
Capítulo 2
Un día estaban esperando que la profesora llegara. Melody y su novia estaban sentadas juntas como siempre y haciéndose algo de caricias. Varios de sus compañeros las criticaban en voz baja, y a otros no les importaba lo que estaban haciendo. Emilia y sus amigos se acercaron. Amanda se percató y los miraba con cara de susto.
—Parece que esa enfermedad es hereditaria —insultó Emilia.
—¿No están algo grandes para creer que esto es una enfermedad nada más porque sus papás lo dicen? —preguntó retóricamente Melody.
—Seguimos pensando así aunque nuestros padres lo digan o no —contestó Erik con altanería.
—Parece que les volvieron las ganas de molestar. A mi hermana y a Arthur ya no los molestan los otros, deberían ser igual —se animó a enfrentarlos Amanda, refiriendosé a Deborah y Carl.
—Ay sí, esos, no nos juntamos más con niñitos y tampoco vamos a aprender de alguien más chico que nosotros —dijo Simon.
—¿Niñitos? ¡Son nada más dos años más jóvenes que nosotros! —los defendió Melody.
—Ah y tampoco nos juntamos con gente que se entiende con degenerados o hijos de degenerados —agregó Emilia
—Váyanse a sus bancos o los acusamos de nuevo —advirtió Amanda—. ¿Quieren tener más llamados de atención o qué?
—Nos importa un carajo. Lo que hacen ustedes dos es peor —contraatacó Erik.
—Lo que hacemos mi novia y yo también debería importarles un carajo —los enfrentó Melody.
—¡Nooo, admite que es la novia! —se burló Emilia.
—Y qué boca sucia —agregó Simon.
—¿No te da vergüenza? —le recriminó Erik.
—Sí, somos novias, ¿qué tiene? —les hizo frente de nuevo.
—Bueno, es obvio que pienses así con la familia que tienes —dijo despectivamente Simon.
—Amanda, ¿tu tía ya sabe que eres una degenerada? ¿Alguien de tu familia? —preguntó Emilia.
—No soy una degenerada —se defendió.
—Contéstame o te pego —la amenazó.
—Le pegas, y yo te doy una patada ahí abajo.
—Qué poco femenina —la criticó.
—¡Y tú la amenazaste!
—No saben —contestó Amanda suspirando y para evitar una pelea—. Sólo mi hermana.
—Bueno, aprovechamos para decirte que no te van a aceptar —dijo Erik.
—¡Sí me van a aceptar! ¡No todos en mi familia son como mis papás!
—Pero eso no significa que te vayan a aceptar —sonrió Emilia cínicamente.
—¿En serio son novias? —preguntó una compañera sorprendida y con disgusto.
—¿No les gusta ninguno de los chicos? ¿Nadie de la clase o el colegio?
—Así no van a poder formar una familia cuando sean grandes —las criticó un compañero.
—Déjenlas en paz, no les hicieron nada —las defendió otra compañera.
—Parece que tienen gentuza a favor —se quejó Emilia.
—No seas maleducada —la enfrentó Melody.
—Tú te callas, a mí no me hables de educación.
—Ella no se calla nada; y Amanda, tampoco. Y sí, tienen gente a favor para desgracia de ustedes —se metió otro compañero. Sonó el timbre, dando por inicio la primera clase, pero siguieron discutiendo hasta que entró la profesora. Todos fueron a sentarse, menos ellos cinco.
—Se supone que deberían estar en sus asientos.
—Profe, sepárelas, son unas degeneradas —las acusó Erik.
—Y a ti te voy a poner un comunicado si vuelves a ser irrespetuoso. —Erik y los demás no dijeron más nada y se fueron resignados a sus asientos. Melody sonrió victoriosa al ver que la profesora retó a su compañero.
En el recreo siguiente, volvieron a molestar a la pareja. Estaban en el patio.
—¿Sabes por qué no te va a aceptar tu tía, Amanda? —empezó a pelearla Simon—. Porque nadie acepta a un maricón o maricona en su familia.
—Dejen de molestar a mi hermana —la defendió Lena.
—Cuidado, no te vaya a contagiar —dijo Emilia.
—Al menos Lena y Arthur son normales —agregó Erik.
—Y mi hermana y su novia también —las defendió Arthur.
—¿Me acompañan a la cafetería? Tengo hambre —los invitó Melody. Su novia, su hermano y amigos fueron con ella, pero los otros los seguían. Se les adelantaron y se pusieron frente a ellos, trabandolés el paso. Melody estaba por perder la paciencia y los miraba con cara de querer pegarles.
—Miren, yo tengo un primo que es gay —empezó a contar Emilia—. Mis tíos siempre me decían que aceptaban a esa gente, pero cuando mi primo salió del clóset, lo echaron de la casa. Ah y nadie en la familia lo acepta: ni mis papás ni mis abuelos ni yo, nadie. Y eso te va a pasar a ti, Amanda: no te va a querer nadie —dijo enfatizando cada una de esas últimas palabras.
—¿Están buscando que les rompa los dientes? —amenazó Melody apretando los puños.
—Yo te ayudo —se unió Arthur, poniendosé a su lado.
—Tranquila, Mel. Y ustedes, dejennos en paz —pidió Amanda.
—¡No nos faltes el respeto! —gritó Erik dandolé una trompada repentina, haciendolé caer un par de dientes. Amanda empezó a llorar mientras se tocaba la boca.
—¡¿Qué te pasa, hijo de puta?! —lo enfrentó Melody.
—¡¿Te volviste loco?! —gritó Lena. Los demás consolaban a Amanda y levantaban los dientes del piso. Otros en el patio también vieron lo que había pasado y algunos se acercaron.
—¡Ahora sí te las ves conmigo! —Quiso defender a su novia dandolé un puñetazo a su compañero, pero Deborah le agarró la muñeca a tiempo.
—¡Melody, no les hagas caso o te llevan a dirección a ti también! —Su amiga se calmó un poco, y todos acompañaron a Amanda a la enfermería mientras esta seguía llorando.
—¡Esto no se queda así! —los amenazó Melody, pero los otros sólo se rieron.
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