora.
Pero justo cuando Seokjin creyó que las preguntas vergonzosas se habían acabado, el doctor Lee volvió a cuestionar.
—¿Pasó su celo con un alfa?
Esta vez, sus ojos se abrieron en demasía y el carmín en sus mejillas se hizo más intenso. Volteó a ver a su madre, notando cómo ésta lo miraba con el mismo nivel de intriga que el doctor. Tal vez más.
—¿D-debo responder eso? Digo... ¿Tiene algo qué ver?
—En este caso, sí. Estoy analizando un posible diagnóstico, pero no puedo confirmarlo hasta obtener una respuesta por su parte y tomar una muestra de sangre.
Maldición, sí le iban a sacar sangre después de todo.
Carraspeó un poco antes de reunir todo el valor que tenía para poder responder. Dios, esperaba que su madre no se enojara con él.
—Sí, lo hice doctor. Pasé mi celo con un alfa.
©AlejaDeMin
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