Capítulo 11
Lisa
Las palpitaciones en mi sexo comienzan a ceder cuando cae a mi lado, su pelo es suave y el color de sus ojos igual, me regala un beso en los labios antes de ponerse de pies y caminar desnudo por la habitación, quedo tiesa detallando al perfecto hombre que modela por estas cuatros paredes como si nada, no hay vergüenza ni pudor.
Abro las piernas cuando veo que se asoma, la intención está clara y es que estamos aquí para follar así que follamos.
—Pensé que habría un descanso.
—Ya lo tuviste, ahora ven y follame otra vez.
—Tus ordenes son un deseo hecho realidad.
Mueve su pelo rubio hacia atrás cuando se viene sobre mi, sus labios alcanzan los míos con un beso lleno de furia y deseo, mi cuerpo reacciona entregándole todo lo que tengo.
Sus ojos encuentran los míos luego de morder mi labio como si no fuera nada.
—¿Ya no sientes miedo? —inquiere cuando se introduce.
—¿Miedo de qué? ¿Acaso no ves que ya soy una mujer?
—Eso queda bastante claro —jadea tomando mi cuello, cierro los ojos ante la sensación de apriete y sus estocadas, esto es otro nivel que no había vivido antes, su cuerpo es un deleite a la vista de cualquiera, la manera peculiar que tiene de follarme, el que haga que no me preocupe de nada cuando estamos juntos y el como mis neuronas ceden totalmente ante él.
—Si sigues así me romperás el cuello —comento cuando su fuerza aumenta pero continúa como si nada, el sexo se calienta a un nivel superior, la forma en que lo mete y saca de manera seguida me lleva a ver las luces que quiero ver todo el día.
—Así es como una mujer debe ser follada.
—Por eso eres el que está en mi cama.
Confieso cuando me contraigo, su verga permanece dentro hasta que ya no, me desespero cuando la saca para empezar a lamerme.
Sostengo su cabello estrellándolo más a mi sexo, aprieto las piernas y me mojo más en su boca.
Respiro lento con los ojos cerrados, siento que toma mis tobillos halándome fuera de la cama.
—Abre los ojos Lisa.
Hago lo que dice encontrándome con su erección, se sostiene el crecimiento dejándome ver la punta rosa que resalta, me muevo hasta salir por completo y hallar la posición más cómoda para estar.
—Abre la boca.
Pide masturbándose.
—Quiero venirme en tu lengua.
Confiesa con todo ese morbo que brilla en sus ojos, su figura frente a mi se impone, me mantengo de rodillas frente a su hombría hasta que la traigo a mi boca donde la chupo y lamo como puedo.
—Eres una niña buena.
Balbucea cuando tomo la punta.
—Enorgulléceme.
Toma mi nuca llevándome contra él justo como lo hice minutos antes, escucho sus jadeos y lo desesperado que está cuando lo dejo fuera de mi boca, se toca desesperadamente cuando sonrío y ve mis senos, me los agarro apretando mis pezones endurecidos logrando que vuelva a tomar de mi cabello haciéndome chupársela nuevamente.
—Ohhh —suelta un largo suspiro cuando se viene.
Me pongo de pies hasta sus ojos limpiando mi boca, me ve en silencio con el pelo rubio pegado a su frente, se lo muevo y retrocede unos pasos hasta sentarse sobre la cama, me detalla de pies a cabeza sin decir nada, la habitación es un desastre desde nuestra llegada y la verdad no me importa.
—¿Cuándo la próxima cita? —inquiero.
—Tú solo llama, me tienes más cerca que cualquiera y solo sería cuestión de minutos.
—Me han puesto el guardaespaldas equivocado.
Sonríe.
—Sabes que no es un problema.
Las piernas me tiemblan por lo que voy sobre él.
—Solo sexo.
—No eres mi tipo.
Se burla cuando lo digo.
—¿Desde cuando? —pregunta viendo mi cuello el cual me arde.
—Desde que lo decidí.
Besa mi pecho.
—De acuerdo, también ya dejaste de ser mi tipo.
Ya no quiero más tormentos, todo lo que hago parece estar mal y ya que es así al menos disfrutaré de ello como puedo y con lo que tengo.
La enfermedad de Pitt es repentina pero evito el creer que sea algo grave, Nini sabe lo que hace y seguro está más cerca de la respuesta de lo que dice estar.
Me pongo de pies caminando hasta el baño, le doy paso al agua la cual cae fría sobre mi rostro y cuerpo, busco el jabón y lo aplico, siento una mano bajar por mi espalda forzándome a llegar contra la pared.
Medio giro para verlo sobre mi hombro, se encuentra besando mi piel y se dedica a dejarme sentir como está, me toma de la cintura girándome ferozmente, sus labios se estrellan con los míos en uno de esos besos que estos días solemos darnos llenos de búsquedad y consuelo.
-Vanessa-
El gozo es pasajero pero lo vivido nadie te lo quita.
Mis pasos por los pasillos de la empresa para la que alguna vez trabajé son silenciosos, analizo uno de los últimos trabajos de mi amiga y busco a Missael.
—Vane —me llama con apuro— Que bueno que has venido.
—¿Qué sucede?
—Ayúdame con esto —me pone unos portafolios en las manos— Llévaselos tú.
—¿Yo?
—Es tu marido, no te peleará ni nada.
—¿Y por qué debería de pelear?
—Nada.
—Missael.
—Haz lo que te pido y luego te explico, aún soy muy joven para recibir un disparo.
—No digas eso así por aquí, alguien podría escucharte.
—No hay nadie aparte de nosotros, tampoco es una mentira.
—Caysen está mejorando, pronto iré a verlo y hablaré otra vez con él.
—¿Qué hay de Pitt?
—Él estará bien, aunque tal vez lo mejor sea que nunca lo sepa.
Camino hacia la oficina, abro la puerta y no veo nada.
—No está aquí, además tu trabajo debería ser otro no este.
—Prefiero este lado —dice— Es más entretenido.
—Ese novio tuyo es del piso de abajo ¿No es así?
—Tal vez Pitt no ha llegado. —me ignora.
—Nini me llamó diciendo que pasaría la noche en la finca junto a ella, algo familiar.
—Esa señora da miedo, todos dan miedo.
—Y tú me pones nerviosa.
—¿Dónde está Brad?
—No está conmigo, supongo que junto a Pitt.
—Que bueno que no vino, si no tendría que dar muchas explicaciones.
—Tampoco quería verlo.
—No te hagas, cada vez que ves que el rey islandés sonríe te dan tres paros cardiacos.
—Entonces debería traerme la maquina en la cartera.
—No hay de ese tamaño.
—No me hablemos de tamaños cuando nos refiramos a Pitt, es raro.
—¿Recuerdas que soy hombre?
—Eres mi mejor amigo.
—Eso no quita que sea hombre.
—¿Y qué hay de Lisa? ¿Está aquí?
—Pitt prohibió su entrada a la empresa.
—¿Qué pasó?
—No lo sé, pero luego de eso Pitt desapareció, además que estos últimos días no luce muy bien.
—¿También lo has notado? He intentado con remedios caseros pero no parece mejorar, su temperatura suele subir repentinamente y lo noto estar desconcentrado.
—Estrés.
—No lo sé —le regreso los portafolios— Siempre tiene mucho encima, pero aprovecharé que no está para ir y regresar.
—¿A dónde irás?
—Ya lo sabes.
Le hago una señal de advertencia, no puedo esperarme más si quiero volver lo antes posible, que Pitt no lo note será lo mejor y más con esa insistencia que se carga.
—Cúbreme.
—Ni siquiera sé de que hablas —me da la espalda— Buena suerte.
—Gracias.
—¡Vanessa!
—¿Si?
—Si a las nueve menos diez no estás aquí iré por ti.
—Lo sé.
Me retiro con prisa hasta salir de la empresa, apago mi teléfono y no sé que hacer con la sortija, camino hasta la parada del bus donde logro alcanzar uno, mis dedos se sienten fríos, veo esa cicatriz y me pierdo, no sé que hago ni a donde voy, por unos segundos dudo hasta de mi existencia y es que esta ocasión a diferencia de la última vez vengo para despedirme de por vida.
Ya no soy frágil, soy capaz de cortar si me rompen, tengo un hombre dispuesto hacer lo que sea por mi pero eso no es nada, yo soy la primera en fila de mi defensa, nadie sabe ni sospecha de lo que oculto, mis secretos, el tiempo y mi pasado.
Noto la pequeña casa amarillenta y camino hasta la puerta, la ventana está abierta más nadie responde a mi llamado, le doy vuelta al manubrio y cede, paso lentamente sintiendo un enorme remordimiento cuando lo hago, mi pecho me aprieta cuando lo primero que veo son esas fotografías sobre la pared, sostengo la pequeña que llevo en mano y mis piernas me guían hasta la sala.
Esa pequeña habitación en la que solía soñar llevándome a creer que era un castillo en vez de la prisión que siempre fue ya no existe más en mi mundo.
—Buenas tardes —digo analizando a la figura que me detalla mientras sostiene una taza en sus manos.
—Bienvenida —se pone de pies y me enfoco en la mujer peli negra que me ve como si hace años que no lo hacía.
—¿No pretendes saludar a tu madre?
—Lo hice al entrar.
—Esa no es la manera que te enseñé.
—Querías hablar así que he venido.
Mis ojos incrementan viendo como me juzga con la mirada.
—¿Hablarme de qué? ¿Del delincuente de tu marido?
El aire se me corta con esas palabras.
—Toma asiento Vanessa —pide.
—No lo haré, querías hablar y que bien porque yo también.
—Tardaste en venir.
—Tengo una vida y metas por cumplir.
—¿Y una de esas era casarte sin contarle a tu madre?
Trago pesado todo lo que se me atrabanca.
—Fue mi decisión.
—Sabía que te equivocarías, ¿Pero en serio tuvo que ser con ese hombre tan arrogante como el que vino aquí?
—¿Pitt estuvo aquí?
—Creo que así fue como dijo que se llamaba antes de amenazarme.
Entrecierro los ojos entendiendo que ignoró mi pedido y vino aún después de haberle pedido el no hacerlo.
—Me gustaba tanto cuando eras obediente.
—Te gustaba humillarme.
—¿Quieres té?
—No quiero nada de ti.
—Tú te lo pierdes.
Me molesta y duele la manera altanera en que actúa, como si no siente nada, no hay remordimiento, lástima o dolor, allí no hay nada.
—¿No tienes nada que decirme? —pregunto en un desperdicio de fuerzas.
—¿Nada?
—Acerca de como me dañaste, como lo hiciste desde el momento en nací, no te gusté y me lastimaste por ello, lo hiciste y lo tomaste como tu cobro personal, ¿Recuerdas esa vez que echaste agua caliente en mis pies por andar descalza en la casa? ¿Recuerdas la edad que tenía?
—Si tu intención es recordar los viejos tiempos toma asiento. —repite tomando un sorbo de la taza.
—No haré nada de lo que dices, ya no soy esa Vanessa, he crecido y nada de eso se debe a ti.
—¡Toma asiento! —se viene sobre mi tomando mi brazo— ¡Soy tu madre y no tengo porque escuchar lo que tienes que decir!
—¡Ahí estás! ¡Me odiaste desde el momento que me viste! —la separo de mi lanzando esa foto— ¡Ahora sé que es así!
—Tienes razón, nunca quise una hija pero ya que la tuve te di mis años y mi tiempo, te cuidé y eduqué de la mejor manera que pude, lo hice sola y sin ningún hombre que me apoyara.
—Tal vez mi padre si me hubiera querido si tú no fueras mi madre.
Se queda callada.
—Tal vez yo podría hablar de mi niñez sin tener que mentir.
Veo las viejas fotos que cuelgan sobre la pared, voy por ellas y las lanzo todas sobre el suelo.
—¡No finjas tener una familia de la cual no eres participe!
Ella se aproxima intentando levantarlas pero lo que quedan son trozos de cristal, se viene sobre mi y me voltea la cara con las dobles cachetadas que me da.
—¡Tú no eres nadie a quien deba reconocer, no lo eres! — Continua golpeando mi rostro— ¡Yo te hice y te destruiré cuando quiera!
—¡Mentira! —la empujo— ¡Mentira!
—Ahora te quedarás aquí y verás toda la miseria a la que perteneces, ese sujeto que dice ser tu esposo no es nadie como tú y esos sueños tuyos tampoco.
—¡Pitt me ama, y eso te duele porque nunca lo tuviste, mi padre nunca te amo y eso es lo que ves cada vez que me miras!
—Deja esos sueños en la ciudad niña, esta es la realidad, esta casa donde te criaste, el mundo que te mostré y el como ser obediente, escucha a tu madre y haz algo de verdad con tu vida.
—¡Hipócrita!
—¡¿Hablas de hipócritas cuando eres la culpable de esto?!
Se remueve la blusa mostrándome la marca sobre su abdomen.
—Lo hiciste y huiste, fuiste tan cobarde que te aterrorizó la idea de ver que pasaba conmigo.
Guardo silencio.
—¿Qué pasa? Te avergüenza que tu esposo sepa que intentaste matar a tu madre.
—Solo me defendí, si no lo hubiera hecho tú me habrías matado.
—Debiste dejar que lo haga, nadie lo hubiera notado.
—Mis amigos lo hubieran hecho, ellos son mi verdadera familia.
—Esas amistades de las que hablas no son más que una perdida de tiempo de lo que realmente debería ser tu punto de enfoque, creí que lo verías pero veo que sigues igual, no, estás peor. El
—Tal vez para ti, pero esas personas de las que hablas han sido mi mayor apoyo desde que recuerdo, en cambio tú estás presente en cada pesadilla o remordimiento, creí que al venir aquí te disculparías o intentarías ser buena conmigo pero tú no conoces eso. Solo quisiste convertirme en una versión desvalorizada de tu ego pero no lo lograste, yo si logré salir y ver el mundo real.
—Niña, si te pedí venir aquí es porque sabía que lo harías, eres hija mía, yo te parí y te conozco mejor que nadie, vales lo que yo diga que vales, y si digo que no eres nadie no lo eres, si digo que pagarás por hacerme esto lo harás, y la mejor forma de hacerlo es con silencio.
Va por la taza en la cual se puede ver el vapor sobresalir.
—Te confundes madre, si bien soy tu hija, soy tu semilla y aprendí de ti, nadie fuera de estas paredes sabrá lo que pasaba exactamente entre ellas pero tú y yo lo sabemos muy bien, y esa es la razón por la que cada noche te odias más a ti misma y deseas que yo también lo haga, pero no, no lo hago, de hecho te agradezco por haber dedicado esos años de tu vida a criarme y alimentarme, gracias por darme un techo y educarme, es cierto que hay muchas carencias y huecos que se quedaran sin llenar pero no importa, y eso es porque allí afuera hay gente que si me quiere y se preocupa por mi.
—Hablas conmigo de esa manera descuidada y te atreves a decir que te eduqué. Que vergüenza.
—¿Sabes? —sonrío con lágrimas en los ojos— Seguro debes estar contenta porque perdí a Anna pero aún tengo a Missa, y más importante me tengo a mi, eso que no enseñaste lo aprendí junto a ellos y estoy muy orgullosa de ello.
—Puede que eso sea porque no te conocen como yo lo hago, tanto así que si te atreves a desafiarme otra vez les mostraré a todos esto.
—Hazlo, muestrales porque yo ya no estoy avergonzada de las mías, daré la cara y veré a los ojos de los que intente juzgarme. Yo soy Vanessa Dolan, tu hija, pero Valeria Dolan ya no tiene ningún control sobre mi.
Sonríe acercándose a mi.
—¿Y qué hay de ese chico? Es lindo y joven, dudo que realmente te vaya a tomar enserio, ya te he dicho que los hombres son simples máquinas a las que no les importan las mujeres. Tu padre es el mejor ejemplo de ello en tu vida.
—No te creo, no creeré más nada de lo que digas y si es cierto que él no me quiso lo entiendo y no lo juzgo, no puedo imaginar lo difícil que tuvo que ser para él el tener que soportarte.
Agacho la cabeza cuando el calor del té cae sobre mi rostro y cuello, limpio mis ojos y la veo erguida.
—No vale la pena madre, no recibirás ninguna respuesta de mi como lo esperas —tomo la taza de su mano— Esta es nuestra despedida.
—¿Te irás otra vez?
—¿Recuerdas cuando me tejías el pelo? —sonrío sintiendo como mis labios tiemblan— Me gustaba mucho cuando lo hacías, me gustaba cuando cocinabas para mi, y nunca olvidaré esa vez que leíste algo para mi.
Limpio mi rostro, el contacto del té caliente es incómodo y pegajoso pero eso no importa.
—Lamento dejarte sola pero esto es lo que te has ganado, soy tu única hija y me duele dejarte del toda sola pero así es como me sentí cada noche que cerrabas esa puerta dejándome allí por días, solo por decirte no, no quiero madre, madre detente soy tu hija, ¿Madre por que lo haces? hasta que un día ya no hubieron más preguntas y lo notaste.
—Lo recordamos de maneras distintas —se defiende frente a mi— No soy la mala de la historia, tu padre lo es.
—No conocí a ese hombre del que tanto siempre solías hablar, no tuve la oportunidad de tener una familia como la de los demás, estoy muy lejos de poder decir que soy como ellos pero él no era quien me golpeaba, no estuvo presente para eso, en cambio tú si.
—Yo no...
—He contado tantas historias falsas sobre ti, —veo la taza amarilla en mi mano mientras siento como mi rostro no deja de humedecerse, respiro hondo y la veo— Incluso a mis amigos, pero la próxima vez que vuelve a mencionarte lo haré con esa historia que una vez te atreviste a contarme, eso me hizo tan feliz, por primera vez sentí que tenía una madre.
Exhalo.
—Hace poco fue mi cumpleaños número veinte cuatro, ¿Lo puedes creer? —sonrío apretando la porcelana entre mi mano— Ya soy una mujer, y una mucho más fuerte de lo que crees.
—Sé que eres fuerte —murmura tomando la taza de mi mano— Si eso es todo lo que tienes que decir ya vete — su vista se mantiene sobre el suelo cuando su voz se escucha lenta y delgada.
—Me voy —sonrío por última vez para no llorar— Por fin me voy madre.
Su rostro se arruga antes de darme la espalda, mantiene la porcelana en su mano y se agacha tomando los trozos que yacen sobre el suelo, siento un impulso de ayudarla pero me detengo, le doy un vistazo a la casa y suelto todo el aire que hay en mi.
Aquí dejo esas pesadillas que me han atormentado por años, la marca sobre mi mano solo es muestra de que puedo, sé que puedo y juro que no me volveré a detener por nada.
Cierro la puerta tras mi salida con el corazón en las manos, me recuesto de la madera cerrando los ojos, mis manos se esconden en mi cabello recordando la primera vez que decidí salir por esa misma puerta tan decidida a comerme el mundo y no el a mi.
Camino por el pueblo el cual se siente tan desconocido, desconozco cuantas veces pude moverme antes por estas calles, busco alguna parada de buses el cual abordar y doy con uno.
Mi cabeza cae sobre el cristal de la ventana.
Sé muy bien quienes siempre han sido mi familia. <<Mis amigos>>
〰️〰️〰️〰️〰️〰️〰️〰️▪️〰️〰️〰️〰️〰️〰️〰️〰️
Veo a Missael estar de pies frente al portón de la casa, bajo del auto y corre hacia mi abrazándome tan fuerte que me devuelve el calor del cuerpo y la vida.
—Estás bien princesa, ya estás bien.
Mis lágrimas no se reprimen, el sufrimiento me inunda cada vez más, décadas de soledad, frío y llanto, cicatrices que jamás podré borrar, una madre a la cual quiero a pesar de cualquier cosa que pudo hacer contra mi.
—Estoy aquí contigo —repite una y otra vez buscando calmarme cuando lo sujeto con todo lo que tengo.— Prometo que siempre estaré contigo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro