Me duele la cabeza como si tuviera resaca, solo la he tenido una vez y no sé si estoy dispuesto a repetir, aunque ese no es el punto, anoche yo no bebí nada más que un vaso de agua antes de dormir. Me levanto con cuidado y voy a tomar mis lentes, pero la mesilla de noche no esta, entrecierro los ojos para ver y lo que veo no lo puedo entender.

Mi cama es mas pequeña, las cobijas son con estampados de flores y efectivamente no hay mesita, me levanto y me dirijo a la puerta, corro como loco buscando las escaleras, las bajo de dos en dos, pero me tropiezo, me sujeto fuerte a la barandilla y me doy cuenta que tengo las uñas pintadas de amarillo y después siento las piernas desnudas, llevo un camisón que llega debajo de la rodilla, rodillas de unas piernas cortas y mas bronceadas.

- ¿Qué rayos...? – ¡mi voz! ¡es de mujer ! ¿Qué fue lo que me paso? En lugar de salir a la calle busco desesperadamente un espejo en esta casa desconocida, llego a la cocina y hay un enorme cuadro en el que veo mi reflejo y casi me caigo. – soy... soy... ¡no! ¿Qué es esto, una pesadilla?

- ¿Cariño, porque gritas tanto? – la mamá de mi némesis entra a la cocina y me sonríe – hoy te levantaste tarde, corre si quieres llegar con tiempo de mas como te gusta. En lo que tú te cambias yo te preparo y te empaqueto el desayuno. – me empuja de regreso y camino en shock, no entiendo que fue lo que paso, no sé si ponerme a llorar o reír de locura. Paso frente a la sala y la veo fijamente, definitivamente estoy aquí.

Y de repente, en el caos de mi mente emerge una idea. Corro de  nuevo, pero esta vez no subo los escalones de dos en dos, tengo piernas cortas ahora. Busco por todas partes el celular y no lo encuentro en ningún lugar, saco toda la ropa de los cajones, tiro las almohadas y mantas al suelo, busco debajo de la cama.

¿Dónde dejo el celular? Cuando estoy dándome por vencido se me ocurre buscar en un bolso que esta tirado en una esquina, abro el bolso y milagrosamente allí esta, lo enciendo pero no tiene carga, afortunadamente el cargador está en el enchufe y lo conecto. Espero unos segundos a que encienda y suspiro al comprobar que como buena niña, que no tiene nada que esconder, su teléfono no tiene contraseña.

Marco mi número de teléfono y espero con el alma en un puño a que conteste, suena y suena y no pasa nada. Hasta que...

- Hola... - esa es mi voz... me da escalofríos escuchar mi voz cuando no está saliendo de mis labios.

- ¿Quién eres tú, y que me hiciste? – exijo respuestas. Escucho un jadeo al otro lado del teléfono.

- Esa es mi voz...

- ¿Qué? – pues claro, era evidente que si yo estoy en su cuerpo ella estaría en el mío, aunque ni siquiera puedo empezar a asimilar esto.

- ¿Allan?

- Si, y tú eres Denisse, ¿no?

- Si...

¿Alguien se esperaba eso? les prometo que yo no. ja, ja, ja.