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Capítulo 19: ''Cuando el día conoció la noche''

Saludos terrícolas ( ͡° ͜ʖ ͡°)/

Aquí estoy de regreso con ''Acosador'' esta vez muchísimo más temprano que la última vez, jaja...ja...
( ͡° ͜ʖ ͡°'') nomematenporfavor

Bueno, qué puedo decir... Este capítulo significa mucho para mí. Es posiblemente uno de mis más preferidos, por su inicio, por detalles que se revelan del pasado de Viktor relacionado con Erik, por lo cursi que es x'D

Y por el cierre con broche de limón
v( ͡° ͜ʖ ͡°)v *guiño guiño*

Broche que me ha dejado con más canas de las que ya tenía, por cierto (?) Es la razón principal por la que tardé en subir el capítulo, en primer lugar ya que lo reescribí entero porque no me gustó nada como quedó. Y ya saben que yo nunca estoy satisfech@ del todo con los capítulos ( ͡° ͜ʖ ͡°'')

El lemon no es nada especial, pero espero haber transmitido el cariño, el amor y también el deseo que se tienen Erik y Viktor (?) *vomita arcoiris* xdxd

En fin, espero que disfruten del capítulo final de ''Acosador'' tanto como yo disfruté de escribirlo y de escribir la novela entera. Gracias por haber leído hasta aquí. Satán, es decir yo, os quiere :'^) <tres

Aunque no se olviden que habrá secuela, así que no teman (?)

-La foto del capítulo es una representación del limón del capítulo ( ͡° ͜ʖ ͡°)

-La canción del capítulo es ''When The Day Met The Night'' de ''Panic! At The Disco'', canción que creo que representa a la perfección la relación de Erik y Viktor a lo largo de la historia.

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VIKTOR

Erik era un sueño encarnado en persona. Inalcanzable, algo demasiado bueno para ser real. Alguien que para mí siempre sería eso, un mero sueño imposible de conseguir.

En aquel entonces yo no era nadie para él, simplemente un chico de otro curso que había tenido el infortunio de estar en el lugar inadecuado en el momento inadecuado...

Ese día había olvidado el cuaderno de Biología en la última clase que habíamos tenido. Pedí que Elian y Alex me esperaran y eché a correr, entrando de nuevo al edificio. Subí las escaleras que conducían al piso superior y allí me encontré con una escena que me hizo retroceder inmediatamente, llevándome a esconderme detrás de uno de los muros.

Eran Erik y una chica, que parecía ser su novia por la fuerte discusión que estaban manteniendo. Mientras que la voz de ella venía cargada de sentimientos, la de Erik era una más retraída... más distante.

-¿En realidad todo esto que te estoy diciendo te importa una completa mierda, verdad? ¡Deja de pretender de una puñetera vez que sí te gusto! -gritó, manifestando la angustia y rabia que llevaba dentro.

No tenía ni la menor idea de cuál era el motivo de su disputa y aún así me encontré empatizando increíblemente con la chica. ¿Quién se creía que era este Erik? ¿El rey del universo? ¿Por qué estaba siendo tan jodidamente insensible? ¡Ni siquiera estaba teniendo la decencia de contestarle!

-Tú eres la que quiso salir conmigo, así que no llego a comprender del todo tu lógica. ¿Sí me gustas? Sí. Pero no nos engañemos, no te quiero de esa manera y no creo que lo haga nunca -alegó, sin una pizca de remordimiento y manteniéndose impasible.

Fruncí el ceño, incrédulo. No podía creerlo. No le había temblado ni el pulso el romperle el corazón a su novia tan despiadadamente.

-Jamás pensé que fueras tan ruin, Erik... -sollozó ella, con los ojos vidriosos y proporcionándole una merecida bofetada en la mejilla. Él ni se inmutó.

-¿Y... no era eso lo que querías escuchar? ¿La verdad? -Le devolvió la jugada, con una sonrisa apenas imperceptible que desbordaba desdén -. De verdad que no se puede ganar con vosotros... Si soy honesto os lo tomáis a mal y si soy el falso de siempre os encanta y os acabáis enamorando de alguien que ni es real. Pfft.

Así era el Erik Hastings de verdad, un chico cínico, sin escrúpulos y un bienqueda. Su imagen del chico perfecto y más popular del instituto al que todos adoraban sin excepciones no era más que una farsa.

Y aún así, como si se tratara de una especie de chiste cruel, de alguna forma mi corazón anhelaba por él. Por alguien a quién debería odiar. Alguien que iba en contra de todo en lo que creía.

Sin darle la satisfacción de verla llorar, la chica huyó de allí en mi dirección, forzándome a que saliese de mi escondrijo para no levantar sospechas. Un estúpido error de mi parte que hizo que Erik me descubriese al instante cuando se me cayó del bolsillo inferior por medio abrir de la mochila, un bolígrafo y la funda que contenía mi tarjeta de identificación.

Sorprendido a causa de mi presencia, comenzó a caminar hacia dónde estaba situado. Entrando en pánico, me quedé inmovilizado en el sitio, pensando en todos los peores y posibles escenarios. Una vez en frente de mí, se agachó a recuperar la tarjeta de identificación que se me había caído al suelo con las prisas.

-No es bueno escuchar a escondidas... -pausó, leyendo de reojo mi tarjeta -, Daniels...

-T-Te equivocas solo estaba de paso... -excusé fervientemente con un sonrojo persistente qué hizo arder mis mejillas de la vergüenza. Arrebatándole la tarjeta de las manos, escapé de allí lo más rápido que mis piernas permitieron.

-Espera, te olvidas de tu bolígra...

Nuestro primer encuentro y el día en el que pasé la peor vergüenza de mi vida. Una memoria impresa en mi mente que jamás olvidaría...

...

Habían pasado tres semanas desde que Erik y yo habíamos hecho nuestra relación oficial. En esas mismas tres semanas apenas nos habíamos despegado del uno al otro e incluso habíamos empezado a hacer planes sobre el futuro a pesar de lo mucho que todavía quedaba para irnos a la Universidad. Aquella había sido una de las razones principales por las que había decidido seguir con la idea de buscar un trabajo, para que en unos años nos independizáramos de nuestros padres y viviésemos juntos.
Mi padre había logrado recuperar su trabajo en la antigua empresa en la que trabajaba. No era el mismo puesto que había tenido previamente, pero por algo se tenía que empezar, y yo que no quería quedarme atrás, había comenzado a trabajar gracias a la novia de Alex, en el restaurante que gestionaba su padre.

En tres semanas habían cambiado muchas cosas, ya fuese entre nosotros o a nuestro alrededor.

Y no podía ser más feliz.

Por primera vez todo iba bien en mi vida y exactamente como yo quería. Tenía al mejor novio a mi lado, los mejores amigos que podía desear y tanto mi relación con mi padre como la situación económica en casa, habían mejorado considerablemente.

Pero como todas las cosas buenas tenían su fin, la Navidad que solo era una estrategia de marketing para vaciar la cartera de múltiples familias dio su comienzo.
La noche había caído sobre la nevada ciudad y las luces llenaron de color las frías y abarrotadas calles en la que caminaban de la mano parejas y familias. Erik y yo caminábamos entre la multitud, admirando la deslumbrante explosión de luces sobre nosotros, iluminando el cielo.

-Es hermoso... -dejé escapar, encontrándome fascinado con los fuegos artificiales que se podían observar desde la distancia.

-Tienes razón -coincidió Erik, sonriendo enternecido -, pero, ¿sabes qué es más hermoso todavía?

Mis hombros se tensaron. Mierda. Creo que sabía por dónde iba esto...

-¿Qué?

-Tú -soltó con toda la frescura del mundo, sin que se le borra la sonrisa de los labios.

-Ugh, ¡lo sabía! ¡Eres un idiota!-hice mueca de disgusto, llevándome las manos al rostro, completamente rojo. Erik se echó a reír ante mi reacción.

Era un maldito cursi que siempre lograba sacarme de mis casillas y aún así lo quería... Lo quería como nunca había querido a nadie, como nunca había imaginado que se pudiera querer a alguien.

-Solo contigo -Me susurró al oído, apoyando su brazo encima de mi hombro, acercándome a él y dándome un beso en la mejilla.

-Más te vale... -murmuré en tono amenazante, inflando las mejillas.

-Viktor, estás muy frío... -señaló, frunciendo ligeramente el ceño y agarrándome de las manos -. ¿Qué te parece si tomamos un descanso en alguna cafetería?

-No es necesario, no tengo tanto frío...-negué, volviéndome consciente de nuestra cercanía y de lo cálidas que eran sus manos a comparación de las mías. Parecíamos como una de esas parejas asquerosamente empalagosas que expresaban su afección en público. Qué vergonzoso...

-No mientas, Vik -Me reprendió, lanzándome una mirada crítica. Tomándome de la mano a la fuerza, me obligó a caminar hasta la cafetería más cercana. Al entrar me pidió que esperara un tiempo en una de las mesas.

-Estúpido Erik... haciendo lo que a él le dé la gana... -bufé enfurruñado, aguardando su regreso.

Erik no tardó en volver con una taza de chocolate caliente que me entregó y un té verde frío para él. Sentándose en frente mía y dando un pequeño sorbo a su bebida me preguntó cómo estaba el chocolate caliente que apenas había probado.

-Está demasiado caliente... -me quejé, degustando el ardiente sabor del chocolate.

-¿Así que tienes lengua de gato, eh? En cierto modo te pega... -rió con levedad Erik, mirándome con una expresión con la que parecía que me estaba atesorando. No pude contener las estúpidas ganas de sonreír. Me sentía querido por él y estaba inmensamente agradecido por ello.

-Tal vez sea cierto, después de todo nunca he podido soportar las bebidas o las comidas muy calientes... -Erik me quitó la taza de las manos, pillándome por sorpresa, y sopló sobre la bebida con la intención de enfriarla por mí. Volví a sonrojarme -. O-Oye, que no soy un niño...

-¿Y es que acaso no puedo mimar a mi lindo novio? -Me devolvió la taza con una sonrisa ladeada, sin pizca de remordimiento.

-¡N-No me llames lindo delante de todos los demás clientes, cabeza de chorlito! -protesté apenado, mirando de un lado a otro y escondiendo mi rostro con el menú.

-¿Ah sí? Ni me había fijado. Para mí solo estás tú en este momento. Solo tú y yo... -alargó su mano, apartando el menú de mi cara y acariciando mi mejilla suavemente.

A veces realmente creía que Erik decía estas cosas solo para molestarme...

-De verdad que no tienes ojos... Al final voy a acabar comprándote gafas como otro regalo más de navidad... -añadí, negando con la cabeza y sonriendo irónico.

-Con esto basta -Se inclinó hacia mí para besarme -. Aunque para serte sincero aceptaría cualquier regalo que viniese de ti...

-Q-Qué descarado eres... -Le reclamé, tapándome la boca impidiendo que me volviese a besar.

-¿Sabes...? Todavía tengo tu bolígrafo.

-¿Eh? -Lo miré sin entender.

-El día que hablamos en el restaurante Angela's... no fue la primera vez -continuó, su mirada fija en mí -. Por fin me acordé...

Mi boca se entreabrió de la sorpresa y los recuerdos del pasado fluyeron por mi mente como un río desbordado, abrumándome.. Hacía tiempo que había perdido la esperanza de que alguien que no tenía relación alguna con él hubiese impactado su vida de tal modo cómo para permanecer en su memoria y sin embargo... se había acordado.

De mí. De nuestro primer y lamentable encuentro.

-Já... Es como si hubiésemos estado destinados a estar juntos o alguna mierda parecida... -Me burlé, ocultando mi enorme felicidad.

-Lo estamos. Tú... eres el indicado, Viktor. Siempre lo fuiste -sentenció Erik, mirándome profundamente. Sus ojos verdes desprendían chispas de deseo, arrebatándome la respiración-. No sé cómo no pude darme cuenta antes.

-Tal vez porque tenías la cabeza tan metida en tu propio culo que eras incapaz de ver lo que había a tu alrededor-Me mofé de él, aguantándome la risa. Erik ofendido por el comentario, levantó la ceja en un tic para mi completa satisfacción-. Aunque ya no importa... Porque ahora tenemos todo el tiempo del mundo para estar juntos -Le aseguré esbozando una sonrisa tímida, pero sincera. Erik mostrándose sorprendido ante mi elección de palabras, me sonrió de vuelta y depositó un casto beso en mi mano.

-Gracias por dejarme ser parte de tu vida, Viktor...

-No tienes nada que agradecerme, idiota... -Me ruboricé sin poder evitarlo, dejando escapar una sonrisa de bobo. Y es que era un bobo. Un bobo irremediablmente enamorado de un idiota.

Después de terminar de comprar los regalos y de beber nuestras respectivas bebidas, regresamos a mi casa dónde fuimos recibidos por mi padre, Oliver y la familia de Erik, quienes habían preparado con antelación la mesa y adornado el árbol de navidad que a su alrededor tenía varias cajas de regalos de todos los colores y tamaños.

-¡Vik, Vik! -Me llamó Oliver, corriendo hacia mí y lanzándose a mis brazos-. ¿Qué regalos me has comprado?

-Nada para ti, mocoso -le saqué la lengua infantilmente, escondiendo los regalos detrás.

-¡Buuu! -Me abucheó Oliver.

Sonreí internamente al verlo inflar los mofletes indignado. Nada me gustaba más que picar y molestar a mi pequeño hermanito.

-Hey, vamos chicos no os peleéis... -puso orden mi padre, con una expresión de resignación en su rostro.

-Oh, déjalos. Tan solo están divirtiéndose como hacen todos los hermanos, Daniels -Le restó importancia el padre de Erik, dándole una palmada en la espalda.

-Son igualitos que Erik y Adrien... -Se unió efusivamente Lilith, dejando escapar una risita y tomando fotos de todos nosotros con el móvil.

-Ni en broma -soltaron al unísono Erik y Adrien y mirándose mutuamente con desprecio, ganándose las risas de todos.

Al terminar la cena qué había sido la mejor parte de estas navidades además de los regalos, Erik y yo nos despedimos de los demás y subimos a mi habitación. A conversar, por supuesto. Solamente a hablar. Hablar entre hombres sobre cosas de hombres. Nada más.

Temblando como una hoja, abrí la manilla de la puerta, adentrándome a mi propio cuarto que ahora se me hacía desconocido. Era la primera vez que Erik entraba a mi habitación, a un lugar tan personal e íntimo y no podía dejar de pensar en cosas innecesarias qué hacían que me avergonzara de mí mismo. Sentía que iba a convulsionar de un momento a otro.

Evitando su mirada, le pedí que se sentara en mi cama y fui a encender la consola, llevándome los dos mandos a dónde Erik se había sentado.

-¿Vamos a jugar a la play? -preguntó perdido Erik, recibiendo el segundo mando.

-¿Qué más te esperabas? -insinué sonriéndole cruelmente, iniciando el juego de Mortal Kombat X.

-Bueno, esto no es exactamente lo que yo consideraría una cita...

-Eso es porque tu sentido del gusto apesta y no puedes apreciar una buena cita -desaprobé divertido.

-¿Ah, sí? ¡Ya verás! ¡Te voy a machacar, cucaracha! -Se posicionó detrás de mí, rodeándome y colocándome encima de su regazo.

¿Machacarme? ¿En qué sentido...? ¡No! ¡No! ¿¡Qué mierda me pasaba?! ¡C-Claro que me iba a machacar en la partida que íbamos a jugar! Ugh... Soy un maldito pervertido... Posiblemente más que Erik...

-E-Eso ya lo veremos -murmuré incómodo a causa de la repentina cercanía y mis pensamientos indecentes.

Escogimos nuestros personajes y la partida por fin dio inicio. A pesar de lo nervioso que me encontraba, tenía la certeza que iba a aniquilar al Jason Vorhees de Erik sin pestañear. Me había pasado años jugando a la saga de Mortal Kombat y en esta última entrega había logrado alcanzar uno de los mayores puestos en el juego, mientras que Erik apenas había tocado una consola en su vida.

Estaba claro quién iba a ganar aquí. Sonreí arrogante, apretando con fuerza el mando en mis manos.

-¿Así que me ibas a machacar, eh? -solté a propósito, usando el ataque especial de Scorpion.

-Ni un comentario, cucaracha-Me acalló Erik, echando humos y apretando todos los posibles botones-. Menudo inútil has resultado ser Jason...

-Me temo que el inútil eres tú como jugador, no Jason -Le lancé el último dardo envenenado, colmando la poca paciencia que le quedaba.

Erik pausó el juego de malas ganas, lanzando el mando al suelo y me tomó del mentón, forzándome a encontrarme con su mirada. Su increíble mirada a la que tanto temía por las emociones que despertaba en mí. Relamí mis labios instintivamente y bajé la mirada a los suyos, sonrojándome al instante.

-¿Qué te parece si hacemos otro tipo de revancha, Vicky? -susurró cerca de mí oído con una sonrisa totalmente opuesta a sus palabras.

Manteniendo su mano en mi mentón, presionó sus labios contra los míos y les dio un suave mordisco, haciéndome estremecer. Su lengua dentro de mi boca se rozó con la mía una y otra vez en un beso húmedo y apasionado. Un beso totalmente distinto al anterior. Rodeé su cuello con mis brazos, pegándome a él. Lo necesitaba cerca de mí. Necesitaba sentir su cuerpo, su calidez, su aroma...

-¿S-Se puede saber qué haces? -logré formular, con la respiración agitada y el corazón latiéndome a mil.

-¿Tú qué crees? -respondió descaradamente, levantándome la camisa.

-¡E-Espera un segundo!

Vale, sí, me gustaba. Y mucho. Y mentiría si dijera que no quería que me empotrara contra la cama en este mismo momento. Pero no iba a dejarle que hiciese lo que le diera la gana.

Erik chasqueó la lengua, dedicándome una mirada de reproche.

-¿Ocurre algo?

Hice pucheros. ¿Quién se creía que era? Qué chico más caradura...

-No sé si te habrás dado cuenta, p-pero es mi primera vez y...

-Si, la verdad es que era un poco obvio... -musitó, riendo ligeramente.

-¡Hey! -protesté avergonzado, tirándole del pelo.

-Ouch... No te lo tomes a mal, no me estaba burlando -continuó riéndose, transmitiéndome una ternura inusual en él -. De hecho... es... mi primera vez también.

Abrí los ojos sobresaltado. No podía creerlo. ¿Erik era virgen? ¿Erik Hastings, el chico más popular de todo el instituto? Por más que pensara en ello, simplemente se me hacía inconcebible. Y es que por otro lado... no podía contener la felicidad que irradiaba dentro de mí. Al saber que yo era él único. Que jamás hubo otra persona más que hubiese alcanzado aquel sueño inalcanzable llamado Erik Hastings.

-Heh... Ya veo.

-¿A qué viene esa risita? -enarcó una ceja, temiendo por su orgullo herido -. Tuve muchas novias, pero nunca sentí nada por ellas. ¿Y cuál es el punto de hacerlo con alguien al que no quieres? Tal vez sea un maldito cursi por pensar así, pero eso ya lo sabías, ¿no? Ya es demasiado tarde para echarte atrás...

-No, no es nada... -sacudí la cabeza aún sonriendo y me acurruqué en su pecho, apoyando mi mejilla sobre este y mis dos manos. Podía sentir su calidez, y los latidos cada vez más acelerados de su pecho, que me hacían sentir seguro, como en casa -. Te quiero tal y cómo el cursi que eres, Erik.

Erik me envolvió con sus brazos y depositó un tierno beso en mi sien.

-Ojalá pudiese tenerte así todos los días de mi vida, Viktor...

-Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿recuerdas?

-Hah, cierto... -coincidió, sonriendo ladeado mientras acariciaba suavemente mi cabello -. No tenemos que hacerlo si no quieres o si no te sientes preparado. Todavía es muy pronto.

-No, lo quiero hacer -Le confirmé, mirándolo directamente a los ojos.

Ahora más que nunca.

Volvió a besarme. Lentamente sus labios fueron descendiendo por toda la extensión de mi cuello, dejando un recorrido de besos y lametones. Su mano deslizándose por mi pecho, se detuvo en mis pêzones, los cuales pellizcó y torció hasta tornarlos de un color parecido a las frambuesas.

-¡Ah, E-Erik...!

Esta vez atrapó uno de mis pêzones entre sus dientes, pegándole varios mordiscos y hábilmente me desabrochó los pantalones seguido de los suyos. Me mordí el labio inferior levemente ensangrentado, dejando escapar los gêmidos que había estado reteniendo.

-¿Te gusta lo qué te estoy haciendo, Viktor? -Me susurró seductoramente, encendiendo mis mejillas. Y mi cuerpo entero, ya qué estábamos.

-Ah... C-Cállate, no me preguntes algo tan v-vergonzoso... -respondí en un hilo de voz, incapaz de mirarlo.

Erik sonrió satisfecho y me tumbó delicadamente en la cama, posicionándose encima de mí. Sentí sus caderas presionando contra mí ansiosamente y mi cuerpo respondió de inmediato, escapándoseme un gêmido. Me deseaba, y yo lo deseaba. Quería estar unido a él.
Bajándome los pantalones junto a los bôxers, se colocó de rodillas delante de mí y se inclinó hacia mi rostro, besándome profundamente, saboreando toda mi boca.

Aparté la mirada apenado. Me sentía dêsnudo, expuesto, totalmente a su merced.

Erik guió su mano hacia mi erección húmeda por el liquído presêminal, e iniciando un vaivén con su mano, comenzó a mâsturbarme, haciendo que mi cuerpo entero temblara del plâcer.

-¡Ah! ¡Ahn! ¡E-Erik!

-Perdóname si esto te duele... -Con su otra mano libre dirigió un dedo a mi expuesta entrada, provocando que soltara un grito. Un grito más agudo de lo normal -. ¿E-Estas bien?

Era una extraña sensación... Pero no me disgustaba del todo porque se trataba de Erik.

-S-Sí, n-no te preocupes... ¡Ah!

A medida que fui acostumbrándome a él, Erik fue aumentando el número de dedos, moviéndolos en mi interior y sacándolos una y otra vez. Cerré los ojos aferrándome a la almohada, y me dejé llevar por las maravillosas y a la vez desconocidas sensaciones que me traía todo esto. El dolor poco a poco empezó a disminuir, tornándose en puro plâcer. Los gêmidos y jâdeos que ya no podía contener resonaban por todo el cuarto, mezclándose en el ambiente.

Sacó sus dedos de mi interior, dejándome extrañamente vacío y sujetándome de las caderas, abriéndome de piernas metió su miêmbro en mi entrada de golpe, haciéndome abrir los ojos como platos y arrancándome un grito de dolor. Se disculpó conmigo en un susurro breve e inició una serie de embêstidas lentas dentro de mí. Moviendo inconscientemente mis caderas al compás de mis arremetidas, enredé mis piernas alrededor de su espalda, recibiéndolo por completo.

-Te quiero... Viktor...

-¡Ah... Ah...! ¡Y-Yo... también... E-Erik...!

Dejándonos embriagar por el delicioso aroma a sêxo que envolvía la habitación y los gêmidos y jâdeos de plâcer que salían de nuestros labios, comenzó a embêstirme con más fuerza, hundiéndose en mí hasta el fondo. Una y otra vez, más rápido y con más urgencia, resistiéndose a la idea de terminar.

-Estás tan estrecho... Me encantas...-Me susurró tentadoramente, concentrando sus estocadas en mi punto especial -. Joder... tu trâsero se siente jodidamente bien... Sí sigues siendo así de lindo, terminaré por querer monopolizarte por completo...

Cuando se ponía a decir esas cosas realmente era escalofriante... Aunque de los dos yo era él más escalofriante por excitârme con algo así... Ugh...

-¡Nnh, A-Ah...! ¡C-Cállate....Pervertido...!

Mi entrada se contrajo a su alrededor, provocando que llegara a su límite. Gêmí sonoramente, retorciéndome y arqueé mi espalda, deshaciéndome de plâcer y me côrrí una vez más, fundiéndome en un intenso y electrizante orgâsmo. Seguido de mí, Erik lanzó un gruñido y se côrrió dentro de mí, llenándome. Se movió dentro de mí de nuevo, una, dos, tres veces más y finalmente salió de mi interior de forma lenta, observando cómo su líquido salía de mi entrada, deslizándose por mis nâlgas.

Tras esperar a que nuestras respiraciones se calmaran, y envueltos con el edredón, Erik me atrajo hacia él, sentándome a su lado y sus brazos rodeándome. Dejó un pequeño beso en mi cuello, marcándome y apoyó su mentón sobre mi hombro. Sonreí, desprendiendo toda la felicidad que albergaba en mi interior y entrelacé mi mano con la suya.
La habitación desapareció junto con el resto del mundo, y todo lo que quedó fuimos yo y el chico al que tanto quería. En este momento solo existíamos Erik y yo.

Quería atesorar esta preciada memoria para siempre...

FIN

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