Cinco
Después de buscar papel y lápiz, tomo asiento en el escritorio dispuesto a escribir la carta a mi gran amigo, Tito. En el momento que mamá me habló de escribir una carta, pensé en hacerla en la computadora, pero luego me decidí a hacerla a la antigua; escribirla a mano. Me tomo unos minutos para organizar mis ideas, pues me llegan tantas que no sé por dónde comenzar, son tantas las vivencias que quisiera plasmar con mi puño y letra en ese papel, que temo que no me alcancen los materiales. Finalmente me decido y solo dejo que el corazón hable por mí.
Querido Tito:
Soy yo, Javier. Espero que donde quiera que estés, me estés extrañando tanto como yo te echo de menos. La casa no es la misma sin ti, ese silencio sin tus graznidos es desolador; no me acostumbro a vivir sin ti.
Los motivos de esta carta son muchos, pero lo que quiero que te quede muy claro, es lo mucho que significaste en mi vida y que significarás siempre. Agradezco tener esta oportunidad de poder decirte todo lo que siempre quise que supieras y me callé porque quizás no entenderías.
Quiero que sepas que tu nombre surgió de mis intentos de llamarte patito y estoy muy contento de que haya sido así, no imagino un mejor nombre para ti.
Algo que tampoco sabías es lo mucho que me ayudaste en la escuela y no me cansaré de agradecerte por eso. Recuerdo esa semana en cuarto grado, debíamos hablar de nuestras mascotas; mientras la mayoría de los niños hablaron de sus perros, sus gatos o sus peces, otros pocos de sus hámsteres o sus pericos; yo fui el único que hablé de mi pato. Desde ese día dejé ser el niño raro y pasé a ser el niño con la mascota rara. Las burlas por tener que usar lápices de colores con su respectivo color escrito para evitar colorear un cielo verde, un sol azul y una hierba roja, cesaron después de aquel día.
Después de eso fui creciendo y a las niñas les gustaba venir a verte. Gracias a ti, María Fernanda Ayala, la niña más hermosa de toda la escuela y que ahora es mi novia, venía a la casa para hacer tareas. Nadie venía a hacer tareas antes de ella y después de eso todas las reuniones de grupo se hacían en la casa, sé que todos querían jugar contigo y alimentarte, pero por primera vez en mi vida sabía lo que se sentía tener algo que todos querían tener, en lugar de querer tener lo que todos tenían; una visión normal.
Gracias a esas reuniones grupales fui invitado a formar parte del club de ajedrez, ahora soy su mejor jugador y es una de las actividades que más disfruto.
Recuerdo la ocasión en la que no fue suficiente para mí con conocer los nombres de los colores, quería saber más y mamá, como siempre, trató de buscar una solución. Ese día que me llevó al patio trasero y nos sentamos a la orilla del lago con unos cuantos objetos. Mamá me dijo que utilizaría conmigo la misma técnica que utilizaban para hablarle de los colores a los no videntes, quizás no podía ver los colores, pero los podía sentir.
Comenzamos con el verde, toqué la grama y algunas hojas de diferentes plantas que mamá me iba pasando mientras me decía que así se siente el verde como las partes vivas de la planta, porque cuando las plantas son verdes, significa que están vivas. Después pasamos al marrón, me dio a sostener distintas piezas de madera, la parte de la corteza de un árbol, hojas secas y por último, tierra; me dijo que así se sentía el marrón como la tierra o como las partes muertas de las cosas que crecieron de la tierra.
Seguimos con el azul, dejó caer sobre mis manos unas gotas de agua que llevaba en un recipiente, me dijo que las pequeñas cantidades de agua son de un azul muy claro, casi transparente y sin color, mientras que las grandes cantidades de agua, como los ríos, lagos u océanos, son de un azul profundo. De la misma forma que te sientes cuando estás nadando, como esa frescura húmeda que se siente relajante, así es como se siente el azul. También la tranquilidad que sientes al mirar al cielo, porque es azul.
Después me habló del rojo, me dijo que el rojo se siente como el calor, como el fuego o la llama de fuego en la chimenea, es de color rojo. El rojo generalmente puede asociarse con el calor y también con la vida ya que la sangre es roja. También las quemaduras pueden asociarse al color rojo, me recordó esa vez que fui a la playa y me quemé con el sol, me dijo que mi piel se volvió de color rojo. También me dijo que cuando me da vergüenza y me ruborizo, ese calor en mis mejillas es de color rojo.
Así fuimos pasando por cada color, hasta que le pregunté sobre algo que hablaban, en especial las chicas; los colores pasteles. Me dijo que imaginara los colores que sí puedo ver, el negro es el color en su tono más oscuro y el blanco en su tono más claro, el gris vendría siendo el color pastel del negro, es decir una versión más clara o con luz del color fuerte.
Después de todas las explicaciones mamá me preguntó si tenía algún color favorito y sin dudarlo respondí que sí; el blanco. Le dije que ese era mi color favorito, no solo porque representaba la paz y la pureza, sino también porque ese era tu color. No necesitaba ninguna explicación para saber cómo se sentía el blanco, porque se sentía como tú. Le confesé a mi madre que la razón por la cual te quería tanto es porque me hacías sentir normal, cuando yo te veía podía verte exactamente cómo te veían los demás, blanco.
Quiero concluir esta carta dejándote saber que siempre sentiré el blanco gracias a ti, con tu plumaje mamá envió a hacer un cojín y la foto de la primera vez que nos vimos está grabada en el. También quiero que sepas que eres insustituible, nadie se echará a mí lado mientras como, ni dormirá al pie de mi cama, así como tampoco ocupará el espacio vacío que dejaste en mí. Siempre te recordaré mi gran amigo y espero que algún día al recordarte, en lugar de llorar, como lo estoy haciendo en este momento, pueda sentir esa sensación de calma que otorga el blanco, tu color. Hasta siempre mi querido amigo.
Con amor: Javier Morales.
Así finalizo en medio de lágrimas, sonrisas y sentimientos encontrados, después de todo mamá tenía razón, tan solo con escribir la carta me siento mucho mejor.
Sé que quizás mi daltonismo no sea la enfermedad más grave del mundo, pero limita muchos aspectos de mi vida que quizás otros ni siquiera consideren importantes, ya que pueden ver los colores perfectamente. Por eso quise tanto a Tito, porque en mis quince años nunca me sentí tan normal como cuando miraba a mi querido amigo, mi pato blanco.
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