Capítulo 2: Insomnio.
Elías llevaba más de una hora sin poder conciliar el sueño. Se movía de lado a lado, se ponía boca abajo, boca arriba, pero la opresión que sentía en el pecho le impedía descansar. Observó las vigas que sostenían el techo, sin poder apartar de su mente lo que había sentido al entrar en la casa, junto con todas esas miradas curiosas de las personas. Aunque no le dolía, esa sensación inquietante persistía.
Vencido por el insomnio, se levantó a buscar su laptop y se la llevó a la cama. Como aún no tenían servicio de Internet, tuvo que compartir la conexión desde su celular. Abrió el buscador y escribió la palabra "Acatlán".
El buscador desplegó una lista de páginas relacionadas con la ciudad. Predominaban las opciones de restaurantes y hoteles, además de fotografías de edificios representativos, como iglesias y catedrales. Elías, sin interés en estos temas, continuó explorando los resultados, que se fueron volviendo cada vez más inquietantes. Pronto encontró encabezados que hablaban de homicidios, acompañados de imágenes perturbadoras. Intentó abrir una de las páginas, pero apareció un mensaje de "Error". Volvió al buscador y seleccionó otro encabezado similar, pero nuevamente la página se quedó en blanco con la palabra "Error" en rojo. Todas las páginas que mencionaban algo macabro sobre la ciudad estaban bloqueadas o censuradas.
Frustrado, Elías siguió buscando hasta que encontró un enlace oculto al final de la página de resultados. Al hacer clic, lo llevó a un blog clandestino. El autor se hacía llamar "Vigilante Nocturno". La página tenía un fondo negro con letras en color verde. En la esquina superior derecha aparecía un logo que consistía en un hombre vestido con una gabardina y un sombrero de ala ancha dentro de un círculo. Debajo, en letras verdes, se leía: Vigilante Nocturno.
El blog contenía testimonios de habitantes del pueblo que narraban diferentes experencias relacionadas con eventos extraordinarios que, de acuerdo al autor, sucedían en el pueblo y que la gente parecía pasar inadvertido. Los relatos describían experiencias escalofriantes: desapariciones sin explicación, figuras sombrías vistas en los alrededores y asesinatos grotescos.
Mientras continuaba navegando en la página, Elías llegó a un apartado que albergaba una inquietante colección de imágenes. Entre las fotografías que se desplegaban en la pantalla, una en particular, tomada en un bosque, captó su atención de inmediato. Aunque borrosa, mostraba un paisaje denso y oscuro, con árboles altos cuyas ramas se entrelazaban como manos esqueléticas. En el extremo derecho de la foto, distinguió la sombra de una silueta extraña, apenas visible entre la maleza. No tenía una forma claramente definida, pero lo poco que se veía parecía todo menos humano. La figura desafiaba la lógica, como si perteneciera a algo más allá de la comprensión, dejando un aire de misterio.
Siguiendo con la exploración, otra fotografía llamó su atención; esta vez, se trataba de una toma de lo que parecía ser una antigua hacienda, envuelta en la oscuridad. En una de las esquinas superiores, dos puntos resplandecientes de un amarillo intenso destacaban en la penumbra, como si unos ojos estuvieran observando desde las sombras, iluminados por una fuente desconocida de luz.
Elías sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras contemplaba las imágenes. Finalmente, abrió otra fotografía que mostraba una iglesia o catedral y que contenía una comparación entre dos imágenes tomadas con fracciones de segundo de diferencia, según la descripción. En ellas, se podía ver una sombra que aparecía y desaparecía, como si algo o alguien se desplazara entre las paredes sagradas.
La página contenía una sección dedicada a desapariciones misteriosas, con nombres y fotos de personas que habían sido vistas por última vez en lugares específicos del pueblo antes de desaparecer sin dejar rastro. La cantidad de fotografías y testimonios en la página era asombrosamente extensa. Los comentarios eran un torbellino de opiniones encontradas; mientras algunos usuarios expresaban su firme creencia en los eventos descritos, otros arremetían con comentarios llenos de odio, atacando a quienes estaban dispuestos a aceptar la posibilidad de lo paranormal. A pesar de la polarización de opiniones, una tendencia común se destacaba: casi todos coincidían en que lo que fuera que estuviera ocurriendo se estaba volviendo cada vez más frecuente y perturbador. La sensación general era que los eventos inexplicables estaban aumentando en intensidad y número, dejando a la comunidad dividida pero inquieta.
Agotado y nervioso, cerró su laptop y se recostó de nuevo en la cama. Cerró los ojos, pero la sensación de opresión en su pecho no desaparecía. Nunca antes había sentido esa sensación, por lo que no sabría describirla, sin embargo se sentía intranquilo, como si algo lo estuviera acechando.
De repente, algo golpeó la puerta de su habitación. Elías, sobresaltado, abrió los ojos y miró hacia la puerta, tratando de descifrar qué pudo haber sido.
<<¿Estaré soñando?>> pensó.
De nuevo, otro golpe seco cimbró la puerta, resonando por todo el cuarto. Esta vez, Elías supo que no estaba soñando.
Nervioso, se incorporó sin apartar la mirada de la puerta, buscando una explicación lógica. Los eventos de las horas pasadas no dejaban de resonar en su cabeza, alterándolo más.
Se levantó de la cama y, lentamente, se dirigió hacia la puerta. Giró el pomo con delicadeza y abrió la puerta lo suficiente para ver por una pequeña rendija el exterior. La luz de la luna, que se colaba por el hueco del patio central, iluminaba con claridad los pasillos de la casa. No había nada.
Salió al pasillo y miró en todas las direcciones. La forma de la casa era cuadrada y estaba organizada alrededor de un patio central, que era el corazón de la vivienda, rodeado por un corredor techado con arcos elegantes y columnas robustas. Caminó hasta el barandal que bordeaba el patio y se asomó a la planta baja. Todo estaba quieto y en silencio.
Regresó a su habitación, cerrando la puerta tras de sí, y caminó hasta su cama cuando escuchó a alguien cruzar el pasillo con pasos ruidosos. Elías se giró de inmediato y corrió de nuevo hacia la puerta, abriéndola de golpe. Un grito lo espantó.
—¡Agustín!—gritó Elías con voz de sorpresa.
Su hermano estaba de pie en el pasillo, tratando de contener la risa, con una expresión traviesa en el rostro.
—¿Qué haces despierto a estas horas?—preguntó Elías, intentando calmar su corazón acelerado.
Agustín lo miró con una sonrisa traviesa.
—Lo siento, Princesa—dijo conteniendo la risa—, no me pude resistir. Después de todas las tonterías que dijiste en la tarde, estaba esperando el momento perfecto.
—Mi papá estará encantado, ¿sabes? Sabiendo que no podemos tocar estos temas y mucho menos hacer este tipo de bromas...Oh sí—Elías se frotó las manos—, ya lo estoy viendo mañana cuando se entere.
El semblante de Agustín se puso serio.
—Vamos, Princesa, no le dirás, ¿o sí?—Agustín reflejaba una preocupación extrema—. No es para tanto, por favor—suplicó.
Agustín, dos años mayor que Elías, tenía una presencia imponente. Su altura superaba a la de su hermano por una cabeza y sus músculos tonificados eran producto de horas de entrenamiento. A pesar de su ventaja física, Elías encontraba consuelo en los momentos en que podía chantajearlo para hacer su voluntad. La sensación de tener algo con que doblegar a su hermano mayor, aunque fuera momentánea, le sabía a gloria.
—Comportate—sentenció Elías.
Elías se recostó nuevamente en su cama, enojado por la estúpida broma que le había hecho su hermano. Sin embargo, se dio cuenta de que gracias a ella, la extraña sensación que había estado sintiendo había desaparecido. Sin nada que lo angustiara, finalmente pudo conciliar el sueño.
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