Capítulo 25
Preocupada, molesta, alterada... En verdad no sé cómo me siento en estos momentos, solo sé que tengo una presentimiento y algo me dice que nada bueno va salir de toda esta historia.
Había quedado con mi padre para que me acompañe a el hospital.
Una vez que llegamos al hospital que me dijo Flavio que se encontraba su cuñada ingresada.
Preguntamos en información por su habitación.
Cuando la enfermera nos da la información, nos montamos en el ascensor hacia la planta donde se encuentra hospitalizada Lorenza.
— Papá, estoy que no me cabe la camisa puesta. Tengo miedo de que algo vaya ha suceder entre yo y Giovanni.
— Hija, deja de preocuparte, verás como todo va salir bien.
Asiento con mi cabeza, pero no me puedo quitar mis malos pensamientos de mi cabeza.
Camino al lado de mi padre hacia la habitación de Lorenza.
Antes de llegar nos topamos con Alonzo.
La enemistad que nos tenemos es palpable.
Mi padre, se presenta extendiéndole la mano, a lo que el muy bastardo ni se la estrecha.
Ese gesto tan feo me pone enferma.
— ¿Qué haces aquí? Acaso no te ha quedado claro que no eres bien recibida.
— Esto es un hospital y vengo a ver ha Lorenza. — Pronuncio entre dientes.
— Vete, aquí no pintas nada.
— Mi hija no es ningún instrumento señor. Y ella ha venido a visitar a su esposa, por lo cual estamos en un lugar público, usted no es quien para que la eche. — Mi padre se pone delante de mí.
— Usted, su padre. Qué clase de hombre carga con la hija de otro y más sabiendo como es Rosella.
— Escúchame con atención. No voy a permitir que le falte el respeto a mi familia. Yo al menos sé lo que es querer a un hijo aunque no lleve mi sangre, como también sé ver el lado bueno de las personas porque no soy un miserable como lo eres tú.
Lo que te falta de humildad te sobra de soberbia.
Sin añadir más, mi padre me agarra por la muñeca y tira de mí molesto y enfadado.
Ya en la calle, mi padre suelta la bomba.
— Meri cariño, yo siempre voy a respetar tú decisión.
Si en verdad amas a Giovanni, yo también seré feliz si tú lo eres. Pero su familia no me cae nada bien y tampoco voy a consentir que te lastimen. Eres mi hija, te adoro y te quiero mucho como para entregarte a una familia de déspotas.
— Yo...En fin solo me queda ver lo que hace Giovanni.
— Meri, aunque lo ames, recuerda lo mucho que vales. Las lágrimas no deben afligirte, si no limpiar tu rostro para que veas la realidad y la aceptes.
— Lo sé papá. — Abrazo a mi padre orgullosa por tener un padre como el.
Comenzamos a caminar hasta el aparcamiento cuando me quedo pegada al suelo.
Desde lejos veo a Giovanni hablando con Arabela.
En ese momento, saco mi teléfono y grabo la escena donde se ven que están hablando y acaban abrazándose.
Me quedo helada, fría como un congelador por haber presenciado como el hombre que amo abraza a otra.
No soy celosa, pero tampoco estúpida.
Mi padre me rodea por mis hombros haciendo que camine hasta el auto.
Mientras mi padre conduce en silencio yo no paro ver el vídeo preguntándome porqué.
¿Porqué Giovanni no me ha contado nada sobre su madre?
¿Porqué Arabela si lo sabe?
¿Porqué estaban juntos, cuando se suponía que debe apoyarse en mí, confiar en mí?
— Hija, ¿Te encuentras bien?
— Papá, ¿Qué hago? — Estoy confundida, paralizada, sorprendida y hasta el moño de que siempre Giovanni haga lo mismo.
— Sigue a tú corazón, y haz lo más conveniente para tí.
— Lo siento papá, pero no voy a escuchar a mi corazón este viaje, ya le puesto un esparadrapo para que no hable. Está vez seré Merinda Camparo Montinelli, una señorita con buenos modales pero con un vocabulario de albañil enfadado.
Me despido de mi padre volviendo a mi trabajo.
Entre reuniones, charlas con antiguos compañeros...se me pasa el día hasta que llega la tarde y pongo fin a mi trabajo.
Me encuentro recogiendo mis cosas, cuando veo una sombra.
— ¡Qué susto! — Con mi mano en el pecho veo Giovanni parado en mitad de la oficina.
— Meri, siento mucho no haber respondido a tus llamadas, es que me encontraba en el hospital. Mi madre le dió un infarto y afortunadamente está fuera de peligro yo estoy muy mal.
— Me alegro de que esté bien tú madre. Y tú puedes tomarte unas vacaciones si lo necesitas.
— Meri, vengo a decirte que debo volver a Nápoles. Será un viaje de unas semanas, hasta que vea que mi madre se encuentra bien, regresaré de nuevo a España.
—Mira Giovanni, cara de estúpida no tengo y que me la veas me da más coraje aún. Tú madre lleva ingresada cerca de una semana y ahora vienes tú con estas.
— ¿Lo sabías?
— Trabajo como periodista, las noticias vuelan. Y sí, estuve en el hospital para ver a tú madre, fue tal el recibimiento que me dió tu padre que no quise volver a insistir.
Y para rematar, te vi con Arabela. Bravo Giovanni, según tú soy la mujer que te hace feliz en la cama, porque de otro modo no sé cómo me ves. Estúpido. — Masculló entre dientes sintiéndome cada vez más enfadada.
— No te lo dije antes porque necesito encontrar la solución para que mi familia te acepte. Me siento muy mal Meri, hasta culpable de ver a mi madre tirada en una cama del hospital.
— Eres más tonto que darle a un padre con un calcetín sudado. ¿Enserio te echas la culpa de que tú madre le haya dado un infarto?
Por favor Giovanni, sé más inteligente.
Según tú padre nunca me van aceptar porque no soy ese tipo de mujer que se calla y otorga todo.
Ese es el prototipo de mujer que quieren para ti. Para caer bien a tus padres hay que ser una modorra, no una mujer independiente. ¡Venga ya!
Están locos de verdad y tú más por hacerle caso.
— ¡Basta ya! ¿No crees que ya tengo suficiente con lidiar con ellos que tú también me culpas de todo?
— Ey, yo no te culpo de nada. Simplemente te estoy diciendo que tienes menos luces que un candil.
— No se puede hablar contigo. Al parecer yo soy el tonto, el que no sabe hacer nada el que está enmedio de todo este conflicto y el que culpan de todo.
En ese momento veo como Giovanni se derrumba.
Rodeo mi escrito y voy hacia donde ese encuentra sentado afligido.
Tomo asiento en un apoya brazo del sillón. Pongo mi mano derecha en su hombro, respiro hondo antes de expresar lo que mi boca va pronunciar y mi corazón va tener que soportar.
— Giovanni, antes de nada yo no quiero ser motivo de discursión, mucho menos pretendo de que te pelees con tu familia por mi culpa. Soy entendedora como la familia está por encima de todo. Aún así, no debiste hacerme a un lado en tus problemas, sino debiste apoyarte en mí.
Tus problemas también son los míos, y jamás te dejaré solo.
Me ha prestado muy mal el que Arabela sea quien te consuele mientras a mí me mantienes al margen de todo por evitar lo inevitable.
Somos pareja y debemos estar para lo bueno y para lo malo.
No obstante, quiero decir que así no funcionan las cosas Giovanni. Si no hay confianza entre nosotros, de qué sirve todo este esfuerzo.
— ¿Qué quieres decir Meri? — Sus ojos son cada vez más tristes y cristalinos. Su boca se abre ligeramente agarrando mis manos.
Trato de ser lo más fuerte que me permite mi estado.
Lucho entre el deseo y la injusticia sintiéndome valiosa y al mismo tiempo temeraria por lo que voy hacer.
Lo miro directamente a sus ojos claros como dos gotas de agua.
Continúo hablando soltándome de su mano para levantarme y así poder recomponer me para sacar energías y dar por finalizado esta relación.
La cara de Giovanni es indescifrable, meticuloso se levanta caminando hacia mí. Extiendo mi mano haciendo que se pare.
La razón por la que he tomado esta decisión es porque no deseo para él lo que a mí no me gustaría que me hicieran.
Entiendo que debe ser duro luchar por la persona que amas y al mismo tiempo sentirte abandonado, incomprendido quizás, por tu propia familia. Yo no sabría a quien escoger, mi corazón acabaría desbordado y mi cabeza loca.
Para mí, mi familia es lo más importante: mi apoyo, mi protección. Son una parte de mí, forman parte de mi vida.
¿Cómo voy a darles la espalda aunque ame a una persona? Sinceramente, no podría hacerlo.
Y por ello, deseo romper mi corazón en dos y así estaré evitando más rompecabezas para él.
Su mirada es penetrante, triste y dulce.
Niega con su cabeza haciendo que lo mire a sus ojos.
Trato de ser más fría que un hielo, debiendo soportar el chaparrón sin paraguas.
Ya he tomado una decisión, quiero que él sea feliz.
— Meri, dime qué no amas y acabemos de una vez con todo esto. Pero no entiendo porqué tratas de alejarte de mí.
— Porque no estamos hechos el uno para el otro. Nos separan muchas cosas, y...— Mierda me he quedado en blanco. Normal si no sé ni qué mentira decirle.
— No me amas. — Su voz suena en un susurro cargado de lamento.
— A mí manera. Pero no deseo vivir siempre peleando por culpa de tú familia. A fin de cuentas, a mi me conociste en la calle.
— Meri... Dime qué debo de hacer para convencerte de que me da igual lo que digan mis padres, quiero estar a tú lado. Quiero formar una familia contigo.
— Nada. Ya no tienes que hacer nada, todo terminó entre nosotros. Lo siento, pero pienso que es lo mejor para ambos.
Cuento hasta treinta hasta que veo que Giovanni se ha marchado y por fin puedo sentarme para mirar al frente dejando caer una gota tras otra arrepentida por haber dejado ir al hombre que amo.
En estos momentos recuerdo cuando escribí sobre un artículo que decía:
Cuando ames a alguien y sientas que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificar tu esencia y hasta rogar...aunque te duela retírate, y no tanto las cosas se lleguen a tornan, sean difíciles, si no porque quién no te haga sentir valorada, quién no pueda establecer el mismo compromiso, la misma entrega simplemente, es que no te merece.
Y precisamente así es como me siento.
Esta es la moraleja de una historia de amor en la cual puse mi ilusión, me enamoré y terminé llorando para aliviar de alguna manera esta angustia que no me deja respirar.
¿Porqué no existe una vacuna contra el mal de amores?
Cómo no hay antídoto para aliviarme, lo mejor será llamar a mi hermano e ir al pub a ver a mis mozos de bailar.
Espero al menos que con dos tragos y una buena ración de vista me suba un poco la moral.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro