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Capítulo 22

Respiro hondo antes cruzar el umbral de la puerta agarrando fuerte el asa de mi maletín.
Me quedo quieta saludando al abogado y ha varios hombres más de negocios.
Acto seguido, el señor Astae, hace las debidas presentaciones.
Tomo asiento encabezando la mesa, a mi lado toma asiento mi padre.
Alzo mi barbilla volviendo a llenar mis pulmones de aire soltando el aire despacio por la nariz.
Miro uno a uno a los socios que permanecen en silencio mirándome extrañados.
Con la cara que más disfruto  viendo como se ha quedado, es la de Flavio Ferretti.
Está más soprendido que un niño viendo fuegos artificiales.
Seguido, observo a Giovanni, el cual me mira sin pestañear. Se habrá quedado a cuadros.
La reunión empieza, y yo comienzo presentándome como la señora Montinelli la nueva presidenta de la cadena.
¡Uy! Qué cara se le ha quedado a más de uno.

Miro fijamente a Flavio con un toque de odio, guardo bien en mi memoria todas sus palabras y ahora se va arrepentir de ello.
Y vaya si se va arrepentir como que mañana voy a poner cocido para comer.

Horas después, la reunión finaliza. Quedamos en mantener otra reunión en quince días, mientras tanto debo de reunirme con los regidores, productores, reporteros... Con ellos sé perfectamente que podré dar con la solución para realizar un programa adecuado y emitir las series que la audiencia busca.

Uno a uno van saliendo de la sala de reuniones, salvo los Ferretti.
Miro a mi padre haciéndole una señal de que puede irse con el señor Astae, después me reúno con él.

Una vez que nos quedamos los tres a solas, sus miradas me lanzan piedras, la mia fusiles.
Flavio es el primero en comenzar a soltar veneno por su boca.

— Quién me iba a decir que hace año, ibas a terminar siendo millonaria y presidenta de la cadena donde empezaste a trabajar como reportera.
Has subido como la espuma señora Montinelli. — Lo de "señora Montinelli" parece que lo escupe.

— En efecto señor Ferretti. Con esfuerzo y usando la cabeza todo se consigue.

— No me creo que hayas usado la cabeza para llegar hasta donde has llegado. — En ese momento es Giovanni quién le exige que retire lo dicho.
Aún así, su tío sigue dejando  entre dicho que soy una ambiciosa.

— Tío, no te permito que hables así de Merinda. Si de algo estoy seguro es de que ella consigue todo lo que se propone con esfuerzo sin depender de nadie. No trates de insinuar lo que no es. — Giovanni está parado enfrente de su tío muy molesto. Ambos se retan con la mirada, pero es Flavio quien se marcha primero.

Una vez que nos quedamos a solas, es la primera vez en mi vida que guardo silencio.
Sus ojos verdes claros siguen mirándome de una manera poco causal, consiguiendo hasta que se me reseque la boca.
Da un paso hacia adelante parándose a una distancia prudencial, ni muy lejos de mí donde nos toquemos, ni muy cerca pero si puedo oler su fragancia.

— Señora Montinelli. — Chasquea si lengua dándome la impresión que quiere decir más de lo que calla.

— Para tí soy Meri. — Me encogo de hombros sin apartar mis ojos de él.

— Estás muy hermosa Meri, y eso me deja tranquilo.

— Habla en cristiano que en chino no me entero.

— Veo que tú nueva vida te va de maravilla y eso me alegra en cierto modo.

— Giovanni, sigo siendo la misma. Aunque ahora me viste mi madre, mi personalidad no ha cambiado.
De hecho, estoy aquí para intentar solucionar este agujero y mañana mismo voy a reunirme con los empleados. Necesito ideas y pronto.

— Eres valiente, decidida y una bella dama. Te envidio Meri. Al menos tú has podido continuar con tu vida y te va muy bien.

— Bueno no voy a quejarme, pero para llegar hasta aquí he tenido que luchar mucho, llevo la ventaja por mi carrera de que sé de lo que trata el mundo del periodismo. Pero de negocios, se lo justito y por ello te pido que te quedes a mi lado. — Un momento, eso no estaba en el guión, no debí decirlo, mierda. Y ahora como salgo airosa de esta situación.

— Siempre y cuando me lo pidas permaneceré a tú lado. — Sus dedos acarician ligeramente mi mejilla, sus luceros brillan como dos farolas donde llega ha iluminar mi corazón.
Sonrío sintiéndome agraciada por el contacto de él, sus dedos se deslizan por mi cuello donde mi pulso no tarda en aumentar. Las ganas de besarlo son tremendas, cierro los ojos para poder disfrutar del momento.
Me da igual si no lo montamos aquí mismo encima de la mesa, lo quiero, lo necesito. Más porque llevo tiempo sin ver un hombre desnudo.

— Dime que aún no sientes nada hacia mi. — Su voz tranquilizadora alborota  todavía más mi pipitilla.
De verdad este hombre le da la vuelta a mis células.

Voy a responderle cuando escucho la voz de mi padre. Me recompongo rápidamente agarrando mi maletín comenzando a caminar en busca de mi padre.
También se ha podido esperar un rato más, mira que estaba yo en lo mejor.

Durante la comida comento con mi padre la reunión. Definitivamente, hay que buscar pronto una solución para atraer de nuevo la audiencia y hacer todo lo posible para que nadie pierda sus puestos de trabajo.

Durante toda la noche estuve preparando algunas ideas para ofrecerlas a los redactores, regidores... Para intentar solucionar este problema que tiene la cadena si no me veo en América.
Y como que no estoy por la labor de ir hasta otro país de mudanza.

Con los ojos como los sapos, la cara como un limón intento buscar en el espejo si esa que hay reflejada soy yo.
¡Menudo careto!
Dos kilos de maquillaje hacen su milagro haciendo que luzca como una pared recién pintada.

Una vez que estoy lista, salgo de inmediato hacia el trabajo.
Consulto la hora, anda, si he llegado diez minutos antes de tiempo al trabajo. Voy mejorando.
Ah no, es que ahora soy la jefa tendré que dar ejemplo.

Nada más entrar por la puerta, comienzo a saludar a la gente invitándoles para que asistan a la sala de reuniones donde todos me darán sus ideas llegando a un acuerdo.
Y así es como todos los compañeros se sientan en la grande mesa dando comienzo con la reunión.
Una reunión que dura horas pero va tomando forma debido a las aportaciones que hacen cada componente del equipo de redacción.
Me siento muy satisfecha por haber hecho un excelente trabajo.

Más contenta que unas castañuelas me dirijo hacia mi oficina.
Allí me encuentro con que tengo enfrente la oficina de Giovanni y al lado la del tito Flavio.
Perfecto, si no quieres chocolate, toma tres tazas.
Tomo asiento en mi escritorio, enciendo el ordenador y aparece por la puerta Flavio.
Nada más verlo me da los siete males, me levanto del sillón recibiéndolo como a un ministro.

— ¿A qué debo tú visita Flavio? — Empiezo hablando para que se vaya cuanto antes.

— Venía para felicitarte por el buen trabajo que estás haciendo.

— Gracias. ¿Y dónde está la cesta con la fruta de bienvenida?

— Quería comprobar una cosa.
Dime Merinda, cómo es que no le sacaste un céntimo a mi sobrino y te casas con un hombre millonario. Es algo que no entiendo. — Casada con hombre millonario, pero de dónde ha sacado este la información. De los tebeos de Mortadelo y Filemón.

— ¡Uy! Flavio es que una apuesta alto en la vida, y cuando el corazón se enamora, el dinero no puede comprar ese sentimiento. Y ahora sí me disculpas tengo mucho que hacer y pocas ganas de hacer nada.

— ¿Me estás echando?

— No, te pido que te vayas. Por favor.

—Aun así, sigo pensando que detrás de todo esto debe de haber algo turbio.

— Pues mira, si no tienes nada mejor que hacer, mata tu tiempo libre en hacer averiguaciones. Y ahora... ¿Puedes largarte hermoso?

Flavio me lanza una mirada negra antes de marcharme.
Acto seguido tomo asiento en mi sillón echando la cabeza hacia atrás, estoy agotada.
Por un instante, cierro los ojos  para intentar relajarme.
De pronto veo la imagen de Giovanni, dos luceros claros como un amanecer observándome con ternura, su sonrisa es contagiosa, sus dedos se encuentran con el calor de mi piel, ardo por que me toque dejándome un desfiladero de besos con sabor a tuti-fruti.

Abro los ojos y mis sueños se han hecho realidad.
Pero bueno y este por donde ha pasado.

— Gi-o-va-nni. — Balbuceo asombrada de verlo parado apoyado en el borde de la mesa con sus pies cruzados observándome de una manera tan sensual que hasta el hipo me quita.

— ¿En quién pensabas para excitarte de ese modo? — Capullo no, lo siguiente.

— ¿Yo? En nada. — Trato de negarlo al mismo tiempo que toco mi cara la cual está ardiendo.
Y no solo mi cara, cada parte de mi cuerpo grita por sentir el fuego que me ofrece el payaso que tengo parado enfrente haciendo como que no sé cree nada y encima con esa postura que me tiene.
Con la camisa entallada medio desabrochada,  el nudo de la corbata medio desecho. Está para devorarlo entero.

— Ya veo. Sabes a mí también me ocurre lo mismo. Siento que aunque esté a kilómetros de tí, o cómo ahora mismo me encuentro a milímetros de tú alma, deseo que cierres los ojos y déjame probar la dulzura de tus besos.

— Giovanni, yo... — Tengo que ser fuerte y luchar con este maldito cuerpo que se pega como un imán al cuerpo de Giovanni.
Las fuerzas comienzan a desaparecer, las ansias de dejarme llevar por él son cada vez superiores. Tanto como que me quedó quieta dejando que sea él quien me tome.
Al poder ser que me coma con patatas.

De pronto se queda parado, un silencio nos envuelve, nuestras miradas hablan por sí solas. Nos deseamos, queremos abrazarnos dando la bienvenida a este maldito sentimiento que me empuja y hace que tropiece cuando estoy apunto de hervir.
Me acerco hasta él, necesito que haga algo o no respondo.
La temperatura me sube y alguien tiene que bajarla.

— Giovanni, quiero decirte que eres de esos vicios que da gusto tener, aunque después puedan dañarme el corazón,o me quiten el sueño, tratas de enloquecer la poca cordura que tengo.

— Aunque haya pasado tiempo y no he podido conseguir olvidarte, quiero decirte que me sigues gustando aunque siga siendo como amanecer imposible.  Ahora tú tienes alguien que te da lo que yo no supe darte. No habido día que no me haya arrepentido de haberte dejado ir.

— Las cosas pasan por algo.

— Sabes, un día me dieron un consejo: Nunca dejes ir algo que verdaderamente amas.
Aquello me hizo pensar, después me cuestioné; ¿Qué pasa si esa persona no quiere permanecer a mi lado?
¿Qué pasa si lo que verdaderamente amo, ella no me ama? Entonces...¿Cómo dejar ir alguien que ni siquiera me pertenece?

En ese momento no encuentro la respuesta para decirle lo mucho que lo amo, que me aparté de su lado por que su familia es de lo que no hay. Y a pesar de amarlo, quería ser feliz.
Algo que aunque el tiempo haya transcurrido no he sido capaz de encontrar.
No niego que tengo a mi lado las personas que quiero. Pero a quién necesito, al que quiero por ser la melodía que susurra en mi silencio, por ser mi sonrisa después de un largo suspiro y por ser la realidad de todos mis sueños, no lo tengo a mi lado. Debo de conformarme con pensar en él y esperar que llegue el momento de poder realizar mis mayores fantasías.
Y al paso que voy, me van a salir telarañas.

En ese momento somos interrumpidos por mí secretaria, la cual me anuncia la tarea que tengo pendiente para mañana.
Mientras consulto mi agenda con mi secretaria, Giovanni se marcha con las manos metidas en los bolsillos mirando hacia el suelo.
Antes de cruzar la puerta, se voltea para dedicarme una tierna sonrisa, reflejo de tristeza en su mirada.

Cuando por fin me he quedado sola, vuelvo a retroceder en el momento en que he estado a punto de besar a Giovanni.
Sin duda lo amo, sí. Él es el único que me hace sentir millones de sensaciones diferentes.
Me enfada, me alivia con sus besos, me enfurece, me hacer sentir bien al apoyar mi cabeza en su hombro, me pone de los nervios, me excita tan solo con mirarme.
Para qué negar lo evidente y tratar de huir de lo que siento.

Decido marcharme para casa, estoy agotada y mañana me espera un día de locos.
Camino hacia el parking para buscar mi auto.

Antes de llegar escucho unas voces, hago oreja y por la voz deduzco que se trata de Giovanni discutiendo con su tío. ¿Quién si no?
Camino sigilosamente entre los coches acercándome todo lo que puedo para poder escuchar la conversación.
Al parecer el tito Flavio sigue erre que erre con la misma canción del porqué he ascendido tan rápido.
Para qué veas que mi madre supo encontrarme un padre millonario tonto el aba.

Me situo a unos pocos metros de donde se encuentran ellos, me agacho para no ser vista haciendo oreja.

— Deja ya todo está asunto tío. Ya conseguisteis de que me divorcie de ella, ¿que más queréis? Dejarla en paz ella no les hace nada malo.

— Te lo hace Giovanni. Piensas que no nos damos cuenta de que has empeorado desde que estás lejos de ella. Ni siquiera prestas atención a otras mujeres. Deja ya de mortificarte de este modo, ella está casada con otro hombre, no le importa tus sentimientos, deja de rebajarte y decirle que la amas.

— Di lo que quieras y opina lo que te dé la gana. Mientras tenga oxígeno en mis pulmones, le diré cuanto la amo.

—Eres idiota. No ves que estás haciendo el ridículo. Merinda no te ama, nunca lo hizo. Ella misma me lo dijo a mí cuando le hice entrega de los papeles del divorcio. Cuando se divorció de tí ya estaba liada con el que es su marido.

Me quedo pensando en toda esta conversación.
¿Pero quién es mi marido, si no estoy casada?
Sigo haciendo oreja haber si me entero.

— Conozco Alexis y él la quiere, de hecho el mismo me lo dijo. Por eso la dejé ir a mi pesar. Y ahora tío te agradezco que dejes de meterte en mi vida.

Yo alucino pepinillos. ¿Alexis mi marido? ¿Pero cuando le dijo mi hermano que me quería?
Maldita sea, tendré que tener una conversación con mi santo hermano.

— ¿Acaso no le han enseñado que espiar es de mala educación? — Mierda me han pillado.

— Esto yo...es que se me había caído un pendiente y estaba cerca de mi auto apunto de irme. — Giovanni sigue mirándome con cara de no creerse nada.

— Meri, este es mi auto, y el tuyo está por el otro lado.

— Vaya, es que son tan parecidos que me equivoco.

— Mi coche es un Ferrari y el tuyo un Mini. Y por cierto, aún debes pagarme el golpe que me diste.

— ¿Enserio? Pero si yo veo que el coche no tiene ni un arañazo.

— Porque yo pagué la factura. Me debes esa factura.

— Bueno pues dime que te debo y te extiendo un cheque. — Menuda importancia me estoy dando.

— Precisamente no estaba pensando en cobrarlo con un cheque.
Siento pena por Alexis porque es buen hombre, pero cometer adulterio no está penalizado.
Te quiero para mí una noche. — Empiezo a caminar hacia atrás sin poder creerme lo que mis oídos han escuchado.
¿Acostarme con él con todas las ganas que tengo de que me ponga mirando para Cuenca?

¡Ay señor! no tengas en cuenta mis sucios pensamientos, si no dame alas para salir pitando antes de que me dé por hacer una estupidez.
Como el que no quiere la cosa, comienzo a correr en busca de mi auto.
No sé exactamente por qué estoy haciendo esto, pero tal y como anda el patio, mejor correr antes de que el fuego acabe por abrasar me entera.





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