Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✦ 백색 (Blanco) | KaiHun


➝ Universo: The Archived |  Libros.

➝ Autor(a): JHS_LCFR

➝ Género: Drama, romance, angst.

➝ Advertencias: No.

➝ Palabras: 3,2K

➝ Resumen: En el momento en que el viento acarició sus cabellos chocolates, supo que aquellos pies que rozaban el suelo desde el alféizar, eran los de Jongin.

—¿No puedes dormir? —le preguntó.
Jongin entrecerraba los ojos hinchados por el insomnio y separaba poco a poco los labios resecos. Inspirando lenta y hondamente, se aferró a la piel suave, fría y pálida.
—Los exámenes finales —fue todo lo que pudo decir.
—Todo estará bien.
Pero los dedos de Jongin temblaban sobre sus bíceps con pavor, como todos los años  



백색 (BLANCO).

—1—


En el momento en que el viento acarició sus cabellos chocolates, supo que aquellos pies que rozaban el suelo desde el alféizar, eran los de Jongin.

—¿No puedes dormir? —preguntó despacio, dejando de batir el café.

Aún le daba la espalda cuando, estando a punto de tomar la tetera, sintió los dedos ásperos y calientes rozarle los nudillos, entrelazando sus dedos sobre el tibio mango.

—Sabes que tengo que estudiar —siguió, parsimonioso—, lo tomaré de todos modos.

—Pero tú tampoco estás durmiendo.

Las cortinas caquis danzaron perezosamente, alejándose de la pared. La cálida brisa de la primavera parecía acompañarlos en el acongojo, abrazándolos lenta e íntimamente.

Jongin entrecerraba los ojos hinchados por el insomnio y separaba poco a poco los labios resecos. Inspirando lenta y hondamente, se aferró a la piel suave, fría y pálida.

Como temiendo que todo saliese demasiado pronto.

Como si su pequeña caja de Pandora estuviese a punto de estallar, necesitando un último empujoncito.

—Los exámenes finales —fue todo lo que pudo decir.

Y Sehun, aún tranquilo y casi sonriente, dejó la taza sobre la mesada de silestone, sin dejar de darle la espalda, a medida que cruzaba sus brazos sobre su pecho, buscando rozarle los hombros, recibiendo el abrazo al instante.

—Todo estará bien —susurró, pero los dedos de Jongin temblaban sobre sus bíceps con pavor, como todos los años.

***

Cada uno vivía en una punta del campus, lo cual traía sus series desventajas.

No obstante, pensaba Sehun, así lo habían decidido ellos. Y había que hacerse cargo de las decisiones que implicaba su trabajo.

Sobre todo cuando cazas almas perdidas, repuso, Historias de gente que ha perdido su rumbo.

Sentándose lentamente en la mesa de estudio (de algarrobo y lustrada, como le gustaba a él), Sehun casi sonrió al recordar su pequeño ritual de preparación, girando el Anillo en su dedo anular izquierdo, mirando los tres pequeños surcos en él, el símbolo de una de las instituciones más importantes en su trabajo, y un simple número de años compartidos con 'alguien especial', según sus amigos.

«—Puedes verlo? —le preguntaba su tío, perdido junto a él en el medio del escampado, a un costado de una ruta que hasta el día de hoy no lograba reconocer—. ¿Ves esa puerta medio transparente, allí?

»—Esa puerta es especial, Sehun. Y hay miles de ellas, también. Todas hechas para personas especiales, como tú... Sólo tienes que saber qué llave usar».

Desde ese día, el joven de cabellos castaños cargaba con la llave oxidada de El Archivo, el lugar a donde iban a parar las almas, todas y cada una de las almas de los seres que abandonaban el mundo terrenal.

Desde ese día, cargaba con el anillo con tres cortes para poder controlar la intensidad de sus sentidos, para poder caminar entre la gente normal sin ver puertas emplazadas por doquier o contornos y figuras traslúcidas, como desteñidas.

Pero sobre todo, para no dejar que las Historias vivas lo alterasen.

«—Cuando yo te dejehabía comenzado su tío, acariciándole la cabeza despacio, despeinándolo con el simple rozar de su pulgar contra las raíces de las hebras puede que tú tengas que llevarme al Archivo para que reordenen mis memorias y me guarden en los estantes, como un libro con hojas sueltas que se ha caído de tu biblioteca.

»—Y todo estará bien —continuó levantando levemente la voz, porque Sehun no soportaba la idea de perder a su tío, al menos no con trece años a cuestas—, porque yo sabré que mi tiempo ha llegado, y que tú me ayudarás a dormir tranquilo y cómodo... el problema lo supondrán las Historias normales, la de la gente que no conoce este secreto»

Sehun recordaba poco a poco, la comisura de su labio torciéndose poco a poco, como recordándole que no debía mostrarse tan inmune a semejante marca, a semejante cicatriz.

«—La gente normal se asustará, Sehun, e intentará atacarte. Así que no dudes en defenderte. haz lo que sea necesario para cumplir con tu nuevo deber.

»—Y en cuanto a las historias vivas —le había dicho el hombre, sus nudillos curtidos y bañados en cicatrices sonando por el dolor de sus huesos—, tendrás que aprender a convivir con ellas, a entrar inevitablemente en contacto con su caos interno de pensamientos, temores, sueños y recuerdos vívidos, estridentes y coloridos...»

»No obstante, estará en ti decidir bloquear ese maremoto de ruidos y colores... o preferir que el maremoto te envuelva»

La última opción, recordaba Sehun, suponía menos esfuerzo mental.

Pero traía sus serias consecuencias, tal y como significaba tener a su compañero de equipo durmiendo en la otra punta del bendito campus de la Universidad, aunque esa mismísima noche se encontrase escondido y ovillado entre sus sábanas, casi abrazando la almohada donde parecía impregnarse mejor el perfume y la Historia de Sehun.

Mirando hacia su derecha, hacia la arcada que llevaba al dormitorio, sopesó la posibilidad de ir a hacerle compañía al morocho. Después de todo, ambos cargaban con sus respectivos anillos, prácticamente no correrían el riesgo de entremezclar las esencias de ambos, alborotándoles los sueños, despertándose mutuamente con los recuerdos y temores propios.

Porque eso era lo último que Sehun quería.

No quería despertar a Jongin con sus propias pesadillas.

Y él no quería siquiera pensar en lo que corría por la mente de Jongin, a pasos agigantados y con el suficiente poder para hacerlo temblar todas las primaveras, todos los años.

***

Mientras tomaba el café sentado en el alféizar de la ventana (aquella por la que había entrado Jongin), Sehun respiró hondo, recordando pequeñas marcas que la vida en el Archivo le había ido dejando en la piel.

Marcas como su primera batalla con una Historia.

Su primer derrota.

Su primer acercamiento a la muerte, aquella vez que había descubierto que las Historias prácticamente no sentían dolor, y que las muecas o los gestos de defensa no eran más que reflejos de su vertiente humana, pasada, viva y débil. Débil como él, porque Sehun podía sangrar, mas las Historias no lo hacían.

Todavía le generaba escalofríos el tener que mirar a las Historias a los ojos: al carecer de vida, las Historias perdían color con el paso del tiempo, quedando como sábanas desteñidas y a punto de rasgarse, como una hoja curtida de papel vegetal con dos pequeños puntos negros, siendo las pupilas el reflejo perfecto del estado de la pobre alma perdida.

La primera vez que Sehun cazó con su tío, les había tocado un niño, un niño calmo y casi adormilado (Sehun temblaba al recordar que parecía tener prácticamente diez años, y que una suerte de manchón oscuro le bañaba la cabeza, en la zona de la coronilla, salpicando su ropa sucia y hecha jirones), por lo que no habían tenido que trabajar en absoluto.

El problema lo supuso su primer caza solo, a la edad de los catorce.

El Archivo le había llevado hasta un chico mayor que él, probablemente de unos veinte años, desesperado por encontrar a su mejor amigo y su pareja.

El muchacho no dejaba de repetir que estaban arriba del auto, que estaban a punto de llegar al destino de unas vacaciones planeadas a las apuradas... que el volantazo por la curva sin señalizar no había sido tan brusco...

«—¿O sí?»

Aquel tipo de preguntas eran las que lograban golpear la fina placa de vidrio que Sehun había construido a lo largo de los años para evitar involucrarse de más con las víctimas de su trabajo.

«—No estoy... no estoy muerto —había graznado, cayendo de rodillas al suelo— ¿O sí?»

Sehun había cometido el error de acercarse sin responder y tomarle de la muñeca, dispuesto a arrastrarlo hasta la puerta más cercana si era necesario.

Entonces las pupilas del chico habían estallado como una mancha de pintura cargada de pigmento, sobrepasando los bordes y consumiendo todo el globo ocular.

El chico había perdido la cordura, se había desbordado.

Un rápido escalofrío lo trajo de vuelta al presente, a la vasta vista del campus desde aquel piso, uno de los últimos de su torre en contraposición al dormitorio de Jongin, ubicado en la planta baja de su ala, el ala Sudoeste.

Mientras tomaba un largo sorbo y descansaba de los libros de estudio, intentó pensar en las cosas positivas de su labor como Cazador, para que aquello no terminase de volverlo loco. Después de todo, la vida entre El Archivo y el Exterior, el mundo real, no era tan mala.

De esa forma había dado con Jongin casi de tropezón, un día como cualquier otro, recorriendo los Estrechos, que eran como una segunda ciudad, ubicada entre el mundo real y el Archivo.

Era el lugar donde más Historias se atrapaban, al tratarse del puente entre ambas realidades, sólo que allí no había casas ni árboles, sino paredes infinitamente altas y largas, de ladrillos oscuros, como azulados, de un azul oscuro y cargado de negro que lo impregnaba todo, hasta el mismísimo cielo.

De esa forma, en los Estrechos reinaban las Puertas, puertas que parecían de madera, algunas con un pequeño brillo blanco en las ranuras, indicando que aquellas eran las entradas a la sala de Devoluciones.

«—La Sala de Devoluciones es una especie de atajo —le había dicho su tío—. Las Historias que cazas pueden hacer alboroto lo largo del Archivo y despertar a las Historias ya dormidas y ordenadas, así que los Directores se encargaron de dejar la sala encargada de poner las cosas en su lugar, al alcance de tu mano. De un cuarto de giro de llave, repartida por todos los Estrechos, cada tres o cuatro puertas de distancia.»

También había puertas que no funcionaban, Sehun no debía olvidarlo. De hecho, su encuentro fortuito con el morocho había surgido de una visita a los Estrechos para inspeccionar y marcar con una tiza roja las puertas que no llevaban a ningún lado: ni a la recepción del Archivo, ni a Devoluciones, ni al Exterior... sólo a un profundo negro, que parecía no tener suelo alguno.

Sehun rio secamente al recordar los enormes tics verdes que alguien había trazado en las puertas de su sector.

Un súbito roce de dedos en la nuca le hizo trastabillar, volcando un poco de café en el alféizar y sobre sus pantalones.

—Tú trazabas círculos azules —susurró Jongin, las ojeras decorando sus ojos cansados, los párpados caídos. Estaba agotado, desde el primer día había tenido problemas para dormir—, al otro día las habías borrado con tu manga... tenías la chamarra empapada en polvillo verde.

Sorprendentemente, el morocho no llevaba su anillo, y seguía sonriendo.

—Discutimos tan fuertemente en la recepción que casi despertamos un estante entero —continuó Sehun, sus dedos aferrados a la taza mientras luchaba por no pensar o crear algo lo suficientemente fuerte como para derrumbar al otro.

—Y henos aquí... tres años después —susurró el mayor de los dos, el pulgar rozando el mentón con tanta delicadeza que Sehun podría haberse dormido al instante—. Dime —ronroneó contra sus labios, perezoso— ¿Tú crees que nacimos para cazar juntos, para volvernos Brigada?

A Sehun se le erizaban los vellos al escuchar aquella palabra.

Sólo los mejores cazadores llegaban a ser nominados para ese rango de élite, y las pruebas consistían en la capacidad de complementarse. Algo tan natural, algo tan sencillo...

Algo tan íntimo.

Tan difícil.

—Sí —contestó Sehun, y con las manos de Jongin bordeando su nuca, cerró los ojos para esperar el beso.

A medida que se desvestían, se quitó el anillo usando los dedos de una sola mano.

Quería sentir cada gota de Jongin.

Quería probar nuevamente la táctica de dejarse envolver por él, aunque aquello tuviese sus serias consecuencias.

***

«—Detesto que la gente me toque —había dictado Jongin el primer día—. Así que ni se te ocurra rozarme siquiera. Por más que llevemos puestos nuestros anillos... no he aprendido a fabricar resistencia a las memorias viva. Al menos no todavía. »

Sehun abrió los ojos en el mismo momento en que el lba lograba entremezclar los colores del cielo. La imagen del amanecer amarillento, violáceo y celestino le hacía pensar, de alguna forma, en el Estrecho. Después de todo, la idea de un puente que conectaba dos fases opuestas, diferentes, podía encontrarse en muchos lugares, a muchos niveles.

Recogiendo su ropa del suelo, retiró del pantalón el viejo y desgastado cuadrado de papel que siempre llevaba consigo, al igual que la llave que colgaba de su cuello y el anillo alrededor de su dedo.

El nombre se iba escribiendo solo, alguna mano de algún bibliotecario del Archivo registrando los datos de la nueva víctima, una pobre alma cansada de vivir, o quizás simplemente arrancada del mundo terrenal.

Kwon Jin Ah, 22

El papel era el suyo, así que no debía encontrarse muy lejos de su torre o su ala, por lo que decidió saltearse el desayuno y bajar directamente por las escaleras hacia el césped y el patio con los arbustos repletos de flores.

Las chicas iban a parar generalmente allí, meciéndose de la rama del sauce, aprovechando el largo de las filas de las hojas para poder ocultarse lo suficiente, para prácticamente pasar desapercibidas hasta que sus ojos se cerrasen.

Quince minutos a trote lo llevaron, efectivamente, al árbol triste y encorvado.

La muchacha tenía cabello largo y lacio, los mechones se mecían a la par que las hojas, y Sehun cerró momentáneamente los ojos para susurrar un pésame, antes de sacarse el anillo y sentir el reajuste de sus pupilas.

Entonces todo se reducía a manchas de colores, algunas más fuertes, algunas más cargados de sepia, sin ninguna línea que contornease correctamente algún borde, algún volumen.

El jardín se caracterizaba por el grado de color y brillo, cargado de momentos que Historias vivas compartían a diario: un punto de reunión, un lugar donde confesarse, donde romper... donde morir.

Lamentablemente, Sehun no podía descolgar a la muchacha y ocultarla o enterrarla por allí, pero podía ayudar a su alma a encontrar el mejor camino hacia la paz, hacia la tranquilidad de saber que todo había terminado, que ya no debía preocuparse por nada.

Sólo por acompañarlo, y eventualmente cerrar sus segundos ojos.

—¿Jin Ah? —preguntó sin levantar la voz, y luego de que una bandada de pájaros disparara lejos del árbol, una silueta pareció ovillarse detrás del tronco, como abrazándose las rodillas o tapándose los oídos—, Jin Ah noona, ¿Estás ahí?

La muchacha, temblorosa, miró a Sehun con la cara bañada en lágrimas, su cuerpo lo suficientemente vívido y claro, porque probablemente habían pasado segundos.

Parecía entender, poco a poco, lo que estaba pasando.

—Noona, no pasa nada —murmuró, extendiendo una mano a medida que se arrodillaba frente a ella, casi como un caballero en un cuento de hadas—, sígueme, creo que te puedo ayudar.

—¿Qué pasó?

—Sígueme y te lo diré, no tenemos tiempo —mintió: Sehun detestaba tener que fingir para engatusar a los espectros, pero era cierto que corrían con el tiempo justo antes de que alguien lo viese hablándole a la nada—, tenemos que salir de aquí.

—Pero...

—Jin Ah, entiendo cómo te sientes —siguió, cada vez más tenso: las pupilas de la chica empezaban a bombear, perdiendo poco a poco la calma.

—Pero yo no debería...

—Todo se resolverá si me acompañas, anda —y rozándole la punta de los dedos, el chico tensó la mandíbula ante la oleada de desesperación que le recorrió el cuerpo, cerrando los ojos con fuerza, apretando el puño de la mano libre, oculta tras su espalda—. Vamos, Jin Ah, no lo hagas más difícil de lo que...

—¡¡No‼

Y en el preciso momento en que la muchacha apartó la mano del cazador con un golpe macizo, una mano tajeada y morena atravesó su pecho con una llave igual de pesada y oxidada que la de Sehun, robando todo color del cuerpo con un cuarto de giro a la derecha, sellando sus ojos en un blanco completo, adormecido.

Sehun perdió el aliento mientras Jin Ah se desplomaba y Jongin refunfuñaba al cargarla entre sus brazos, retirando la llave de la Historia y volviendo a colocarla sobre su pecho, como un colgante.

—Tu forma pacífica y teatral de resolver las cosas no te mantendrá como Brigada mucho tiempo —sentenció, casi sonámbulo mientras echaba a caminar hacia el edificio central, donde una esquina oscura, tapada por un roble, escondía una antigua puerta.

La primera puerta a los Estrechos que habían descubierto juntos.

***

—No quería despertarte.

—Te olvidas que, al ser Brigada, tus nombres también se vuelven los míos, sin importar en qué ala estén.

—...Cierto, lo siento.

—No lo sientas por mí —contestó Jongin, caminando los oscuros pasillos espectrales mientras buscaba alguna puerta sin marcar, deshaciendo sus pasos para volver al Exterior y entrar a clases—, piensa que, si no hubiera intervenido, todavía estarías correteando detrás de la chica, llamando la atención de todo el mundo.

Sehun se mordió el labio en respuesta, guardando silencio y dejando que el eco del lugar los inundase: Jongin trabajaba de una manera mucho más violenta, utilizando su llave para sellar las Historias desbordadas, algo fácil para los cazadores pero complicado para los bibliotecarios una vez que tuviesen que reorganizar los recuerdos, pues aquello era lo mismo que ponerle un candado a una cajita ajena o una contraseña a un tesoro que no era suyo.

—A ti no te gustaría que te clavasen una estaca de repente —se defendió al fin, la puerta apenas abierta para poder escurrirse fuera de los Estrechos y esconderse momentáneamente detrás del roble, como jugando a ser una pareja que deseaba verse un momento a solas.

—No tendrían que hacerlo siquiera —retrucó el morocho—, porque sabría al instante que he muerto, incluso si fuese a causa de un accidente.

Sehun se paralizó en el momento en que Jongin pisó fuera de las sombras del árbol. A veces no podía entender cómo Jongin lograba desentenderse tanto de algo tan pesado e inminente como la muerte, cómo podía verlo casi como una etapa necesaria en su vida, tanto de ser humano como de Cazador.

En momentos como aquellos, le temblaban hasta los huesos.

Y por la forma en que Jongin se giró para acariciarle los brazos y besarle la frente, parecía que se notaba demasiado, como los temblores y pesadillas de Jongin durante toda la primavera.

—¿Tú qué harías si te llegara el momento? —inquirió Sehun, los dedos ásperos y tibios recorriéndole la línea de la quijada, bajando por el cuello hasta apretarle los hombros, antes de posarse sobre la cadera y juntar aún más sus cuerpos, al grado de acariciarse con las narices.

—Pediría ser bibliotecario, obvio —respondió Jongin en un hilo, tranquilo a pesar del agotamiento—, así viviría para siempre, al menos para estudiar lo suficiente y así postularme para Director o Consejero del Directorio y reordenar algunas cosillas.

—¿Cómo cuáles?

—...Ya sabes... permitirme ciertos derechos.

Sehun se apartó automáticamente.

Ya habían tenido esa discusión cientos de veces.

—Jongin, está fuera de las reglas el...

—¡¡Eh, tortolitos‼ —el griterío desde las puertas centrales llamó la atención: tres muchachos permanecían atentos a la escena, uno de ellos sacudiendo el brazo izquierdo, sujetando con el otro su mochila—, ¿No les parece temprano para achucharse en público?

Ambos Cazadores emprendieron la marcha hacia sus compañeros de curso, fingiendo sonrisas tímidas o confiadas, dependiendo del humor de cada uno. Del papel que se habían asignado la noche anterior al comienzo de las clases del primer año.

—Algún día golpearé a ese chico —gruñó el morocho, saludando alegremente con la mano.

—Chanyeol no es tan malo.

—...quizás sí quería pasar un tiempo contigo a solas.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro