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Escuché todo aquello como si de otro idioma se tratara y luego suspiré un poco más aliviada. Sentía como si la carga que tenía Duncan en ese lugar se hubiera ido.
-¿Dudú? ¿Está todo bien...?- volví a preguntar tirando un poco de su chaqueta.
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- Claro que todo va bien, Belly, tranquila, ya mi trabajo está hecho, en cuanto Alice haga su discurso, podremos irnos... Y hablar de lo que dejamos pendiente.- dije sonriendo, aunque por dentro estaba demasiado nervioso.- ¿Qué tal si vamos por algo de comer?
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Asentí un poco más animada. Lo llevé conmigo a la mesa donde habían algunas cosas para comer.
-¿Qué te gusta más? ¿Dulce o salado?- pregunté mirando todas las opciones que allí había.
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- Dulce... Después de meteré en 212 cabezas a la vez, es mejor algo con calorías.- dije riéndome ligeramente.
- Desde luego, siempre tan eficiente.- dijo una voz que no sólo hizo que mi postura cambiara a la de un soldado, sino también provocó que mis ojos se abrieran de repente.- Me alegra verte bien, teniente.
- Comandante Bronks.- dije saludando con la cabeza.- Temía que viniera.
- Soy un oficial, es obvio que estaría aquí.- dijo sin más antes de sonreír de medio lado.- Veo que te has agenciado una bonita compañera... No pensé que fueras capaz.
- Comandante... No siga ese camino, sabe bien que no es de mi agrado tenerle delante de mis narices y no poder ahorcarle.
- No seas tan hostil, teniente, está es una fiesta. Deberías ser más cortés con los invitados de tu padre adoptivo.
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Esa voz de por sí resultaba intimidante, pero el comportamiento de Duncan fue lo que más me sorprendió. Nunca lo había visto con los ojos tan abiertos. Esa forma de hablar, esa postura, esas fuertes palabras... Hasta a mí me daba miedo ver a Duncan de esa forma. Solo apreté su brazo esperando que no perdiera los estribos con ese hombre que me resultaba tan desagradable. Aunque también mi pelo reaccionó estando un poco más erizado en sus movimientos.
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- Bell, tranquila, por favor, yo me ocupo de él, no dejes que nada de lo que diga te afecte.- le susurré directamente a su mente, pues solo la había poseído lo justo para poder hablarle sin palabras.- No te estoy poseyendo del todo, solo me meto en tu cabeza para poder hablar...
Mi rostro seguía impasible y mis ojos bien abiertos en dirección a quien tan desagradablemente alguna vez fue mi familia.
- Usted, comandante, no es ningún invitado a mi entender... Solo una molestia, o peor, una mosca que ha chocado contra el parabrisas de un coche.- dije sonriendo de forma siniestra.
- jajajajaja... Aun recuerdas tu forma de hablar habitual, me alegra saber que el teniente que conozco aún existe.- siguió el hombre con ganas de molestar, mientras yo, seguía hablando con Bell en su mente.
- Si estas muy nerviosa... Por favor... Busca una manera de sacarnos de aquí... La que sea, está bien si Orión o Alice son la excusa, sácame de aquí antes de que pierda los nervios... Bell.
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Sentir la voz de Duncan en mi cabeza fue entre desconcertante y apaciguador. Sentía mucho más la molestia y odio hacia ese hombre frente a nosotros. Busqué algo que pudiera ayudarnos a deshacernos de él y solo pude valerme de la copa que él traía en la mano.
-Disculpe que no me haya presentado, señor...- tendí la mano directamente a la copa y derramé el contenido en su ropa.- ¡Uy, perdone! Es que no veo muy bien...- dije para justificar mi supuesta torpeza.- ¿Está bien, señor?
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El comandante echó a reír, supongo que esperaba más una bofetada que el hecho de que le derramaran una copa encima, aún así, fue bastante gracioso escucharlo.
- Tienes una compañera muy interesante.- dijo haciéndome sonreír.
- Lo sé, tengo más suerte de la que merezco. Y, señor... Creo que debería cambiarse la chaqueta o mañana todos sus soldados pensarán que está usted borracho.- dije sin más encogiéndome de hombros.
Cuando este se retiró, tomé la mano de Bell con suavidad y la llevé a un rincón donde pocos pudieran vernos.
Allí, a solas con ella, no pude aguantar más y eche a reír yo mismo desde lo más hondo de mi garganta.
- Eso fue genial, Bell... Jamás pensé que harías algo así... Realmente me sorprendes.
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Compartí la risa con él. Creí que el comandante se enojaría conmigo, pero al menos se fue de allí dejándonos en paz.
-Si hubieras visto la mancha tan grande de vino que quedó en su chaqueta... jajajaja... -no recordaba haber tenido nunca una razón para reír de aquella forma, y menos aún con alguien más.- Tú me diste la idea... no se me ocurrió nada más...- hice una pausa y lo miré sonrojada, ahora ya no reía.- Por cierto... tienes unos ojos... hermosos...
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- No digas eso.- dije parando de reír al instante.- Eres la primera que lo dice... Todos piensan que dan miedo o que son inquietantes y raros, por eso los mantengo cerrados incluso delante de Orión.
Sonreí levemente, volviendo a cerrarlos antes de que alguien más los viera. Nadie, ni el presidente ni mi mejor amigo... Absolutamente nadie había halagado mis ojos de esa manera.
- Además... De abrirlos tan poco tiempo apenas tengo fuerzas para mantenerlos mucho tiempo así.
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Sonreí con dulzura y acaricié su mejilla.
-Está bien, Dudú... siguen siendo hermosos para mí... espero que eso te baste...- le dejé un beso en la mejilla antes de voltear por un momento al hombre que nos había hablado.- ¿Quién es realmente el comandante, Dudú? ¿Qué relación tienes con él? Y... ¿por qué le ocultas que no puedes ver...?
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- Él sabe muy bien que no puedo ver.- dije suspirando con pesadez.- Fue mi jefe, o más bien, alguien a quien un día consideré mi padre. De mis padres biológicos solo sé que están muertos, el comandante me compró y me puso en entrenamiento, por supuesto usando mis habilidades. Desde los nueve años hasta que Orión y su padre vinieron y me sacaron de allí. Yo ni siquiera soy de este país, lo último que recuerdo de la base son cientos de cadáveres y a Orión tendiéndome la mano...y antes de que preguntes... Sí, los maté yo.
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