Capítulo 7
Perfectamente malo
Vanessa
Mis manos tiemblan en cuanto las asoma a la leña ardiente de la chimenea, ya han pasado varios días desde que llegamos aquí y aún no me dice donde estamos, anda por ahí medio desnudo como si su cuerpo es inmune a los resfriados, pero hago como si no me importara, no cuando Caysen es alguien que no me deja dormir y me siento como una inútil que ni puede conseguir alguna manera de comunicarse con el hospital donde le dejé.
Pitt parece no importarle nada cuando podría ir a la cárcel por ello, esto no es como Diana que al final no tengo idea que ocurrió con ella y como es que Lisa aún está libre pero no es de sorprender que nadie diga nada, el que diga que los Lennox son unos hijos de perra está más que equivocado, sus integrantes no son más que unos seres fríos que como tal solo ven por ellos mismos.
Froto mis manos cuando las sábanas que hay para cubrirse están todas de su lado al cual no quiero acercarme, es tan difícil tratarle cuando está así que ni siquiera lo intento.
Creo que me he pelado un poco las rodillas, mi sexo aún está tibio y mis piernas apenas me responden luego de ese encuentro, no sé lo que se metió pero no pude dejar de querer más, ahora las consecuencias se burlan de mi.
Veo lo que está sobre la mesa y me muevo hasta ello hasta que una mano se posa sobre la mía evitándome seguir.
—¿Ahora qué? —inquiero viéndolo con esa mirada fría sobre mi.
—Eso no es tuyo. —su voz es ronca y lenta.
—Pero tengo hambre y no es como que haya mucho de comer.
Toma la fruta verde y le da un gran mordisco viéndome.
—Idiota.
—Está deliciosa, ¿Querías?
Remuevo mi mano pero vuelve a tomarme con fuerza hasta él.
—Que si quieres. —su tono es calmado, lento y bajo.
—No, no quiero.
—¿Segura?
Su mirada me grita mil cosas.
—Si, si quiero.
—¿Qué quieres?
—¿Me la darás o no?
La trae hasta mi boca permitiéndome darle una mordida más allá de dejar el sabor de la guayaba.
—Está dulce, ¿Dónde la encontraste?
Guarda silencio.
—Tengo hambre.
—Antes de llegar al río.
Intento alejarme y conseguir de comer.
—¿A dónde vas?
—Por comida, si está en el bosque pues iré al bosque.
—Es de noche y peligroso.
—Soy más peligrosa con hambre que cualquier otro animal que haya allí.
—Yo iré, tú espera aquí.
—Iré yo, no quiero deberte favores.
Veo de reojo su pecho descubierto, ese hombre es la mayor tentación andante, la perfección recolectada de todos sus ancestros tirada a la tierra para convertir a mujeres como yo en las desgraciadas por haber caído ante esos ojos.
—Soy tu esposo, está bien que te traiga de comer, espera aquí y ve por algo de agua mientras regreso.
—No.
—¿No?
Niego con la cabeza.
—Tú busca el agua y yo iré por las guayabas.
Sonríe en silencio.
—Pero si tienes miedo de estar solo podemos ir los dos.
Me deja y camino delante, si dentro era frío afuera más, la luna no logra verse por las nubes sobre el cielo pero aún así puedo ver por doy voy, lo vi al meterse por aquí esta tarde, puedo escuchar el agua correr y me evito gira a ver por donde viene.
—Es a la derecha —vocifera.—O tal vez era a la izquierda.
Me detengo.
—La verdad no lo recuerdo muy bien.
—Pitt.
—¿Qué sucede? —se para a centímetros de mi cuando doy la vuelta— ¿Acaso mi esposa tiene frío?
Vuelve ese tono bajo y suave el cual me irrita.
—Bien, seguiré derecho. —informo.
—Por ahí no era.
—Entonces tú toma otro de los caminos.
—Vanessa.
—Cuando des con ellas gritas he iré a encontrarte.
—Que por ahí no era —toma mi brazo— Escúchame cuando te hablo —me ve— Ese no es el camino.
—¿Derecha o izquierda?
Se queda callado.
—¿Derecha o izquierda Pitt?
—De hecho creo que debimos de haber doblado unos quince metros antes.
Mi mirada le deja claro todo lo que estoy pensando.
—Si sigues con los juegos mientras tengo hambre es posible que termine comiéndote a ti.
—¿Cómo hace unas horas? Si es así por mi perfecto.
—De verdad tengo hambre, como se te ocurre traerme a un lugar remoto sin nada en la despensa.
—Ya sabes que puedes comer.
—No sobreviviré con guayabas.
Se burla.
—Derecha.
—¿Seguro?
Asienta viendo mis labios.
—¿Tienes frío?
—No. Lo que tengo es hambre.
—Ve de espacio, está de noche, puedes tropezar con algo y lastimarte.
ignoro lo que dice, veo al cielo el cual se ve poco por las ramas de los arboles.
—¿Dónde estamos?
—Holanda.
—Oh, así que Ámsterdam, el Museo van Gogh está aquí —remuevo una rama que cuelga en mi camino— Y la casa donde Anna Frank se escondió y escribió su diario durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo escucho murmurar algo detrás de mi pero no logro entenderlo.
—También hay campos de tulipanes, molinos y ciclovías. —continuo recontando— El museo Rijksmuseum también está aquí.
Algo bueno que puedo decir sobre mi niñez es que mi madre se esforzó bastante en que aprendiera de todo como el que también dominara más de un idioma lo cual me sirvió a la hora de presentar mi currículum, solía pasar horas y días completos con la cabeza metida entre libros cuando de mi se esperaba una ejemplar hija la cual no resultó ser tan perfecta.
—Creo que me he equivocado y era por el otro lado.
Aprieto mis dientes sin girar a verlo, cierro los ojos y respiro tan profundo como puedo, mi estómago hace ruidos y el hambre me absorbe.
—Aparentemente nunca has visto una hispana hambrienta.
—Solo volvamos y tomemos el otro lado.
—No. —niego con la cabeza— Nunca lo has hecho.
Giro rápido corriendo hasta a él cuando se percata y también empieza hacerlo, es rápido y se aleja en la oscuridad, los pies me pesan cuando siento las hojas secas sobre el suelo hacerse nada bajo mis pasos, las piernas me gritan lo que es obvio y es que es una idiotez que intente alcanzarlo cuando apenas puedo caminar, pero el hambre que me come por dentro no es algo de bromas y ya no estoy para sus juegos.
—¡Detente cobarde!
—¡Tendrás que alcanzarme primero, pato Donald!
Intento acercarme pero es una tarea imposible, no lo alcanzaré así que no me queda otra.
—Auch —se detiene— Ahhh —caigo sobre el suelo.
—¿Qué te pasa ahora?
—Algo me mordió la pierna.
Me cuesta mover algún centímetro de mi cuerpo, respiro sintiendo el ardor en mi pecho por correr como loca, necesito hacer más ejercicio.
—Dudo que por aquí haya serpientes.
—Ahhh —sostengo mi muslo derecho.
Regresa y agacha junto a mi revisando mi pierna pero es algo que la oscuridad le impide.
—¿Dónde ha sido?
—Estoy mareada.
Dejo mi cabeza caer sobre la tierra, cierro los ojos, respiro tan lento como puedo y no vuelvo a decir nada más.
—Vanessa.
Me toca pero no respondo.
—Vanessa te estoy hablando.
Sus manos revisan mis dos piernas desde inicio a fin, levanta el camisón que llevo buscando no sé que pero no digo nada, revisa mis brazos y mueve mi cabeza dejándola despacio en su posición inicial.
—Maldición, que ha sido lo que te mordió, háblame.
Sigue desesperado buscando algo en mi cuerpo que no está.
—Vanessa.
Siento su aliento sobre mi hasta que ya no, puedo percibir que sus manos se meten debajo de mi alzándome en el aire hasta dar contra su pecho desnudo.
—Te dije que era peligroso pero como siempre no escuchas lo que digo —habla mientras camina y entrecierro los ojos viendo lo nervioso que está— Espero no haya sido nada, Nicol no está aquí y le pedí al chofer irse.
<<Maldición mi esperanza de comida>>
Me deja sobre el sofá y se va por no sé qué.
—Si te mordió algo lo mejor será cortar la parte afectada.
—¿Qué?
—Lo cortaré.
—¿Por qué le pediste al chofer irse?
—Si no lo hacia encontrarías una forma de convérselo de sacarte de aquí —me ve de esa forma que suele hacerlo— Ahora muéstrame esa mordida.
Observo lo que lleva en su mano.
—¿Para que es el cuchillo?
Ve mis piernas.
—Si me hubiese picado una serpiente la idea principal es succionar —llevo mis manos a mi estómago el cual continua con los ruidos— Pitt.
—¿Qué?
—Tengo hambre.
Se pone de pies caminando fuera del castillo, hago lo mismo y lo persigo de regreso al bosque, camina y camina solo observando una vez sobre su hombre quien sabe va tras él, su espalda es perfecta como el resto de su cuerpo, sigue derecho sin tomar ningún camino y veo el árbol de frutos que pasa como si nada, me detengo viendo lo altos que están.
—Sigue caminando —exige en la delantera sin detenerse.
Nuevamente puedo escuchar el agua correr, logro ver el reflejo de las nubes en ella y no sé que hace Pitt pero se va por lo que parece ser una red que hay tendida sobre unos palos secos, se mete al rio y se dispone a lazarla.
No digo nada si no que solo observo lo que hace y como a pesar de la noche puedo ver como todo pasa en cámara lenta, me siento indecisa cuando ese sentimiento me funde y comprendo que lo que hice en Londres pasó por simple curiosidad, en ese momento no sabía que pasaría entre ambos y temí de su reacción al saberlo, ya que para ser justo en las palabras correctas le fui infiel.
La red vuelve a caer y ser arrastrada, desconozco si allí haya peces pero si lo hace es por algo.
Sus brazos se esfuerzan cuando hala de ella hasta salir del agua, mi pecho sube y baja cuando me ve por unos segundos sin decir nada, me duele el saber que lo he lastimado pero no es el único y lo sabe, sus acciones no nos ayudan en nada cuando lo único que sabe hacer es estallar y estallar.
—Regresemos.
Comenta con la red en mano, veo como algo dentro lucha para salir pero lo lleva de lado como si nada, lo sigo de regreso en completo silencio hasta llegar al castillo.
Deja los peces sobre la mesa de madera que se encuentra en medio de la cocina, toma el cuchillo de antes y empieza arrancar las escamas de los pocos que atrapo.
—Son bastantes grandes.
Espeto pero no dice nada.
—Te vas a enfermar si continuas desnudo y con esa ese pantalón mojado.
Me acerco por detrás de él metiendo mis brazos bajo los suyos, percibo el calor de su cuerpo, mis manos llegan a las suyas y tomo el cuchillo que sostiene.
—Yo cocinaré y tú ve por algo de ropa —hablo sobre la piel de su espalda— Yo lo hago.
Vuelve a tomar el filo de mi mano, sostiene mi brazo y lo deja sobre su abdomen cuando beso su piel.
Hace lo mismo con mi otro brazo y termino por abrazarlo mientras escucho como termina de limpiar los peces.
—¿Dónde aprendiste hacer eso?
—Hay mucho que no sabes de mi, lo sabrías si dejaras de ser tan terca.
—Quiero que me cuentes.
—Lo haré después de ti.
Mi nariz roza su espalda cuando se gira a verme, su estatura me supera por algunos centímetros pero aún así frente a él me siento protegida como superada.
—Ya terminé —dice— Ahora lo puedes cocinar como prefieras.
Retira mis manos de él y se mueve hasta el estante. Baja la olla que la otra noche me costó tomar y sin decir nada se aleja hasta salir de la cocina.
Voy por la olla y lo que sea que me pueda servir como sazón para los peces, limpio las escamas que hay regadas echándolas a la basura, encuentro algo con que encender la antigua estufa y me doy lo más prisa posible.
Muerdo mis labios por los nervios y el hambre, lo odio y detesto ya que es una sensación horrible.
Observo el fuego y lo poco con lo que logro prepararlo, el tiempo vuela cuando por fin el aroma se siente por el lugar, no es muy fuerte pero me hace agua la boca, si pudiera conseguir algo de arroz o víveres vería la gloria, pero con esto por ahora estaré bien.
Busco dos platos y reparto por igual hasta irme hasta donde sea que esté, paso por la sala y ahí no es, subo hasta la habitación y tampoco.
Doy con él con la cabeza baja frente a ese muro que dijo haber echo por sí mismo.
—Aquí tienes —acepta el plato. —Es lo mejor que pude hacer.
Tomo asiento sobre el suelo.
—Te buscaré en que sentarte.
—Aquí estoy bien —lo veo estar de pie frente a mi con su cena en mano— Mejor tú siéntate junto a mi.
Trago lento esperando por lo que hará pero solo vuelve a sentarse donde estaba.
—Ten cuidado —informo— Tiene espinas.
Empieza a comerlo sin verme, hago lo mismo con prisa ya que el sabor del limón si se le siente y me alivia que si sepa a algo.
—¿Cómo está?
—He probado mejores. Pero no está mal.
Me ve.
—No vuelvas a jugar con tu bienestar de la forma en que lo hiciste.
—Entonces tú deberías hacerme caso cuando te digo que te enfermarás si continuas desnudo por el lugar.
Deja el plato sobre el suelo, se pone de pie, saborea sus labios y queda de cuclillas frente a mi.
—¿Aún tienes hambre? —inquiere bajo viéndome a los ojos.
—Aún tengo algo sobre mi plato.
—No tengo intenciones de hacerte pasar penumbras, si continuas con hambre debes decirme, además se que tu apetito no se calma tan fácil.
—Eso es cierto.
Continuo comiendo, me lamo los dedos y me ve con una media sonrisa en su rostro, se inclina hacia mi mientras lo hago y deja un beso sobre mi mejilla.
—¿Harás lo que te pedí? —dudo al preguntar pero aún así es algo que necesito saber— ¿Lo ayudarás?
Su mano llega a las comisuras de mis labios limpiándolas.
—Termina rápido o se enfriará.
—Tú aún no has terminado, ¿No te gustó?
Pellizca el puente de su nariz.
—¿No te gustó?
—Si me gustó, solo que ha quedado claro que tú sueles comer más que yo.
—Si no te gustó puedes decirlo, además no te puedes quejar, no hay sazones ni nada decente con que prepararlo.
—Lo sé, ya he probado tu comida antes y sé que mi esposa es buena en la cocina.
Le corto los ojos continuando con mi cena.
—Pitt.
—No quiero que me hables de ello Vanessa, puedes estar tranquila.
Veo sus ojos ocultarse de los míos, se pone de pies y toma su plato dándomelo de regreso.
—Ya terminaste con eso y puedo ver que continuas hambrienta, tómalo.
—No, ya estoy satisfecha.
—Sostenlo.
—No.
—Vanessa.
Limpio mis manos sobre mi plato, se agacha tomando mi barbilla, me hace verlo y raramente comienza a tomar trozos del pescado con su mano con la intención de traerlo hasta mi boca.
—Abre. —demanda.
—Estoy llena.
Se acomoda sobre el suelo.
—Abre.
Repite cuantas veces quiere pero no acepto, ambos somos humanos y necesitamos alimentarnos.
—Quiero que te quites ese pantalón húmedo, te enfermarás.
—Y yo quiero que por una vez hagas lo que tu esposo te pide y abras la boca de una buena vez.
Hago lo que dice observando como introduce un trozo en mi boca, lo acepto y mastico lento, llevo mi mano hacia el plato y me dispongo a tomar una pieza para llevarla a la suya, la cual acepta sin más y así nos pasamos los siguientes minutos dándonos de comer con los ojos el uno sobre el otro hasta que ambos platos quedan por igual, limpios.
—¿Ahora qué? ¿Por cuánto tiempo estaremos aquí?
Se encoge hombros y lo veo sacudir su nariz.
—Lo ves, estás moqueando.
—No es nada Vanessa.
Se pone de pies tomando ambos platos con él.
—Claro que lo es —se gira a verme en medio del camino— Te lo advertí.
—¿Crees que le temo a una pequeña gripe?
—Quítate el pantalón.
—Tú quítamelo.
Me acerco soltando el botón y bajando el zipper, me esfuerzo en retirarlo y dejarlo desnudo, tomo los dos platos de su mano y camino hasta cocina dejándolos allí y el pantalón cerca de la chimenea, regreso hasta él y tomo de la mano, subimos las escaleras y lo meto a la cama.
Busco sábanas y colchas para cubrirle, entro junto con él y me recibe con los brazos abiertos, mi cabeza descansa sobre su pecho dejándome escuchar los latidos de su corazón.
—Tu corazón toca una canción para mi. —murmuro con la colcha solo dejando mis ojos fuera.
—¿Y qué te dice?
—Prefiero escucharlo de ti.
Lo escucho reír cuando me abraza con más fuerza.
—Si te enfermas por terco tendremos un problema.
—Escuchen quien habla de tercos.
—Missael y Brad deben estar preocupados, ¿Crees que Nini les haya dicho que estamos juntos?
—No te preocupes por lo demás y más bien hazlo por ti misma.
—Me preocupo por quienes amo.
—¿Perdón?
—¿Qué? —levanto la cabeza para verlo.
—¿Qué acabas de decir?
—Me preocupo por quienes amo.
—¿Hablamos de Sandoval?
Resoplo.
—Hablo de ti.
—¿Me amas?
Mis labios se curvan con una sonrisa mientras intento meter la sábana bajo su cuerpo, pero en vez de eso la levanto cubriéndonos a ambos por completo.
—¿Tú que crees? —investigo cuando sé no puede verme.
—Señorita Dolan.
—Señor Lennox.
—No puedo verla.
—No necesitas hacerlo, solo escucha esto...
Mi cabeza regresa sobre su pecho.
—¿Qué?
—Shhhh. Mi corazón intenta tararearte algo.
—Dile que lo haga más fuerte.
—Si guardas silencio lo escucharás.
La voz me sale suave y baja sobre su pecho, mi aliento choca contra su cuerpo en cuanto empiezo con cada una de las letras de Shawn Mendes—Perfectly Wrong.
Taste the poison from your lips
They leave, we're as good as gone
Oh, our love is drunken in singing me my favorite song.
Me and you, we were made to break
I know that's true, but it's much too late.
You're perfectly wrong for me and that's why it's so hard to leave.
—Aparentemente eres el rey del calma.
—¿Qué?
—Te llamé rey del calma.
—¿Cómo?
—Rey del calma.
—¿Te estás burlando de mi?
—Piénsalo, estamos en un castillo y todo castillo tiene un rey.
—¿Y ese soy yo?
—Exacto, el rey del calma en el este.
—¿Qué?
—Es-te... Rey -del- cal-ma.
—Ven aquí —pide— Déjame besarte.
Mi corazón late de prisa cuando hago lo que pide y mis labios se encuentran con los suyos, juro que el choque es lo mejor que he sentido en mi vida ya que sé entre los dos hay un lazo que aunque quiera huir jamás podría romperse, mis labios se alegran de la manera en que me besa, lenta, suave y con vehemencia lo que hace que sea el mejor beso que nos hemos dado hasta hora.
—Lo que intenta decir es que te ama.
—Yo también te amo.
Vuelve a tomar mis labios sin dejarlos ir, esa es la confesión de que no me dejará, no lo hará y quizás después de todo yo tampoco quiero hacerlo.
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