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|19| Final. Parte uno

Dan capturó a Sam de manera instantánea, tan rápido que nadie tuvo el tiempo suficiente para siquiera reaccionar. En ese momento el mundo entero se detuvo, y con ello su vida también. Todos fueron testigos de cómo Dan, el desquiciado fantasma, se elevó por el aire con ella en brazos. Y, sin embargo, nadie fue capaz de hacer nada. Danny continuaba luchando contra él mismo para recuperar el aliento, mientras que Casper permaneció inmóvil y ajeno ante cualquier hecho. Sam iba a morir, estaba segura de ello. Es decir, seguiría viva, pero su ADN estaría fusionado con el de Dan. Seguiría viva, sí, pero ya no sería como ella misma. Sam sintió todo el temor acumularse y agolparse de manera violenta en todo su cuerpo, que fue imposible ocultarlo. Comenzó a gritar y las lágrimas brotaron por sí solas por sus ojos. No lloraba por morir o por volverse fantasma, sino que lloraba por lo que sea que fuera en lo que se convertiría ahora, por todas las atrocidades y homicidios que podría cometer al hacerse una con Dan. Eso la aterraba. De verdad que la aterraba.

Y como si Dan realmente pudiera leerle el pensamiento, sonrió victorioso. Voló rededor de la máquina que había construido Casper, examinando detenidamente que todo estuviera funcionando en perfecto control. Luego, desató el nudo de las cuerdas que sujetarían las extremidades a la mesa vertical, que estaba destinada para Danny en un principio, y antes de amordazar a Sam, se permitió el privilegio de burlarse en su cara.

—¿Tienes miedo, querida novia?

Sam, entonces, vio el temor transformarse en asco. Frunció el ceño e intentó patalear, haciendo un esfuerzo por reunir todo el coraje que aún guardaba, a pesar de que las lágrimas continuaban saliendo de forma involuntaria.

—N-no te confun-das. ¡Agh! Maldita sea —bramó con dificultad. Dan era muy poderoso. No era necesario que aplicara fuerza, sus dedos sobre sus brazos ya le hacían bastante daño—. Yo nunca fui tu novia.

Fue como un susurro, pero lo suficientemente fuerte para que Dan enfureciera por segundos donde Sam creyó que la mataría antes de usar su cuerpo; lo notó porque comenzó a apretarla con tal violencia que podría fracturarle los huesos en un santiamén.

—Tienes razón —habló lentamente, saboreando una a una sus palabras. Sam lo vio directamente a los ojos, y el miedo la volvió a asechar. Su voz, su maldito tono tan sereno, no combinaba con las facciones desquiciadas de su rostro fantasmagórico—. Es verdad que cuando fui adolescente nunca tuve el valor de confesar mis sentimientos. Entonces moriste por mi culpa, junto con Tucker, mi hermana y mis padres. Y todos esos sentimientos inútiles también lo hicieron. ¡Y mírame bien! Pude volverme invencible —tomó el mentón de Sam para obligarla a enfrentarlo—. El futuro sí que es impredecible. Ahora que soy incapaz de sentir nada por ti, vieja amiga, nos convertiremos en un solo ser. ¿No te causa gracia? Porque creo que es un final ejemplar.

Sonrió diabólicamente, y pudo jurar que las cuencas de sus orbes se volvieron todavía más rojas, si es que eso era posible. Sam guardó un silencio profundo, a punto de resignarse a un cruel desenlace. ¿Todo terminaría así? Prefería ser ella y no Danny, por su puesto, pero no desmentía que estaba horrorizada. Si hubiese sabido que todo acabaría de esta manera, honestamente, elegía no recuperar su memoria y vivir una vida tranquila rodeada por las vacas y el insoportable olor a estiércol, muy propio del rancho de Casper en Ghost City, aunque nada de eso fuera real.

Pero se sintió tan tonta por pensar así.

Despajando aquellas ideas absurdas, entornó una vez más la mirada y vio a Dan recobrar su porte serio y dominante, llevándola hacia el interior del contenedor. 

—¡SAM!

Escuchó su nombre fuerte y claro, pero cada vez más y más lejano, hasta que se volvió hacia la nada. Sin color, sin ruido, solamente llena de pavor y de una incertidumbre monstruosa.

Dan sonrió altanero, ignorando todos los llamados desesperados. Sam cerró los ojos.

—¡SAM!

—¿Qué demonios...?

En ese momento, Sam dejó de sentir presión sobre ella y volvió en sí para darse cuenta de que el fantasma la había soltado abruptamente. La chica separó los ojos con verdadero asombro, y su corazón latió con prisa al escuchar nuevamente aquella voz llamándola. Al principio se vio incrédula y perpleja, no obstante, pronto se llenó de una nueva esperanza. Sam observó a Tucker posicionarse frente al enemigo y dispararle un rayo de energía entorno a las muñecas, ocasionando que Dan bajara la guardia. Grave error.

Sam no tuvo que pensarlo dos veces, aprovechó la situación y dio un gran salto para escapar, cayendo de bruces al suelo. Así que se puso de pie y corrió mal herida hacia Tucker, teniendo que soportar el dolor que le provocaba andar, todavía confundida por el temor y, a decir verdad, también asombrada por la valentía del moreno.

El chico suspiró aliviado en cuanto hubo llegado hasta él.

Eso fue increíble, Tuck. Quiso decirle, pero no tenía voz. Además, aún temblaban sus piernas a causa del miedo.

En ese momento, Dan lanzó un grito gutural, asomando su lengua de serpiente y provocando que el suelo del laboratorio temblara bajo sus pies. Estaba cabreadísimo.

—¡TUCKER! ¡MALDITO!

No, estaba más que cabreado.

—¿Por qué siempre le gustas a los locos?

Sam se encogió de hombros.

—Ahora tu "no novio" quiere matarme. No, gracias, yo aprecio mucho mi vida —tomó el brazo de Sam y la jaló hacia él—. Huyamos, no hay tiempo.

Sam y Tucker comenzaron a correr hacia ninguna dirección. Para llegar a la salida del laboratorio tendrían que enfrentarse a un enfurecido Dan, y ninguno de los dos tenía el deseo de volver a toparse con él. La opción más lógica era buscar un lugar dónde esconderse, lo cual también era sumamente arriesgado.

—¿Huir? —de las manos de Dan comenzaron a emerger llamas de fuego verde, apareciendo delante de ellos—. No creo que puedan huir.

—Mierda —exclamó Tucker, anteponiéndose a Sam para protegerla. Sam vio el sudor resbalar por la frente de su amigo, tomando la defensiva con su reloj pulsera.

—Ahora la pregunta es: ¿Con quién debería fusionarme y a quién debería matar?

Ambos tragaron saliva, uniendo sus manos por impulso.

—¿Por qué mejor no te fusionas con tu trasero?

—¡Danny!

Gritaron los dos chicos al unísono, anonadados. Sam visualizó a Danny posicionarse por la espalda de Dan. Se le veía más recuperado, aunque los moretones en su cuerpo humano no eran, definitivamente, una buena impresión.

—¿Tú otra vez? —dijo Dan, volviendo la mirada hacia Casper, enfadado y dispuesto a reprenderlo por haber cometido tal intromisión. Sam, entonces, lo imitó solamente para descubrir que el joven fantasma no se había movido de su misma perspectiva ni un milímetro. Casper seguía inerte, con los ojos y la boca muy abiertos y las manos pegadas a los costados. Sam se preocupó, ¿qué rayos pasaba con él? No podría estar inmovilizado, lo supo porque distinguió movimiento en las pupilas que viajaban de un lado a otro. Tal vez se encontraba pensando alguna otra alternativa que los ayudara a salir ilesos. Intentó convencerse de que así era. Mientras tanto, escuchó a Dan rugir, posiblemente irritado, luego se dirigió hacia Danny de nuevo—. No importa cuánto lo intentes, nunca podrás derrotarme, ¿aún no lo entiendes?

—¡Tucker, Sam! Yo me encargo del resto.

Los chicos asintieron en silencio, apartándose de la escena poco a poco. Dan los observó alejarse, demasiado confiado en sus poderes para terminar con Danny tan rápido y volver a capturar a cualquiera de los dos. Les dio la espalda y volteó hacia su joven versión. Sonrió de lado, cruzando los brazos con parsimonia.

—¿Y bien?, ¿cómo me matarás? Estoy tan curioso que no puedo contenerme —hizo una pausa—. Y en tu forma humana, ¿qué piensas hacer, exactamente?

—Te tengo noticias, Dan. Tal vez no te has dado cuenta porque eres demasiado viejo... Y vaya que sí lo eres. O tal vez tu sentido fantasmagórico por fin dejó de funcionarte... lo que sea que eso signifique —el fantasma gruñó—. Ahora soy más que un humano.

Y fue como si resurgiera de las cenizas. Sam contempló los destellos de energía que comenzaron a rodear el cuerpo de Danny, como si se trataran de pequeños relámpagos. Danny adquirió una mirada severa y un rostro serio, acompañándolo con una actitud de batalla, inclinando su pecho hacia delante y empuñando las manos. Sam tuvo una reminiscencia fugaz, recordando al chico de catorce años convertido en fantasma por primera vez, sin saber que al volverse un híbrido humano-fantasma su vida cambiaría por completo, y la de ella y Tucker también. ¿Podría ser que Danny ahora...? A Sam se le secó la garganta. ¡Realmente estaba sucediendo! Y de pronto, un aro de luz blanca apareció por la cintura de Danny Fenton, dividiéndose a su vez en dos especies de anillos luminosos que subían y bajaban, respectivamente, hacia la cabeza y las piernas del chico. Todo sucedió en cuestión de milisegundos, que cuando Sam entrecerró los ojos una vez más, se percató que su ropa había cambiado completamente por un traje oscuro en el cual se pintaron dos líneas verticales de color blancas a los lados, y justo en el medio del pecho resplandecía una letra D mayúscula. Sam recordó haber diseñado aquel logo y puesto en él tras el accidente donde Desirée cumple su deseo de no haberlo conocido jamás. Lo recordaba, recordaba cómo se sintió cuando Danny y Tucker olvidaron quién era ella. Pero el pasado es subjetivo y lo real es el presente. Ese presente donde, finalmente, Danny se había transformado en un fantasma.

¡Danny era un fantasma!

¡Danny Phantom estaba de regreso!

Sam quedó boquiabierta y su corazón latió muy rápido. Miró directamente a sus ojos color esmeralda y su cabello plateado, siendo capaz de percibir su apariencia un poco más madura. El fantasma de sus pesadillas. Era él y nadie más. Aquel fantasma escuálido y de aspecto infantil, era ahora un fantasma joven, fornido y de gran atractivo. El Danny Phantom que ahora tenía enfrente, era una versión mucho más poderosa y mucho más perspicaz, porque analizaba con cuidado a su enemigo.

Si ella y Tucker estaban atónitos tras su nueva transformación, Dan lo estaba aún más. No fue capaz de ocultar su sorpresa, y pudo jurar que, incluso tenía miedo. Efectivamente, Dan estaba aterrado. Su cuerpo lo delató cuando retrocedió, mientras que sus pasos eran inestables.

—¿Asustado, Dan? —exclamó Danny, caminando pesadamente hacia su adversario—. Entiendo si quieres salir gritando, pero no te dejaré hacerlo. Yo mismo te mataré.

—Tú... Tú. ¿Cómo es posible? —por primera vez, Dan estaba titubeando.

Fue el turno para Danny de sonreír de medio lado. Rápidamente rodeó a Dan con sus brazos y lo estrechó con violencia, luego llenó ambas manos de energía e hizo que miles de choques eléctricos transitaran por el cuerpo de su adversario. Dan gritó de dolor, completamente atrapado. La saliva salió de su boca conforme las embestidas aumentaron.

De un momento a otro, Danny atinó un golpe en la mejilla de Dan. La piel fantasma de Dan se contrajo ante el impacto, y la entrada de su boca se sumió casi por completo, sucediendo como si se tratara en cámara lenta. El espectro salió disparado con gran potencia segundos después y Danny sobó su propio puño. Realmente había sido un gran golpe.

Dan chocó contra unas máquinas antiguas del laboratorio, destruyéndolas en cuestión de segundos. Como pudo se acomodó entre el polvo y los restos de basura tecnológica, limpiándose un hilo de algo que parecía ser sangre saliendo por las comisuras de sus labios. Observó a Danny, perplejo.

—No puede ser —profirió.

Danny se llenó el pecho de orgullo. Se paró firmemente sobre el aire, dirigiéndose poco a poco hacia el temible Dan, que de temible ya no tenía tanto.

—¿Lo ves ahora? Logré superarte.

.

Sam contempló la escena a lo lejos, más tranquila de que Danny tuviera control de la situación, así que se permitió respirar profundamente. Lo admitía, ya podía sentirse más optimista y con las expectativas creciendo cada vez más. ¡Lo lograrían!

Por otro lado, sólo tendría que ocuparse de mantenerse alejada. No que le gustara, pero era lo mejor. Contra Dan solamente Danny era el único capaz de darle batalla, y vaya qué tipo de batalla. Danny tenía a Dan comiendo de la palma de sus manos. Y ellos, aunque le doliera, eran un estorbo. Así que se alejó con Tucker hacia el otro extremo del laboratorio, justo donde yacía Casper como testigo de los recientes escenarios. Sam lo miró de cerca, parecía presa de un tipo de hipnosis inexplicable. No sabía qué hacer con él, o cómo se tenía que actuar con alguien en aquellas condiciones y, sencillamente, pensaba que podría ocasionarle daños severos si lo despertaba agresivamente de aquel trance en el que se encontraba.

¿Qué demonios sucedía con él?

En ese instante, Tucker se le adelantó sacudiendo de un lado a otro a Casper por los hombros. A Sam casi le da un infarto pensando que posiblemente podrían causar algún tipo de daño en su sistema, pero Tucker continuó tan concentrado moviendo a Casper sin cuidado que, podría jurar que aprovechaba el incidente para saldar sus cuentas pendientes. Y aunque preocupada, Sam no lo detuvo; tenía curiosidad por saber si funcionaría o no. Al principio no obtuvo ningún resultado, Casper permanecía intachable, sin embargo, sus ojos se ciñeron pesadamente en el cuerpo de Tucker, y frunció el ceño cuando lo notó. Entonces Tucker le dio un par de cachetadas, hasta que el mismo Casper se vio obligado a reaccionar. Lo apartó con un movimiento brusco.

—Es suficiente, tecnópata —se sacudió la bata de científico y enderezó la espalda.

—Creo que aún necesitas unas cuantas más, sólo por si acaso.

—He dicho que es suficiente —lo fulminó. Casper pretendía que no le había dolido, pero hasta Sam sabía que eso era mentira.

—Tks. Nada te cuesta agradecer, maldito larguirucho.

Sam notó las intenciones de Casper para irse contra Tucker, pero no fue necesario intervenir, porque él mismo logró controlarse, lo cual le agradeció internamente. Casper respiró profundo y soltó un bufido que iba cargado de culpa. Después miró exclusivamente a Sam, se tomó su tiempo para acomodar su cabello detrás de la oreja. Sam recordó cuando despertó en el hospital y se encontró con él por primera vez. Tenía la misma mirada de preocupación, y sintió esa misma pesadez y vacío en el pecho.

—¿Estás bien? ¿Te lastimaste?

—Ah. Claro. Estoy más que bien —intentó sonreír, sin conseguirlo—. He pasado por cosas peores.

Casper la observó y sus ojos se detuvieron en la gargantilla de gamuza negra, contemplando la horrorosa cicatriz por debajo de la tela.

—Cierto... Yo... yo, uhm. Sam, yo lo lamento tanto —acarició su mejilla. Los orbes rojos de Casper comenzaron a cristalizarse de pronto, posiblemente aguantándose las ganas de llorar—. Sam, perdóname. Yo... Yo...

—Casper...

—¿Perdón? ¿Después de todo, te atreves a pedir perdón? ¡¿Qué rayos sucede contigo?! —interrumpió Tucker­—. ¡Sam estaba a punto de morir! De los tres, eres el único capaz de volar y de aumentar de velocidad —rio—. De hecho, de los tres eres el único fantasma. ¡Pudiste salvar a Sam de las garras de Dan!

El aludido no respondió. Dejó de tocar a Sam y bajó la cabeza, apretando los dientes. Escuchando los insultos de Tucker como si fueran la verdad absoluta.

—Tuck, ya basta.

—¿Te asustó que el plan no saliera como lo esperabas? ¿O fue, quizás, el terror de que Dan te hiciera pagar por tú traición? Sea lo que sea, déjame decirte que así es como se siente permanecer en este tipo de infierno. Te recuerdo que la vida de Sam, la de Danny y la mía se fue al carajo gracias a ustedes —Sam lo contempló suplicante, pero su amigo simplemente la ignoró—. Yo también tengo miedo, estoy que me muero de miedo... y aún así, pude hacer algo por Sam... Incluso alguien como yo pudo salvarla, porque tuve más miedo de que fuera a morir que de lo que me pudiera pasar.

—Todos tenemos miedo, eso es evidente.

—Nunca debimos confiar en ti. Disculpa, pero yo jamás podría llamarte compañero. No después de esto —normalizó el tono de su voz—. ¿Estás de nuestro lado siquiera?

—Estás exagerando...

—Linda, odio admitirlo, pero Tucker tiene razón —levantó la frente y se dirigió hacia el chico—. No pretendo excusarme, ni tampoco que me creas. Lamento no ser un compañero para ti como lo es Danny...

—¡No te compares con él! Tú no tienes ni la mitad de valentía que tiene él.

Eso era cierto, aunque era algo cruel. Casper frunció el ceño.

—Tucker, gracias por salvar a Sam.

Fue todo lo que dijo. 

Ella sabía que, aunque su voz había sonado apacible, por dentro Casper estaba hirviendo de rabia. Entonces Sam se acercó a él y lo abrazó por la espalda, el cuerpo del fantasma se tensó cuando la sintió, pero poco a poco se permitió ir relajando los músculos, disminuyendo también su enojo.

—Escucha Sam —susurró para ella. Sin embargo, Tucker también podía escucharlo—. Comprendo cómo se siente tu amigo, pero tienes que creerme. Cuando Dan te capturó frente a mis ojos, pensé que morirías. Mi cuerpo se pasmó de terror y me fue imposible pensar correctamente. Por extraño que suene, sentí que todas mis extremidades se endurecieron, y de pronto no pude hacer nada. Lo siento, en verdad. Ahora no puedo más que sentirme culpable por todo —volvió a Sam una vez más—. Perdón, cielo... Sam —se corrigió nerviosamente—. Imaginar que tú... que tú podrías morir me aterró demasiado. Por mi cabeza pasaron los peores escenarios y sentí tanta ira hacia mí mismo que me volví incapaz de hacer nada. Realmente estoy arrepentido, porque yo daría mi vida por ti. Tal vez no me crees, cielo, sólo espero que puedas perdonarme.

Sam supo que era honesto. Sus lágrimas y el imperceptible temblor en sus manos (que ella sí distinguió), eran hechos reales. Sam le creía, porque muchas veces se había sentido como él, además, Casper era un fantasma noble y no dudaba de sus buenos sentimientos.

—Tranquilo, Casper —lo abrazó con ternura, y entonces lo entendió. Quería mucho a Casper y agradecía que formara parte de su vida, a pesar de las circunstancias en las que se conocieron—. No nos detengamos en lo que pudo ser. Estoy bien. Estoy viva, y eso es todo lo que debería importar.

Casper sonrió, apretando el abrazo.

Tucker los observó sin decir ni una sola palabra. Con la mirada reprochó su decisión, y finalmente, Sam desechó la posibilidad de convertirse en un grupo de cuatro personas algún día. Tucker y Casper nunca podrían ser amigos o llevarse bien, y no era correcto forzar una amistad entre ellos. Se sintió un poco triste, pero eso era lo menos importante.

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