-Oh, Dios... Duncan... ¿qué te hice...?- mis ojos se aguaron al escucharlo decir eso.

¿Cómo hacerle entender que lo sentía? Que estaba arrepentida de haberle hecho algo así y que quería hacer cualquier cosa porque se sintiera mejor.

Solo pude tocar su rostro con cariño. Dejarle caricias para reconfortarlo y esperaba que entendiera que no me iría hasta que estuviera bien.

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- No es culpa tuya... Debí preguntar y saberlo.- dije o al menos esperaba que hubiera sonado como debía.- Estaré bien, no pasa nada.

No sabía qué decía ella, pero sabía qué era lo que estaba pensando... Y eso que no me hacía falta meterme en su mente para ello.

- Gracias por estar conmigo.- acerqué mi rostro más a su mano, respondiendo a sus caricias suavemente.

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-Por supuesto que no te dejaré. Estaré contigo hasta el final.- besé su mano y le sonreí.

Era increíble lo bien que ya me conocía como para saber justo lo que estaba pensando a pesar de no verme u oírme.

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Me levanté con calma, no llegando a ponerme de pie, pero si sentarme. Aún me zumbaba un poco la cabeza y estaba algo desorientado, pero sabiendo que Bell estaba conmigo me sentía más seguro. Además, tengo que dejar de verme patético para ella.

- Tienes... Que ir con Travis... Es la hora... Del almuerzo. También, tienes que comer tú.- dije despacio.- Yo estaré bien... No me moveré, hasta que vuelvas... Lo prometo.

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Cierto, Travis me esperaba, y ahora nadie más le daría comida porque esa responsabilidad la había tomado yo. Pero aún así, no quería dejar a Duncan. Puse su mano en mi mejilla y negué repetidas veces.

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- Tienes que ir... Él depende de ti y solo de ti.- dije sonriendo levemente.- Yo estaré bien, no me moveré, te esperaré justo aquí.

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Suspiré profundamente y asentí. Tomé la manta de la cama y lo cubrí con ella. Luego puse mi mano en su pecho para que supiera que me iba y esperaba que no se preocupara.

Tras decirle a Orión que cuidara de él y no lo dejara salir, fui directo a la cocina a preparar algo rápido. Luego me dirigí a la celda de Travis. No estaba en el mejor de mis ánimos, pero él no tenía por qué pagar las consecuencias.

-Hola, Travis...- dije al entrar en su celda y cerrar la puerta tras de mí.

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- Hola, Bell.- dijo el rubio notando enseguida en el tono de voz que algo había pasado.- ¿Problemas en el paraíso? ¿Un mal o buen momento con Duncan? Siempre que vienes, hueles a él.

Travis estaba bastante bien, las marcas de sus muñecas estaban mejor y las de sus pies también... Aunque eso era lo de menos para él, ya que no sentía dolor alguno.

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-Lo siento por tardar tanto... -me acerqué a él y me senté en el banquito.

Dejé los tappers sobre una mesita y se la ofrecí para que comiera. Estaba totalmente desanimada. Tanto, que de repente me eché a llorar como una idiota, solo que no hice sonido alguno, no quería que Travis lo supiera.

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Travis no necesitaba de oírla para saber que estaba llorando o desanimada. Por eso, en cuanto supo que lloraba simplemente alzó su mano para acariciar el cabello de ella y abrazarla con la mano libre.

Aunque ella no confiara del todo en el como para contarle lo que pasaba, era la única que lo había tratado como el hombre que es y no como una bestia. A causa de la bondad de ella, él sólo quería reconfortarla, protegerla y desear que jamás le odiara.

La academia no era nada para Travis, pero Bell, esa inocente chica que estaba llorando en sus brazos en este momento, era su segunda oportunidad.

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Cuando Travis me abrazó, solo dejé ir lo que tenía dentro de mí. El dolor, el remordimiento y el odio a mí misma por mis errores. Apreté su ropa levemente y me pegué a él tanto como pude.

-Travis... Yo... hice algo horrible... Duncan.... Duncan está... sordo por mi culpa... se puso mal... me asusté mucho... yo solo quería ayudar... ¿por qué pasó esto...?

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El rubio recordó lo que solía hacer cuando su pequeña hermanita lloraba de impotencia, así que hizo eso mismo con Bell. Mecerse de un lado a otro, casi rememorando el movimiento de una pequeña cuna.

- Seguro que no hiciste nada horrible... Simplemente piensas demasiado.- dijo con calma.- Bell, es normal que alguien con un sentido demasiado desarrollado tenga problemas con eso. Yo por ejemplo, soy alérgico al polvo... Y cuando me resfrío, lo paso horriblemente mal. Son cosas con las que tenemos que vivir en el día a día, así que por favor, no lo pienses tanto.

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El llanto se fue calmando lentamente, su movimiento, caricias y voz me llenaban de paz. Suspiré profundamente y me quedé ahí, a su lado, me sentía cómoda siendo estrechado contra su pecho, no me quería mover de ahí.

-Se puso muy mal... con mucho dolor... se tiró al suelo cubriendo sus oídos y gritando...- esta vez mi voz era baja y más tranquila a pesar de sollozar.- No volveré a hacer eso... es demasiado peligroso para él...

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- Bell... Las personas aprendemos de los errores que cometemos, lo importante no es no cometer errores, sino una vez que los cometemos, recordarlos para que no vuelvan a pasar.- dijo Travis sin dejar de abrazarla, pues él también se sentía cómodo así.- Creo que acabo de ser demasiado cursi... Casi me doy asco.

Rió muy suavemente para no hacerle daño a Bell, pues cada vez que la tocaba o la abrazaba tenía que medir demasiado bien su fuerza.

- No pienses que cometiste un error, piensa que aprendiste algo nuevo de alguien que te importa... Aunque ese alguien a mí me caiga como una patada en las bolas.

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-Oh... jijijiji...- a pesar de lo triste que estaba, Travis había conseguido que yo riera por sus comentarios.- Debiste ser un gran hermano mayor, Travis... eres una persona genial... Gracias por consolarme... y perdona por darte problemas...- dije secando mi cara con una sonrisa.