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Capítulo 18

Había recibido una llamada de mi hermano. No era la típica conversación mantenida entre dos hermanos. Detrás de sus palabras había sembrado mi duda.

Llego puntual a la oficina de mi hermano.
Nerviosa cruzo la puerta mirando la gran mesa que hay en mitad de la gran habitación donde se encuentra mi hermano sentado a un lado de la mesa y en frente un señor de edad avanzada.

Todo está en silencio, tomo asiento mirando extrañada a mi hermano.
Él sigue mirando al frente sin decirme nada.
Desvío mis ojos hacia el señor mayor el cual se presenta como el abogado y notario de la familia.
Me explica lo que hay escrito en los documentos. Se trata de la herencia de mi padre.
Escucho con atención al abogado, en verdad no quiero la herencia de mi padre.
Hago ademán de levantarme, entonces es Alexis quién me para dejándome fría como un hielo con sus palabras hablándome tan serio.

— Debes de aceptar la herencia Meri, así lo decidió nuestro padre. Y así quiero que sea.

— ¿Y si me niego? — Protesto.

— Meri, ¿que parte de "que debes aceptar" no has entendido?

— Alexis, yo nunca conocí a nuestro padre, por lo cual su herencia me importa bien poco. He podido sobrevivir sin su dinero durante treinta años, podré hacerlo otros tantos más.

— Merinda, eres desesperante de verdad. Luca Montinelli, tú padre biológico  te deja parte de su fortuna.
Es su última voluntad, respetarla al menos y deja de ser tan humilde y firma de una vez.

— Vale, vale. Tampoco hace falta que te pongas así.

Firmo donde me indica el abogado. Seguido lee unas condiciones y finalmente me hace entrega de la copia del testamento de mi padre donde pone claramente que soy su heredera junto a Alexis y su mujer.
Conforme con todo, el abogado me hace entrega de unos documentos donde me cambian legalmente de apellido.
Ahora ya no soy Merinda Camparo.  Desde hoy, mi nuevo documento de identidad es Merinda Montinelli De Simeone.

Siento un ligero calambre golpear mi corazón. Debido a que no me agrada demasiado llevar el apellido de mi padre biológico. Para mí, mi padre es Joaquín Camparo. Si me quito su apellido es como si estuviera olvidándome de él y todo lo que ha hecho por mí.

Nada más terminar la reunión, llamo a mi padre. Todos los días hablo con él, pero este día no le doy buenas noticias aunque él intente comunicarme con voz tranquila que he hecho lo correcto.  Es que no sé...dentro de mí existe el arrepentimiento.

— Ahora esta es tú nueva vida Meri, aprovéchala y sobre todo, siempre haz las cosas con cabeza y con los pies en la tierra, aunque te marques tus propias metas, nunca olvides quién eres en realidad.

— Papá...Parece que te estás despidiendo de mí. — Mi voz comienza a perderse en la tristeza y la preocupación de no aceptar que sea mi padre quien se aleje de mí.

— Meri, nunca  voy a despedirme de tí. Para mí siempre serás mi hija. Aquella niña que vi nacer, que sostuve en mis brazos minutos después de haberte traído al mundo tú madre. Y por eso he tratado de darte lo mejor de mí. Te quiero mucho mi princesa. Te quiero.

— Papá, aunque ahora tenga más ceros en el lado derecho en mi cuenta corriente, quiero seguir siendo tú hija. Quiero...te quiero mucho papá, no me dejes sola por favor te necesito. — Ya no puedo soportarlo más. Lloro como la niña que fui hace  más de veinte años cuando me caía y mi padre venía hasta mi con una tirita y me curaba mi herida dándome un caramelo para que así me olvidara del dolor.

— Meri, eres mi hija cariño, por supuesto que siempre estaré a tú lado. Da igual si me necesitas o no, yo siempre estaré ahí a tu lado mi pequeña princesa.

Tardo un poco en recomponer me, pues saber que aunque algunas cosas en mi vida estén cambiando, deseo que mi padre permanezca a mi lado.

Una vez terminada la reunión, me voy con mi hermano ha comer.
Durante la comida, Alexis me comenta cómo va la presentación del proyecto de mi madre. Al parecer va todo muy bien.
Más feliz no puedo sentirme. Lo peor viene cuando me da la mala noticia.
En menos de dos meses hay que lanzar los nuevos diseños.
Me quedo pensando sin dejar de mirar a mi hermano mientras él teclea algo en el teléfono.
Entonces se me ocurre una idea. Recurrir a la altillería.
Hago un par de llamadas.

En verdad, adoro a mis amigos, puedo contar con ellos para todo.
Y por supuesto están encantados de viajar hasta Milán para echarme una mano aunque sea al cuello.

Dos días después, recibo en el aeropuerto a mis amigos.
Han venido todos: Niko, Maribel, Catalina, Jorge, Nahuel, Dania, los gemelos y mi padre.
¡Ay! Qué se me salen las lágrimas solas de la misma emoción de volverlos a ver.

Nada más salir del aeropuerto todos nos dirigimos hacia la casa de mi hermano.
Allí les presento a Erika, la cual  atiende con amabilidad a todos mis invitados incluso le alegra mucho tener visitas y escuchar de discutir a lo gemelos.

Durante la cena reímos y bromeamos sobre algunas anécdotas vividas juntos. Miro con disimulo a Erika y Alexis, los cuales hablan con mis amigos con mucha familiaridad.
Dejo caer mi cabeza en el hombro de mi padre, respiro hondo cerrando mis ojitos sonriendo alegremente.
Qué esté mi padre conmigo en Milán hace que se me quiten todos los males.
Terminamos de cenar, entre todos recogemos la mesa y de paso dejamos que Erika y Joaquín hablen a solas.
Yo más o menos me huelo cual va ser su tema de conversación.

— Meri, date prisa te estamos esperando. — Catalina me llama cortándome mi momento de cotilleo.

Tomo asiento entre Jorge y Catalina para revisar los diseños ya modificados y  los cuales serán presentados en la semana más importante de desfiles de Milán, la Fhasion Week, donde se encontraban todos los mejores diseñadores con sus últimas propuestas.

Pero antes debemos de hacer una presentación.
Las mejores marcas vienen pisando fuerte y necesitamos captar su atención para poder formar parte de algunas de ellas y sacar los diseños al mercado.
Todos empezamos hablar dando opiniones.
Así permanecemos horas sin llegar a ninguna parte.
Decidimos irnos a dormir para mañana estar más frescos y seguir pensando cómo hacer el desfile sin nada.
Sí, no tenemos ni modelos. Mi madre se quedó más pobre que las ratas y todo por derrochar el dinero a manos llenas pensando que nunca se le iba a terminar.

Mientras escucho roncar a Catalina, pienso en algunas ideas.
Necesito crear un desfile nunca visto adaptándose a la demanda de publicidad.
Aquí hay que vender el bacalao como sea.

Por ello, nada más tirarme de la cama, me reúno con todos en el salón a la hora de desayunar.
Empiezo hablando como deseo que se haga el desfile. Todos me miran como si se me hubiera ido el juicio.
Observo como todos se miran entre ellos sin decir nada.
Pongo mis ojos en blanco suplicando paciencia.

— No es mala idea Meri. — Por fin alguien se ha dignado abrir la boca. Jorge me mira con entusiasmo intentando convencer al resto.

Definitivamente, a mí nada me puede salir a derechas.
Llevamos toda la mañana debatiendo sin llegar a ningún acuerdo.
Comienzo a desesperarme, ya no hablo, es que grito de la mala leche que me entra por un poro de mi piel y me sale por la boca.

Al final, agotada, irritada... Toma la palabra Nahuel y Alexis. Entre los dos empiezan a dar unas ideas muy divertidas e interesantes.
Vamos, hasta a mí me agrada la idea.
Perfecto. Ya tenemos la idea, la organización, los modelos que vamos a ser nosotros mismos, Catalina y Dania se encargan de la publicidad y yo de convencer a mi madre para comenzar con los preparativos.

Al no disponer de mucho tiempo, tuvimos que pedir ayuda al personal que trabajan en la empresa de mi hermano.
Eran...espera que las cuente...Unas tres personas.
¡Menudo ejército!
En fin, toda ayuda es bien recibida.

Con todo listo, ya solo faltaba ponerse manos a la obra y trabajar tantas horas como nos era posible para poder hacer un buen desfile y sacar adelante el proyecto de mi madre con la mira puesta para que vuelva a ser esa diseñadora con talento que fue antaño.

Había llegado la gran noche del estreno. De nervios, de pensamientos malos y no tan malos, de hacer crujir mis nudillos, de sentir el estómago como que está al revés.
Estoy tan alterada que solo pienso en negativo. Y más cuando entramos a los grandes camerinos y veo la organización y la colección  de los demás diseñadores.
Siento como si todo el empeño y el esfuerzo que le hemos puesto a todo nuestro trabajo fuese inferior a todo lo que ven mis ojos.
No lo puedo remediar, siento un grado no muy alto, tampoco bajo, de decepción.

— Meri, hija, debes de animarte, todo va salir perfecto.
Le habéis puesto muchas ganas a este proyecto, ahora toca defenderlo y luchar por conseguir el propósito por el cual habéis trabajado muy duro. Esa es vuestra recompensa.

— Padre hablas como el Papa. Pero ni yo misma me creo que esta noche vaya ocurrir un milagro.

— Yo sí. Y... ¿sabes porqué?

— Porque soy un genio y en estos momentos estoy muerta de miedo.

— Porque confío en tí y en tus amigos. Sé perfectamente que sabréis como hacer de un pequeño proyecto lograrár transmitir su energía a esas persona más que se encuentran sentadas queriendo ver el desfile.

— Gracias por tus palabras. Sabes que te quiero mucho. — Dejo caer mi cabeza en el hombro de mi padre sintiendo su beso en mi coronilla.

Minutos de después de ponerme sentimental, me reúno con mi amigos, los cuales están nerviosos y listos para hacer de modelos y presentar lo que será el primer escalón para seguir manteniendo el prestigio como diseñadora mi santa madre.
Espero que esto que estamos haciendo le abra de algún modo los ojos y al menos recapacite dándose cuenta que la gloria se alcanza con mucho esfuerzo y siempre hay que conservar al menos un pellizco de humanidad.
El problema y como la conozco como si me hubiera parido. Sé que si esto sale bien y mi santa madre vuelve alcanzar la fama, volverá a su vida y probablemente se olvide quién son las personas que en verdad la queremos.

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