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Eileen y Harry llevaban viviendo juntos poco más de tres años. Sin embargo, desde que estaban juntos nunca habían hablado sobre tener hijos o algo por el estilo. No era en algo en lo que pensaran pues incluso Eileen se sentía feliz estando con los hijos de Harry. Además el trabajo los consumía por completo, por lo que ni siquiera pensaron en una mascota. No tenían el tiempo suficiente para eso. Estaban en la cúspide de sus carreras y no necesitaban nada más que el uno al otro para sentirse completos.
Sin embargo, cuando aquella noticia del embarazo de Eileen golpeó los oídos de Potter, quedó completamente aturdido. ¿Un bebé? Ella y él siempre se protegían al momento de estar juntos... no había manera. Las pociones, los hechizos... sabía que no eran cien por ciento efectivos pero en realidad nunca imaginó que eso pudiera pasar.
Harry ni siquiera estaba seguro de cómo sentirse. Él ya tenía a sus hijos y lo cierto era que en sus planes no estaba tener uno más. Pero la verdad era que tenía miedo y sabía que se había comportado como un imbécil de primera al dejar de esa manera a Eileen en aquella camilla luego de que el sanador les diera la noticia.
Cuando la vio en el pasillo con la mirada baja, se quiso golpear a sí mismo, pero en cambio se acercó a la chica y la abrazó al notar que caminar le resultaba complicado. Eileen casi moría y él no podía con tantas emociones a la vez. Tal vez debía ponerse en los zapatos de la chica y entenderla un poco más.
Los dos regresaron a su hogar en silencio, Eileen no fue capaz de dirigirle la mirada a Harry en ningún momento y en cuanto pudo corrió escaleras arriba donde se encerró en su habitación. Harry la siguió y la escuchó llorar pues dejó su cabeza recargada a la puerta de madera, Eileen había cerrado con seguro y aunque un hechizo podría abrirla, no quería ser aún más imbecil e irrumpir su privacidad. Al menos no por ahora.
—Eileen, ¿podemos hablar? —habló en voz alta sin despegar la frente de la puerta. Cerró los ojos con fuerza y trató de mantener la calma.
No obtuvo respuesta por un largo momento.
—Quiero estar sola —escuchó la débil voz de Eileen.
—Por favor, amor. Tenemos que hablar de esto.
—¡Tu no lo quieres! —la escuchó gritar, más cerca de la puerta y sabía que estaba llorando— lo vi en tus ojos. Tu no quieres a este bebé.
Harry sintió su corazón apretarse dentro de su pecho. Una fuerte punzada de dolor le recorrió el cuerpo entero. Odiaba ser la causa de las lágrimas de dolor de Eileen. Ella merecía mucho más.
—Eileen, no es... no es así —vaciló.
Más silencio.
—Por favor cariño, abre —volvió a hablar Harry.
—Quiero estar sola. Vete.
—Eileen, lo siento, ¿bien? Fue una noticia muy impactante para mi. No quise actuar como un idiota. Perdón.
—¿Lo quieres?
Harry siente que se queda sin aire y no es capaz de contestar. El estómago le arde pero trata de ignorarlo. Muerde el interior de su mejilla hasta que siente el sabor de la sangre sobre su lengua. Ahora mismo no tenía la capacidad de contestar aquella pregunta. Aún estaba aturdido por las emociones tan repentinas que lo inundaron en un solo día. Eileen estuvo a punto de morir esa mañana y horas más tarde le dan la noticia de que volverá a ser padre.
—¡No lo quieres! —la voz de Eileen se rompe en el acto— y no me importa, porque yo sí lo quiero. Y no te necesito, mañana me iré de esta casa.
—Eileen... abre por favor. No tomes decisiones apresuradas.
—¡Vete! Quiero estar sola.
Harry suspiró y se sentó junto a la puerta. En definitiva no se irá de allí hasta ver a Eileen y en todo caso, evitar que se fuera. Pasan algunas horas, y cuando Harry pensó que Eileen ya se había quedado dormida, decide ponerse de pie para abrir la puerta en silencio.
Eileen está en la cama hecha un ovillo, su rostro está húmedo por las lágrimas aún frescas. Harry la cubrió con una manta luego de cerrar las cortinas y se sienta en el borde de la cama. Le quita el cabello del rostro y la ve dormir. Siempre disfrutó de verla dormir con tanta tranquilidad.
Sólo se siente confundido y por un segundo sintió muchísimo miedo. Él nunca tuvo un padre y aunque él ahora es padre de tres, se siente extraño y con el miedo creciendo a cada segundo dentro de su pecho. No pasó tanto tiempo con sus hijos como le hubiera gustado y para ser honestos, aún era muy inexperto en el tema.
En definitiva, no sabía ser un buen papá.
—Sí quiero al bebé —murmura para sí mismo en la oscuridad. Un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas— Es sólo que tengo miedo de arruinarlo todo de nuevo.
Sabe que nadie lo está escuchando, pero aún así su voz es bajita. Deja suaves caricias en el rostro de Eileen y verla dormir es lo único que lo reconforta en ese momento.
A la mañana siguiente, cuando Eileen abre los ojos se siente cansada y adolorida. Toda la adrenalina del día anterior ha desaparecido y mover un sólo músculo le parece insoportable.
Rápidamente se da cuenta de que está cubierta con una manta y que las cortinas están cerradas. A noche estaban abiertas, porque recordaba que podía ver la luz de la luna iluminando el suelo de madera. También se da cuenta de que hay un vaso y una jarra de agua en la mesita de noche. Quiere levantarse y tomar un poco pero no se puede mover y en cambio aprieta la manta contra su cuerpo. Tiene mucho frío.
Luego recuerda al ser que está creciendo dentro de su vientre y las lágrimas regresan, aunque no sabe si son de tristeza o alegría. Tal vez ambas. De solo pensar en la reacción que tuvo Harry al enterarse, el pecho le comienza a arder y una intensa tristeza la recorre de pies a cabeza. Se siente como si hubiera hecho algo mal.
La puerta de la habitación se abre con suavidad, Eileen sabe que es Harry pero no es capaz de moverse de su posición y se queda quieta mirando fijamente un punto en el suelo. Potter se sienta en la cama junto a ella mientras acaricia su hombro con intensa suavidad.
—¿Cómo te sientes? —pregunta el hombre en voz baja.
Eileen se queda en silencio por un largo momento. Incluso hablar parece doloroso.
—Quiero estar sola —suena afónica.
—Eileen, lamento mucho lo de ayer. No debí reaccionar de la manera en que lo hice —Harry se pone de pie y rodea la cama, cuando está frente a la chica, se arrodilla en el suelo y recarga su rostro en la cama frente al rostro de Eileen— Soy un completo tonto y debes saber que sí quiero a ese bebé tanto como tú lo quieres. Sólo estaba un poco asustado y me siento horrible por haberte hecho sentir mal. Perdón.
Las lágrimas salen en silencio de los ojos de Eileen pero mira fijamente a Harry.
—¿Lo dicen en serio? —murmura con ojos tristes. Se siente como una niña pequeña en ese momento y sólo necesita un abrazo y un beso en la frente.
Él sonríe un poquito y asiente.
—Por supuesto que sí. Te amo Eileen Armstrong y tener un hijo junto a ti me hace muy feliz. Además es una buena excusa para mi de que dejes el escuadrón de Magos Golpeadores.
Elieen no puede evitar soltar una risa. Sus lágrimas nublan su vista, pero se las arregla para limpiarlas con el borde de la manta.
—Ayer tenía tanto miedo de perderte —continúa el azabache— en serio tanto miedo y luego la noticia fue muy impactante para mi. Sólo quiero protegerlos a ambos, con mi vida si es necesario. Los dos son de ahora en adelante, de las personas más importantes en mi vida y nunca me perdonaré si les pasa algo por mi culpa.
La chica no puede detener su llanto silencioso, pero finalmente sonríe.
—¿Me das un poco de agua? Me duele moverme.
Harry no tarda en hacer lo indicado y luego de servir agua en el vaso, le ayuda a la chica a beber. Potter se acomoda en la cama y Eileen se acomoda sobre su pecho con cuidado. Se siente mejor ahora que está entre la calidez de los brazos de Harry.
—Ayer no fuimos a comer pasta y te preparé un poco —habló Harry en voz baja— no pude dormir y cocinar me ayudó a aclarar la mente.
Eileen sonrió, abrazando con mayor fuerza al hombre.
—Gracias.
Ninguno dijo nada más y disfrutaron ese momento en silencio. Eileen lentamente cerró los ojos, quedándose dormida luego de algunos minutos. Harry se quedó despierto con la mente en blanco. Miraba de vez en cuando a la chica y una sonrisa se extendía por su rostro.
Así que, un bebé estaba en camino.
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Eileen tardó una semana completa en recuperarse totalmente. No había ido al trabajo desde entonces y Harry se quedó a su lado, faltando al trabajo pues no era capaz de dejar a la chica sola. Pero cuando ella fue capaz de ir al trabajo, sabía que debía renunciar. Kingsley le ofreció un puesto de escritorio, simplemente para que no perdiera totalmente su empleo y ella aceptó gustosa. No soportaba estar sola en casa sin hacer nada.
No estaría en el campo, pero al menos no dejaría de trabajar. Eso también ayudaba a cuidar un poco más de su embarazo y ya que Harry tampoco salía regularmente al campo, podía cuidar de la chica muy de cerca.
Fabian fue la primer persona en enterarse del embarazo de Eileen y el hombre simplemente saltó de felicidad por toda la oficina, luego abrazó con cuidado a su amiga y casi se pone a llorar de felicidad mientras se arrodillaba y abrazaba el abdomen de la chica. Harry casi echaba humo por las orejas pero no tenía derecho a decir nada cuando su reacción fue de lo peor.
Sí, estaba celoso. Una vida entera no sería suficiente para pedirle perdón a Eileen por ser tan idiota. Lo menos que podía hacer, era dejar de ser tan idiota.
—Nos encantaría que fueras el padrino —había dicho Harry, que abrazaba por los hombros a Eileen. Tal vez la oficina de Fabian no era el mejor lugar para pedir aquello, pero Eileen insistió que era el lugar perfecto. Fue justo allí donde lo conoció.
Fabian quedó en completo shock por un segundo. Mirando alternativamente a las dos personas frente a él.
—¿Lo dicen en serio?
Eileen sonrió mostrando los dientes.
—Por supuesto que sí. Sólo si tu quieres, por supuesto.
—¡Claro que quiero! —casi gritó.
Y nuevamente una blanca sonrisa adornó su rostro. Sus ojos estaban llenos de ilusión.
Luego de Fabian, Eileen estuvo de acuerdo con Harry para darle la noticia a Ginny pero ambos decidieron que era mejor si sólo Potter iba ya que Eileen no se sentía precisamente muy cómoda estando frente a la pelirroja. Según las palabras de Harry, Ginny no lo tomó tan mal, sí le sorprendió pero no dijo mucho al respecto.
Luego de Ginny, Harry le dio la noticia a sus hijos menores. Ambos lloraron intensamente por largos minutos luego de que las palabras salieran de la boca de su padre pues sentían que los iban a dejar a un lado. Eileen y Harry les aseguraron que no era de esa manera y que siempre los iban a amar sin importar nada. Ellos tardaron en aceptarlo pero de inmediato decidieron mandarle una carta a su hermano mayor para darle la noticia ellos mismos.
Fue Lily la primera en recuperarse y emocionarse por la próxima llegada de su nuevo hermanito o hermanita. Ella deseaba que fuera una niña para poder jugar sin parar. La pequeña pelirroja no paraba de hablarle al vientre de Eileen siempre que estaban de visita y le contaba todo tipo de cosas al bebé. A Eileen le pareció en extremo adorable. Lily era demasiado buena para este mundo.
Y poco a poco cada vez más personas se enteraron de esto, al menos las personas cercanas a Harry. El mundo entero se enteraría cuando su panza fuera más grande y no hubiera manera de ocultarlo. Claro que no era algo que ocultaran, pero no querían llamar tanto la atención.
Incluso Mackenzie se entero de la noticia y mandó millones de cartas a Harry junto con algunos obsequios, todos eran cosas de bebé que aparentaban ser muy caras. Incluso esa mujer se tomó mejor la noticia que Ginny, lo que resultaba extrañamente incómodo. Aunque las cartas de Mackenzie eran algo pasivo-agresivas.
Decía que estaba feliz por la llegada del nuevo bebé, pero al final agregaba una frase parecida a: "nuestros hijos hubieran sido más hermosos".
Sin duda, luego de la tormenta llegaba la calma y tanto Harry como Eileen estaban más que deseosos por tener un nuevo integrante en la familia.
Y algo que dejó muy en claro Eileen, era que por ningún motivo iba a dejar a Potter ponerle el nombre al nuevo bebé. Harry no era exactamente el mejor eligiendo combinaciones bonitas de nombres y no iba a permitir que tuviera voz en esa elección. Debía conformarse con el hecho de que el bebé llevaría su apellido.
El único que le gustaba, era el de Lily, pero Albus Severus sin duda era su nombre menos favorito. Se compadecía un poquito del niño.
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