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Capítulo 29

El amor.
Cómo podría yo definir esta emoción que me tiene fuera de órbita.
Por un lado estoy feliz de haber hecho las cosas correctamente para que en estos momentos esté decorando la habitación de nuestro hijo.
Giovanni habló con sus padres contándoles la noticia.
Al parecer, su cabezonería seguirá vigente mientras vivan.
Ninguno de los dos han abierto su boca para dirigirse a mí.
Aunque sigo pensando que no me gusta esta situación, ya todo me da igual.
Giovanni me hace feliz todos los días. Llevamos más de seis meses viviendo juntos y en todo momento se preocupa por mi estado y el de bebé para que nada nos falte.
Debido a mi maternidad, tuve que darme de baja en el trabajo. Para mí sorpresa, Flavio trabaja junto a su sobrino al frente de la cadena.
Las cosas han comenzado a mejorar durante estos meses entre su tío y yo.

Sé por lo que me dice Giovanni que sus padres están muy contentos con la llegada del nuevo miembro Ferretti. Pero siguen sin bajarse del burro.
En ningún momento me han llamado para preguntar por mí, al parecer las cosas no van a mejorar y eso me afecta de alguna manera. Tener presenciar como Giovanni trata de hacer todo lo posible para que ellos me conozcan.
Lo único que puedo hacer, es guardar silencio y dejar que ellos hagan lo que crean necesario y lo más correcto.
Mientras tanto, yo sigo saboreando el sabor dulce de la felicidad, compartiendo esta experiencia junto a las personas que me rodean y me quieren.

Estoy que aún no me lo creo que al fin mi vida haya tomando el rumbo que tanto he deseado.

En estos momentos me encuentro preparándome para asistir a la boda de Dania y Nahuel.
Después de haberla cancelado en dos ocasiones, al fin Dania va a vestirse de novia para unir su vida con el hombre que la quiere y la hace feliz además de hacerle un panzón.
Pues sí. Dania volverá a ser madre, aunque está de poco tiempo ha decido casarse si no va hacer el bebé la comunión y aún no se ha casado.
Yo también me encuentro preparando mi boda, aunque antes estamos preparando la llegada de mi hijo.

Detrás de mí se encuentra Giovanni, él como siempre luce tan sexy con un traje gris, camisa blanca. Claro como no tiene este pedazo de tripa que me impide caminar bien y hace que vaya al baño cada dos por tres y tenga molestias.

— Estás preciosa, mi amor. -
— Me voltea para besarme mientras posa sus manos en mi vientre.

-—Eso lo dices porque sabes que las hormonas me dan por golpear.

-— Lo digo porque te amo, porque soy demasiado feliz para ver qué no luces radiante e incluso estoy celoso.

-— ¿Enserio? ¡Venga ya! ¿Tú me has mirado bien?

-— Te miro, eres tan perfecta, me tienes muy hechizado y enamorado. Y por supuesto estoy deseando de tener a nuestro hijo en mis brazos. Es el mayor regalo que me vas a dar Meri. Por eso hago lo posible porque estés contenta, enamorada, enfadada, sonriendo, llorando...todas tus emociones anhelo que las compartas conmigo. Eres mi mujer y te amo.

-— Lo sé. Si no fuera por la manera tan peculiar que tuviste de pedirme en matrimonio.

—- ¿Aún te acuerdas? Te avisé que sería toda una sorpresa.

-— Sí ya te digo que sorpresa me diste. Pero... ¿el anillo pa' cuando?

-— Tranquila mi amor todo a su tiempo. Ahora si estás lista vayamos a casa de Dania, sabes que el padrino debe asistir junto con el novio.

Giovanni apoya su barbilla en mi hombro mirándonos en el espejo. Un reflejo que me devuelve la realidad de todos mis sueños.
¿Quién me hubiera dicho que acabaría enamorada y esperando la llegada de mi hijo con tanta felicidad?

Con la ayuda de Giovanni vamos hacia la casa de Dania. Él tras saludar a Dania y algunas amigas se marcha para la casa de Nahuel.
Después de todo lo sucedido entre ellos años atrás. Nahuel dio el paso de hablar con Giovanni y ambos volvieron a ser aquellos buenos amigos que fueron de jóvenes.
Retomaron su amistad y ahora cada vez que nos juntamos para cenar ambos hablan de paternidad y de fútbol para no variar.

Yo miro sentada en un silla, debido a las molestias que siento por él embarazo a mi amiga cómo la terminan de peinar y maquillar.

-— Te ves hermosa Dania. Al fin, vas a cumplir tu sueño de casarte con el hombre que amas.

—- Meri, aún no me creo que todo esto me esté pasando. Mi primer matrimonio fue un fracaso, después la perdida de Jared fue un golpe duro. Pensé que jamás me pasaría algo bueno.

-— Pues sí nos pasa cosas buenas amiga del alma. Hoy vas casarte con un hombre que durante todo este tiempo ha demostrado que te ama a tí y a mis sobrinos. Por cierto donde paran.

—- Están con Nahuel. Han dicho que me esperan en la iglesia. Meri, estoy muy nerviosa, y espero no vomitar lo que dure la ceremonia.

—- Tranquila amiga, solo reza para que no sean gemelos de nuevo.

—- Vaya ánimo que me das. Pero sabes, me da igual si viene uno o dos. Los querré igual. Además Daniel y Pablo están felices por la llegada de su hermano o hermana. Y yo también. -— Dania deja caer una gota de la emoción.
La abrazo en silencio sabiendo por todo lo que le ha tocado vivir, ya es hora que tenga algo de felicidad y alegría en su vida.

Con la ayuda de mi madre y otra chica, Dania se pone su vestido de novia.
El vestido se lo ha diseñado mi madre, es sencillo, de tirantes de encaje y un bordado, entallado haciéndole una figura preciosa, disimulando su tripa, aunque esta de pocas semanas, luce muy guapa.
Todas sonreímos felices por el momento.
Con su ramo de flores en la mano y acompañada por nuestras amigas salimos hacia la calle donde en la puerta hay un ramo de flores de rosas blancas con una nota.
Dania se agacha para recoger las flores, las huele y seguido lee la nota.

«Hoy es un día muy especial para los dos.
Recuerdo el día que nos vimos por primera vez donde volando te miré a los ojos, después tú rostro quedó grabado en mi memoria.
Te conocí y supe que eras tú la mujer por la que debía luchar.
Eres mi alma gemela, una adicción y quiero más de tí. Necesito que estemos juntos para poder demostrarte cuanto te quiero»

Nahuel.

Ella sonríe enseñando la nota. Roja como un tómate y emociona sube al auto que nos llevará hasta la iglesia donde le espera su amorcito.

Durante el trayecto vamos bromeando sobre mis malestares. Incluso me atrevo a decir que pueda que me ponga de parto.
Dania grita tapándome la boca para que no la gafe el día de su boda.
Yo no lo puedo evitar y me da por reír.

Al llegar a la iglesia, Dania con la ayuda de mi madre se da los últimos retoques antes de entrar en la iglesia.
Yo, como su madrina voy al lado suyo.
Pasamos a la iglesia donde están algunos invitados.
Ella camina sin dejar de sonreír hacia el altar donde le espera de pie derecho con un traje de tres piezas negro Nahuel mirándola de arriba a bajo brillando le sus ojos.
Nada más verla, Nahuel la besa diciéndole algo al oído.
Yo me pongo al lado de Giovanni bromeando con los gemelos.

—- Tía Meri, mi mamá está muy guapa. -— Me dice Pablo dándome un beso.

-— Lo está cariño. Ahora calladitos y no hagáis una de las vuestras. —- Regaño a los gemelos que al parecer no pueden verse quietos ni un minuto. Han apagado la luz de la vela que ha encendido el cura tres veces.

Después de dar las bendiciones el cura, la ceremonia da comienzo.
Para la gran suerte de todos, la ceremonia ha ido muy bien y ha sido muy hermosa.
Dania y Nahuel por fin son marido y mujer.
Me siento muy contenta con mis amigos. Sobre todo con Dania, al fin ha podido casarse como Dios quiere y manda aunque haya empezado la casa por el tejado como yo. Pero eso no tiene mucha importancia, lo más importante es que de su rostro se puede apreciar un derroche de felicidad, dejando atrás un largo camino de lágrimas que solo Nahuel con su amor y paciencia ha sabido ofrecerle borrando de alguna manera ese sufrimiento marcado en el lado izquierdo de su pecho.
Ahora eso corresponde al pasado.
Lo importante es el momento tan especial que estamos viviendo en estos momentos.

Mierda. Me caí justo cuando iba a bajar el último escalón.
Varias personas vienen a mi auxilio.

-— Meri, hija estás bien. -— Mi padre es el primero que me ayuda a levantarme.
Después acude Giovanni, preocupado me dice que vayamos al hospital.
Niego con mi cabeza. Me duele el culo, pero tampoco es la cosa para tanto. El bebé sigue dentro y no creo que tenga ganas de venir tan pronto al mundo aún falta cuatro semanas para que nazca.

Al final logro convencer a todos de que me encuentro bien y tras el susto nos vamos hacia el salón de bodas donde dará comienzo la celebración.

-— Meri, te encuentras bien. Necesitas que te lleve a un médico. -—Giovanni se muestra preocupado, de hecho, no me suelta la mano y ha dejado que sea mi padre quien conduzca.

—- Que estoy bien cansino. Solo me duele aquí abajo por las molestas del embarazo, pero eso es normal. Tranquilo que nuestro hijo vendrá al mundo a su tiempo.

-— De acuerdo, cual malestar tengas házmelo saber, por nada del mundo deseo que les pase nada. Si algo te ocurre a ti y al niño, pienso que moriré de tristeza.

-—Y yo que pensaba que me ibas a seguir. Anda que...Como para confiar una en los hombres. Prometen, prometen hasta que la meten, cuando se metió, se acabó la promesa. Tenía que haber hecho caso a mí abuela. La cual llevaba más razón que un santo.

-— Pero bien te gusta. No lo niegues. -— Con su mirada pícara, Giovanni me besa con esa dulzura que tanto me atrae de él y me hace enloquecer en todos los sentidos. Si no fuera porque dentro tengo al segundo Giovanni, vamos, este se iba a enterar.

Llegamos al salón de bodas, los novios aún no llegan se encuentran atendiendo a más invitados.
Tomo asiento en una silla, me encuentro cansada y con bastante dolor en mis partes bajeras.
No sé pero me da la intuición que me voy acordar de la boda de mi amiga.

Los novios llegan, todos los invitados les aplaudimos gritando «viva los novios». A continuación, alzamos nuestras copas para brindar por su felicidad.
Se besan apasionadamente, a mí me da cada vez el dolor más fuerte. Intento no quejarme, no quiero estropear el día a mi amiga.

Continúo comiendo y celebrando junto a mi familia y amigos a pesar de no encontrarme muy bien que digamos. Trato de disimular mi malestar yendo y viniendo al baño.

-— Voy al baño. -— Le digo a Giovanni.

—¿Otra vez? -— Pregunta asombrado.

-— Es que tengo el muelle flojo. Ahora vengo.

Camino a paso de tortuga hasta el baño. Por el camino me encuentro a Dania que también va al baño.

-—¿Otra vez vas al baño? Le voy a tener que decir a los camareros que te sirvan la comida en el baño.

-— Ya ves. Estoy hecha una meona. El caso que me duele mucho en mis partes bajeras. ¿Crees que esto es un signo de que va nacer antes de tiempo?

-— Tranquila Meri, eso es normal, piensa que el bebé se va haciendo mayor y las molestias son mayores también. Si te sirve de consuelo, te esperan las peores semanas.

-—Pues vaya ánimos que me das. La próxima vez ni pregunto.

Pasamos al baño, para mí mala suerte tengo que esperar.
Mientras hablo con Dania noto de pronto un líquido recorrer mi pierda. Comienzo asustarme, a lo primero pienso que me orino encima. Pero no, es que he roto bolsa.
Me asusto mucho, tiemblo a pesar de que las mujeres que se encuentran en el baño tratan de tranquilizarme.
Para mí suerte, una mujer mayor ha sido enfermera. La mujer habla conmigo muy suave y despacio intentando de que no me asuste.
Mientras tanto, Dania me agarra de la mano hablándome para que se me pase el susto que tengo en el cuerpo.
En lo primero que pienso es si le va ocurrir algo malo a mi bebé.
Lloro del mismo pensamiento.

-— Tranquila Meri, nada os va ocurrir a ti y al bebé. Ahora mismo te vamos a llevar a un hospital para que te atiendan.
Voy a avisar a Giovanni.

-—Dania no me dejes sola por favor. No quiero que te vayas.

-— Está bien, no me moveré de tu lado. -— Dania cumple con su palabra.
A pesar de haber preocupado a todos los invitados, y haber interrumpido la boda de mi amiga. Ésta no duda en subir en la ambulancia conmigo sin soltarme ni un momento de la mano.

-— Lo siento Dania. Te he estropeado tú boda.

-—Tranquila Meri, de todas formas pronto se iba a terminar. Ahora lo más importante es que todo salga bien.

-— Pero yo...

- —Meri, te acuerdas cuando yo tuve a los gemelos. ¿Quién sostuvo mi mano mientras me hacían la cesárea para traer a mis hijos al mundo? Esa persona fuiste tú.
Tú estuviste a mi lado cuando no tenía a nadie. Y fíjate por donde, me alegro de ser yo quien te acompañe hasta el hospital y ver a tú hijo de nacer.

-— Gracias Dania. -— Lloro al recordar como fue aquel día.
Como me armé de valor y acompañé a mi amiga en todo momento hasta que salió del hospital. Y ahora la historia se ha vuelto a repetir.

Nada más llegar al hospital, Dania aún vestida de novia pasa conmigo para hacerme algunas pruebas. Habla con los médicos hasta que comienzan a llegar los demás.
Según los médicos, mi hijo deberá nacer mañana al no tener contracciones, me tendrán que provocar el parto.
Estoy asustada, para que negarlo, pero verme rodeada por mis padres, hermano, Giovanni, Dania y Nahuel hace que pueda cerrar los ojos y calmarme algo, no mucho porque siento pánico de pensar en cómo será mi parto.

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