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La primera vez que Ginny vio a Eileen sintió... celos. Ella era tan bonita y amable, además era increíblemente agradable y no tenía por qué sentirse de esa manera. Ella ya salía con alguien más y lo que hiciera su ex esposo, no era de su incumbencia. Él era libre de volver a hacer su vida justo como ella lo había hecho. Y Ginny sabía perfectamente que había tenido una actitud muy pesada con aquella chica pero muy en el fondo fue algo que no pudo evitar.
Le gustaba saber que trataba bien a sus hijos, ella nunca dejaría que nadie los tratara mal pero seguía sintiendo esa pequeña oleada de celos cuando la miraba. No quería ser grosera o algo por el estilo pero no podía resistir el sentimiento cuando estaba cerca de ella. Sabía que debía disculparse con la chica o al menos no matarla con la mirada cada que se encontraban. A pesar de todo, Eileen nunca dejó de ser amable y se sentía culpable de hacerla huir cada que se encontraban.
Además, ella sólo era compañera de trabajo de Harry. No era nada más que compañeros pero conocía muy bien a Harry Potter y era más que evidente que el hombre tenía sentimientos por la chica. Estuvo casada con él poco más de nueve años y lo conocía desde que tenía diez años, sabía exactamente lo que pasaba por su cabeza.
Ginny deseaba auténticamente que Harry encontrara la felicidad con alguien más, él lo merecía más que nadie en el mundo y pensaba que era un completo tonto por no dar el siguiente paso con Eileen. No la odiaba o algo por el estilo, simplemente, no había tenido la oportunidad de no ser tan... grosera.
Pero ya había planeado algo. Invitaría a Harry y Eileen a cenar a su casa para que conocieran a Elliot. Los niños la pasarían con sus abuelos y tendrían toda la noche para hablar tranquilamente.
Sólo debía tener cuidado de no hacer el ambiente incómodo. Pero lo cierto es que Ginny no tenía ni idea de todo lo que había sucedido. Habían pasado dos semanas desde que Eileen cuidó a los niños y ahora la pelirroja caminaba por los conocidos pasillos del ministerio para invitar a Harry y Eileen a cenar. Era viernes y la invitación era para el sábado.
Cuando Ginny llegó al piso de aurores, se dirigió a la oficina de Harry, donde llamó un par de veces con suavidad y abrió luego de que le cedieron el paso. Allí estaba Potter, solo que esta vez lucía más cansado y fatigado, la última vez que lo vio irradiaba felicidad por los poros y ahora mismo incluso daba pena. El hombre sonrió de lado y se dejó caer en la silla al ver a su ex esposa.
—Ginny, me alegra verte. ¿Está todo bien? ¿Los niños están bien?
Ella frunció el ceño y se sentó en la silla frente al escritorio.
—Yo debería preguntarte eso —negó preocupada— luces muy mal. ¿Qué ocurrió? Los niños están de maravilla.
Potter se quitó las gafas y presionó el puente de su nariz con sus dedos. Enseguida liberó una gran cantidad de aire y miró a la pelirroja frente a él.
—Sólo es el trabajo. Ya sabes, quiero el puesto de jefe de seguridad mágica y debo esforzarme un poco más para lograrlo.
—Harry, le puedes mentir a todos menos a mi.
Él sonrió apenas.
—Lo sé. La verdad no quiero hablar de esto ahora.
Asintió no muy convencida. A Harry siempre le había costado trabajo expresar sus sentimientos y ahora no era muy diferente. Siempre quería resolver todo él solo, olvidando que tenía amigos dispuestos a escucharlo y ayudarlo siempre.
—De acuerdo —se aclaró la garganta— sólo venía a invitarte a ti y a Eileen a cenar mañana conmigo y Elliot en mi casa.
Harry la miró en silencio por un largo momento con el ceño fruncido. ¿Había escuchado bien?
—¿A Eileen? —preguntó confundido.
—Por supuesto, quiero disculparme con ella por mi comportamiento de antes y empezar de nuevo. A los niños les agrada y a ti te agrada, por lo que creo que debería conocerla mejor si la veré más seguido.
La expresión de Harry empeoró.
—No creo que Eileen quiera estar en la misma habitación que yo. Tuvimos algunos problemas y ahora sólo nos hablamos por el trabajo.
Ginny entonces comprendió. Más o menos.
—Harry James Potter, ¿qué has hecho? —se puso de pie, recargando ambas manos en el escritorio.
—Cometí muchos errores, ¿bien? Ahora Eileen no me habla y desde hace dos semanas he intentado acercarme a ella pero cada vez que estamos por solucionar las cosas, aparece Mackenzie o ese mocoso de Fabian y arruinan todo —habló muy rápido como si estuviera dejando salir todo lo que había estado conteniendo por semanas— simplemente ya no sé qué hacer. Siento que todo lo que digo o hago está mal y empeora las cosas. Estoy a punto de volverme completamente loco.
Ginny ablandó su expresión y volvió a tomar asiento mientras liberaba un pequeño suspiro.
—Invítala mañana a cenar. Tal vez allá puedan arreglar sus problemas —sonrió un poco— Sé que te gusta, Harry. Y me parece maravilloso después de todo lo que ha pasado. Mereces ser feliz.
Harry ladeó un poco la cabeza. Hubo un corto silencio en el que Potter reflexionó.
—Tenía miedo, ¿sabes? —dejó salir una risa, avergonzado— ella tiene apenas veintitrés años y yo casi llego a los cuarenta. Siento que le estoy quitando algo y odio eso.
—No estás haciendo nada malo, Harry. Ella no es ninguna niña y sabe perfectamente lo que quiere y lo que no. Si ella quiere estar contigo, al menos deja que sea su decisión. No la tuya. Si te rechaza... bueno... esperemos que no pase eso.
Ambos rieron. El ambiente se sintió más ligero de pronto. Hacia mucho que no hablaba de esa manera con Ginny.
—El problema es que ahora ella está saliendo con alguien más. En realidad, no sé si salen o no pero me molesta un poco.
Ginny se puso de pie.
—Sólo... inténtalo. Mañana a las ocho, lleguen puntual.
—De acuerdo —habló desganado. Pensando en cómo le diría a Eileen.
—Y Harry... —Ginny estaba en la puerta a punto de irse— Remus y Tonks se llevaban trece años, entiendo tu preocupación pero si ellos lograron ser felices, sé que tu también.
La mujer salió de la oficina y Harry se quedó mirando la puerta bastante pensativo. Si tenía una oportunidad de arreglar las cosas con Eileen, lo iba a intentar. Esperó unos minutos antes de ponerse de pie e ir en busca de la chica.
Se dirigió a la oficina de Fabian, pues sabía que ahí era donde la encontraría. Desde que Ron le dijo que ya estaba disponible su propio cubículo, la chica sólo llegaba a dejar sus cosas y la mayor parte del tiempo la pasaba en la oficina del desmemorizador. Lo irritaba mucho, pero no había manera de reclamarle nada puesto que Eileen seguía haciendo su trabajo. Para su mala suerte, no habían tenido que salir en ninguna otra misión.
Cuando estuvo fuera de la oficina de aquel hombre, escuchó la suave risa de Eileen. No le molestaba en lo absoluto que Eileen riera, pero sí le molestaba que fuera Fabian quien la hiciera reír de esa forma. Casi pone los ojos en blanco.
Llamó un par de veces con suavidad y escuchó la voz del hombre para indicarle que entrara.
Tanto Fabian como Eileen se sorprendieron de ver a Harry. La chica se puso de pie y sus mejillas enrojecieron, Fabian también se puso de pie pero miró con seriedad al recién llegado. Como si estuviera listo para atacar en cuanto diera un paso en falso, aunque Harry no era alguien que se intimidara fácilmente. Él también lo retó con la mirada.
—Señor Potter, ¿le puedo ayudar en algo?
Ambos hombres se retaron con la mirada un largo momento, Harry tuvo que tragarse su celos a la fuerza. Se recordó a sí mismo que no tenía ningún derecho a sentir celos. Aunque se estaba muriendo por dentro.
—Vine a buscar a Eileen —dejó de mirar al hombre y dirigió su vista a la chica— ¿Podemos hablar afuera?
Ella asintió y le dirigió una rápida mirada a Fabian antes de salir. Ambos se quedaron en el pasillo, alejados de la puerta de Fabian. Eileen se cruzó de brazos y miró expectante a Harry. ¿La iba a regañar por no haber estado en su puesto?
Harry dio un paso más cerca de ella y su colonia inundó sus fosas nasales en cuanto lo tuvo así de cerca. Era un aroma suave pero embriagante y Eileen se dio cuenta de cuánto lo había extrañado.
—¿Está todo bien? —preguntó, tratando de despejar su mente.
—Sí. Es sólo que Ginny vino hace algunos minutos y me invitó a cenar mañana por la noche.
—Oh, ¿quieres que cuide a los niños? No tengo problema con eso.
Harry colocó una mano en el brazo de Eileen. Ella se tensó pero poco a poco se relajó, era una agradable sensación que casi había olvidado.
—No es eso.
Miró la mano de Harry y luego sus ojos. Evitó morder su labio inferior. De pronto, en lo único que podía pensar era que quería arrojarse a sus brazos y nunca alejarse.
—¿Entonces? —tenía una expresión de confusión.
—Ginny quiere que tu también estés en la cena. Va estar Eilliot y quiere disculparse contigo o algo así.
Eileen dio un paso atrás haciendo que la mano de su contrario cayera.
—Deberías pedirle a Mackenzie que te acompañe.
—Eileen, por favor. Mackenzie es sólo una compañera y estará unos días más antes de que se vaya y no regrese jamás.
—No me importa lo que esa mujer haga o no. Solo dije que deberías invitarla pues parece que les encanta pasar tanto tiempo juntos.
Harry dio un paso al frente, acortando la distancia entre ambos una vez más. Y esta vez colocó ambas manos en las mejillas de la chica. Se miraron a los ojos.
—Eileen, por favor. Acompáñame mañana —le sonrió un poco— es la primera vez que conoceré a Elliot y Ginny me pidió que te pidiera que también fueras. No podría hacer esto sólo y quisiera que estuvieras allí.
Eileen podía notar lo cansado que lucía su jefe. Tenía unas grandes ojeras y no se había afeitado la barba. Incluso su vestuario parecía disparejo. Miró también sus labios por un segundo antes de volver a sus ojos. Parecía que le suplicaba con la mirada y probablemente era así.
—Bien, iré —cedió— ¿A qué hora es?
Harry sonrió un poco.
—A las ocho. Pasaré por ti a tu casa veinte minutos antes.
No esperó a que Eileen le reprochara nada cuando besó su frente y se fue a paso rápido dejando confundida a la chica. Tenía el corazón acelerado y la mente hecha un completo lío.
Regresó a la oficina de Fabian, él la miró ligeramente preocupada pues lucía pálida aunque con las mejillas rosas.
—¿Está todo bien? —preguntó divertido.
Ella lo miró fijamente con el ceño fruncido. Todo había pasado tan rápido.
—Al parecer... mañana voy a cenar con mi jefe, su ex esposa y su nuevo novio.
Fabian se relajó y se dejó caer en su silla con una gran sonrisa.
—Suena a que te vas a divertir.
Lo miró mal.
—Suena a que voy a morir.
—Sí, tal vez la ex esposa te clave un cuchillo en la espalda, el nuevo novio te entierre en el jardín y tu jefe los encubra.
La chica dejó salir una fuerte risa mientras volvía a tomar asiento.
—Deberías dejar de leer expedientes criminales muggle.
Fabian se cruzó de brazos, aún más divertido.
—Lo curioso es que sabías que era un expediente muggle —enarco una ceja.
Ella rodó los ojos sin dejar de sonreír.
—De acuerdo, también los leo cuando no tengo nada que hacer.
—Lo sabía.
—Como sea —suspiró cansada— ¿crees que debería llevar algo a la cena?
Él se encogió de hombros.
—¿Galletas?
Lo miró pensativa.
—Tal vez no sea mala idea.
Una cena. ¿Qué podría salir mal?
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