Denisse a los 10 años
Denisse
Mientras mi papá estaba trabajando en alguna cosa que necesitaba repararse de la casa, yo husmeaba entres sus herramientas de trabajo, era fascinante todo lo que ahí tenía y pasaba el tiempo imaginando para que servían, casi nunca daba en el clavo, pero ayudaba a mi papá a pasar el tiempo mientras trabajaba, él no era fan de hacer reparaciones en la casa y se divertía mucho con mis locas explicaciones sobre cada herramienta.
Pero hoy en especial encontré algo que era nuevo y muy fascinante, un bote grande de pegamento, en la escuela me dejaban usar pegamento para pegar recortes en los cuadernos, pero era blanco no transparente como este y tampoco era tan resistente como papá decía que era. Desde que lo vi le conté de todas las formas en que lo usaría, pero cuando estaba a media tarde se me ocurrió una idea increíble para usar el pegamento.
Le pedí permiso a mis papás para salir y a escondidas lleve conmigo el pegamento, sabia donde encontraría a Allan, así que corrí hasta allí y volví a mi rutina de espiarlo hasta que se quedo solo, los brazos me dolían de sostener el gran bote de pegamento, pero trataba de no pensar en ello. Cuando por fin se quedo solo me pare cerca de él y le pedí ayuda, no quería acercarse a mí, pero le dije que tenía algo en la mano que dolía, entonces resignado camino hacia mí. Rápidamente destape el pegamento y hundí la mano dentro, cuando Allan me pidió la mano rápidamente entrelace sus dedos con los míos y aprovechándome de la ventaja de fuerza que tenia sobre él, apreté nuestras manos unidas para que el pegamento hiciera su trabajo. Él se retorcía y trataba de alejar la mano, pero no lograba zafarse, el pegamento era de rápido secado y en unos segundos ya no podía separar su mano de la mía.
Allan empezó a llamar a su mamá a gritos, de su casa salieron sus papás corriendo asustados, pero se relajaron cuando nos vieron juntos.
- ¿Por qué gritas de ese modo? – su madre iba con el ceño fruncido – me asustaste de verdad.
- ¡Mamá! ¡Mira lo que hizo esta... loca! – empezó a mover de arriba abajo nuestras manos unidas y a su mamá se le escapo una risita – ¡no te rías, mamá! Pego nuestras manos no se conque y no se pueden despegar.
- Tranquilo, seguro que sale con un poco de agua – fue el comentario de su papá, después nos llevaron a su casa y trataron en un principio de quitar el pegamento con agua, luego con agua tibia y cuando se dieron cuenta que no salía tan fácilmente empezaron a preocuparse.
Me preguntaban cuál era el pegamento que había utilizado y yo les mentía diciéndoles que no lo sabía. Todos estaban preocupados porque nuestras manos no se despegaban, pero para mí fueron cuatro horas de pura felicidad. Hasta que mis papás llegaron y mi papá me miró negando con la cabeza, aunque no me delató delante de los demás, solo fue a casa y llevo el solvente y en un par de minutos después estábamos separados.
Allan se fue corriendo a su habitación, pero antes de eso se aseguró de que viera su mirada de odio, sus papás fueron más cordiales y me dijeron que no pasaba nada, que ya se le pasaría. Yo no estaba tan segura de que eso pasaría.
Cuando fui a dormir, papá habló conmigo sobre lo que había hecho, me dijo que esa no era la manera de llamar la atención de un niño y que él no me había dado permiso de ir detrás de ningún niño, ni ahora ni nunca. Me reí de él, aunque él pensó que con él, porque no le haría caso en ese aspecto, pero si lo haría en la forma de actuar alrededor de Allan.
Mejoraría.
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