Accidental
Hola. Supongo que te preguntarás qué hago aquí oculto, protegido por la oscuridad del ático. Se debe a que estoy huyendo de mis dos hermanas mayores. Y no porque las odie... Tú sabes bien que las diez chicas Loud son la alegría de mi vida, sin excepción. Pero en momentos complicados como éste logran que se me olvide.
En fin. Comenzaré por el principio.
Se supone que iba a ser una tarde normal. Tras haber concluido mis tareas, tocaba recompensarme con una emocionante partida de "Muscle Fish 2: Electric Boogaloo". Fue al entrar a la sala, con el disco del juego en la mano, que distinguí un objeto extraño en la repisa de los trofeos.
Era una pequeña esfera de cristal, la cual tenía varios edificios minúsculos en su interior y una inscripción en su base que decía "Desde Great Lakes City con amor"
—¿No te parece que es literalmente el regalo más romántico del mundo? —dijo Lori asomando desde las escaleras. Había un tono de emoción en su voz que no era muy usual, pero sí bastante conocido.
Respondí: —¡Está muy bonito! ¿Crees que me lo podrías...?
Mi hermana solo necesitó un par de zancadas para llegar hasta donde yo estaba.
—¡Ni lo pienses, torpe! ¡Queda literalmente prohibido tocar esa esfera! Bobby me pidió que toda la familia la viera, y por eso la dejaré ahí un tiempo. ¡Pero no es para que cualquiera la toque!
—¡Entendido, entendido! —tuve que aseverar para tranquilizarla. —Creo que tendrías que explicarle eso mismo al resto de las chicas.
Lori tomó una actitud más relajada cruzando los brazos.
—Ya lo hice. Estaría más tranquila si también Leni estuviera advertida, pero no ha regresado de su trabajo. ¿Podrías decirle si la ves cuando llegue? Tengo que hacer una videollamada.
—Por supuesto —respondí, más que todo para que no volviera a alterarse. La chica subió, y me dispuse a jugar.
Habría disfrutado más la intensa sesión de juego si la actividad usual de la casa no hubiera sido una amenaza constante contra el adorno de Lori. Pero gracias a mi vasta experiencia en videojuegos, he aprendido a mantener la concentración y a ignorar lo que me rodea a fin de siempre terminar victorioso.
Y como si de un prueba se tratara, ni un balón de Lynn entrando de rebote en plena sala, ni Charles y Cliff correteando y saltando encima de mí, y ni aún una explosión en el cuarto de Lisa que hizo vibrar toda la casa me robaron la gloria de avanzar invicto hasta que solo faltaba el jefe final.
Fue entonces que Leni llegó a casa.
—¡Hola, familia! —clamó alegremente. Escuchar su vocecita en mi momento de triunfo me agradó tanto que le devolví el saludo, agitando con gracia la mano en la que sujetaba el control.
—Hey, Leni.
Pero quizás le puse mucha gracia al movimiento. El control se zafó de mi mano, rebotó en un cojín, y antes que lo pudiera atrapar de regreso golpeó las cabezas de dos alborotadas mascotas quienes pasaban a toda velocidad a mi lado... Terminó elevándose y dirigiéndose peligrosamente hacia la repisa de los trofeos.
—¡No! —exclamé mientras saltaba de mi asiento y estiraba el brazo. Ambas cosas fueron en vano: el control golpeó el cristal de la repisa, haciendo temblar un poco los trofeos. Menos uno, el cual no tembló poco, sino que se desplomó sobre la esfera de cristal y la hizo añicos.
Volteé a ver a Leni, sin saber qué hacer. Por desgracia, desde las gradas asomó Lori. Su rostro sorprendido se transformó en una mueca de furia.
—¡La... La esfera!
—Lori —me apuré a explicar, —la culpa fue...
—¡Mía! —clamó Leni, poniéndose frente a mí, en menos de un segundo y mostrando una gran serenidad. Cuando abrí la boca para refutar su falsa confesión, la rubia usó una de sus manos para cubrirmela. Entonces prosiguió: —Lo siento, Lori... Fui muy torpe.
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Si alguien iba a lograr algo tan complicado como estropear algo tan protegido tenías que ser tú!
Yo trataba de liberarme, pero Leni no me lo permitía. Aunque ella es delicada, tiene una sorprendente fuerza física. Eso, o estoy cada vez más enclenque.
La rubia siguió mintiendo: —Así es. Es toda mi culpa. Como tú sabes, los accidentes pasan.
Es última frase cambió el semblante de Lori. Su rostro quedó paralizado y con una mueca, al parecer, causada por una revelación devastadora.
Agitó un poco la cabeza y respondió, con una sonrisa: —¡Claro! ¡Los accidentes pasan! Es algo que siempre olvido. Qué cabezota... Gracias por recordármelo, hermanita. No hay problema. Debo regresar a mi habitación. ¡Chaíto!
Y como lo anunció, se desvaneció hacia arriba. Hasta ese momento fui liberado de las suaves (pero implacables) manos de Leni.
—¿Por qué mentiste? No era necesario que te culparas —le recriminé en voz baja.
Ella respondió: —Sí lo era, Linky.
Tú estabas jugando muy feliz y yo te distraje. Esa cosita no se habría roto si no fuera por mi llegada.
—Me siento apenado, en verdad.
—Tranquilo, hermanito. Cómo ves, conozco bien a Lori. Sabía que se tomaría bien esa explicación.
Nuestras recién adquiridas sonrisas solo duraron un par de segundos, pues un sonido vino desde arriba de las escaleras, junto con un lamento conocido.
—¡Oh, rayos!
¡Era la voz de Lori! Junto a Leni, sin pensarlo dos veces subimos hasta la habitación que ambas comparten, solo para encontrarla de pie, señalando un frasco de perfume roto. La mancha empapada en la alfombra iba en aumento, así como el fuerte aroma a fresa que se percibía en el ambiente.
—¿Mi perfume nuevo? ¿El que me regalaron el sábado? —preguntó Leni, visiblemente horrorizada.
—Así es, querida hermana —respondió Lori—. Un pequeño descuido al entrar me hizo derribarla desde la parte alta del tocador. Es como tú dices... Los accidentes pasan. Lo siento.
Dicho esto, se retiró de la habitación. No quise pensar mal, pero noté una pequeña sonrisa en su rostro.
Tampoco quise que Leni lo notara. Pero al parecer sí lo hizo.
—Esa Lori...
—¿Qué pasa, Leni?
Ella no me respondió. Se limitó a caminar pesadamente hacia el armario, donde tomó una pequeñísima falda café y empezó a estirarla, cada vez con más furia. Primero con sus manos, luego aplastando un extremo con un pie en el suelo, y finalmente, con la puerta del armario.
Me vi obligado a preguntar: —¿Qué estás tratando de...?
—¡TIJERA! —exclamó Leni con una expresión desquiciada, y sentí que el alma se me iba. En segundos, busqué una tijera y se la pasé casi tropezando. De una sola pasada, la prenda terminó cortada en dos.
—¡La cortaste! ¿Acaso estás loca?
—Claro que no. Lori rompió mi perfume a propósito, y lo sabes. Ahora estamos a mano. ¡Loooriii!
La mayor se acercó y vio su minifalda arruinada sobre la alfombra. Lanzó un grito ahogado mientras Leni solo se encogió de hombros, sin disimular la sonrisa.
Ahora, eso me lleva a la razón por la cual terminé oculto en el ático. Porque este asunto de "los accidentes pasan" llegó a quedar fuera de control. Lori no se quedó de brazos cruzados tras el incidente de la minifalda, y rompió una blusa de Leni. Ésta respondió rompiéndole un zapato, y así sucesivamente. Nunca había visto un conflicto así de grave en nuestra casa... Tan solo espero que no tengamos que crear algún tonto protocolo que nos incomode a los demás.
—¿Hay alguna pelea en familia?
La voz de Lucy me hizo brincar y casi me golpeo la cabeza en el techo.
—¡Lucy! Amm... Iba a preguntar qué haces aquí, pero creo saber la respuesta.
—El verdadero misterio es por qué estás tú aquí, hermano.
Respiré profundo y me dispuse a contar la verdad a mi hermanita.
—Suspiro —comentó ella. —Lo que pasa entre Lori y Leni no debería afectarte. Fue una decisión propia y consciente de Leni el protegerte.
—Lo sé, pero... Tú me conoces, Lucy. Suelo tomar a pecho cualquier situación que les haga daño a alguna de ustedes.
Lucy tomó mis manos de forma repentina. Se sentían más cálidas de lo que habría esperado.
—Así eres tú. Jamás en mi vida, y aun cuando sea una vampira inmortal, olvidaré lo que hiciste por mí en el incidente del libro de la Princesa Pony. Tiendes a sacrificarse por nosotras, y aunque es algo... lindo, no siempre te hace feliz.
—Los que luchamos por la justicia siempre estamos dispuestos a sacrificar algo. Así como hace Muscle Fish. Rayos... ¡Desearía estar jugando todavía!
Recordé mi juego. Y pensé en lo que estuve hablando con Lucy. Tras unos segundos de reflexión, con la mirada perdida en todos los objetos guardados en el ático, tuve una idea.
— — —
Me dirigí hacia el cuarto de mis dos hermanas mayores. En el camino, Lynn me dio una idea de lo que iba a encontrar. Antes de hablar con ella, llevé mis manos a la espalda, para que no viera lo que portaba.
—¡Ni te acerques a ese cuarto, Linc! Las dos no han dejado de romperse cosas una a la otra. ¡Es una locura!
El ruido de objetos rompiéndose fue sustituido por gritos. Una discusión había estallado.
—Ah... Creo que me gustaba más el sonido de antes —confesó la deportista antes de huir a toda velocidad. En cambio, mi determinación seguía igual.
Frente a su puerta, llamé varias veces hasta que los gritos cesaron y la puerta se abrió. El rostro furioso de Lori quedó casi frente al mío. Al fondo, logré ver a Leni, ansiosa por seguir el altercado.
—¿Qué rayos es lo que quieres, torpe? ¡Estamos hablando algo muy importante aquí!
Llevé mis manos al frente para mostrarles la caja de mi juego de "Muscle Fish", para luego abrirlo y, en menos de un segundo, sacar el disco y estrellarlo en el suelo. Sus delicados rostros se horrorizaron al ver el disco quebrantarse y hacerse pedazos bajo los golpes que le di con la suela de mi zapato.
—¡Linky! ¿Qué haces? —preguntó Leni.
—Literalmente se te zafó un tornillo —fue lo que Lori pronunció.
—¡No! —repliqué. —Yo fui el que falló al proteger tu esfera de cristal, Lori. No fue culpa de Leni. Así que rompí algo importante para mí como una forma de compensarte lo que pasó. Y además, porque no deseo que sigan peleando. Ambas son muy buenas hermanas, y son muy felices juntas. Verlas felices es lo único que necesito en la vida. Ningún juego es más importante que eso.
Nadie comentó nada. El silencio fue tan incómodo que solo me agaché a recoger los pedazos de disco y me dirigí hacia las escaleras. Alcancé a escuchar un par de murmullos. Tras haber bajado, decidí subir nuevamente en completo silencio, solo para alcanzar a ver que las dos rubias se fundían en un lento abrazo.
— — —
Desde el sofá, Lucy y yo alcanzamos a ver a las dos chicas salir animadamente hacia Vanzilla, quizás con rumbo al centro comercial. Desde la puerta, dedicaron un par de segundos para voltear a verme en silencio, pero con una serenidad muy agradable.
—Lograste la paz, pero otro sacrificio fue hecho de tu parte, hermano mayor. Suspiro. Tendré que escribir un poema que refleje la tristeza que me has provocado.
—Será un poema muy triunfante, entonces— contesté sonriente sin dejar de ver la televisión.
—No veo por qué. Tu juego se echó a perder.
—Mi juego está a salvo, de hecho. Lo que rompí fue un viejo CD púrpura que encontré en el ático. El color es muy similar al del juego. Dudo que alguien lo extrañe.
Lucy sonrió y se acercó un poco a mí.
—Siempre logras sorprenderme. Definitivamente eres el Hombre del Plan.
Justo cuando nos dispusimos a seguir viendo televisión, la voz de Luna resonó desde arriba, preguntando:
—¿Alguien ha visto un CD púrpura que estaba en el ático? ¡Lo necesito con urgencia!
F I N
(Dedicada a Will Blak)
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