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✬ 5 ✬

William reaccionó antes que James, disparando a la menor oportunidad.

El pelirrojo apenas pudo esquivar la bala, que a diferencia de las suyas esa era real, y se cubrió detrás de una de las columnas pues William siguió disparando.

― ¡Ey! ―protestó James, cuando el otro muchacho dejó de disparar. Esperaba que se hubiera quedado sin balas cuando escuchó el sonido del metal golpeando contra el suelo.

― Nada personal ―aclaró el hijo de Falcon, acercándose a la columna―. Sólo es para complacer a papá. ¿Lo entiendes?

Más de lo que crees, pensó James, rodando los ojos, pero sin atreverse a decirlo en voz alta ya que tenía la sensación de que lo estaban observando y supuso que así tenía que ser, ya que esto era para medir sus habilidades, aunque algo no le cuadraba en todo eso.

El tiempo seguía avanzando en el reloj y William se lanzó para atacarlo, esa vez sólo con los puños. James se hecho hacia atrás, con sus reflejos mejorados podía escapar de él sin ningún problema, al menos hasta que se le ocurriera una forma de ganar sin tener que lastimarlo en el intento, aunque sus balas fueran de energía y su brazalete de energía no causara daños a largo plazo, no quería dejarlo herido, porque eso era lo que no entendía; ¿Sus padres de verdad los pondrían a luchar uno contra otro? ¿Esto era lo que querían? James lo dudaba mucho.

William siguió lanzando un golpe tras otro, y James los esquivaba tan rápido como podía, el tiempo iba en su contra y empezaba a pensar seriamente en atacar para acabar con todo eso, quizás con una llave pudiera dejarlo en el suelo fácilmente.

No obstante, cuando James lanzó el primer golpe de verdad, William le desvió de una forma lo suficientemente brusca como para atrapar su brazo y apresarlo detrás de su espalda. Por si fuera poco, era el mismo donde había recibido el golpe del robot en la anterior prueba y el dolor lo dejo sin ideas para liberarse.

Mientras pensaba en rendirse, aunque no lo consideraba de verdad ya que sus padres no lo habían criado para ceder tan fácil, notó el extraño brillo rojizo en uno de las esquinas de la pared. Otra vez, muy grande para ser una simple cámara.

Comprendiendo todo, y antes de que William lo hiciera caer de rodillas, James se echó para atrás, golpeando la cabeza del otro muchacho con la suya y girando rápidamente para darle una patada al sentir que el agarre entorno a su brazo aflojaba.

William cayó al suelo y James sacó la pistola que había usado para derrotar al robot, y aunque apuntó al muchacho, fue sólo para girarse a último segundo y disparar entre los dos puntos rojizos de la pared, haciendo saltar chispas de una máquina con forma arácnida.

La araña robot cambio de lugar, haciéndose invisible y visible varias veces en el camino, parecía que había dañado algo importante en el mecanismo, aun así James volvió a disparar y esa vez dejo todo movimiento en el olvido.

Justo cuando William se levantó, preparándose para volver a atacarlo, una leve alarma retumbó por la habitación, la misma que se había escuchado antes de que Friday les dijera que tenían que derrotar a su enemigo, pero esa vez no hubo voz robótica sino que se abrió una puerta que ninguno de los dos había notado en la habitación y William silbó en señal de asombro.

James estaba de acuerdo con él, pero antes de poder decir algo otra alarma los hizo sobresaltarse.

Ambos se volvieron hacia la pared donde el reloj holográfico brillaba en números azulados, la cuenta no se había detenido y ya faltaban menos de dos minutos para que acabará, James había pensado que al destruir al robot araña todo culminaría.

— «Prueba dos finalizada» ―sonó finalmente la voz de Friday, contradiciendo al reloj que seguía descontando.

Los dos muchachos intercambiaron miradas, preguntándose uno al otro si debían salir por aquella puerta, al momento en que dos aspersores se disparaban desde la pared, no llego a darles, pero el vapor que desprendía se empezó a esparcir por la habitación.

William fue el primero que decidió tocar la creciente nube y en cuanto sus dedos entraron en contacto con el vapor los retiró de inmediato, retrocediendo incluso más rápido que James cuando intentaba esquivar los golpes.

― ¡Eso quema! ―exclamó, medio alarmado.

James retrocedió al instante, no quería comprobar si era verdad o no, aunque por la piel enrojecida en los dedos de William, supuso que no estaba mintiendo.

Dos aspersores más se activaron, llenando la habitación con aquel vapor tóxico, siguieron retrocediendo, pero eso último fue la señal que necesitaba James para salir corriendo en dirección a la puerta.

Si era una trampa u otra prueba, ya vería como resolverlo, aún tenía el arma después de todo, lo que necesitaba era salir ileso.

Cuando paso por la puerta algo lo derribó haciéndolo caer de boca, con algo muy pesado en la espalda. Mientras se quejaba escuchó el leve sonido de desliz característico de la puerta y otro quejido ajeno cuando el peso en su espalda se esfumó, ya que William quedó tendido en el suelo a un lado de él.

Resultaba que le había seguido cuando corrió y que lo había derribado en un intento desesperado por salir de la habitación antes de que lo alcanzará aquella nube de ácido o quién sabe qué cosa. La puerta ya estaba cerrada y no había señal que les dijeran que estaban en peligro.

James se hubiera quedado acostado en el suelo, si no hubiera sido porque escuchó los pasos de alguien acercándose a ellos, eso fue lo único que lo impulso a levantarse y apuntar con el arma hacia el intruso, pensando que era otra prueba, pero el coraje del pelirrojo flaqueó al ver a la mujer.

― Felicidades ―comentó Natasha, con esa sombra de sonrisa que James había visto muchas veces―. Son los segundos en completar la prueba de los primeros diez estudiantes y son...

― ¡Mamá!

El muchacho dejó caer el arma y se lanzó para envolver a Natasha Romanoff en un abrazo, algo que la tomo bastante de sorpresa, pues aunque era su madre las muestras de afecto tan espontáneas no eran su fuerte, aun así correspondió luego de un segundo de duda.

Hacía mucho que ambos no se veían cara a cara, casi dos años si no llevaba mal la cuenta y James de verdad había extrañado a su madre.

― Me alegra verte también ―aseguró la conocida Viuda Negra, dejando un leve beso en la frente de James―. Lo hiciste muy bien.

― Lo hicieron muy bien ―corrigió Falcon, a quien James ni siquiera había visto, aunque suponía que habían llegado juntos por alguno de los pasillos que estaban detrás de ellos.

― Sam tiene razón ―aceptó Nat, separándose de su hijo, pero dejando una mano apoyada en su hombro mientras miraba al otro muchacho en la habitación―. Tú también diste buena pelea, William.

El hijo de Falcon se enderezó con orgullo al principio, pero fue como si pensara otra cosa pues se desanimó muy rápido y estuvo a punto de hablar cuando Sam le dijo que no se preocupara y que quería ver cómo estaba su mano.

― ¿Y Maggy? ―le preguntó James a su madre, mientras padre e hijo hablaban entre ellos.

― Tu padre la estaba observando en la prueba. Seguramente se habrá ido a comer. ¿Por qué no vas? Escuche a Banner decir que su hija estaba allá con Torunn.

James frunció el ceño, inquieto por lo que le acababan de decir.

― ¿Eso es todo? ―interrumpió William, antes de que James pudiera decirle a su madre lo que le molestaba― ¿Esas dos eran las pruebas?

― ¿Quieres algo más? ―inquirió Natasha, en tono severo.

William se encogió otra vez, haciendo lo posible por reprimir una mueca y fallando totalmente.

― No, señora.

James hubiera reído, usualmente su madre daba miedo cuando se lo proponía, más si daba ese aire reprobatorio o intimidante, pero eso a él no le afectaba pues sabía que era únicamente apariencia ya que llegaba a ser muy cariñosa cuando debía.

― Un segundo ―pidió James, volviendo a la realidad, ya tendría tiempo de volver a compartir con su familia―. Dijiste que fuimos los segundos en completar las dos pruebas. ―Natasha asintió, dándole la razón―. Y que Margaret ya se ha ido al comedor. ―Esa vez fue Sam quién asintió. James frunció más el ceño―. ¿Ella terminó más rápido que yo?

― Ve a comer. Te hace falta ―indicó la pelirroja, después de reírse levemente. Le revolvió el cabello a James de forma juguetona cuando él intentó protestar―. Yo tengo que pasar los datos de las pruebas.

Frunció los labios en desacuerdo, pero terminó aceptando, su madre tenía trabajo y al menos si iba al comedor podría volver a ver a su hermana. Casi dos años era mucho tiempo de haber estado separados.

― Tú también, ve con él ―indicó Sam a William, quién sólo asintió sin más―. Si ninguno está herido.

Ambos adultos miraron a cada muchacho, que simplemente negaron para asegurarles que estaban bien. Una vez satisfechos les indicaron el pasillo por el que tenían que ir y les volvieron a felicitar.

— Ah ―exclamó Nat, llamando la atención de los dos jóvenes―. Y por favor no le digan a nadie sobre la prueba.

James notó como William se estremecía ante la mirada fría de los ojos verdosos de Natasha, mientras él sólo le sonrió a su progenitora y siguió su camino con calma.

Caminaron un rato en silencio, lo suficiente como para que sus respectivos padres no los escucharán cuando William le hizo detenerse y le extendió una mano antes de que pudiera preguntar qué le pasaba.

― ¿Todo bien? ―inquirió el moreno, medio con nerviosismo y medio con pena.

Él ladeó la cabeza, intentando comprender porque aquello; lo más obvio era que se sentía culpable por haberle disparado, pero eso a James no le importa, ya que supuso que también hubiera hecho lo mismo si William hubiera tardado unos minutos más en reaccionar.

Aceptó el apretón del hijo de Falcon, encogiendo los hombros.

― Todo bien ―aseguró, sin darle mucha importancia.

Aunque ambos hicieron una mueca de dolor. A James aún le dolía el hombro por el golpe que le había dado el robot y la torcedura que le había hecho William no había ayudado, no obstante sólo era cuestión de tiempo para que su factor de sanación hiciera lo suyo y estuviera bien.

Por otro lado, al moreno le ardía la mano con la que había tocado aquella nube de toxicidad, pero según le dijo su padre se le pasaría pronto.

Ambos rieron e ignorando sus dolencias leves continuaron caminando mientras hablaban de lo que les llamó la atención del otro durante el corto combate.

No había sido tan malo después de todo, pensaba James, al menos pronto vería de nuevo a su hermana menor.

🥛 🍗 🍖

Francis miraba todo a su alrededor lo más discretamente posible, a diferencia de Henry, quien si se volvía cuando escuchaba los múltiples murmullos.

El comedor era inmenso, eso sí lo habían medido bien los que habían remodelado la Academia pues no había nadie que se hubiera quedado sin una mesa, además se veía que la comida sobraba.

Lo único malo de todo era que en cuanto su pequeño grupo de amigos había entrado para almorzar los susurros entorno a ellos no había disminuido ni un segundo, incluso aunque hubieran escogido la mesa más apartada. Todos parecían conocerlos por el simple hecho de que habían sido los primeros en el proyecto y según lo que escuchaba Francis parecía que pensaban que eso les daría una ventaja injusta en el proyecto.

Una completa tontería, pensaba el hijo de Ojo de Halcón, puesto que ellos no tenían ninguna idea sobre lo que en realidad estaban haciendo allí. Intentó ignorar los comentarios, pero le era difícil comer con tanto ruido y si miraba en otra dirección para distraerse sólo terminaba disgustándose más.

― James está tardando demasiado ―comentó Henry, intentando también no prestar atención a los demás.

― Seguro está bien ―supuso Azari. A él no parecía afectarle ser el centro de atención.

― ¿Cómo es que esa hermosura termino con Harold? ―se preguntó a sí mismo Francis, olvidándose de intentar no mirarla.

Samantha se había separado del grupo antes de entrar al comedor, para alivio de Azari pues a él no parecía agradarle, a Francis tampoco, pero le disgustaba que se hubiera ido con Stark, porque era obvio que Harold estaba flirteando con ella y la hechicera parecía feliz de seguirle el juego. Desde donde estaban sentados podía verlos en la mesa que habían escogido junto a otros estudiantes que ninguno conocía.

― No me agrada ella ―comentó Rebeca, con su usual tono de voz bajo.

Los demás en la mesa le prestaron atención ya que había estado tan callada que casi se olvidaban de su presencia, después de todo, Madison y Michael se habían ido para hablar con el director Fury, su padre, y habían quedado únicamente Torunn, Azari, Henry, y Francis, además de Rebeca, aunque no era como si estuviera interesada en conversar con ellos.

― Tiene algo raro ―aclaro la hija de Banner, encogiéndose más en el asiento.

― Concuerdo ―aceptó Torunn, quién movía con su tenedor la carne de un lado a otro en su plato, más distraída de lo normal.

Francis frunció el ceño, mirando otra vez a Samantha. Él no veía nada extraño, sólo era una chica extremadamente hermosa y quizás fuera por su resaltante personalidad lo que hiciera que las demás desconfiaran de ella. Los tres chicos se encogieron de hombros, sin darle importancia. Las chicas a veces eran demasiado recelosas.

― Hablando de raras ―intervino Azari, mirando a Torunn―. ¿Qué te ocurre?

― Creo que vi a...

La brusquedad con la que se abrió una de las puertas del comedor hizo que Torunn se interrumpiera. Una buena parte de los estudiantes se quedaron mirando a la muchacha de cabello negro que entró hecha una furia y que analizó todo el lugar únicamente con la mirada.

Francis también se le quedo mirando, no la conocía, pero le hubiera gustado hacerlo; vestía un crop top negro que dejaba su vientre descubierto y unos jean ajustados, no obstante el cinturón que llevaba le dejaba en claro que era una X-Men, o al menos una hija de los X-Men, ya que tenía su símbolo en la hebilla.

Pensaba en acercársele cuando alguien más le pidió que se moviera de la puerta. La chica se volvió, quien estuviera detrás de ella era más baja por lo que Francis no podía ver con exactitud quién era, aunque si alcanzaba a notar el cabello rubio de la otra.

Escucharon como la pelinegra le gruñía y de la misma forma, la más baja le aseguró de manera burlona que no quería hacer una escena allí. Todos los estudiantes en el comedor se quedaron en silencio cuando la rubia pasó por un lado de la más alta, con una sombra de sonrisa en los labios y se dirigió a tomar una bandeja para el almuerzo como si nadie la estuviera viendo.

Mientras la pelinegra les gritaba a los que seguían observando para que se metieran en sus asuntos y se iba a una mesa donde un grupo de estudiantes la recibió. Francis se imaginaba que todos debían ser hijos de los X-Men o algún mutante, pues de inmediato empezaron a preguntarle qué había ocurrido.

Aunque eso realmente a ninguno de los de su mesa le importaba, ya que estaban impactados al ver a la otra muchacha, quien aún era el centro de atención de algunos estudiantes. Francis no recordaba la última vez que había visto a Margaret, estaba seguro de que había sido mucho tiempo, porque ahora era más linda con su largo cabello rubio atado en una coleta y sus brillantes ojos verdosos, incluso estaba más alta pues no aparentaba sus dieciséis años.

Cuando se volvió ya con la bandeja llena, repaso el comedor y los que aún la observaban se hicieron los ingenuos causando que ella sonriera, todos menos Henry, Azari, Torunn y Francis, que la saludaron con un leve ademán. Ella borró su sonrisa al acercarse.

― ¿Qué tal, Maggy? ―saludó Henry, cuando se detuvo al lado de su mesa.

― ¿Quién era ella? ―interrumpió Azari, señalando de forma discreta hacia la muchacha pelinegra con la que se sentía una ligera competitividad entre ambas.

Margaret Rogers Romanoff miró hacia la mesa donde se había sentado la otra chica, sus miradas se encontraron y se difuminaron mutuamente, verde oscuro contra el verde esmeralda de los Romanoff. Los murmullos aumentaron cuando ambas desviaron la mirada.

― Laura Logan Kinney ―respondió la joven rubia―. Es un clon de Wolverine, pero la trata como a su hija. Raro ¿No creen?

Los que estaban sentados en la mesa miraron de inmediato a Rebeca, pensando que se sentiría ofendida ante el comentario, pero lo único que hizo fue encogerse de hombros y decir;

― No parecía muy contenta contigo.

― Algunos no saben perder ―aseguró Maggy, con esa sombra de sonrisa que era idéntica a la de Natasha.

Más murmullos se escucharon a su alrededor, Francis estaba a segundos de gritarles que se callaran, pero le interesaba lo que había dicho la hija menor del Capitán América y la Viuda Negra. ¿Acaso había tenido una pelea? Porque dudaba que Natasha y ella se hubieran aliado con los X-Men durante sus dos años de estar en misiones.

― Ven, siéntate aquí ―le indicó Henry a Margaret, haciéndole un espacio en el banco de la mesa cuando los murmullos disminuyeron.

Ella se rio levemente, negando la invitación.

― No me sentare con ustedes. ―Su tono de burla hizo que los demás fruncieran el ceño―. Que sean amigos de mi hermano no quiere decir que sean mis amigos.

Los comentarios a su alrededor aumentaron. Francis no se lo podía creer ¿No tenían nada mejor que hacer que estarlos escuchando y comentando todo? No era para mal interpretarlo, le gustaba que hablaran de él, en especial las chicas, pero aquello se estaba volviendo molesto.

― Tan adorable como siempre, preciosa ―comentó el propio Francis, ignorando apenas a las personas a su alrededor. Margaret le sonrió con ironía.

― Si no te vas a sentar con nosotros ―siguió Henry, algo decaído―. ¿Comerás sola?

― Buscaba a Barnes. ¿Saben dónde está?

Azari se irguió en su asiento, medio alarmado, pero antes de que pudiera hablar Francis se adelantó.

― No hay adultos por aquí, es probable que este supervisando las pruebas.

― Hablaba de Jeanine, no del tío Bucky ―aclaró la rubia menor, rodando los ojos.

― ¿Está aquí? ―exclamó Azari, de verdad alarmado.

― Deberías saberlo. ¿No es tu novia?

― No es mi novia... y no lo sabía ―indicó el moreno, pensando por unos segundos―. No vino con nosotros desde Wakanda.

― Pues está aquí, en realidad estaba con ella en el auditorio antes de que me llevara el portal.

Eso último puso en alerta a todos en la mesa, incluso a aquellos que estaban más cerca, quienes se volvieron de inmediato. Margaret se volvió a su vez hacia los interesados y con la mirada más fría que podía colocar hizo que la mayoría se olvidara de verlos. Francis debía admitir que si daba miedo, sin duda era hija de Natasha Romanoff.

― No puedo hablar de eso ―aseguró Margaret, antes de que Henry empezara a preguntarle sobre las pruebas.

Justo en ese momento una muchacha castaña entró al comedor; tenía el cabello trenzado, ojos marrones y vestía muy simple. Francis no la conocía, pero por la sonrisa de Margaret supuso que esa debía ser Jeanine Barnes. Además el rostro de Azari había empalidecido al verla, así que sin duda era ella.

La menor de los Rogers-Romanoff les sonrió y se despidió de ellos, diciéndoles que los dejaba con sus murmullos.

― Apropósito. ―Se volvió hacia la otra rubia en la mesa―. Torunn, un chico te estaba buscando. ¿Tienes un hermano? Porque se parecía a Thor.

Sin más se fue, buscando una mesa vacía para sentarse con la hija del Soldado del Invierno, mientras los chicos se habían quedado en blanco tras lo último que dijo Margaret. Torunn no parecía muy afectada con la noticia, aunque Rebeca le preguntó sobre su hermano, y la chica respondió aclarando que era sólo su medio hermano.

― ¿Ethan está aquí? ―preguntó Henry, como si alguien pudiera responderle―. ¿A cuántas personas más acepto esta Academia?

― Por eso estabas tan distraída ―comentó Azari, mirando a Torunn―. Le buscabas en el auditorio.

― Sí ―aceptó ella, jugando con sus manos sobre la mesa―. Pero también vi a...

El aumento de los murmullos le hizo callarse, alguien más había entrado al comedor, pero los comentarios no eran por el muchacho moreno, eso era obvio, eran sólo por James, quién los encontró de inmediato en la multitud de estudiantes y se despidió del otro chico para dirigiese a la mesa con ellos, mientras el otro se iba en dirección opuesta.

― ¿Qué hiciste? ¿Cómo fue? ¿Fue duro? ¿Estás herido?

― No puedo decir nada ―aseguró James, a las miles de preguntas de Henry que seguían y seguían. Cuando pusieron los ojos en blanco, el pelirrojo se encogió de hombros―. Mamá lo pidió.

Torunn le hizo un espacio para que se sentara.

― ¿Todo bien con tu madre? ―preguntó la rubia, observando la reacción de él ante el tema.

― El problema nunca fue ella.

Francis también estaba al pendiente, después de todo, era su mejor amigo, lo conocía lo suficiente como para saber que si estaba afectado por algo. Aunque había una posibilidad de que fuera por las pruebas, lo dudaba. Su familia siempre había sido lo primero, en dos años eso no podía cambiar.

― Cierto ―aceptó Francis, al ver que nadie se atrevía a hablar―. Tu hermana es tan encantadora como siempre.

El pelirrojo se puso alerta con ese comentario, demostrando lo que había presentido Francis desde un principio; estaba ansioso por hablar con Margaret, y eso terminaría mal. Negó para sí mismo, a veces James era demasiado predecible.

― Está por allá ―señaló el peliblanco―. Junto con Jeanine Barnes.

La mirada de sorpresa de James cayó en Azari, que simplemente le hizo un ademán para quitarle importancia mientras bebía de su vaso. Francis sospechaba que ocultaba algo.

El mayor de los Rogers-Romanoff se levantó de inmediato diciendo que tenía que hablar con Margaret justo cuando una leve alarma hizo que todos guardaran silencio.

― «Atención, los primeros diez estudiantes han culminado sus pruebas» ―informó Friday, haciendo que una ola de comentarios recorriera el comedor―. «Ahora se escogerán a otros diez para continuar. Mucha suerte.»

Antes de que alguien comprendiera siquiera el significado de esas palabras, los mismos portales dorados se abrieron en diversos puntos del comedor llevándose a más alumnos sin darles oportunidad para reaccionar.

El grito de Rebeca hizo que Francis prestara atención en su propia mesa. La hija de Banner se abrazó a él mientras temblaba. Sólo en ese momento se dio cuenta de que faltaban dos personas; Azari y Torunn habían desaparecido, tan rápido que ni Henry ni James se dieron cuenta de en qué momento se habían abierto los portales para llevárselos.

― Así que nos llevaran estemos donde estemos ―comentó James, mirando los platos ya vacíos que habían dejado sus amigos.

― Al menos Torunn y Azari tenían sus armas ―pensó en voz alta Francis, intentando calmar a Rebeca que aún temblaba en sus brazos.

― ¡Preparare mi traje! ―exclamó Henry, levantándose para salir corriendo del comedor.

Era buena idea, debía admitirlo, estar preparado para lo que sea en este lugar debía ser su preocupación principal ahora que sabía que en cualquier momento sería llevado, aunque antes de ir por sus flechas tenía que calmar a Rebeca.

― Quedamos tu y yo, amigo ―comentó Francis, pidiéndole ayuda a James sólo con la mirada.

― No, sólo tú con Rebeca. Yo iré por mi hermana.

Sin más se fue, tal y como Margaret lo había hecho antes. Francis quería gritar. ¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora con la muchacha temblorosa? Se iba a vengar de sus amigos por dejarlo solo en esto.

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