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3

         La puerta del laboratorio de Tony está entreabierta. Sin molestarse en llamar, entra. Siempre ha sido una de las estancias favoritas de su casa; había algo reconfortante en su anticuada mezcla de accesorios de hierro y metal, y en las maquinas inteligentes ayudantes alineadas a lo largo de la pared como viejas amigas aguardando su regreso.

         Un alguien corpulento y alto le da la espalda. Se vuelve a Tony, desenroscándose con la misma facilidad que una víbora de un encantador de serpientes, y le sonríe con una sonrisa fría.

         Es Fury.

         Por un segundo, algo ardiente titila en su mirada, como el resplandor de una llama atrapada bajo el hielo. Luego desaparece.

         - Buenas noches, Stark.

         Antes de que pudiera responder, otra voz contesta: Hill, que entra al laboratorio después de Tony, se ha cambiado los tacones por unos tenis. Sigue trayendo el uniforme negro, y sus labios forman una fina línea.

          -Buenas noches, señor.

         Fury avanza hacia Tony como humo negro flotando en el aire. Se detiene frente a él.

         Durante la mayor parte del tiempo trabajando con Fury, a Tony le había parecido una figura mística y medio distante para él. Stark siempre había imaginado que sería como algún agente del gobierno, con su poder independiente y misterios ocultos. No había imaginado a alguien tan directo. O serio.

         - Me has estado causando problemas, chico -le dice Fury, neutro.

         - Mi nombre es Tony -dice él-. No chico. Tony Stark.

         - El famoso integrante rebelde del equipo -repone Hill-. Eres como una espina para el director. Desobediente, igual que tu padre.

         - De hecho -replica Tony-, prefiero pensar que soy un un desobediente de un modo digno de mí.

         - Ya veo -una sonrisita curva su pálida boca, y no es una sonrisa agradable-. No toleras la autoridad, ni las reglas, igual que hacía tu padre.

         - El lacayo recibió su recompensa por haberse rebelado cuando el rey lo mandó a la horca -Fury se mantiene serio y calmado, y habla como todo un profesional-. Si desafías mi autoridad, puedo prometerte que envidiarás su destino.

         - ¿De casualidad tenía palmeras y cocos el lugar?

         - Eres realmente arrogante -dice por fin Hill-. E intolerante. ¿Te enseñó tu padre a portarte así?

         - En su presencia no -responde Stark, incrédulo.

         - Lo estás imitando. Él era uno de los hombres más asombrosos que he conocido jamás -carraspea la garganta-. Y uno de los más arrogantes y orgullosos.

         - Sí -responde Tony, incapaz de contenerse-. Me enseñó a cómo seguir cada uno de sus pasos -toma una mentita que está cerca de él-. ¿Esto estaba aquí cuando llegamos? No recuerdo haberlo visto.

         - Señor Stark -interrumpe Fury-. Estoy aquí porque...

        - Oh, yo sé por qué está aquí -continúa-. Es evidente que quieres algo de mí.

         El ambiente se siente tenso, quizá pesado. ¿Pero por qué? No era el primer regaño que recibía Tony por parte de Fury. O de la agente Hill. Al no recibir respuesta, Tony sonríe complacido.
        
         - ¿De qué se trata ahora? -parece indignarse apenas un poco, pero no pierde el toque alegre-. ¿Cuál es la misión? ¿A quién debo enfrentarme? ¿A qué organización hay que detener?

         - ¡Stark! -dice el comandante en voz firme-. No es nada de eso.

        Se queda callado unos segundos y ambos terminan recibiendo toda la atención que esperaban.

        - Después de ver tus... Actitudes -prosigue-. He decidido emparejarte con alguien que te controle hasta que aprendas a ser más disciplinado.

        - Espero que sea Bruce -añade-. Él y yo nos llevamos muy bien.

        - Después de haber seleccionado a todos los candidatos mas aptos para ti -añade Hill-, llegué a la conclusión de cuál sería tu cumpañero.

         - ¿Y quién es?

         - Lo sabrás pronto, querido Tony.

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         - Sabía que eras tú.

         - Ni si quiera yo tenía idea -deja caer su mochila en el suelo-. Pero tienen razón; alguien debe disciplinarte de una manera u otra.

            A su compañero le lucían bien los jeans oscuros y nas chaquetas de cuero color cafés. Incluso Tony no había podido descifrar el por qué esos colores le lucían tan bien.

         - ¿Y cómo funcionará esto? ¿Donde está Pepper?

         - Estaré contigo. Aquí. Viviendo bajo tu mismo techo -explica-. Hasta que logres demostrar capacidades de obediencia y disciplina.

         - ¿Seré como tu nueva mascota o algo así? ¿Vas a entrenarme y a domarme?

         - Yo no diría domar -corrige-. Usaría el término corregir.

         Saca de su bolsillo una caja plateada de metal. La abre y se la ofrece a Tony; dentro, hay mentitas.

         - Somos equipo, Tony -le explica-. Debemos aprender a trabajar como tal.

         Dentro de la cabeza de Tony, nadan pensamientos de que nada de eso iba a funcionar, y que era una pérdida de tiempo. Se encuentra disgustado y molesto por la asignación de un niñero.

         - Vamos, Tony. No será tan malo.

         - Eso espero, Rogers.

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