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Capítulo 16

Al final Dante no puede quedarse, alguien lo llama y se va, pero no sin antes darme una mirada conocedora, lo que no se es qué conoce, así que le sonrío como si entendiera y después le dice a Allan que ha sido un gusto conocerlo. Por la cara de Allan parecería que estaba dispuesto a saltarle encima y darle un puñetazo, pero Dante está más fresco que una lechuga y solo se ríe.

Me sorprendo porque nunca había visto de esta manera a Allan, ni siquiera el día que me mordió tenía esa mirada. Después de que se vaya Dante nos quedamos un poco perdidos, Allan evidentemente esta taciturno, siempre ha sido bastante amable y social, pero parece incluso... hostil.

- ¿Estás bien? – me atrevo a preguntar.

- Ya me voy – se levanta sin contestarme y ya va caminando hacia la puerta.

- Pero, ¿y la tarea? – me pongo de pie – si no empezamos hoy nunca lo vamos a tener a tiempo – se queda parado un rato cerca de la puerta y cuando creo que se va a ir, se gira y camina con pasos enérgicos al sofá y saca su celular otra vez. – ok...

Empezamos trabajando los órganos, hacemos moldes y luego moldeamos dos prototipos uno con arcilla y el otro de yeso, trabajamos increíblemente bien, Allan es bastante bueno haciendo esto, y aunque silencioso es eficiente.

Cae la noche y mamá invita a Allan para que se quede a cenar con nosotras pero, educadamente se niega. Lo acompaño a la salida, quiero decirle algo, pero no sé qué. Al final no tengo que pensar nada porque se va diciendo un escueto "adiós".

El resto de días no es mejor, el humor de Allan solo empeora conforme transcurren nuestras tardes en mi casa, y Dante no desaprovecha la oportunidad para meterse con él. Tengo miedo por la integridad de Dante, pero Allan se comporta bien, a pesar de que se que tiene muchas ganas de golpearlo.

La tarde antes de presentar la maqueta nos reunimos otra vez solo Allan y yo porque Dante tenía cita con el dentista, ya solo falta darle retoques a la maqueta y pintar otras.

- Nos quedo increíble, ¿no crees? – vemos nuestro trabajo terminado con orgullo, tardamos mucho en hacerlo, pero todo el trabajo valió la pena – estoy segura que será el mejor.

- Eso espero – Allan se frota el cuello – me voy, aún tengo la tarea de física, me espera una noche larga.

- Allan... yo podría ayudarte con esa tarea, yo ya la hice – corro a mi cuarto antes que él se niegue. Me he dado cuenta que la matemática la lleva bastante bien, pero la física se le da fatal y hace mucho quería ayudarlo, pero nunca se había dado la ocasión de sacar el tema. Regreso a la sala, pero Allan ya no esta.

No sé por qué eso me hace sentir mal, si sabía que no iba a esperarme, no le gusta recibir nada que venga de parte mia, dejo mi cuaderno en la sala y voy a la cocina por un paquete de galletas integrales, porque si voy a comer y comer que sea algo saludable. Voy de vuelta a la sala para ver alguna película, pero la puerta se abre y me da un susto de muerte, entra Allan y me muestra su cuaderno.

- Fui por mi cuaderno – camina hacia la sala y lo sigo para no mostrar lo sorprendida que me dejo por su reaparición, al final me dejara ayudarlo – soy todo oídos para todo lo que tengas que decirme sobre física fundamental.

- Muy bien – nos pasamos por lo menos tres horas tratando de hacer que Allan entienda, le cuesta bastante, muchas veces se frustra y se cubre el rostro con las manos pidiendo paciencia. A pesar de que tengo que explicarle los temas más de una vez, bastantes más, no me rindo ni tampoco me falta paciencia, soy feliz teniéndolo en mi casa todo el tiempo que sea posible.

De lo bien que me lo estoy pasando no me doy cuenta que engullo y engullo galletas, a pesar que Allan me robo unas cuantas, me he acabado el paquete grande, ya solo queda una y pienso comerla, pero Allan mete la mano en la bolsa y la saca. Yo podre quererlo mucho, pero la última galleta siempre es mía ni siquiera a él se la daré. Se la arrebato y voy a meterla a mi boca, pero él la hurta de mi mano y se levanta y estira el brazo para que no pueda alcanzarla.

- Te la doy si puedes alcanzarla – me desafía, y aunque él no es mucho más alto que yo, tiene los brazos largos y eso es una ventaja sobre mí – parece que no la quieres, entonces me la comeré.

- ¡No! Dámela – salto, pero aun así no llego a su mano – ¡Allan, dámela! – tomo su brazo para intentar bajarlo, pero no se mueve. Pruebo a colgarme de él, no soy ni pequeña ni bajita, así que peso considerablemente, pero solo consigo tirar la galleta el suelo.

- ¿Ves lo que hiciste? – me recrimina, pero no lo escucho, corro por la galleta y estiro el brazo al techo con la galleta en la mano por cinco segundos - ¿y ahora que estás haciendo?

- Haciendo que Dios la bese – le respondo antes de comerla.

- ¡Sucia! Cayo al suelo – frunce el ceño – ¿además, que es eso de Dios?

- Pues que cuando cae al suelo ya no sirve porque el diablo la chupo, así que la sostengo en alto para que Dios la bese y así poder comérmela.

- Estas loca – recoge sus cosas y se dirige a la puerta – pero eso tiene sentido.

- Por supuesto que lo tiene – me despido con la mano y cuando se ha ido me dejo caer en el sofá – sobre todo como pretexto para comerte algo que se cayó al suelo. 








No me creerian de donde saque lo de "que Dios bese la galleta" y tampoco se los voy a contar, ja, ja, ja. En fin, disfruten de la lectura. :)

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