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Lo siguiente que Eileen recuerda es que Harry está frente a ella, la está agarrando de los hombros con suavidad y le habla, pero ella no tiene ni idea de lo que su jefe le está diciendo. Es como si su mente estuviera en otro lugar y ella estuviera dentro de una burbuja en lo más profundo del océano.
—Está en shock —dice Harry al sanador que se coloca junto a él.
—¿Cómo se llama? —pregunta el sanador.
—Eileen, Eileen Armstrong.
Asiente. Harry se hace a un lado y deja que el profesional haga su trabajo.
—Eileen, mi nombre es Abraham. ¿Puedes contestarme algunas preguntas?
La chica tiene la mirada perdida y ni siquiera ha notado que hay otro hombre frente a ella.
—Eileen —vuelve a hablar el hombre con suavidad— está bien, escucha mi voz. Necesito que regreses. Te voy a llevar afuera de la casa, ¿bien? Tomaré tu mano y te ayudaré a subir las escaleras.
Ella no responde, sus oídos se sienten aturdidos por el palpitar de su corazón. Tiene frío y quiere volver a vomitar. Cuando el sanador la toma con cuidado de la mano y la guía por la casa, ella se mueve por mera inercia. Llegan al jardín delantero donde hay personas mirando desde lejos, además han llegado más aurores y demás personal del ministerio junto con algunos sanadores.
Abraham ayuda a Eileen a tomar asiento en las escaleras y le coloca una manta en los hombros. Mira a Harry que los siguió de cerca, bastante preocupado por el estado de la chica.
—Va a estar bien. Su cerebro sólo necesita procesar lo que acaba de ver —suspiró— y no me sorprende, la escena era bastante... perturbante. Si en diez minutos sigue sin reaccionar, búscame.
—De acuerdo, gracias.
El sanador asiente y se marcha. Harry se pone de cuclillas frente a la chica y coloca ambas manos en sus rodillas. No puede dejarla sola en ese momento, sabe que debe ir y darle algunas órdenes a los demás pero él fue quien mandó a Eileen a la casa y se siente culpable.
Pasan poco más de cinco minutos cuando la chica respira profundamente y sus manos comienzan a temblar. Harry la sostiene con cuidado y ambos se miran a los ojos.
—Tranquila, todo está bien.
Ella parece alterada pero se mantiene en su lugar.
—Yo... eso... —
—Tranquila, Eileen. Respira conmigo.
Harry comienza a inhalar y exhalar, Eileen lo imita y pronto se siente más tranquila aunque sigue teniendo frío.
—Lo siento —habló más calmada— eso no fue muy profesional de mi parte.
Harry niega con la cabeza.
—No digas eso. No nos preparan para este tipo de situaciones, ni los mejores son capaces de mirar eso sin sentir náuseas.
—¿Cómo está Conan? Creo que se desmayó.
—Lo llevaron al hospital. Estará bien, pero se dio un fuerte golpe en el suelo.
Eileen asintió más tranquila.
—El vómito junto a las escaleras es mío. Lo siento.
Harry sonrió un poco, sus manos aún sostenían las de Eileen. Quiere abrazarla con fuerza, quiere acariciar su cabeza con suavidad y decirle que todo está bien. Simplemente quiere protegerla y cuidarla de todo. Pero se resiste a sus impulsos.
—No te preocupes por eso. Tal vez debas regresar a casa y descansar.
—No —habló rápidamente— yo... puedo hacerlo. Estoy bien, de verdad. Lo prometo.
—Eileen, no tienes que hacer esto.
—No, pero quiero hacerlo.
Ambos se ponen de pie.
—Pero si vomitas regresas a casa sin reproches.
—De acuerdo.
Ambos regresan a la casa. El mal olor sigue presente pero es lo que menos le importa a la chica. Adentro hay algunos aurores sacando cajas con objetos seguramente para analizarlos.
Bajan al sótano nuevamente, Eileen se siente mareada pero mejor que antes y toma el valor que le queda para volver a mirar. El sótano es grande pero hay cuatro mesas alargadas de madera que ocupan el mayor espacio. En tres de ellas hay una persona en cada una, todas con el abdomen abierto y las entrañas en frascos a un lado de cada una. Es una mujer y tres niños. Hay un cuarto niño pero este está suspendido de cabeza a mitad de la habitación. Hay un balde debajo del infante donde escurría la sangre de la abertura en su cuello.
Hay muchos libros viejos y frascos con cosas que Eileen no puede identificar a simple vista. Quiere volver a vomitar pero logra evitarlo y avanza por la habitación mirando con detenimiento algunos de los libros. Son maleficios que nunca había escuchado en su vida pero no está muy interesada en saber qué efecto tienen.
—Hay algunos cadáveres en la habitación secreta —avisa uno de los aurores. Está pálido y parece que quiere salir corriendo pero trata de soportarlo— también identificamos algunos libros de magia oscura y objetos malditos. Además... hay restos de huesos en la pared.
—De acuerdo. Avisa arriba que hay más cuerpos y cuando sea posible empaquen los libros y objetos por separado. Busca a los sanadores encargados para que vengan a revisar los cadáveres.
El auror asiente y corre escaleras arriba deseando salir de esa habitación.
—La magia oscura está prohibida por una razón —habla Harry y Eileen lo mira con curiosidad— es peligrosa y ocasiona esto.
—¿Crees que si hubiéramos llegado antes, ellos...—
—No —la interrumpe— Richard confesó que mató a su familia hace semanas, el... el niño que está colgado fue el último hace cuatro días. Intentaba un tipo de ritual. Irá a Azkaban por el resto de su vida.
Eileen traga saliva pero le duele la garganta pues su boca está completamente seca.
—¿Alguna vez habías visto algo así?
Harry niega sin dejar de mirar la habitación.
—No, nunca. He visto cosas realmente horribles pero nada parecido a esto. Lamento que tu lo hayas tenido que ver.
—Supongo que el olor es por los cuerpos en descomposición.
Potter asiente.
—Sí y creo que deberíamos sacarlos para identificarlos.
Es un día largo y francamente Eileen sólo está esperando a que termine. Hubiera aceptado la propuesta de irse a casa cuando Harry lo sugirió pero ella realmente quería ayudar con el caso. No muchos aurores fueron capaces de permanecer en el sótano al ver la escena y sólo hasta que sacaron los cuerpos y los sanadores se los llevaron bajaron más aurores para ayudar a empacar e identificar los objetos.
Por la noche, Eileen regresó al ministerio por sus cosas, ya tendría tiempo de hacer el papeleo correspondiente otro día. Fabian la esperaba pues se había enterado de lo que ocurrió y sabía que Eileen no necesitaba estar sola en un momento como ese.
La chica sonrió un poco desganada en cuanto lo vio en su cubículo esperando por ella. El hombre se puso de pie y extendió los brazos. Eileen lo abrazó con fuerza mientras comenzaba a llorar en silencio oculta en su pecho. Nunca en toda su vida había visto algo tan horrible y francamente esperaba no tener que volver a ver algo así. Agradecía infinitamente que Fabian no hiciera ninguna pregunta y sólo la abrazara cálidamente. Se sentía segura y quería permanecer así un momento más.
Harry los vio mientras se dirigía a su oficina, bajó la mirada con algo de tristeza y entró en completo silencio a su lugar de trabajo. Él también estaba algo perturbado, había visto tantas cosas horribles, pero nunca antes había visto algo tan cruel y sanguinario. Eran sólo niños y según el reporte que le dieron minutos atrás, la mujer estaba embarazada y el feto estaba en uno de los frascos.
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Los siguientes días fueron bastante ocupados para todo el departamento de aurores. Mucho papeleo e identificar algunos objetos que se encontraron en aquella casa. Para Eileen fue bastante complicado olvidar aquella escena tan desagradable y cada vez que estaba a punto de dejarlo atrás, su mente le recordaba que había personas crueles.
Ya era viernes y luego de una semana tan pesada, lo único que la chica deseaba era regresar a casa y dormir todo el fin de semana. La cabeza le dolía bastante por haber dormido apenas una o dos horas cada noche. E incluso ver comida le producía mareo por lo que su alimentación se había basado en café y barras de chocolate.
Eran casi las tres de la tarde cuando Harry se acercó al cubículo de Eileen. Ella lo miró desde su asiento, ligeramente nerviosa.
—Hola —saludó Harry con voz suave.
—Hola. ¿Está todo bien?
Harry asintió.
—Sí, a las cinco tengo que irme. Tengo que viajar a Italia pero regresaré el domingo.
Lo miró sin comprender.
—Que bien, espero que tengas un buen viaje.
Harry sonrió y negó con suavidad.
—¿Tu cómo estás? Sabes que si necesitar tomarte unos días puedes hacerlo. Fue muy traumático lo que viste.
—Estoy bien, trabajar me ayuda para no pensar en ello. De todas formas gracias por preguntar.
—Si necesitas lo que sea, no dudes en decirme —se aclaró la garganta— por cierto, tengo algo para ti.
—¿Qué cosa?
Sacó algo de su bolsillo del pantalón. Era una hoja doblada en cuatro. Se la entregó a Eileen.
—Ayer vi a los niños y Lily me pidió que te diera eso.
Eileen tomó la hoja con curiosidad y la desdobló. Era un dibujo hecho por la niña. Estaban los niños Potter y Eileen, ella sostenía la mano de Lily. Arriba de cada persona estaba el nombre de cada uno. Sonrió enternecida.
—Dile a Lily que se lo agradezco, es muy bonito —miró a Harry.
—Por supuesto. También dicen que las galletas eran deliciosas. James las robó y las escondió en su habitación.
Dejó salir una corta risa.
—Tal vez luego les haga más.
Hubo un momento de silencio. Eileen miraba a Harry desde su lugar en la silla y Harry mantenía sus manos guardadas en los bolsillos de su pantalón.
—Te dejo trabajar. Nos vemos el lunes.
Asintió.
—Hasta el lunes.
Miró a Harry alejarse y luego lo vio adentrarse a su oficina. Volvió a mirar el dibujo que Lily le había hecho y sonrió ampliamente. Aquel pequeño gesto realmente la había hecho sentir mejor. También había personas buenas en este mundo.
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