[15] Parte tres
Corrieron como si su vida dependiera de ello. Prácticamente, eso era lo que estaba sucediendo; si no huían lo más rápido posible, iban a morir. Y morir no era una opción. Ninguno de los tres entendía lo que recién ocurrió frente a sus ojos. De un minuto a otro, en cuestión de un parpadeo, Dan estaba frente a ellos atacándolos con un poderoso lamento fantasmagórico, nunca antes visto, y después de allí todo lo demás se volvió muy confuso.
¿Qué había hecho Dan con sus amigos? Tucker lucía fatal, y no dejaba de tocar y frotarse las manos cuando pensaba que nadie más podía verlo, pero ella sí, y se daba cuenta de que cada tres segundos se pellizcaba los nudillos como si algo le estuviese causando molestias, entonces apretaba los labios con discreción. Mientras que Danny permanecía en silencio y en su forma humana, con un aspecto igual de lamentable. Y cómo no. ¡Dan le había arrebatado sus poderes fantasmales! Tanto Tucker como Danny tenían incrustados en la piel un aparato que ponía en juego su vida. Tucker con esa especie de chip que reaccionaba mal si usaba cualquier clase de dispositivo electrónico, y Danny que tenía el deflector de fantasmas que lo electrocutaba si intentaba convertirse, aunque sería imposible, ya que Dan lo despojó por completo de sus habilidades. O eso era lo que había escuchado y visto.
Podría decir que ella había salido con más suerte, pero tampoco estaba tan segura. Sí, tenía un brazo herido que no dejaba de arderle y no paraba de sangrar, pero, ¿y eso qué?
Tucker le prestó su gorra e insistió en que la utilizara como venda, indicándole que ejerciera presión constante con la palma de la mano buena. Sam no estuvo de acuerdo, y trató de convencerlos que realmente se encontraba bien, pero terminó aceptando. Eso evitaba que dejara un rastro de sangre por todo el camino.
Sam no sabía hacia dónde, exactamente, pretendía llevarlos Danny, pero se permitió confiar en él. Cada vez le resultaba más difícil seguir de pie, las piernas se le trababan instantes que se le antojaron eternos, como si tuviese una enorme polaina de diez kilos en cada tobillo que le impidiese avanzar al mismo ritmo que sus amigos. Además, casi no tuvo oportunidad de observar las calles por las que se iban adentrando, mejor dicho, no tenía atención para otra cosa que no fuese exclusivamente Dan, Danny y Tucker. Entonces Sam suspiró aliviada cuando, luego de casi media hora de avanzar sin rumbo, Danny se detuvo. Sam observó la espalda del azabache y cómo ésta se encorvaba ligeramente por el cansancio, en ese momento quiso decir algo pero Tucker se le adelantó.
—¿Qué hacemos aquí?
Ante su seriedad, ella levantó la cabeza y pudo notar entonces el edificio de un hospital. Y ella tuvo la misma pregunta que Tucker.
—¿No es obvio? Están lastimados y necesitan atención. Es una suerte que al fin encontráramos un hospital.
—Sí, en medio de la nada —susurró ella.
Reparó detenidamente en la estructura del lugar. Más que hospital parecía una clínica clandestina en donde sucedían cosas malas. No era un lugar grande, ni mucho menos limpio.
—¿Seguimos en Amity Park siquiera?
—La verdad no lo sé, pero eso no debería importarnos.
—No veo ningún fantasma por aquí, viejo —habló Tucker. Ese tono de voz tan particular e inusual que estaba utilizando estaba poniéndola muy nerviosa. La piel se le ponía de gallina sólo de oírlo así—. Parece que nos metimos a un pueblo que no ha sido atacado por los fantasmas, no todavía.
Eso era cierto. Las calles largas y desiertas no deberían ser una señal de alivio. Sam no podía ver ninguna casa o edificio a la redonda, solamente árboles repletos de color que adornaban unos enormes campos de cultivo. Era increíblemente extraño, ni siquiera sabía que hubiese sitios como ése en la ciudad. ¿Acaso no era una ciudad? Se le mirara por donde se le mirara, eso no podía seguir siendo Amity Park, porque en realidad tenía la apariencia de una comunidad suburbana, pero una fantasmal, o bueno, no literalmente. Y por pura inercia, examinó el cielo.
Le tomó casi un minuto analizar minuciosamente cada rincón en el espacio.
—No está.
—¿Qué? —repitieron Tucker y Danny al unísono, mirándola con desconcierto. Sam no despegó los ojos del cielo, acción que imitaron los otros chicos de inmediato.
—No está el portal fantasma. ¡Danny, ya no está el portal fantasma en el cielo! —habló rápido, como si de pronto hubiese hecho un gran descubrimiento y temiera que alguien más le quitara el crédito—. ¡Tenemos que volver y decirles a todos! Tenemos que cazar a los fantasmas que quedaron en Amity Park y regresarlos a la zona fantasma.
—Sam, tranquilízate —Tucker la tomó por los hombros, lastimándola en su herida por error, ocasionando que ella jadeara adolorida—. Perdón, se me olvidó que casi te amputas un brazo con una vara de metal oxidado.
Sam lo fulminó con la mirada, sin poder distinguir el sarcasmo en su voz.
—Lo siento —se disculpó, totalmente apenado—. Estoy muy nervioso.
—Hay algo muy raro en todo esto —intervino Danny, examinando el cielo nublado—. No estaba en mis cinco sentidos cuando escapamos, pero...
—¡Y tú eres el héroe!
—Tucker —ella hizo un esfuerzo sobrehumano para contenerse. Si no estuviese tan débil, ya lo hubiera asesinado—. Sí. Yo también sentí algo inusual cuando salimos del lamento fantasmagórico de Dan. Se sentía diferente, se sentía como si hubiésemos entrado en un...
—¿Mundo nuevo? —inquirió el moreno—. La parte maldita de Danny dijo eso. Lo escuché.
—Igual yo. ¿Y qué significa eso?
—Significa que la adolescencia nos puede volver unos locos endemoniados llenos de odio y rencor. O quizá eso sólo pasó contigo —dijo Tucker—. Tienes que prometer que no te convertirás en esa cosa cuando crezcas, o dejaré de ser tu amigo.
—Yo jamás seré eso —lo miró fijamente—. Lo prometo.
—Danny no es de ese modo. Puede ser torpe, pero también puede ser listo. Es agradable, amigable, es confiable, y es —Sam se sonrojó—, es valiente.
—¡Agh! Creo que a alguien más se le olvidó que está a punto de perder el brazo —ironizó el moreno, rodando los ojos— Me encantaría decirles que dejaran de mirarse como tontos, pero dadas las circunstancias es posible que ésta sea la última vez.
Tanto Danny como ella palidecieron. Tucker había relevado el punto que todos habían estado evitando, sin embargo, no era más que la pura verdad. Aquélla se convirtió, quizás, en la última oportunidad de observar el celeste del iris de Danny, el último chance para escuchar los comentarios quisquillosos de Tucker. Esa podía ser la última y ya, pero todavía se negaba a creerlo.
—Tienen que revisarte esa herida —suplicó Danny, plantado frente a ella con tanta firmeza que por un momento Sam se vio pequeña—. Hablo en serio, no me hagas tener que entrar en tu cuerpo para obligarte a hacerlo...
—Danny, ya no puedes hacer eso.
—¡Diablos!
—Los tres estamos heridos —comentó Sam—. Los tres deberíamos ir y entrar, recuperar fuerzas y pensar con calma.
—No hay tiempo... No sabemos nada de este mundo en el que nos metió Dan. Un minuto aquí podría ser una hora en el mundo real, o un día. Vaya a saber.
—O puede que nada —Tucker se encogió de hombros, buscando devolver la paz al ambiente, aunque fuese un acto casi imposible—. Apoyo a Sam. Tratemos nuestras heridas y armemos un plan que sí sea funcional —vio de reojo a Danny.
—Tengo que buscar a Dan...
Danny comenzó a caminar de un lado a otro con evidente desesperación. Parecía que estaba a punto de perder la poca cordura que aún conservaba. Un tic nervioso le atravesó los dedos y empezó a moverlos por cuenta propia, sin ser consciente de que lo estaba haciendo. Sam pasó saliva a duras penas. Claro que le dolía ver a su novio en ese estado y no saber de qué manera ayudarlo. Le dolía en el alma y se desgarraba por él, y por Tucker y por ella, y por todos.
—Primero investiguemos un poco sobre este mundo —propuso Tucker, ya harto del vaivén de su amigo. Lo tomó de los hombros y le propinó una buena cachetada que hizo a Danny enderezar el cuerpo y abrir los ojos, despertándolo de un gran letargo. Entonces el azabache se llevó la mano a la mejilla y miró a Tucker, exigiéndole una explicación—. Siempre quise hacer eso —rio por lo bajo—. Es obvio que no puedes andar por ahí tú solo, Jazz nunca me aceptaría una cita si te ocurriese algo... Sí, Danny, hace tiempo que intento salir con ella, no me veas así. Jazz dijo que le gusto en primer lugar, pero es tan complicada... ¡Ah, como sea! —exhaló tan largo como pudo. Ahora Sam entendía porqué los vio de la mano. Danny, por su parte, no dijo nada al respecto; era obvio que no se lo esperaba, nadie a decir verdad—. Así que supongo que tendré que acompañarte.
—De acuerdo.
—¿Y yo qué?
—Tú ni hablar. Directo a la clínica mortal.
Sam frunció el ceño, apretando con más fuerza su brazo. Tenía pocas energías para seguir despierta, pero ni eso sería suficiente para hacerla callar.
—¡No pueden obligarme a hacerlo!
—Sí, sí podemos... No sabemos cómo, pero si es necesario que Danny te cargue, lo hará.
Sam fue desvaneciendo las arrugas del entrecejo poco a poco. Honestamente, ella poco podía hacer por ellos, simplemente tratar de mantenerse a salvo.
—No pueden fingir que están bien...
—Pero nuestras heridas son menos graves que la tuya. Sam, por favor, haz esto por nosotros.
Ella bajó el rostro, no porque quisiera llorar, sino porque se sentía humillada y quería evitar que ambos observaran esa parte de ella que nunca se permitió mostrar. Ese caparazón de chica ruda y valiente se estaba resquebrajando lentamente y no había manera de detenerlo.
Danny se acercó lo suficiente a ella y la besó de manera fugaz en los labios. Sam no tuvo tiempo de reaccionar, pues cuando se dio cuenta, Danny ya la estaba cargando por los pasillos del hospital, mientras que Tucker hacía el papeleo correspondiente para registrarla. El chico se estaba esforzando demasiado para continuar avanzando. «¿Desde cuándo pesas tanto?». Le dijo con dificultad, y Sam solamente rio quedito. Ella era ligerísima, pero las fuerzas de su novio en ese momento eran nulas. Luego, un hombre con bata blanca la puso en una camilla y la comenzó a arrastrar, dedujo que era el doctor.
Las lámparas tintineantes en el techo le provocaron una sensación inexplicable. Un miedo intenso se apoderó de ella. Tenía tanto miedo de que la alejaran de Danny.
—¡Danny! —gritó y el doctor que la llevaba se detuvo. De inmediato el chico apareció frente a ella. ¿Se habría arrepentido? Ella sí.
—Sam, estarás bien. Confía en mí.
—¿Volverás a Amity Park? —él solamente asintió, a pesar de saber que Amity Park ya no era Amity Park—. ¡No puedes dejarme aquí!
—No tengo opción, Sam —le dedicó una mirada cargada de pena. Los cabellos, ahora oscuros, cubrieron parte de la frente de él, combinándose con el sudor y las manchas de sangre ya seca—. Necesitas atención urgente. Tu brazo está... Bueno, no hace falta que lo diga. Si algo más te sucediera, jamás podría perdonármelo.
Ella forzó una sonrisa taimada y lo tomó por el codo.
—Oye, chico fantasma, ¿olvidas quién soy? —dedicó un momento para contemplar las rasgaduras en su ropa de civil—. Me conoces perfectamente como para saber que no me quedaré de brazos cruzados aún si me dejas aquí, en la nada —frunció las cejas—. Y odio tener que decírtelo, pero tus planes son tontos. En este momento, soy la cabeza más cuerda del grupo.
—Sam, esta es mi batalla.
—Pero... No tienes tus poderes.
—Lo sé. Y de algún modo tengo que luchar —llevó ambas manos a su mentón y lo acarició con ternura—. Dan es un ente diabólico. Tiene un poder sorprendente, y tú estás herida a causa de ello. Mírate, ni siquiera puedes mantenerte despierta —la obligó a recostarse sobre la camilla. Y ella no tuvo opción más que obedecer, porque lo cierto es que el brazo le punzaba terrible. La cantidad de sangre que había perdido fue demasiada, tanto que su estado consiente se iba desvaneciendo cada vez más y más. Danny tenía razón, en esas circunstancias ella sería un estorbo más que una ayuda—. Sam, ¿sonaría muy raro si te dijera que eso me emociona?
—¿Qué quieres decir?
—Es sólo que me pregunto si yo también... si algún día seré capaz de despertar todos esos increíbles poderes fantasmagóricos, como crear portales y mundos. Tal vez jamás lo descubra, ahora soy como un inválido sin mi forma fantasma —guardó silencio al notar la expresión inquisitiva de Sam.
—No necesitas poderes para derrotarlo.
Su novio sacudió la cabeza con afán, tratando de disolver cualquier pensamiento que pudiera distraerlo, después le sonrió con despreocupación.
—Necesito que estés aquí, ¿de acuerdo?
—Supongo que no queda más que decir.
Y así fue. Reinó el silencio.
El doctor, aunque no sabía si realmente se trataba de un doctor o un enfermero, se la llevó a una especie de habitación donde, a juzgar por los instrumentos quirúrgicos, se realizaban cirugías. Vio la silueta de Danny a lo lejos, aún inmóvil, hasta que desapareció.
Sam suspiró.
.
Las horas avanzaron rápido, quizás demasiado rápido para su gusto. El reloj de manecillas en la pared sonaba con una melodía diferente cada hora, y eso la fastidió. ¿Qué clase de hospital tiene un reloj como ése? Es ilógico. No está escrito en ningún reglamento médico que los pacientes vayan a mejorar si escuchan martinillo-martinillo-dónde-estás. Aunque tampoco había visto muchos pacientes, de hecho, si no fuese por el chico que estaba recostado a un par de camillas de la suya, deduciría que era la única paciente en todo el edificio.
Esa persona era extraña, incluso sentía que tenía una presencia extremadamente poderosa. Sam lo observó despistadamente por el rabillo del ojo. Se veía muy delgado y su cabello resplandecía en mechones color castaño que le caían por las cejas. Desde esa distancia no alcanzaba a percibir sus facciones con claridad, pero le inquietaba, y mucho. Había algo en él que no terminaba de gustarle, como si llevara colgando del cuello un tipo de mal presagio. Lo más perturbador era que el chico solamente tenía la vista clavada al frente, mirando un punto en específico sobre la pared blanca.
Sam se enderezó sobre su asiento, decidió que no iba a preocuparse por un asunto que nada le concernía, sobre todo cuando tenía cosas más importantes en qué pensar, por ejemplo en Danny. Apoyó el telecomunicador sobre el pecho, sólo por si acaso llegaba a captar alguna señal, aunque sabía de antemano que era un gesto en vano. El telecomunicador dejó de funcionar desde el lamento fantasmagórico de Dan, y ahora no era más que basura. De cualquier forma, le gustaba mantenerlo cerca porque podía sentir que una parte de ella seguía, todavía, conectada hacia sus amigos. ¿Qué estaría pasando allá afuera? ¿Habrían logrado investigar acerca del mundo nuevo? Rogaba para que no se toparan con Dan, pero si era honesta, prefería que ellos lo encontraran a que Dan los encontrara a ellos primero. Luego se entretuvo revisando la gasa que tenía en el brazo y se preguntó si la herida le dejaría algún tipo de cicatriz; probablemente no, ya que se trataba de una lesión pequeña. Pequeña pero extremadamente profunda, tanto que casi le costaba la vida.
—¿Dónde está?
Sam se sobresaltó al escuchar a alguien susurrar. Se oía distante, pero suficientemente grave, listo para acabar con un ejército entero de fantasmas sólo con el poder de su voz. Ella se aferró al borde de la sábana blanca, virando el cuerpo hacia la dirección donde estaba aquel muchacho desconocido. Tragó saliva. Él permanecía en la misma posición de hace un minuto, no se había inmutado en lo absoluto, y seguía de frente, contemplando la pared como si fuese la cosa más maravillosa del mundo.
—¿Dónde está él?
—¿Eh?
Esta vez Sam lo escuchó con mayor claridad. No había dudas, se trataba de ese paciente.
—¿Dónde está Fenton?
Sam separó los ojos, asombrada. Vio al joven ponerse de pie de un solo movimiento, saltando de la cama y colocándose sobre el pasillo. Era increíblemente alto, debería medir un metro con noventa centímetros, o tal vez dos metros. Ahora estaba mirándola a ella fijamente.
El joven dio un paso adelante. Una ráfaga de viento entró desde la ventanilla, haciendo que la cortina cubriera todo su cuerpo de gigante, y cuando volvió a mostrarse ante ella, ya no se trataba de la misma persona. Todo pasó sumamente rápido, pero ese hombre ya no era el mismo. Tal vez sí, pero su apariencia había cambiado. De su cabello castaño se levantaban hebras azules que prendían como fuego. Su traje era completamente negro, y la bata de paciente que había usado se transformó en una bata de doctor, más bien, como la de un científico loco. Además, tenía una sonrisa macabra en el rostro.
¿Era un fantasma?
Sí, definitivamente lo era. Sam lo reconoció. Era el mismo fantasma que no se despegaba de Dan; él era el sirviente de Dan.
—¿Me dirás dónde se encuentra tu amigo Fenton?
Esta vez pudo escucharlo en su oído. Su cuerpo se inmovilizó en cuestión de milisegundos y el aire le hizo falta. ¿Cómo pudo...? El desgraciado se movió a una velocidad sorprendente que no se percató en qué momento había desparecido y aparecido a su costado. El enemigo a milímetros de ella. Ver sus ojos rojos brillar con tanta intensidad le hizo pegar un brinco. Casi se cae de la cama, pero el fantasma la tomó por el antebrazo con sus dedos fríos y largos, deteniéndola. Sam se pasmó.
—No me tengas miedo —habló despacio, pensando lo que diría a continuación—. Sam, ¿ese es tu nombre?
Ella no respondió, sino que lo analizó detenidamente. Sí, seguía pensando que no era un fantasma demasiado aterrador, pero eso no quitaba el hecho de que estaba en el equipo de Dan. Y Dan sí era un maldito engendro.
—No te haré daño, uhm —prosiguió—. Si respondes a mis preguntas, no hay razones para lastimarte, Sam.
Frunció el ceño. Detestaba cómo se oía su nombre de la boca de él.
—¿Qué rayos eres tú? —le dijo con odio.
—¿Ah? ¿Qué quieres decir?
Hizo un intento por soltarse, pero él no se lo permitió, al contrario, tomó la libertad de sentarse en su cama. Eso la asqueó. Aunque podía decir que el ambiente tenebroso dejó de parecerle una amenaza. Ese individuo no podía hacerle daño, Sam lo notaba en sus ojos.
—¿Eres un mitad humano?
—¿Qué? Ah, no, no. Soy un fantasma completo. ¿Te preguntarás por qué puedo lucir como un humano? Es lo que quieres saber —prácticamente leyó la pregunta de su mente. Sam asintió—. Algunos fantasmas podemos tomar una apariencia humana. Es como un disfraz, uhm —recordó a Penélope Spectra. Ella se había disfrazado de humano para tomar la identidad de una consejera en Casper High—. ¿Dónde está tu amigo? —repitió con calma.
—¿Por qué demonios crees que voy a responderte?
—Supongo que tendré que hacer las cosas a la mala contigo —se encogió de hombros, cambiando su semblante a uno severo—. Deja de proteger a alguien a quien no le interesas. Si sabes lo que te conviene, me dirás dónde se encuentra ese chico humano.
Sam no respondió. Ladeó la cabeza, sintiendo cómo ejercía presión sobre su brazo sano.
—Yo no podría herirte, pero ese fantasma llamado Dan sí. Él no se detendrá sólo porque tú eres una vieja amiga —ella se asustó cuando él se acercó para apartar su flequillo oscuro. Sam pensó que ese fantasma lo sabía todo acerca de Dan y Danny; sabía que Danny era el pasado de Dan y viceversa—. Él hará lo imposible por sacarte información, y no será para nada amable —hizo una pausa—. Sin embargo, yo puedo protegerte.
Sam abrió la boca, expectante.
—Si te unes a mí, yo te aseguro que ÉL no podrá ponerte un dedo encima.
—¿Qué?
—Quédate a mi lado, Sam. Uhm, y dime dónde se encuentra Fenton, o haz que él venga hacia ti...
—¿Qué demonios te sucede? —frunció el ceño, irritada—. ¡Aléjate de mí!
—No hay tiempo, ÉL se aproxima a este lugar. Cuando llegue, no habrá manera de ayudarte.
Él tenía razón, se podía sentir la presencia en el aire de alguien más yendo hacia ellos. Era una energía brutal y muy maligna. Entonces contempló la mano del joven, insistiendo con una leve agitación para que la tomara, y ella comenzó a dudar.
—Date prisa.
Sam alargó su mano hasta la de él. Claramente, no tenía ni puta idea de lo que estaba por hacer. Él sonrió.
—Únete a mí. Yo te protegeré, cielo.
«¿Protegerme?». Nunca necesitó que alguien más cuidase de ella. Sam no era como el resto de las chicas frágiles que tenían que depender de un hombre para salir ilesas. No. Ella no necesitaba ese tipo de atención. Realmente Sam era lo opuesto. Claro que Danny la había ayudado en muchas ocasiones, pero ella también a él. ¿No se supone que las personas que se aman hacen eso? Si iba a ser protegida, lo iba a ser únicamente por Danny y nadie más. Ella también lo haría por él.
Apretó los dientes y golpeó la mano del muchacho, aventándola.
—Preferiría morir. Y no me digas cielo, es repugnante.
Fue el turno de él para fruncir el ceño. Estaba enfadado.
—Al parecer ese último deseo se hará realidad —bufó—. ÉL está aquí. Ya es tarde para cualquier cosa.
Y de nuevo la sangre se agolpó en un lugar de su cuerpo y dejó de circular. El terror se apoderó de ella porque era consciente de que Dan iba a asesinarla, aunque antes de hacerlo la iba a torturar. De nada le serviría decir que no conocía la ubicación de Danny, él no iba a creerle. La iba a matar, la iba a hacer sufrir. Entonces se puso de pie y comenzó a retroceder, como si escapar fuera una buena solución.
El otro fantasma ya no dijo nada, se quedó quieto sobre el umbral de la puerta.
Logró escuchar una larga secuencia de pisadas al otro lado de la habitación, y de inmediato supo que se trataba de ÉL, Dan. Tenía que actuar, tenía que pensar y tenía que actuar rápido. Iba a morir, pero no quería hacerlo en manos de él.
«A menos que...». Esa era la única forma.
Sus ojos viajaron de un lado a otro, buscando algo que pudiese ayudarla. Sí, estaba decidida. Era lo menos que podía hacer para salvar a Danny, a Tucker y a ella misma. Así que contuvo el aliento mientras escuchaba los pasos más cerca de lo esperado. Sobre la mesa junto a su cama observó unas tijeras Iris de sutura; probablemente el doctor las dejó olvidadas allí cuando hizo los cortes de sus puntos.
Sam suspiró, ¿de verdad iba a atreverse a hacerlo? La respuesta es sí.
Rápidamente tomó las tijeras y miró rumbo al fantasma frente a ella, que no dejaba de examinarla con desconcierto y una posición de defensa. Sam le sonrió, permitiéndose ser un poco altanera, después de todo, qué podía perder además de la vida. Luego hizo lo posible por separar las tijeras, no supo de dónde sacó la fuerza necesaria, pero lo consiguió. Llevó la navaja a su cuello, en tanto las manos le temblaron y había empezado a sudar frío.
—¿Qu-qué mierda haces?
Sam lo ignoró, incluso le dio la espalda.
Estaba decidida, y aún así tenía mucho miedo.
«No, no es el momento adecuado para titubear». Cerró los ojos, sin permitir que nadie la detuviera, ni siquiera el latido de su propio corazón. Pegó la navaja a su garganta y cortó. El primer corte trajo consigo un buen hilo de sangre que terminó deslizándose por el metal de las tijeras y concluyendo en el suelo, empapando sus pies descalzos. Cortó otra vez y rasgó en línea horizontal en un radio de cinco centímetros. Le dolía, el ardor en su cuello y los músculos de su cuerpo le estaban gritando que parara, que era una maldita locura.
—¿Te volviste loca? Vas a morir. ¿Intentas suicidarte acaso?
Sam hubiera querido reír, pero no pudo. El dolor se volvió insoportable.
Sí, iba a morir, pero prefería morir por sus propios medios.
Lo hizo de nuevo. Repitió el mismo movimiento, esta vez logrando un corte más profundo y más doloroso. Su propia sangre salpicó las paredes, volviéndolas rojas enseguida, y el suelo se llenó de un charco carmesí y caliente. Sam estaba llorando, ya no podía respirar, y de pronto tuvo mucho frío.
—¡Detente, maldita sea!
Cuando él la sostuvo, ya no existía nada qué hacer. Las tijeras cayeron, luego Sam se desplomó, todavía consiente del inmenso dolor que le estaba embargando. Todas sus extremidades se entumieron, y el frío crecía y crecía. Ya no fue capaz de mantenerse despierta, así que simplemente se quedó absorta de todo lo que sucedía alrededor. No le importó que en ese momento Dan hubiera ingresado a la habitación. No le importaba nada.
—Vaya, pero qué escena tan conmovedora —la suave voz de Dan llegó hasta sus oídos, y ella se encontraba tan débil como para intentar hacerle frente—. ¿Está muerta?
—Aún no.
—Me temo que mi amada novia no podrá serme útil en ese estado tan lamentable. Mátala, Casper.
—¿Qué? ¡No puedo hacer eso! Quiero decir... es algo cruel, señor.
—¡Oh! ¿De verdad estás hablando en serio? No imaginé que fueses tan sentimental.
—No es necesario matarla, señor. Así como se encuentra no será difícil poseerla y retorcer un poco sus recuerdos.
—Casper, ¿no lo entiendes? Realmente no me interesa mantenerla viva. Obedece.
—¡Señor! Si puedo borrar a ese mitad fantasma de su memoria, puedo conseguir que Sam esté de nuestro lado. Eventualmente, ese chico tendrá que regresar a buscarla. Él vendrá a nosotros.
Dan no le respondió. A juzgar por su silencio, Sam supuso que ese tal Casper logró convencerlo. Tenía que darse prisa y morir.
.
Sam despertó con violencia, sumamente agitada y transpirando por cada poro de su piel. Le costó trabajo regular la respiración, hasta le dolía el pecho. Se aseguró de tomar una gran bocanada de aire, e hizo a un lado el cabello que se le enmarañó en la cara. Una parte de su almohada estaba totalmente húmeda, tal vez se la pasó llorando todo el tiempo que durmió.
Esa última pesadilla le puso los pelos de punta. Fue como si todo hubiese sucedido en realidad, y no tardó mucho en darse cuenta que era cierto. Las pesadillas pueden comunicar hechos de la vida pasada, y ésta no era una excepción.
Se restregó los ojos y se quedó un rato tratando de distinguir el sitio en el que se encontraba, hasta que pudo recordar que estaba en el ático de la casa de Casper. Ahora lo sabía todo de él, y el corazón se le encogió tan rápido como empezó a palpitar. Las lágrimas le corrieron por las mejillas sin poder detenerlas cuando la cicatriz le dio comezón. ¡Ella lo había ocasionado! Su intento de suicidio ocasionó una enorme sensación de vacío.
¡Ahora lo recordaba todo! Todo lo sucedido hace cuatro años, el incidente que puso a Tucker en esa situación y que hizo que Danny perdiera su parte fantasma y ella la memoria. ¡Fue Casper! El traidor que la engañó desde el comienzo y la obligó a vivir en una ciudad de nombre inventado, abusando de ella a su propia conveniencia. Su sueño era tal cual como lo había escrito en esas páginas de su diario que fueron arrancadas. ¡Ah! Maldito espectro. Lo odiaba, y lo odiaba muchísimo. Ojalá pudiera recibir el karma de sus actos, pero una persona muerta no puede pagar por los platos rotos.
Sam gruñó ruidosamente, casi arrancándose los cabellos. ¡Tenía que detener a Danny! Y por impulso, buscó a su novio (seguían siendo novios, ¿cierto?) a un lado en el camastro, pero no lo encontró. Tampoco vio a Tucker, sino que se encontraba sola en el ático, con la luz del sol pegándole directo en todo el rostro. Sam recordó que se había quedado dormida, con él abrazándola por la cintura y ella recargando la cabeza sobre su pecho.
Cuánto le hubiese gustado quedarse así por la eternidad, respirando la dulce fragancia que desprendía su masculinidad, pero no tenía tiempo para eso. ¡Tenía que buscar a Danny y contarle todo lo que ya recordaba! Hablarle sobre Casper y lo peligroso que era, así como su plan de llevarlo con Dan.
Rápidamente se vistió, no tenía tiempo para peinarse, así que cuando se colocó las botas de guerra, que siempre usaba, salió corriendo como alma que lleva el diablo. Brincó los escalones de dos en dos y bajó hasta la primera planta. La casa de Casper conservaba ese característico aroma de fármacos, lavanda y estiércol. Todo estaba en silencio, y ni rastro de los padres de Casper.
Salió hacia el campo y casi se desmaya al reparar en el gas ectoplásmico que emergía en forma de esfera. ¿Un portal fantasma? Conforme el gas iba aumentando, también iba apareciendo en forma el portal fantasma. Entornó los ojos y distinguió a Casper sujetando por el hombro a Danny, mientras que en la otra mano tenía el collar por el cual salía toda esa energía de ectoplasma, posiblemente Casper se lo arrebató mientras dormía. Tucker estaba a sus espaldas observando, al igual que ellos, el portal. Ninguno de los tres tenía una expresión determinada, todos estaban más bien en un tono neutral.
Casper iba a entregarle a Danny a Dan.
Sam gritó para detenerlos. Danny la observó y abrió la boca con asombro, Tucker también. Sam corrió. No obstante, Casper jaló a Danny hacia el interior del portal.
.
N/A: Como aclaración del capítulo 15, todo fue una pesadilla de Sam que le trajo consigo los recuerdos de lo que sucedió (Todo lo que está en cursiva). Recordando que ella se quedó dormida junto a Danny.
Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro