Capítulo 9 : Doloroso.
PAOLA.
—¿Señorita Maziel Milton?. —Sol a mi lado se mueve y levanta la mano con incomodidad. Aún no se acostumbra a su nuevo nombre.
—Soy yo.
—Sígame. La doctora Díaz la espera.
Me mira buscando el apoyo que le doy tomando su mano. Sé que toda la valentía que hasta ahora tenía se ha esfumado luego de tres respiraciones profundas.
—Vamos.
La enfermera me mira pero no dice nada.
Más le vale, porque no pienso apartarme de mi amiga.
Un mujer de piel bronceada y cabello tan brillante y con un laciado perfecto nos sonríe al vernos. Con la mano nos invita a sentarnos en las dos sillas que descansan frente a su escritorio.
—¿Cuál de las dos es la señorita Milton?.
Sol levanta la mano con timidez.
—Perfecto. —esta vez me mira, acomodando sus gafas redondas en el puente de su nariz—. ¿Tienen algún vínculo?.
—En estos momentos.. se podría decir que soy su soporte. —miro a la pelinegra, guiñándole un ojo.
La doctora no se atreve a preguntar nada más que no sean preguntas básicas sobre el embarazo de mi amiga y su tiempo de gestación.
—Colóquese esta bata y siéntese con las piernas abiertas en la camilla.
—¿Abiertas?. No es una posición un poco.. ¿íntima?.
—Lo es sin duda, pero para saber si el feto se encuentra en perfecto desarrollo deberemos proceder de esa manera. Aunque si lo prefiere, puedo hacerle un ultrasonido.
—Sisi, lo segundo que dijo.
La morena sonríe un poco y la invita a pasar al baño. Sol me insiste en no necesitar ayuda, así que me quedo a solas con la mujer.
—Es novata en esto. —le digo.
—¿Embarazo no deseado?. —asiento tragando saliva—. Suele suceder mucho, tengo varias pacientes con semejante caso.
—Es joven, ¿no sufrirá consecuencias al tener ese bebé?. —mi curiosidad se disipa.
—¿Piensa en abortar?.
—El aborto no es opción, solo.. me preocupo. Es mi mejor amiga.
—¿Y supongo que el padre del bebé.. ?.
—Larga historia. —o mejor dicho, no me siento cómoda contándole la vida privada de mi amiga.
—Entiendo.
Justo en ese momento la pelinegra sale del baño con la bata azul celeste llegándole hasta las rodillas.
—Estoy lista.
La mujer asiente y la ayuda a sentarse en la camilla. Mi amiga se cohíbe al ver cómo abre la tapa de la bata que oculta su abdomen. La veo aplicar un líquido viscoso que hace jadear a Sol y me preocupo.
—Está frío.
—Es normal, en algún momento llega a causar cosquillas..
Solo me dedico a acariciar su cabello mientras la doctora pasa un aparato extraño por su abdomen. La pantalla muestra lo que es el interior del estómago de Sol pero solo veo vacío y oscuridad.
—¿Dónde está el bebé?. —pregunta con cautela.
—Justo..
—Aquí. —señalo la protuberancia tan pequeña que casi no se nota. Ni siquiera sé cómo pero siento que ese no es nada más ni nada menos que el hijo de mi amiga. Me siento.. familiarizada con el tema. Cómo si en otra vida lo hubiera vivido en carne propia.
Es tan extraño y a la vez tan inusual.
—¿Cómo sabes?. La verdad todos mis pacientes suelen preguntarme dónde se encuentra el feto al no encontrarlo en la radiografía.
—Solo.. lo ví.
—Eres extraña. —me dice con una sonrisa amigable la mujer.
—Oh, no sabe cuanto. —murmura con burla la embarazada.
La miro mal y solo me acaricia el brazo mientras ríe. El momento se disipa y se dedica a observar al individuo en la pantalla.
—Por el tamaño y la formación que tiene el feto podría decir que tan solo tiene unas semanas. No muchas, quizás dos o tres.
—¿Cuándo podremos saber el sexo?.
—Algunas mujeres esperan a los cinco meses, dónde se puede ver al bebé con más facilidad al gran desarrollo de su cuerpo, sin embargo otras prefieren hacerlo cumplidos los dos meses de gestación. Solo que esta vez los resultados podrían no ser tan seguros debido al poco desarrollo del bebé. Es un 90% de afectivo, pero es tu decisión.
Sol asiente ante sus palabras y la veo mirar la pantalla con un brillo extraño en los ojos. Sé que la idea de ser madre le llegó de imprevisto pero lo está asimilando. Así como que también, quiera o no, tendría que decirle a Leo.
Merece saberlo y sobre todo, hacerse cargo de su hijo o hija.
El resto de la mañana transcurre entre recetas médicas, consejos para mi amiga por parte de la doctora y la programación de su próxima visita dentro de un mes al hospital. Al parecer, debe revisar su estado cada mes viendo que el bebé se esté desarrollando correctamente. Hasta ahora se ve bastante sano, que es lo importante.
Llegamos a la casa de Madame Blair no sin antes pasar por el súper y comprar los alimentos que se agregarán a la nueva dieta de embarazada de Sol. Me encuentro a Dark en el sofá, como siempre, persiguiendo a la nutria que le huye con travesura. No puedo creer que dos razas tan diferentes se puedan llevar tan bien.
La sesión de la tarde de la universidad empezará dentro de poco y agradezco que nos hayan dejado la mañana libre o sino no hubiera podido acompañar a Sol al ginecólogo. La dejo en las manos sabias de Madame Blair y me despido tomando un taxi.
***
—¿Gimnasia?. ¿En serio?.
Genial.
Muy emotivo saber que tendré que estar toda sudada para las dos de la tarde.
Llego al vestidor femenino con una cara del asco. Algunas se echan una loción extra dulce y no sé si vomitar por el olor dulzón o resoplar por tener que ponerme a hacer sentadillas tan tarde.
Abro mi casillero encontrándome con el uniforme rojo y blanco compuesto por un pantalón largo y una blusa un poco más arriba del ombligo. Por lo menos parece ser cómodo.
Me hago una coleta alta en la cabeza y camino hacia el lugar del encuentro: el campus.
El sol me hace replantearme esconderme en el armario del profesor por la noche y encajarle un cuchillo en la sien. No sé puede ser tan.. injusto. ¡Nos vamos a achicharrar!.
—Vamos chicos, cinco vueltas alrededor de todo el campus. ¡Ya!. —suena el pequeño pero letal aparato, llamado "silbato" por algunos y el "sinónimo de dolor de cabeza" por mi.
Juro que me da jaqueca.
Empiezo a correr. La fila de las mujeres va por la pequeña sombra que a duras penas logran hacer algunas árboles mientras los hombres corren a nuestra izquierda tomando el sol. Por sus caras puedo ver qué están acostumbrados. Algunos incluso se han quitado la camiseta, haciendo suspirar a más de una.
Entre ellos Adam.
No ha pasado ni un minuto y ya está sudando; las gotas de sudor deslizándose por la tableta de seis packs que decora su abdomen. El cabello se le pega a la cara y sus ojos se le ven más azules bajo el sol.
Sin notarlo, me le quedo mirando por más tiempo del deseado y solo salgo de mi embobamiento cuando me guiña un ojo sin disimular.
Pasa por mi lado corriendo y justo ahí noto a quien le sigue no muy lejos.
Cuerpo igual de fornido. Cabello rubio y lacio cayéndole en las cejas. Quita el sudor de su cara y las que lo acompañan le sonríen con una clara oferta en los ojos.
El chico misterioso. Aquel mismo que chocó conmigo el primer día de pisé este lugar.
Y ahí recuerdo que aún no se su nombre.
Y siendo sincera tampoco me interesa.
El profesor suena una vez el silbato y todos caminan —jadeando algunos—, hacia su lugar.
—El día de hoy se lo dedicaremos al voleibol. Así que quiero que hagan dos equipos y me demuestren de qué están hechos. —y lo suena una vez más, cómo si sus palabras las pudiera repetir el pedazo de plástico que martilla mis oídos.
Bufo fastidiada quitándome el sudor de la cara. Que asco, cuando llegue a casa me daré tres baños con bastante loción de jazmín. Debo admitir que a Sol le encanta y a pesar de que me hace arder la nariz, es mejor que oler a suciedad.
El profesor O'Donnell hace un innecesario ruido con el silbato de los demonios y nos guía con la mano los grupos de dos. Genial, me tocó el equipo de los perdedores. Solo hace falta ver cómo miran a sus alrededores y se arrascan la piel, solo una chica pequeña, de cabello corto por los hombros de encuentra en posición en el centro de nuestro lado, preparada.
Vaya.
Suspiro, esto va a ser un pérdida de tiempo.
—¿Listos?. ¡Ya!.
Tal vez por decisión del profesor, o no, la pelota se encuentra en nuestro lado y nos dan la oportunidad de disparar primero. Veo al chico de lentes que la sostiene para dar el saque como traga saliva, mirando a todos lados.
Mierda.
A pesar de su poca confianza, el saque no tan perfecto no choca contra la red por lo menos. El equipo contrario, compuesto por Adam, el chico rubio del cual no se su nombre y otros más, la logran sostener con habilidad por unos segundos hasta que hacen el remate que trato de parar pero hace caer a la pelota al suelo y les da un punto.
Celebran por el corto tiempo que se les permite y sólo logro masajearme la cara con las manos.
Soy una persona muy competitiva.
Me ato bien el cabello cuando me cae en los hombros y me preparo, en posición. La chica de cabello corto a mi lado me da una mirada cómplice que me hace sonreír como solo lo hago cuando saboreo la sangre de las víctimas por las que me pagan millones.
Que comience el juego.
Suena el silbato y solo puedo ver los movimientos de la pelota que Adam lanza, una chica rubia hace pasar y el chico misterioso intenta hacer caer en nuestro lado, sin embargo doy un salto y la hago caer en su lado justo cuando esperaban lo contrario.
Juro que ver sus caras serias luego del esperado empate me da mil años de vida.
El chico misterioso sonríe con competividad haciendo sonar sus nudillos y se coloca en el centro, muy cerca de la red, así como yo también lo hago. Adam tiene una leve sonrisa en el rostro que por alguna razón me gusta observar.
La chica de cabello corto es la que lanza ahora la pelota, yendo de una al área opuesta y siendo interceptada por una chica de cabellos negros como la noche y piel pálida. Tiene la mano dura, ¿eh?. Se esfuerza tanto por hacer pasar la pelota que termina impactando contra su propia red y dándonos el merecido punto.
La veo rabiar. Eh, calma chica, que solo es un juego.
«Habla la que es capaz de rasgar la red solo por perder»
Buen punto.
En el último momento la veo hablar con el entrenador y este asiente desde su puesto, haciéndole una señal a la otra pelinegra que se levanta de las bancas con emoción.
Pía, si no mal recuerdo.
Le da un innecesario beso en la mejilla a Adam y levanto la ceja. ¿Eso a que vino?. ¿No se supone que está aquí para jugar?.
Niego con la cabeza cuando la veo ponerse en la posición de su compañera y le hago la señal a la chica a mi lado, indicándole hacia dónde debe lanzar la pelota.
Llega rápidamente al área opuesta el balón. Un chico alto la toma enseguida pidiéndola en un grito hacia sus compañeros y la hace levantarse hasta que Adam la toma y la lanza, arriesgándose a un golpe fallido. Llega a nuestra cancha con suavidad, una chica de cabello extremadamente largo la toma y me la pasa cundo debo dar el salto que la haga caer, sin embargo, confío en la chica a mi derecha y se la dejo, dándole un pase más alto. Ella se prepara, la lanza y el chico misterioso la toma, pero la acción le sale por la culata cuando Adam intenta hacer su acción y terminan chocando y haciendo caer el balón.
3-1.
Celebro mentalmente hasta que veo a Adam levantarse y no puedo evitar preguntarle cómo se encuentra. Me sonríe guiñándome un ojo y me contesta que todo está en orden. Le devuelvo la sonrisa colocándome en mi puesto.
De reojo observo a Pía, quien eleva una ceja hacia mi dirección.
El silbato suena otra vez, deduzco que la chica de cabello corto es la que vuelve a sacar debido a que no han hecho fallar su saque. De una solo lanzada cae en el lado contrario y el rubio amigo de Adam la toma, se lanza a la chica rubia oxigenada y esta termina lanzándosela a Pía, quien por un segundo, me parece ver una sonrisa socarrona en su cara y no se cuando ni cómo, pero al saltar para detener su saque, solo siento el dolor agudo que hace la pelota contra mi rostro.
Caigo al suelo con esa parte de la cara latiéndome del dolor.
Mierda, mierda, mierda, juro que la voy a matar.
Muerdo el labio inferior para no llorar, es inevitable, supongo que es una reacción del cuerpo humano llorar cuando se siente tanto dolor, sin embargo me niego a derramar una lágrima.
El ojo me arde a millón y se que quedará un horrible hematoma que no se verá para nada sexy de aquí a las próximas semanas.
Maldita.
—Lo siento, no fue mi intención. —la oigo decir y mira al profesor con una cara de inocencia que no me engaña, lo hizo a propósito.
La miro, queriendo aniquilarla con la mirada cuando una figura imponente tapa mi visión. Adam se agacha y me ofrece la mano.
—¿Estás bien?.
Suspiro. Paciencia..
Sólo logro asentir, estoy de acuerdo en que armar un alboroto no sería bien visto. Por más que quiera darle su merecido a la pelinegra que mira la escena que protagonizamos el rubio y yo, de alguna forma me alegra saber que borré la pequeña sonrisa que tenía en la cara. Intento burlarme pero el simple gesto de mover la mejilla izquierda me hace hacer una mueca con la boca.
Duele.
—Bien, bien. Se acabó el juego por hoy, todos sabemos quienes fueron los ganadores. —habla el profesor O'Donnell y nos mira a mí y a los que se encuentran a mi alrededor, no había notado que todos están intentando ver qué tan mal estoy—. Señor Taylor, le encargo a la señorita Hoffman. Necesita verse ese moretón.
—No se preocupe. —logra decir Adam.
Coloca su mano en mi espalda baja y me insta a caminar, así que eso hago, no sin antes mirar por última vez a Pía y decirle con una mirada todo lo que mi boca se niega a decir.
Tienes los días contados.
La llegada a la enfermería me desespera, más cuando Adam toma nuestras mochilas. Se ha comportado demasiado bien conmigo, y por primera vez puedo llegar a sentir una pizca de remordimiento por él.
«Cambia el chip, Paola, sabes la razón del por qué estás aqui».
Como si no fuera suficiente recordarlo todos los días. Sea quien fuese el que me encargó su vida, debe quererlo muerto lo más rápido posible, y estoy haciendo justo lo contrario.
La señora que lee el periódico en la enfermería, solo arruga el entrecejo y ahoga un gemido. Oh, vaya, ¿tan mal me veo?.
—¿Qué le sucedió?.
Veo a Adam hacer una mueca mientras toma asiento en la camilla.
—Balón de voleibol. —es lo único que dice y puedo ver cómo la señora intenta esconder el escalofrío fingido. Si señora, duele como los mil demonios.
Se pone los guantes de látex y me examina el pómulo, apretando la zona que ya debe estar rojiza. Mi piel pálida me hace ver un leve rasguño como grave, no me quiero imaginar cómo me veo ahora.
Me alejo de sus manos cuando siento como me toca la zona, gimiendo de dolor.
Hace una mueca.
—Eso se va a hinchar. Te daré una pomada para la inflamación, para por lo menos bajarla un poco. Se pondrá peor, eso sí.
—¿Peor?. —intercepta Adam.
—Se volverá más oscura, claramente. Fue un golpe fuerte por lo que puedo ver.
Suspiro, como si no lo supiera.
—Gracias. —le murmuro tomando la pomada y bajándome de la camilla. Tomo la mochila al lado de la de Adam y me marcho de la enfermería.
Debo por lo menos cambiarme de ropa, así que debo ir hasta los vestuarios femeninos.
—Hey, hey. —el castaño llega hacia mi, tomando mi brazo—. ¿Segura que estás bien?. ¿Quieres que te acompañe?.
La verdad si, me agrada tu compañía.
Pero no debes. Recuerda que significa él para ti..
Ruedo los ojos ante la insistencia de mi.. ¿conciencia?, ¿dónde estuvo todos estos años en que maté personas por placer y dinero?. Veo a Adam arrascarse la nuca con timidez y temo que halla confundido mi acción como respuesta a su pregunta.
—No te preocupes, estoy bien.
Asiente lentamente. Retomo el camino hacia los vestidores y lo veo seguirme, lo miro con la pregunta, de seguro, grabada en la frente por lo que me responde..
—Oh, yo también tengo que cambiarme, como verás. —señala la camiseta negra y el pantalón de igual color con rayas blancas a los costados.
—Claro.
¿Cómo no lo pensé antes?.
El camino se recorre en un silencio incómodo por mi parte. Me veo en la obligación de agradecer su acción, su ayuda me fui útil. Recordar la cara de molestia de Pía me hace reír.
—¿Te ríes sola ahora?. —me da una sonrisa burlona—. Estás loca.
—No sabes cuánto. —por el gesto en su cara veo que piensa que solo le estoy siguiendo la rima, sin embrago.. solo yo sé el trasfondo de mis palabras.
Nos detenemos en las dos puertas que avisan hacia donde hemos llegado. Un dibujo rosado yace a la izquierda y uno azul a la derecha: Los vestidores.
—Gracias, otra vez.
—No hay de qué. —me guiña un ojo con coquetería pero intentando ser amable.
Es tan.. bueno. Dios, ¿qué persona con el juicio sano manda a asesinar a un chico así?.
Ese no es tu problema, Paola.
Me acerco, sin pensar la razón por la que mis piernas se mueven por si solas y lo veo cambiar el gesto cuando me acerco demasiado, violando su espacio personal.
Mientras tengo en una mano mi mochila, con la otra tomo su nuca, poniéndome de puntillas —la diferencia de alturas haciendo acto de presencia—, y le doy un beso corto, pero lo suficientemente apasionado y húmedo. Me separo cuando toma mi cintura y me hace querer estrecharme contra él.
Sus ojos me miran confusos, como preguntándome porque paré lo que había comenzado, sin embargo, solo una sonrisa coqueta es lo que recibe como respuesta antes de que camine hacia la puerta del vestidor femenino y cerrarla a mi espaldas.
*****
*Confieso que no me informé mucho sobre el tema del embarazo y la narración del juego de voleibol lo narré desde una perspectiva no muy sabia de dicho deporte, si hay algún fallo en contenido o palabra, perdón, soy nueva en esto.
<3.
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