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Eileen y Fabian estaban en un tranquilo bar muggle. Era martes, por lo que el lugar no estaba tan lleno y resultaba ser muy agradable el ambiente. Se sentaron en una mesa redonda casi al fondo y pidieron un par de cervezas. Hubieran preferido un par de cervezas de mantequilla pero en ese momento, las bebidas muggle no estaban nada mal. Incluso estaba a punto de animarse a tomar algo más fuerte.
—Me salvaste de un momento muy incómodo hace rato —habló Eileen por lo bajo, mirando con diversión al hombre frente a ella.
—Siempre es un placer rescatar damiselas en peligro —los dos rieron pero la expresión de Fabian lentamente se tornó seria— ¿fue por él? ¿Fue por Potter que llorabas?
No tenía sentido mentir ante lo evidente, pero le sorprendía que Fabian lo supiera o más bien, que se diera cuenta. Al parecer era una persona muy observadora y probablemente muy inteligente.
—Sí, fue por él. Y me siento una completa tonta, porque él sólo es mi jefe.
El negó.
—No creo que seas una tonta —le dio un trago a la botella— uno no elige de quién enamorarse. Simplemente pasa y es horrible cuando no te corresponden. Pero así es la vida, a veces se gana y a veces se pierde.
—¿Cómo sabes que estoy enamorada de él?
Se encogió de hombros con diversión.
—No soy ciego, Eileen. Además eres bastante obvia.
Las mejillas de la chica se encendieron.
—Soy obvia para todo el mundo excepto para él. Estuve a punto de confesarme cuando... bueno... al final no logré hacerlo.
Asintió en comprensión.
—Ya llegará el momento y él es completo idiota por no darse cuenta.
—Gracias... supongo —fue turno de ella de tomar un largo sorbo a su botella— por cierto, ¿por qué saliste tan tarde?
Fabian rió.
—Digamos que en la mañana tenía que hacer algunos encargos pero una chica apareció llorando en mi oficina y tuve que quedarme a terminar mi trabajo hasta tarde.
Las mejillas de Eileen enrojecieron aún más. Se sentía avergonzada y un poco culpable por haber molestado al hombre.
—Lo siento, de verdad lo siento —repitió avergonzada aunque con un pequeño tono divertido.
—Al final creo que fue bueno que eso pasara. Logré conocerte e incluso salimos a tomar algo.
Lo miró fijamente, analizando cada facción de su rostro. Era un hombre muy atractivo, pero... ella quería a Harry Potter.
—Lo único que me asusta, es que el grandioso Harry Potter casi me asesina con la mirada cuando me acerqué a hablarte —continuó hablando— Fuera de eso... espero que aceptes salir conmigo en otra ocasión. Como amigos, por supuesto.
—Por supuesto, eso me gustaría —asintió con una gran sonrisa. Ella no tenía muchos amigos y estaba muy contenta por haber hecho uno, pese a las extrañas condiciones en que sucedió.
Fabian sonrió mostrando los dientes, luego levantó un poco su botella y la chocó con suavidad contra la de Eileen. Ambos bebieron casi hasta terminar el líquido.
—Ahora, háblame de ti —pidió la chica, acomodándose en su asiento— ¿cómo es ser un desmemorizador?
Fabian también se acomodó en su lugar y ordenó un par de cervezas más antes de contarle un poco sobre su aburrida vida. Claro que para Eileen era más bien interesante.
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Harry tomó asiento en la elegante mesa luego de que Mackenzie lo hiciera. Estaban frente a frente y aunque lo único que deseaba era salir huyendo, debía ser amable con aquella mujer. Tomó la carta que el mesero le entregó pero ni siquiera la leyó pues su mente estaba en otra parte. Aquel sujeto, Fabian, Harry lo había visto un par de veces y tal vez en algún momento intercambiaron algunas palabras cuando llegó por primera vez a trabajar.
Harry notó de inmediato que las chicas a su alrededor lo miraban más de un minuto completo y sonreían tontamente cuando lo miraban caminar por los pasillos. Sí, era sin duda muy atractivo, ¿pero por qué tenía que involucrarse con Eileen? Él podría estar con cualquier chica que quisiera, y ardía en celos de sólo pensar que Eileen y Fabian estaban solos y juntos pasando un buen rato en ese mismo instante.
Aunque si lo pensaba más a fondo, Eileen es muy hermosa, simpática, extremadamente inteligente y con un gran corazón de oro, también era joven y con una gran vida por delante. Y Fabian era sólo dos o tres años mayor que ella mientras que Harry la superaba por doce años. La brecha de edad era lo que siempre lo hacía retroceder cuando encontraba los puntos positivos. Tenía tanto miedo aunque no lo iba a admitir nunca.
Cuando Potter regresó a la realidad, se dio cuenta de que apretaba los dientes y sus nudillos se tornaban de un color blanco por la fuerza con la que sostenía la carta.
Liberó algo de aire y dejó la carta sobre la mesa. Ni siquiera quería estar ahí, mucho menos con Mackenzie pero ella era muy importante y hacerla enojar era probablemente meterse en problemas con la MACUSA. Podría soportarlo un poco más.
—Entonces, ¿qué me recomiendas? —Mackenzie lo miraba con interés. Harry la miró sin estar muy seguro de qué contestar. Estaba cansado y quería regresar a casa cuanto antes.
—Todo es muy bueno, pide lo que quieras.
La mujer sonreía ampliamente, sus dientes resplandecían cual perlas y el rojo de su labial resaltaba sobre su piel. Pero Harry no estaba ni en lo más mínimo interesado en esa mujer. Él quería a Eileen y solo a Eileen.
Sin duda sería una muy larga noche.
Potter había conocido a Mackenzie aproximadamente cuatro años atrás cuando la mujer comenzó a trabajar como asistente de la presidenta de la MACUSA. Sólo habían intercambiado algunas palabras pero con el tiempo Mackenzie parecía más interesada en él pese a que Potter nunca le dio razones para estarlo. Además, no iba tan frecuentemente a Nueva York como para frecuentar tanto a la mujer.
Aún así, ella nunca perdió la oportunidad de pasar el rato junto a Harry.
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Al día siguiente, Eileen llegó a la oficina bastante temprano pero tenía un pequeño dolor de cabeza que esperaba se esfumara por sí solo más tarde. Haber aceptado salir a tomar entre semana no fue exactamente de sus mejores ideas y aunque sin duda no sé arrepentía en lo absoluto, estaba segura de que lo mejor sería no repetirlo. Estaba por llegar a la oficina de Harry cuando se encontró con Ron Weasley junto con un par de aurores.
El pelirrojo se dio cuenta de la presencia de la castaña y le dirigió una sonrisa mientras se acercaba a ella. Ellos ya se habían conocido ya que Ron le había enseñado muchas de las cosas que ahora sabía y también fue él quien le aplicó las pruebas para que se convirtiera en aurora oficialmente.
—Señor Weasley —saludó la chica con una sonrisa.
—Eileen, hola. ¿Cómo va todo?
—Bastante bien, la verdad. Aunque aún hay muchas cosas que me faltan por aprender.
Ron sonrió un poco mientras asentía.
—No creas que no me enteré de tu logro en Francia. Felicidades.
Fue el turno de la chica para sonreír, pero la de ella fue una sonrisa apenada. No estaba acostumbrada a los elogios y mucho menos de personas importantes que tanto admiraba.
—Muchas gracias.
—Por cierto, Harry me dijo que querías tu propio cubículo. Ya le dije a Laurent y Victoria que te hicieran un espacio. Por la tarde puedes mudarte.
Eileen sintió un gran vacío en su pecho pero aún así sonrió y asintió. Realmente dejaría la oficina de Harry.
—Genial, entonces vendré más tarde.
—Yo ahora mismo tengo que salir, pero es el cubículo de allá —señaló con su mano— frente a ti estará Laurent. Tal vez te agrade, aunque no habla mucho.
Dejó salir una risa.
—De acuerdo. Gracias, señor Weasley.
Asintió.
—Nos vemos luego.
Eileen siguió con su camino y Ron regresó con los aurores con los que antes había estado hablando. Tener un cubículo era mera formalidad ya que los aurores trabajaban en el campo y regresaban al ministerio sólo para hacer papeleos o para que se les asignara una misión. El único que tenía una oficina propia era Harry, ya que él era el jefe.
Una vez que estuvo frente a la oficina de Potter dejó salir un poco de aire y se animó a abrir la puerta, no le era necesario tocar antes pues ya era también su oficina, al menos hasta cierto punto. Allí estaba Harry tras su escritorio mirando algunos documentos, pero parecía cansado y tal vez irritado. Eileen no llevaba mucho tiempo con él, pero lo conocía bastante bien. Podía identificar varios de sus gestos y el tono que usaba al hablar le decía si estaba de buen humor o no.
—Hola —saludó la chica y dejó su saco en el perchero junto a la puerta— el señor Weasley me dijo que por la tarde estará listo mi cubículo —caminó a paso animado hasta su escritorio y se sentó. Miró a Harry con una sonrisa.
Él parecía más desanimado que hace unos segundos.
—Me alegro. Aunque aún puedes cambiar de opinión y quedarte aquí... conmigo. Seguimos siendo compañeros.
Eileen se quedó muda por un segundo, le hubiera encantado decir que sí, que se quería quedar y arreglar todo, y estuvo a punto de hacerlo, cuando la puerta se abrió y Mackenzie entró resplandeciendo irritablemente cual sol.
—¡Buenos días! —miró a ambos— ayer fue una magnífica noche, Harry. Me la pasé fenomenal pero me entristeció que no estuvieras en la mañana.
Eileen frunció el ceño y Harry miraba con preocupación a Eileen. Mackenzie decía cosas muy innecesarias y le cambiaba mucho el sentido por la forma en que las decía. Quería gritar que no había pasado absolutamente nada entre ellos, pero cuando se dio cuenta, Eileen ya estaba en la puerta a punto de salir.
—Yo mejor me voy, parece que quieren comentar sobre su muy divertida noche y yo tengo trabajo que hacer —la chica se puso de pie con unas carpetas en sus brazos y antes de salir miró a Harry con una arrogante sonrisa— por si tenías la duda, yo también la pasé muy bien con Fabian. Si me necesitas, estaré con él —sonrió, mirando fijamente a los ojos de su jefe que parecía entre molesto y confundido.
Dio media vuelta y sin esperar que nadie dijera nada, salió a paso rápido. En un par de minutos, estuvo fuera de la oficina de Fabian, llamó un par de veces y casi de inmediato escuchó una voz que le daba entrada. Abrió con precaución la puerta y entró con una gran sonrisa. Fabian miró con sorpresa a Eileen pero enseguida una sonrisa de oreja a oreja iluminó su rostro.
—Hola —saludó la chica— lo siento, sé que ya me odiarás pero huí de mi oficina y quería saber si puedo hacer mi papeleo aquí mientras espero a que me den mi cubículo.
—Claro que sí. Mi oficina es tu oficina —se puso de pie y rápidamente acomodó un lugar para Eileen—Seguro que no es tan grande como la de Potter, pero estarás bien.
—Gracias —Tomó asiento y miró al hombre— ¿por qué tienes oficina propia?
—Por ahora soy el único desmemorizador del departamento, están buscando más personal pero nadie parece muy interesado y además debido a que es un trabajo con altos riesgos, prefieren no tomar el empleo por mera precaución. Claro que tiene muchos beneficios pero espero pronto no ser el único.
Asintió en comprensión.
—Para ser sinceros, a mi también me daría miedo trabajar como desmemorizador. Imagina que algo sala mal y ser yo la que termine sin recuerdos —hizo una exagerada expresión de espanto, ganándose una risa por parte de Fabian— estoy bastante bien siendo auror. Me gusta la acción y todo eso.
—Es gracioso, pero en realidad ha habido más accidentes en mi departamento que en los otros. Ya tengo bastante experiencia, así que sé manejar muchos problemas. Además por falta de personal, cuando debo salir a desmemorizar a alguien, debo ir con al menos dos aurores por si hay problemas. A veces hay sujetos muy hostiles y yo solo no puedo contenerlos.
—Debes llevarme contigo la próxima vez —habló con emoción y casi sin pensar en sus palabras.
—Por supuesto. Últimamente no he tenido que borrarle la memoria a nadie pero te aseguro que serás la primera en saberlo cuando eso ocurra.
Sonrió emocionada.
—Fantástico. Ahora mejor termino con estos papeles.
—Sí, yo también tengo que hacer papeleo.
Se miraron una última vez con una pequeña sonrisa antes de hacer cada uno sus cosas. Por un segundo, Eileen olvidó a Harry y Mackenzie.
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