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—Si tan sólo supieras cuanto te amo— susurró la bella mujer que se refugiaba entre sus brazos.

Él besó suavemente su cabello, admirándola, sabiendo que aquella sonrisa que se dibujaba en sus labios era por él, sabiendo que el precioso brillo de sus ojos era por su presencia.

Se jactaba y enorgullecía al saber que ella se había vestido con aquellas prendas finas originarias de Mandalore sólo porque a él le gustaban.

Le dirán capricho, tal vez lo era. Pero en ese momento sólo importaba que podía estar con su querida esposa en su aniversario de bodas.

Ella lo era todo para él, así como él lo era todo para ella. Recordaba sus lindas manos, las ligeras y discretas pecas en sus mejillas que no cualquiera podría ver.

—General—

Aquella noche le dedicó todas las estrellas hermosas que vislumbraban en el manto nocturno. Y aún podía ver el tierno rubor en su rostro bajo la luz de la luna—

"Tan hermosa como un Ángel" le había dicho.

—General Skywalker...—

Y qué decir de su sorpresa cuando por fin llegaron al lugar de la cena. Se había encargado de que todo fuera perfecto. Había luces amarillas adornando aquella mesa en el jardín.

Se tomó el tiempo de decorar todo el jardín con las flores que a ella tanto le gustaban. Una especie nativa de Naboo, pues sus lindos pétalos que variaban entre tonalidades violetas y oscuras con brillos dorados adornaban los famosos lagos del planeta.

Así que sí, fue una travesía lograr llevarlas hasta Mandalore. ¿Pero quién se negaría a los deseos del corazón? Siempre se cometían locuras en nombre de los sentimientos, ya sean con finales felices o trágicos.

Claro, debía reconocer la ayuda de una persona que guardaba celosamente el secreto del matrimonio. Porque sin la Duquesa, ese planeta no sería el lugar en donde pudiesen ser libres.

El chico mantenía una de esas flores entre sus dedos. La observaba con tal devoción como lo haría con la ex Reina de Naboo.

—¡Anakin!— el grito de Ahsoka  seguido de un golpe esponjoso en la cabeza lo hizo reaccionar.

El jedi salió de su trance dirigiendo su mirada con reclamo hacia su padawan. Ella mantenía un peluche de una criatura extraña entre sus brazos.

Un gato de Lothal. Eso era.

Cuando su esposa descubrió a esas bolas de dientes y pelusa, se enamoró completamente.

Quizá algún día podrían ir de paseo los dos, porque era claro que ambos visitaron el planeta pero por separado y con asuntos de trabajo.

Las rebeliones en contra de todos los bandos empezaron a surgir. Ellos asesinaron a varios soldados, políticos e incluso separatistas que pisaran su planeta.

Sólo confiaban en dos altos representantes de la paz para ellos. Y cuando les preguntaron porqué mataban con indiferencia sus respuestas fueron claras y llenas de cruda verdad.

"Ninguno tiene el poder de darnos la libertad, cualquiera de ustedes nos sometería a una guerra más. Queremos la paz que ustedes no pueden traer. Al menos, no los Jedi ni la República en conjunto"

La togruta volvió a embestirlo con el peluche para regresarlo a la realidad y sólo pudo justificarse con su poca atención a la plática cuando su maestro le dió una mirada reprobatoria.

—No sabía que le gustaba la botánica general— sugirió fives con cierto tono escondido de sarcasmo. Le era gracioso ver al grandioso héroe de la República sosteniendo tan delicadamente una plata rara.

Anakin dejó de lado sus preocupaciones y soltó una risa igual de sarcástica, arrojando una servilleta de papel al rostro del soldado provocando risas por parte de los demás.

—Maestro, se supone que aunque estemos en este crucero lo tomaríamos como un día para distraernos. No para divagar y estar pensando en cómo desobedecer al consejo.—

Si bien todavía estaban de regreso después de una misión, a la padawan se le había ocurrido el darles un "día libre" o al menos algo que se asemejara pues le partía el corazón ver a sus soldados con miradas vacías y sin ánimos.

"Necesitan descansar de la guerra, aunque siempre esté asechándonos allá afuera" opinó la aprendiz.

—Si General, mejor díganos quién es esa persona que ocupa toda su atención— dijo Rex mientras daba un sorbo a su limonada aguantándose la risa.

Era claro para el capitán  la confidencialidad del secreto que el General le había confiado, pero también sabía hasta dónde podía tirar de la cuerda.

Y como bien había dicho Ahsoka, hoy era "día libre". Así que lo trataría como a su mejor amigo, una bromita no afectaba a nadie, ¿cierto?

Fives emitió una larga "o", tratando de que la situación se volviese más espesa.

Había otros clones de la 501 acompañando a los Jedi en la mesa. Ahora todas las miradas recaían sobre un chico de ojos azul eléctrico.

El que tranquilamente se llevó a la boca una galleta, ignorando todo lo que aquellos pensaran o aquellas miradas burlonas.

Juraba que si no fuera por la poca paciencia y autocontrol que su Ángel le había enseñado a la fuerza, ahora estaría rojo como un tomate sellándole la boca al capitán con millones de grapas.

—No sé de qué hablas Rex — mencionó levantándose de la mesa — si tanto gustan saber qué es lo que pienso, les prometo que llegando a Coruscant lo sabrán—

El jedi sonrió socarronamente y su risa malvada se escuchó en todo el comedor.

Eso hizo recordar a los clones que la última vez que intentaron meterse en la vida personal del general no les había ido muy bien, pues limpiar con un cepillo de dientes todas las armas de la legión había sido agotante.

Ahí aprendieron a hacer caso omiso a las noches en las que él se alejaba y sonreía al manto nocturno, a las joyas finas y elegantes que "discretamente" compraba, o qué decir de las marcas rojizas de su cuello que intentaba disimular torpemente con bufandas en planetas calurosos.

Pero no importaba, no podían juzgarlo. Mucho menos a él que varias veces ponía su vida en peligro para traerlos a salvo a casa, le tenían un gran respeto y admiración.

Y todos ellos hicieron una promesa no hablada, porque cuando su general faltaba y se acercaban a ellos los jedi del consejo siempre tenían la cuartada perfecta para cubrirlo.

No sabían lo que el chico hacía.

Pero algunos podían imaginárselo saliendo con alguien, porque al castaño poco le importaban las reglas.

Y sabían que él no era igual a los demás.

—Anakin— llamó Obi-wan,quien traía unos bocadillos de la cocina y un aparato que reconoció como su comunicador.

El mayor le entregó el artefacto alegando que no había parado de sonar desde hace quince minutos.

—La senadora Amidala me a preguntado por ti, quiere saber porqué no le contestas. Supongo que son cosas de su último viaje diplomático— dijo casualmente el castaño sin saber el caos que ocasionaría entre los soldados.

—¿A Padme le urge hablar contigo Skywito? No deberías hacerla esperar a menos que quieras dormir en el sofá—la padawan arrojó una palomita de maíz a su mentor.

Ella y el capitán chocaron puños, mientras Kenobi arrugaba el ceño. Les tocaría una larga sesión de normas Jedi.

Afortunadamente la letanía del rubio los había tenido entretenidos para no notar el evidente sonrojo de Anakin, que salió sigilosamente del lugar hacia su habitación.

Ahí pudo contestar la llamada que durante semanas estuvo esperando.

Dejó a lado su comunicador y sacó de una cajita un dispositivo que mostró el holograma de su querido Ángel.

Aseguró la puerta y cualquier medio por el que pudiesen interrumpir, para después dirigirse a la hermosa dama.

—Mi Ani, te extraño demasiado—

—Ángel. Lamento no haber contestado antes. Pronto llegaré al templo Jedi, si termino lo que me exigen temprano podré tener la noche para ir a verte—

—¿Es en serio?— los ojos de la mujer se iluminaron con destellos de ilusión

— Haré todo lo posible, sabes cómo es esto— Anakin no quería quitarle la ilusión pero tenía que recordarle que esto dependía de otros

Bien pudo no haberle dicho nada y llegar de sorpresa. Pero eso quedó descartado desde que al entrar por la ventana se encontró con la duquesa de Mandalore.

Y ese día el grito que soltaron ambos fue inhumano.

Hablaron por un momento, no lo suficiente para que la duración de la llamada llegase a ser rastreada. Así era siempre, con el tiempo aprendieron a resumir meses de no verse en un par de minutos.

—Te amo— dijeron al unísono y cortaron la llamada.

El elegido se tomó su tiempo para pensar en regresar o no al comedor. Después de esa llamada no se sentía bien, ella siempre lograba desestabilizarlo para bien o para mal.

Tomó asiento en su cama, su habitación aquí era diferente. Usualmente siempre se negaba a tomar las habitaciones llenas de espacio especialmente diseñadas con comodidades para los altos mandos de la República.

Nunca se sintió cómodo recibiendo ese tipo de retribuciones sólo por continuar con algo atroz y genocida como lo era la guerra.

Pero Ashoka literalmente lo había arrastrado ahí, alegando que por lo menos en el viaje de regreso se diera un descanso. Y después de que ella y Rex en pocas palabras le dijeron:

"General, recibió un disparo en el abdomen. No durmió en tres noches seguidas para procurar nuestra seguridad. Además de que en esta misión no tuvimos más de 10 bajas"

No tuvo otra opción, no podía contradecirles porque era verdad. La pared podía convertirse en un campo de fuerza, dejando a la vista el espacio exterior.

Completamente frío y a la vez repleto de estrellas brillantes. Una vista hermosa con un contexto horrible.

Quizo regresar con su aprendiz, fingir que todo iba bien para que ella tuviera esa sonrisa en su rostro. Pero no pudo.

No quería mentir cuando todo iba de mal en peor. Y sólo en ese momento tomó una decisión egoísta.

Su cuerpo sucumbió ante el cansancio, su herida aún dolía. Y, aunque quisiera y necesitara dormir, se negaba a hacerlo. No quería más pesadillas en las noches, no quería más guerra en el día y sabía que sólo existía un lugar en todo el basto universo para poder librarse de la presión.

Los soldados buscaban casualmente a su General, tenían algunas cosas que discutir sobre los cargamentos.

Cuando por hora y media no dieron con él, le preguntaron al capitán y a la comandante. Ambos no tenían ni idea y fueron a visitar su habitación, no fue sorpresa que estuviese vacía.

Y, una vez que llegaron al hangar no encontraron la nave amarilla ni a R2.

No dijeron nada, no lo harían si no les preguntaban. Y por suerte ya estaban llegando a Coruscant, pronto podrían desaparecer o entretenerse en otros asuntos.

Sin embargo, fue Kenobi y el maestro Windu acompañado de Kit Fisto quienes los detuvieron.

—Un momento— dijo Mace — Skywallker, ¿dónde está?—

Ninguno de los dos respondió algo coherente, se podría decir que los pocos balbuceos con tintes de palabras no se entendían absolutamente nada.

—¡Basta!— dijo — tenemos una reunión importante con el consejo y esta vez no va a faltar, necesito saber en dónde está él—

—Fue a un viaje maestro— respondió la padawan.

—Era de completa urgencia y, desafortunadamente no pudo decirnos a dónde—

La mirada que compartieron los otros dos maestro era confusa. Detectaban el nerviosismo y la mentira.

Y los dos interrogados se odiaban porque los habían agarrado con la guardia baja. No pudieron mentalizarse tranquilidad para tratar de esquivar los trucos Jedi. O al menos Rex no podía hacerlo sin preparación.

—A Skywallker, yo una misión asigné— el pequeño maestro verde fue su salvación.

Extrañamente apareció en el momento justo, y la aprendiz sabía que nada sucedía por coincidencia.

Después de una corta explicación por el sabio maestro, los otros miembros del consejo se fueron satisfechos.

Ashoka envío un mensaje a su maestro dándole la historia que tenía que mantener una vez que regresara.

Todos terminaron sus tareas rutinarias después de terminar una misión. Como de costumbre la prensa se enteró de la gran hazaña del héroe sin miedo y fue titular durante semanas.

Pero sólo faltaba una cosa y era él, nadie en la ciudad ni en el templo sabían su paradero. Y tampoco intentaban buscarlo por órdenes del maestro Yoda.

Estaba en buenas manos pero en el tiempo incorrecto.

El consejo había tomado una decisión que no se podría remover aunque sabían que estaba mal. Pero así era.

Porque después de todo, ¿Cómo convences a alguien de dejar su propia felicidad para anteponer la seguridad del universo?

No, no se lo dices.

Haces lo necesario para que la persona en sí misma se crea y forme parte de su día a día hasta que llega el momento en que lo hace por instinto.

— Sigue siendo un niño asustado en el cuerpo de un guerrero, es peligroso para nosotros. Él es la salvación del universo o su destrucción. No hay más. ¿Cómo es que no se han dado cuenta? —

— Te equivocas, él es ambos. También te equivocas al decir que no se han dado cuenta, ellos lo saben y por eso lo han aislado creyendo torpemente que al retenerlo y recluirlo lo podían controlar—

—Pero son unos idiotas— continuó— Nadie controla la vida y la muerte—

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Después de tanto tiempo sin actualizar ninguno de mis proyectos, pude escribir algo. No quería acabar el año sin volver a estar presente en esta plataforma.

Últimamente mi tiempo se me ha ido volando y este pequeño rincón se ha ido quedando en él.

Afortunadamente he encontrado libros que me han devuelto la inspiración y más que nada, el placer de la lectura.

Estos meses he sido lectora y no escritora y de cierta manera eso me hace sentir mal.

No los he olvidado, y tampoco quiero abandonar algo tan lindo como la escritura.

Así que, después de esta larga nota puedo decir...

See you later 🫶🏻



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