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CAP 23: "Mi mayor orgullo"

Seokjin corría de aquella casa, repitiéndose y jurando que nunca volvería al lado de ese hombre. Sus lágrimas brotaban de sus ojos a montones y sus ropas estaban desordenadas y arrugadas, había tenido que huir prácticamente y no tuvo tiempo de empacar sus cosas. Todo, absolutamente todo, lo había dejado en casa de Namjoon.

Llegó hasta una estación de buses y allí se sentó en uno de los bancos, tratando de normalizar su respiración y sintiéndose totalmente estúpido. Se quedó mirando el suelo con los codos apoyados en sus piernas y su rostro en las palmas de sus manos. No podía creer que se había dejado engañar por un alfa tan vil como lo era el moreno de cabellos cenizos.

Las luces del letrero que avisaba la próxima llegada de un bus le iluminaron el rostro, tuvo que poner una mano en frente de sí para poder ver la ruta y el nombre del barrio al que se dirigía.

Su corazón se encogió al percatarse de que era el barrio donde vivía su madre.

Sin pensarlo dos veces, pagó el tiquete y esperó por pocos segundos antes de que el bus estuviera frente a él. Tragó saliva y entró con una sensación de opresión en su pecho. Tuvo suerte de que aún pasaran buses a esa hora, pues ya eran casi las doce y éstos vehículos funcionaban hasta media noche. La cantidad de personas a bordo era muy poca, algunos empresarios que salían muy tarde de sus trabajos, personas común y corrientes que venían de quien-sabe-donde, jóvenes que iban para alguna fiesta o venían de una y luego estaba Seokjin, quien se hallaba en el asiento más apartado para poder llorar en silencio.

Se sentía tan roto y su lobo aullaba adolorido en su interior, si bien se arrepentía por haber abandonado a Namjoon de esa manera tan cruel, también creía que había sido lo correcto para poner un fin definitivo a la relación que tenían. Había sido engañado, no tenía porqué sentirse mal por el alfa, cuando éste le estuvo mintiendo por quien sabe cuanto.

Sus ojos nublados miraron a pocos metros la próxima estación y supo que ahí era su parada. Con las piernas temblorosa, bajó del autobus y posteriormente, salió de la estación. No conocía bien el barrio, pero sí sabía cómo llegar a la casa de su madre. Caminó por unas cuantas cuadras hasta tener en frente la linda casa que Namjoon le había obsequiado a Yuna.

Ese era un inconveniente. Tendría que ir buscando un nuevo lugar para mudarse con su madre. Al haber roto su parte del acuerdo, sabía que el moreno no tardaría en aparecer para quitarle lo que le había dado y no estaba dispuesto a soportar tal humillación, mucho menos que su madre tuviera que salir con una mano atrás y otra adelante de su casa.

Sintiendo su garganta cerrarse, terminó de acercarse a la vivienda para tocar el timbre y esperar a que Yuna le abriera. Las luces estaban apagadas, por lo que suponía que debía estar durmiendo. Rezaba en su interior porque no fuera así, no tenía otro lugar a donde ir y la idea de pasar la noche en la calle no era muy agradable, mucho menos con el frío tan aterrador que estaba haciendo.

Pero un pequeño atizbo de esperanza lo embargó cuando escuchó el sonido de la puerta siendo abierta y segundos después, vio a su madre salir con una bata de dormir y el cabello algo despeinado. Su expresión era confundida y preocupada, pues se suponía que su hijo debía estar disfrutando de su fiesta, no estar frente a ella con los ojos hinchados y la nariz roja por el evidente llanto.

—Seokjin, bebé— el castaño se lanzó a los brazos de su madre y descargó toda la tristeza que sentía en su hombro. Su madre era la única persona en la que podía confiar y por eso se estaba haciendo pedazos frente a ella. La abrazó como nunca lo hizo y besó su cabello con todo el amor que le profesaba.

—Lo siento mamá... Nunca debí haberme ido de tu lado— susurró lo suficientemente audible para que Yuna escuchara, preocupándola más de lo que ya estaba. La omega no dudó en corresponderle el abrazo y acariciar sus cabellos para tranquilizarlo.

—No te preocupes, cariño, mamá está aquí y no se irá a ninguna parte— le consoló, dando unos pasos hacia atrás para poder entrar y cerrar la puerta debidamente.

Se quedaron abrazados en la entrada por unos cuantos minutos hasta que Seokjin dejó de llorar, aún se sentía dolido, pero sus ojos le ardían y pesaban. Con los ánimos más calmados, ambos omegas se dirigieron al sofá y se sentaron allí. La luz de la lámpara iluminaba de manera tenue el lugar, pero era suficiente para que la castaña pudiera ver el rostro deshecho de su hijo. Seokjin se mantenía con la mirada fija en sus piernas, pues no tenía el valor para ver a su madre, aun así, se podía ver cada facción de su rostro y éste solo delataba profunda tristeza.

—Jinnie ¿Qué pasó?— preguntó cuidadosamente, colocando su mano en la pierna del susodicho para transmitirle calma.

—Namjoon me mintió. Va a tener un hijo con otra omega— se limitó a decir, sintiendo su pecho oprimirse más al pronunciar aquellas palabras.

El rostro de Yuna se deformó en claro disgusto, enojo y decepción. Cuando vio a Namjoon por primera vez, se convenció a sí misma de que sería el mejor alfa para su hijo, pero ahora que escuchaba esto, se sentía molesta, tanto con el moreno como con ella misma; si hubiera sabido que su hijo sufriría esta clase de decepción, no lo hubiera dejado cruzar la puerta del departamento.

Sin decir una sola palabra, lo atrajo en un abrazo y repartió varios besos en su coronilla. El castaño la abrazó nuevamente, pero esta vez, escondió su rostro en su pecho, tal cual lo hacía cuando era pequeño. Tratando de no romperse ella también, empezó a susurrar palabras lindas en su oído para que dejara de pensar en lo que había vivido recientemente.

—Sabes que eres mi mayor orgullo, Seokjin. Te amo desde el día en que el doctor me dijo que sería madre. A pesar de que el embarazo era de alto riesgo, quise seguir adelante porque sabía que traerte al mundo sería mi mayor logro. Cuando te tuve por primera vez en mis brazos, lloré de alegría. No puedo ni siquiera describir lo feliz que me puse al verte llorar y aferrarte con fuerza a mi pecho. Desde ese instante, supe que te protegería de todo aquel que tratara de hacerte daño, porque mi hijo no merecía ni merece que le rompan el corazón y te prometo que no faltaré a mi palabra, ahora más que nunca cuentas conmigo y si tengo que pelear por ti, lo haré con todo el amor del mundo, mi niño— besó su frente con cariño, sintiendo las lágrimas bajar por su rostro. Seokjin estaba igual o peor, el nudo en su garganta se hizo más doloroso y no pudo seguir reprimiendo aquel sentimiento.

—Te amo, mamá— logró decir entre hipidos, limpiando sus lágrimas con la bata de la castaña.

Esto no le importaba en lo más mínimo a Yuna. Quería que su hijo se desahogara por completo. No era bueno retener el llanto porque después traería dolorosas consecuencias. Los minutos pasaron y Yuna solo se dedicó a acariciar su cabello hasta que los sollozos no se escucharon más. Retiró unos cuantos mechones de su cabello, dándose cuenta de que se había quedado dormido. Dejó salir un suspiro y se levantó para ir por unas mantas; ya no podía cargarlo hasta su cama por obvias razones, por lo que lo acomodó en el sofá y lo arropó con todas las mantas que encontró en su armario, también situó algunos cojines a su lado para que estuviera cómodo y sin más, dejó un beso en su frente antes de irse a dormir.

—Y yo te amo a ti, bebé.

A la mañana siguiente, se despertó por el agradable olor a galletas y chocolate que inundó sus fosas nasales. Abrió sus ojos lentamente, logrando visualizar a su madre en la cocina, preparando el desayuno. Miró el montón de mantas que lo cubrían y sonrió débilmente, recordaba que su madre siempre lo arropaba así cuando era pequeño, bajo el argumento de que debía mantenerse calentito para no enfermarse.

Cuando Yuna se giró para verlo, le brindó una cálida sonrisa antes de alzar un plato lleno de galletas en el aire, como un buen incentivo para hacerlo levantar e ir a comer. Seokjin no pudo resistirse y se deshizo de la cama improvisada para caminar hasta el baño. Minutos después, salió con los dientes cepillados y la cara lavada. Los ojos aún le ardían un poco, pero trataba de no pensar mucho en ello porque sabía que se pondría a llorar nuevamente y solo sería para peor.

Se sentó en el comedor y segundos después, su madre puso frente a él un plato lleno de galletas y una gran taza de chocolate. Agradeció con una pequeña reverencia y se dispuso a comer, viendo cómo la castaña se sentaba a su lado e imitaba su acción.

Ambos sabían que debían decir algo para que el silencio que había no se tornara más incómodo, pero ni Seokjin ni Yuna se atrevían a abrir la boca para algo que no fuera comer. La castaña no estaba segura de que decir algo fuera lo correcto, pues no quería hacerle recordar al menor lo que había pasado anoche. Seokjin por su parte, se sentía ridículo; hace apenas unas horas se desahogó con su madre y ahora ni siquiera podía articular palabra frente a ella. No quería generar más lástima de lo que ya le provocaba a su madre, o eso pensaba él, pues no podía estar más alejado de la realidad.

Yuna no sentía lástima por su hijo, más bien, se ponía en sus zapatos y entendía el dolor por el que estaba pasando, pues ella pasó por la misma situación hace pocos meses. La única diferencia es que su ex esposo no era su predestinado, en cambio, por lo que Seokjin le había contado tanto por teléfono como en persona, Namjoon si era el alfa destinado por la Madre Luna para estar con su hijo. Por esta misma razón, era consciente de que el dolor del castaño sería el doble de fuerte.

Cuando terminó de desayunar, Seokjin limpió sus labios con una servilleta y con algo de temor, se dirigió hacia su madre.

—Mami, no quisiera molestarte ahora pidiéndote esto, pero ¿Podría volver a vivir contigo?— sus ojos reflejaban inseguridad y evidente miedo por recibir una respuesta negativa, pero la sonrisa delicada y suave de su progenitora le calmó totalmente.

—No tienes que preguntarlo, Jinnie. Sabes que siempre puedes volver a tu hogar, aunque esta no sea la misma casa de la que te fuiste— dijo ésto último, mirando a su alrededor y luego al castaño nuevamente.

—Gracias— susurró medianamente audible y la abrazó.

Se quedaron así por unos cuantos segundos hasta que el timbre de la casa los sacó de la atmósfera melancólica que habían creado. Limpiando sus ojos con su antebrazo, Seokjin decidió levantarse de su asiento e ir a mirar quien era.

Abrió la puerta con algo de lentitud, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas al ver a la persona frente a él.

—¿Qué haces aquí, Namjoon?

©AlejaDeMin

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