06. BLUE MONDAY/WARNING
OST: Friends by Justin Bieber feat. Bloodpop, Warning by Seyeong feat. IIIBOI
🎧ACRÍLICO🖌
Jimin despertó con un espantoso dolor de cabeza. Como si una banda de heavy metal hubiera acampado en su cerebro y se esforzaran por hacer un solo de batería.
—Dios... qué.. hora...
Se atragantó con sus propias palabras al comprobar que esa definitivamente no era su habitación. Intentar recordar cómo había llegado allí era infructuoso, un verdadero tormento para sus atontados sentidos.
Aún así intentó sacar sus piernas de la enorme cama solo para horrorizarse el doble. Solo lo cubría una camiseta de franela blanca.
—¿Qué demonios hice anoche?
Casi gimió atrapando su dolorida cabeza entre sus manos. Hubiera enloquecido de veras si una figura menuda envuelta en un curioso mameluco con orejas de oso no estuviera en su campo visual sosteniendo un biberón.
Min Jun Young era una copia minúscula de su padre. Jimin recordó a trompicones la fiesta. La sonrisa de Yoongi, la pequeña pelea que habían tenido después de dejar el banco frente al lago, sus labios y... joder.
—Appa y el señor gatito...
Fue lo que musitó el niño antes de intentar trepar hacia la cama donde Jimin aún intentaba conectar su realidad con la noche anterior.
—Espera... te vas a lastimar...
Se encontró a sí mismo colocando los brazos alrededor del niño antes de sentarlo sobre su regazo. Los brillantes ojos color café del infante parecían atravesarlo, pero por alguna extraña razón Jimin no se sentía amenazado.
Uno de los motivos por los cuales no solía mantener el contacto visual era por el miedo a que los demás pudieran ver dentro de su ser.
"La mirada es la ventana al alma."
Había escuchado ese precepto lo suficiente como para no verse afectado. Cómo era el alma de alguien cómo él. Después de llevar la etiqueta del inadaptado por tanto tiempo, había concluido que su lugar era lejos de la cruel humanidad y sus cánones. Solo estaba mejor y podía ser él mismo... solo...
—Señor gatito tiene lindas mejillas...
Jun balbuceó antes de volver a ocuparse en su biberón. Jimin se ruborizó pero terminó acariciando la cabecita semi cubierta por la capucha del mameluco.
Estaba tan ensimismado en el infante como para olvidarse de su dolor de cabeza o del hecho de que una mirada color ámbar estaba sobre ellos, que casi pegó un bote en la cama al descubrir a Yoongi recostado sobre el umbral de la habitación. El más pálido se presentaba realmente guapo en unos pantalones sueltos y una camisa blanca remangada hasta la altura de los codos.
—Buenos días.
Saludó aquella voz y Jimin sintió que su rostro se ponía granate. Solo mirar en dirección de Yoongi le confirmaba que había cometido una soberana estupidez de la que solo recordaba retazos.
—Buenos días... eh... yo...
—Vamos jovencito, deja que Jimin se aliste mientras recogemos nuestras cosas.
Yoongi no dudó en recibir a su hijo en brazos. Jimin intentó no sostenerle la mirada pero era casi imposible apartarse del magnífico espejo color ámbar que eran los ojos del mayor. Como gentil oro fundido, Jimin se humedeció los labios con la lengua, Yoongi dejó de acariciarlo con sus cálidos orbes.
—Voy a preparar mi equipaje. Puedes tomar una ducha y luego ir a tu habitación. Mis padres llegaron hace dos horas para el desayuno antes de despedir a Taehyung.
Le informó antes de dejarlo nuevamente en soledad. Jimin se tragó el nudo de nervios que le subía desde el estómago hasta la garganta.
Si no fuera la persona que solía ser, analítica por excelencia, hubiera apuntado que había hecho algo malo y que ese "algo" se relacionaba con Yoongi.
Suspirando decidió no martirizarse de más. Yoongi había dejado un cepillo de dientes para él, así que solo le tomó unos quince minutos volver a estar presentable.
Mientras se colocaba el traje de gala de la noche anterior, la insólita idea de haber sido besado atravesó su cerebro. Jimin negó mientras peleaba con el cierre trasero de la prenda.
Seguía en su debate de pros y contras mentales hasta que el roce de unas manos sobre las suyas lo hizo lanzarse sobre el lavado.
—Shhh... tranquilo, soy yo...
Un brazo firme alrededor de su cintura evitó que se fuera de bruces contra la porcelana. Jimin estaba seguro que Yoongi podía escuchar el retumbo de su corazón en el pecho. Era, sin dudas, el lunes por la mañana más extraño de su vida.
—Disculpa, me asustaste un poco. No... no estoy acostumbrado al contacto físico.
Admitió encontrando el reflejo de ambos en el espejo del lavado. Yoongi se aseguró que era capaz de estar en pie y decidió subir la cremallera que descansaba en la transparente espalda del traje. Los pulmones de Jimin se expandieron de más cuando la yema de los dedos del mayor le rozó la nuca.
—¿Quieres que te acompañe a tu habitación? Ayer estabas muy ebrio.
Murmuró sin cambiar de posición. Aún cuando el rubio ya no lo tocaba, las manos de Jimin se crispararon en el lavamanos. Tenía que aclarar su nefasta noche y ese era el momento. Aún cuando estuviera muerto de miedo por enfrentar la elegante presencia de Yoongi.
—No, creo que puedo hacerlo por mí mismo. Gracias... gracias por lo de ayer y... y discúlpame por ser tan grosero cuando estábamos en el lago. Las personas no son mi fuerte.
Concluyó con una ligera inclinación de cabeza que hizo crecer la sonrisa en el rostro del más pálido. Jimin no recordaba mucho, pero Yoongi presentía que si lo hiciera trataría de evitarlo como la peste.
Le había bastado evaluar las dos versiones del pelinegro para arribar aquella conclusión. Mordiéndose el labio inferior terminó peinando un rebelde mechón de cabello detrás de la delicada oreja del doncel. La mirada azul zafiro de Jimin lo recibió.
—Yo también me disculpo y sobre lo de ayer... nadie tiene que enterarse que estabas ebrio ¿Desayunarás con nosotros en el restaurante del hotel?
Yoongi arqueó las cejas. El tono casi sensual con que le hablaba hubiera sido suficiente para dejar claras sus intenciones, sin embargo, para Jimin, se trataba de ser amable. Así que solo asintió antes de murmurar que debía empacar sus cosas y abandonar finalmente la habitación.
Media hora después volvía a sentirse él mismo. Con la suciedad eliminada de su piel a cuenta de una verdadera ducha, otra sudadera acolchonada, esta vez en rosa pastel, se unió al pantaloncillo corto hasta la mitad de las rodillas y sus lentes de descanso.
Su gato lo había estado esperando en la habitación, así que Jimin se sintió culpable. Aún quedaban algunos espacios en blanco que rellenar sobre la noche anterior, pero sinceramente, no tenía tiempo para obsesionarse por ello.
Gracias a Dios podía trabajar desde cualquier sitio mientras conservara su tablet o algún dispositivo electrónico, y eso se proponía hacer mientras la mesa del desayuno en el restaurante del hotel se convertía en su nuevo escenario.
—Estás raro, más raro de lo normal... ¿Minnie?¡Minnie!
Jungkook consiguió bloquear la tablet que se tambaleaba entre los dedos de su primo. Jimin reprimió un bufido.
—Estoy trabajando. Me atrasé por culpa de tu boda.
—Te estás comportando como un niño mimado.
El pelinegro le dedicó otra mirada al familiar rostro de su primo. La ingenuidad de esos espejos color zafiro lo obligó a suavizar el tono.
—Solo estoy un poco preocupado por mi primo favorito.
Intentó disculparse Kook, pero el breve minuto de soledad que había compartido con el menor quedó eclipsado por la llegada de los Kim y los padres de Yoongi.
Jimin se quedó congelado mientras todos sus sentidos le gritaban que abandonara el reservado en aquel restaurante.
Como si todo conspirara para protagonizar el desastre, imágenes de lo que había sucedido en el interludio correspondiente a la madrugada y esa mañana llegaron en tropel a su cerebro.
Los nudillos le blanqueaban mientras balbuceaba una excusa incoherente frente a su primo y las familias que lo habían invitado. Necesitaba irse de allí cuanto antes. El tiempo de jugar a ser "normal" había expirado.
—¿Estará bien? ¿Acaso no deberías seguirlo, Kook?
La voz del señor Min padre se hizo sentir y el aludido solo negó con una sonrisa triste.
—Me temo que soy el culpable de ese arranque. A veces olvido la peculiaridad de Jimin.
Sonrisas tensas llenaron los rostros de los presentes. De todos excepto del de un hombre que seguía mirando en dirección por donde el castaño de los lentes y las mullidas sudaderas había desaparecido.
Era muy fácil colocar eufemismos como el que había empleado Jungkook para salir airoso de la responsabilidad de tratar con alguien brillante. Jimin era eso, no solo poseía una exótica belleza de la que era prácticamente ignorante.
Estaba seguro que su corazón era más complejo que un laberinto, pero al mismo tiempo el remanso de paz que cualquiera añoraría en su vida, el claro de luna que podría aliviar su tormenta.
Esa última conclusión lo hizo quedarse ensimismado más tiempo de lo normal. Al punto de no escuchar la conversación donde sus padres deseaban arrastrarlo con uñas y dientes.
—¿Qué esperas para volver a casarte, Yoonie?
Repitió su madre y Yoongi esbozó una mueca antes de mordisquear el resto de su sándwich con doble guarnición.
—Por lo visto lo de la fecha de caducidad también se aplica a los hombres. Dame un respiro, mamá.
Su tía Ara le dedicó una mirada cómplice por encima de la mesa. Taehyung se aclaró la garganta.
—Quizás Yoon nos sorprenda y para Navidad tengamos otra boda.
—¿Tú crees querido mío? Eso sería lo mismo que desafiar las leyes de la física cuántica.
Bromeó la señora Min para disgusto de su hijo. Yoongi estaba acostumbrado a ser el tema favorito de su madre cuando se reunían.
Por eso prefería la informalidad de las video llamadas a estar de frente a sus perfectos padres, con más de treinta años de matrimonio de los que presumir contra su fracasada vida marital, siendo padre soltero.
—Nada es imposible. Por otro lado querida Hyo Sung, tendremos tiempo de sobra para ayudar a Yoongi en sus planes de conquista. Un pajarito me dijo que está interesado en alguien.
Apostilló su tía Ara para sazonar las sensación de vértigo que se apoderaba del rubio a instantes.
—Hoseok y su gran bocota.
Masculló Yoongi y en serio agradeció que su hijo comenzara hacer muecas, presagiando que debía llevarlo al sanitario.
Casi abandonaba la mesa cuando reparó en un objeto rectangular a punto de caer del borde de una olvidada silla. La misma que había ocupado Park Jimin antes de marcharse.
Cenicienta solía perder una zapatilla de cristal, este príncipe había perdido la tablet y Yoongi ahora tenía una excusa para iniciar su búsqueda.
Fuera bajo la premonición de la maldición del matrimonio o solo por curiosidad, tomó el equipo y se alejó a grandes zancadas con su hijo en brazos.
A unas horas del hotel, Park Jimin aún luchaba por no llamar la atención o controlar sus lágrimas de vergüenza mientras cambiaba el peso de su equipaje de una mano a la otra.
Solo contaba los segundos para regresar a su casa y acampar debajo de su manta favorita, allí donde solo una buena ración de helado de chocolate y su fiel compañero, Buble, lo ayudarían a sanar.
Hacía tiempo que no experimentaba un ataque de pánico en público. Al menos logró salir antes de tornarse agresivo o en el peor de los casos, desmayarse.
La vergüenza por haberse embriagado lo perseguía como si se tratara de la inquisición. Ni siquiera se percató que había perdido gran parte de su trabajo de programación de ese fin de semana al olvidarse del tablet cuando ya era demasiado tarde.
Pasaban las siete treinta de la tarde en el reloj de pulsera de Min Yoon Gi cuando la puerta de su departamento en Seocho, a solo diez minutos de la empresa, estuvo en su campo visual. Gracias a la divina providencia Jun estaba tan agotado producto del viaje que se había dormido en su regazo de vuelta a casa.
Yoongi suspiró mientras arropaba a su hijo y le besaba la frente. Concentrarse en el refrescante aroma de su pequeño le había ayudado a calmarse y a elaborar la próxima etapa de su plan para volver a ver a Park Jimin.
Hoseok no podría ayudarle a investigar, para nada, aún cuando su asistente personal fuera muy bueno en ello, su familia lo conocía y Yoongi sospechaba que ni siquiera Jungkook era consciente de la realidad de su primo.
Se había maldecido lo suficiente después de la espantada del menor en la mañana por no perseguirlo hasta asegurarse de su bienestar. Pero sabía que de haberlo hecho todavía estaría en Daegu soportando la inquisición de sus familiares y a saber qué otro desastre a cuenta de la ansiedad de encontrarle pareja.
—Primero nos preocuparemos por devolver esto. Luego veremos qué pasa.
Manifestó dejando la tablet sobre la esquina de una de sus mesas de noche. La pantalla parpadeó unos instantes antes de mostrar la imagen de un despreocupado chico de ojos azules con un gato calicó sobre las rodillas.
🎧ACRÍLICO 🖌
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