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El hijo del Capitán América estaba atónito viendo a los dos jóvenes que bajaban sus armas de fuego al mismo tiempo. Tenían cierta similitud, ambos eran morenos, esbeltos, de cabello negro y ojos marrones, las únicas diferencias eran la altura y el hecho de que uno era hombre y el otro una mujer.
― ¿Quiénes son ustedes? ―inquirió Harold, todavía en pose de combate, aunque sus nudillos rojos por los golpes a los robots le quitaban el aire intimidatorio que quería dar.
― Madison y Michael ―se adelantó Francis, haciendo que su bastón se redujera hasta ser de nuevo un brazalete―, los mellizos Fury.
James, Henry y Harold exclamaron sorprendidos, ninguno estaba enterado de que Nick Fury tenía hijos, menos de su edad o eso pensaban pues no se veían mucho mayores que ellos. En cuanto a Torunn y Azari, estaban ya enterados de la existencia de ambos, aunque no los habían conocido en persona hasta ahora.
― Francis ―nombró Madison, con todo el veneno que podía y dejando en claro que ellos no eran amigos―. No queríamos volver a verte.
― ¿Están bien? ―se adelantó Michael, ignorando el hecho de que Francis encogió los hombros sin interés y con una sonrisa burlona.
Aunque todos estaban ilesos, había quedado un desastre en el pasillo y muchos cascarones de robots abollados en el suelo, otros cuantos partidos a la mitad.
Torunn pateó uno mientras se adelantaba, pidiendo una explicación de lo que había ocurrido, mientras todavía empuñaba la espada asgardiana.
― No sabemos lo que ocurrió ―aseguraron ambos mellizos, James se imaginó que era verdad por la preocupación que demostraban. Madison se adelantó a su hermano―. Íbamos de camino a las habitaciones cuando escuchamos la explosión.
― ¿Y el «Eso no tenía que pasar»? ¿Qué significa? ―presionó Azari, haciendo entrechocar sus garras de vibranium de forma amenazante.
Michael miró a su hermana, buscando apoyo, pero ella simplemente se encogió de hombros, diciendo que él lo había dicho, no ella. Cuando el muchacho se preparó para hablar otra explosión se escuchó más al fondo, en ese mismo nivel, y junto con el, un agudo grito de terror.
― Vino del laboratorio ―indicó Harold, haciendo que James entrecerrara los ojos, preguntándose mentalmente la razón por la cual él lo sabía.
Sin esperar a que los demás reaccionaran, Henry fue el primero en salir corriendo, a pesar de que Torunn y Madison intentaron detenerlo.
― El grito fue de mi hermana ―exclamó el más joven como única explicación, aunque eso fue suficiente como para que los demás se animaran a seguirlo.
Michael tomó la delantera cuando el pasillo se dividió en varios caminos, y Henry se aseguraba de no estar demasiado lejos de él ya que parecía conocer la dirección correcta. Stark volvió a quejarse sobre correr hacia el peligro, pero ya nadie le prestaba atención cuando una muchacha castaña salía corriendo de una habitación siendo perseguida por uno de aquellos robots.
Los mellizos Fury levantaron las armas rápidamente al momento en que le decían a la chica que se agachara, ella lo hizo o cayó al suelo accidentalmente, pero antes de que los hijos de Fury dispararan, una flecha impactó en el pecho del robot y este explotó justo cuando James cubría a la hermana de Henry para que no se lastimara.
Harold se volvió hacia Francis, mientras él sonreía de forma arrogante y volvía a encoger su arco a un simple brazalete.
― Tenías fechas… ―empezó el joven Stark, atravesando al hijo de Barton con la mirada más amenazadora que podía colocar― ¡¿Y no las usaste antes?!
― Son como último recurso si no tengo el carcaj ―respondió simple, haciendo que Madison rodara los ojos con desprecio.
Henry se agachó junto a su hermana, mientras ella le agradecía a James por haberla protegido, aunque ambos estaban más concentrados en la herida en la mano de la castaña pero era un corte pequeño, nada grave.
― Cassandra Lang ―llamó Michael, haciendo que todos le prestaran atención―. No creo que tú hayas hecho esto.
La mayor de los Lang le miró por un segundo, sin comprender. Torunn pidió un momento para ayudarla a levantarse. James la imitó sin perderla de vista por si en verdad tenía algo más grave que el corte en la mano, le parecía desorientada o quizás incómoda pues no dejaba de mirar las armas en las manos de Michael y Madison. Negó antes de que Henry dijera algo.
― Beca y yo sólo explorábamos un poco, en cuanto entramos al laboratorio los robots empezaron a aparecer.
― ¿Quién es Beca, Cassie? ―interrogó Azari, acercándose a la conversación.
Antes de que alguien dijera algo más, un gruñido bastante salvaje se escuchó desde la habitación de donde había salido Cassandra, y dos robots salieron disparados por los aires chocando entre ellos y quedando destruidos al instante por la mini explosión que generaron.
Cassie ahogó un exclamación y salió corriendo de nuevo hacia, lo que James se imaginaba era, el laboratorio de la Academia gritando un « ¡Rebeca! » que dejo a todos más confundidos que antes.
La siguieron, por supuesto, ya que Cassie no poseía ni entrenamiento ni armas para defenderse, pero el grupo se quedó congelado junto a la puerta destruida del laboratorio, al igual que la chica Lang.
― ¿Pero qué…? ―susurró Harold, sin saber lo que estaban viendo.
En medio de varios mesones, bancas, estantes y muchísimos robots destruidos estaba una muchacha delgada de cabello negruzco rizado aplastando al único robot que quedaba solamente con las manos, aunque eso era bastante extraño, lo que los dejo sorprendidos fue el hecho de que su piel se estaba tornando lentamente verdosa.
― ¿She-Hulk? ―preguntó Francis, bajando la voz todo lo que podía, como si estuvieran con un animal salvaje que en cualquier momento atacaría.
― Es muy pequeña ―negó James, a pesar de que tal vez esa muchacha le sobrepasara en tamaño, ni hablar de fuerza.
Con un último gruñido aquella chica detuvo los golpes sobre el robot que ya estaba hecho trizas en el suelo y se enderezó. James pensó de inmediato que por supuesto ella le sobrepasaba el tamaño, sin embargo le extrañó cuando el verde empezó a desaparecer mientras susurraba para ella misma;
― Tranquila. Respira. Inhala. Exhala. Puedes controlarlo. Tienes el control. ―Los espectadores quedaron aún más sorprendidos cuando disminuía de altura justo frente a sus ojos y el verde desaparecía por completo de su piel. La chica soltó un suspiró―. Estuvo cerca.
― Es Rebeca Banner. ―Todos se volvieron hacia Madison, incluso la pelinegra que estaba en mitad del destrozado laboratorio―. Hija del doctor Bruce Banner.
― ¡¿Qué?!
La chica se sobresaltó con la exclamación de todos los presentes, y entrecerró los ojos. James pensó que estaba analizándolos, pero cuando notó unos lentes entre los escombros comprendió que ella no veía bien.
El hijo del Capitán América se adelantó, recogió los lentes que estaban intactos de alguna forma inexplicable y se acercó a la chica temblorosa con una sonrisa de disculpas. Todo eso bajo la mirada sorprendida e incrédula de sus amigos, los mellizos Fury y Harold.
Rebeca tomó los lentes y se los puso susurrando un “gracias” casi inaudible al momento en que se encogía en el lugar. Ahora que había disminuido en altura, James era unos centímetros más alto que ella. Vaya cambio, pensó el chico.
― ¿Cómo es posible que seas hija de Hulk? ―preguntó Henry, sin ninguna delicadeza, y su hermana mayor le dio un golpe por ser tan directo.
― ¿Qué está pasando aquí?
Todos se sobresaltaron ante la nueva voz, en especial Michael y Madison que se enderezaron como si fueran soldados y escondieron las armas a saber dónde, segundos antes de que Nick Fury entrara, viera el laboratorio destruido y después a cada uno de los presentes.
Por si fuera poco, James vio a su padre detrás del director de S.H.I.E.L.D, nada feliz con lo que veía en el lugar y no era el único; Tony Stark fue directo hacia su hijo exigiendo una explicación; Barbara Morse le reclamó a Francis diciéndole que esto era lo contrario a no meterse en problemas; T’Challa se aseguraba de que Azari no tuviera heridas; Scott Lang reprendía a Cassie por alejarse de las habitaciones y a Henry por haber seguido a su media hermana hasta allí; Bruce Banner hizo que James se alejara de Rebeca para ver que la muchacha estuviera bien y que no hubiera problemas con su lado Hulk.
El único que no estaba alterado con todo era Thor, que se acercó a Torunn y le preguntó de forma burlona;
― ¿A cuántos robots destruiste?
― Diez o doce, la mayoría en el pasillo ―respondió la chica, con orgullo, apoyada en su espada asgardiana.
― Esa es mi hija. ―Ambos chocaron las manos, mientras Fury gruñía enojado.
Steve se acercó al agente de S.H.I.E.L.D con el ceño fruncido en medio del torbellino de padres reprendiendo e hijos intentando explicar lo que había ocurrido.
― Parece que la Academia no era del todo segura.
James observó atentamente a su padre, como había estado toda su vida con él lo conocía perfectamente y podía asegurar que no estaba molesto, estaba preocupado y eso no era nada bueno para la Academia, ni para él y su hermana Maggy.
― Averiguare que paso con mis robots ―se adelantó Tony, dejando a Fury con las palabras en la boca―. Las fallas nunca han sido algo mío.
Aunque el director lo difuminó con la mirada no negó nada, ni rechazó la ayuda. Fury volvió a mirar a su alrededor, suspiró casi con cansancio y se dirigió hacia los jóvenes presentes.
― Vayan a sus habitaciones, hasta que sean llamados. ―Todos asintieron, no muy satisfechos por la orden. Justo en ese momento varias personas vestidas con uniformes de limpieza aparecieron en la puerta. Fury volvió a suspirar―. Los adultos, volvamos a la sala de reuniones mientras limpian este lugar.
Sin más abandonaron el laboratorio, aunque James pensaba que ese era sólo el principio de un problema que estaba por complicarle la vida, más de lo compleja que ya era.
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― ¡No puede pasarme esto! ―gritó James Rogers, en el ataque de enojo más exagerado que Harold había visto en su vida.
El joven Stark se apartó del camino del hijo del Capitán América después de que vieron la lista de las habitaciones de la sección de varones, más porque temía que le diera un puñetazo a él y no a la pared.
Si bien el Centro de los Nuevos Vengadores había sido remodelado para ser la nueva Academia de Héroes, S.H.I.E.L.D no había previsto que tantos jóvenes tuvieran poderes y se habían quedado cortos con las habitaciones, es por ello que todos tenía un compañero de cuarto y al parecer para desgracia de James, le habían asignado a Harold para compartir.
A Harold no le importaba, James siempre le había caído bien, aunque a veces era demasiado correcto para su gusto, incluso en el pasado habían sido amigos, pero se habían alejado al seguir distintos caminos y diferentes gustos.
Salió de sus recuerdos cuando James le cerró la puerta de la habitación en la cara.
Gran forma de iniciar de nuevo nuestra amistad, pensó Harold con sarcasmo, llevando una de sus manos a la nariz, donde había recibido el golpe, y usando la otra para pasar la tarjeta de seguridad en el escáner y abrir la puerta de su habitación compartida.
Entró justo cuando James le daba un golpe a la pared, sospechada que no había usado toda su fuerza o hubiera dejado una marca allí donde sus nudillos golpearon la superficie, estaba realmente enojado o disgustado, ambas quizás. Harold quería decirle algo para calmarlo, que prometía ser buen compañero o que terminaría acostumbrándose a esa situación, pero no tenía idea de cómo empezar.
Observó la habitación para distraerse, era simple, bastante espaciosa, de paredes blancas y suelo de madera, con dos camas en lados opuestos, dos escritorios, guardarropas incrustados en la pared y una puerta que asumía era un baño. Se vería mejor cuando desempacaran y pusieran sus cosas.
― ¡Vaya! ―exclamó Francis, riendo de forma burlona mientras miraba apoyado en el marco de la puerta. Había asustado a Harold, aunque no lo notó―. Así que te toco con Stark. Que mala suerte.
Harold frunció el ceño, no estaba muy lejos de la puerta, Francis podía verlo, pero hablaba como si no estuviera allí, como si fuera invisible.
James se volvió de inmediato y se acercó con demasiada rapidez.
― Cambiemos de habitación ―pidió el pelirrojo, y Francis se negó―. ¡Por favor! No me importa a quién te hayan asignado de compañero. ―Lo tomó por los hombros y lo sacudió sin delicadeza―. ¡Haré lo que quieras!
― Ni lo sueñes. ―Se deshizo del agarre de James antes de seguir, mientras el otro muchacho fingía llorar―. Prefiero mil veces al hijo del pirata Fury que a Stark. Es tu problema.
― ¡Azari! Azari tiene que ayudarme. ―Y sin pensarlo mucho salió corriendo por el pasillo, gritando para encontrar al moreno.
Harold se sintió de verdad ofendido, soltando inconscientemente un gruñido que llamó la atención de Francis sin querer.
― Dime algo ―comenzó el joven Stark, ya que el peliblanco lo estaba escuchando― ¿Por qué me odian tanto? Antes era parte de su pequeño grupo. Nunca nos separábamos. Hasta hicieron un par de bromas conmigo en el pasado.
El hijo de Clint lo miró atentamente, analizándolo por un momento. Harold no era de los que se intimidaban con facilidad, menos estando frente a un antiguo amigo, pero cuando Francis avanzó, él retrocedió por instinto.
― Éramos amigos, hasta que te volviste un arrogante y presumido idiota.
Cada palabra le dolía más que un golpe, pero sabía que tenía algo de razón, aunque jamás lo admitiría. Francis se detuvo en el centro de la habitación y él estaba casi contra la pared del fondo.
― Harold, a ti jamás te importaron las personas. Cuando tuviste la oportunidad de cambiarnos por el dinero de tu padre lo hiciste, y por si fuera poco, dejaste un desastre en Nueva York hace dos años simplemente porque estabas jugando con una armadura que ni siquiera tenías que inventar. ¿Tienes idea de cuantos heridos dejaste?
El joven Stark se limitó a negar, mientras se mordía la lengua para evitar discutir, aunque Francis no había terminado aún.
― No tienes madera para ser héroes. Debiste quedarte en Londres, y alejarte de la Academia.
― Tengo lo necesario para estar aquí y se los demostrare a todos ―se defendió Harold, sonriendo de forma burlona, se le agotaba la paciencia―. Además… ¿Por qué no tendría un lugar aquí? Si dos de los mejores estudiantes de esta Academia participan en carreras ilegales. Así que…
Francis se movió tan rápido que hasta Pietro Maximoff se hubiera quedado sorprendido, empujó a Harold contra la pared y lo apresó con un brazo haciendo presión sobre su tráquea. Intentó quitárselo de encima, pero le fue inútil, él tenía más entrenamiento y una variación del Suero del Súper Soldado en sus venas, era injusto.
― Escúchame bien, Stark. ―Francis estaba aplicando la suficiente fuerza como para dejarlo sin aire. Ya le estaba doliendo la cabeza―. Si alguien se entera que él participa, voy a atarte de cabeza y usarte para practicar puntería. ¿Entiendes?
Asintió como pudo y Francis por fin lo soltó, dejándolo respirar otra vez. Justo en ese momento alguien tocó la puerta, Harold intentaba recuperar el aire cuando divisó a su padre entrando a la habitación. El peliblanco se arregló la chaqueta y se fue del cuarto despidiéndose de Tony, sin ser muy amable.
― ¿Todo bien, hijo?
Harold se enderezó por fin, respirando normal otra vez, y pensó en decirle la verdad a su padre; que había visto a James y Francis en una carrera de motos donde no tenían por qué estar, que lo estaban excluyendo y que lo acababan de amenazar. Siempre habían sido cercanos, y le ayudaría a demostrar que valía para ser un héroe, pero las cosas habían cambiado al cometer ese error con la armadura hace dos años, lo que lo había llevado al internado, y ahora tenía que arreglárselas solo, igual que en Inglaterra.
― Todo bien, papá. ―Se sacudió la chaqueta blanca, respirando profundo―. Sólo tengo que ganarme mi lugar.
― No tengo que decirte que si te metes en problemas volverás a Londres. ¿Cierto?
Harold negó, sus padres ya le habían dicho las condiciones de su regreso a Nueva York y de su estadía en la Academia; nada de salir en los medios de comunicación, en especial los de chismes; sin armaduras, a menos que sea para las clases y sólo en las importantes; sin fiestas, ni alcohol, ni salidas, ni chicas; sin peleas o cualquier riña, incluso una discusión con cualquier otro alumno. Todo junto significaba sin problemas o un sinónimo más apropiado, sin diversión de ninguna clase.
Tony sonrió satisfecho y observó la habitación como momentos antes había hecho su hijo, no demostró estar a gusto, pero al menos le dijo que su equipaje debía llegar pronto, junto al de James.
― ¿Sabías que James era mi compañero?
― Por supuesto ―respondió Tony sin más, sentándose en la cama que ahora sería de su hijo―. Todos los compañeros se eligieron por alguna razón, Fury fue insistente en que equilibráramos los equipos.
― Así que Fury me asigno con el Soldado América por su buen comportamiento y mi mal comportamiento.
― No. ―Harold arqueó una ceja mientras se sentada en la cama junto a su padre, sin entender a qué se refería―. Yo le sugerí que lo hicieran. Al Capi también le pareció buena idea. Cree que así te corregirás.
El joven Stark se carcajeó. Si supieran, pensó amargamente. Esa vez fue el turno del mayor para arquear una ceja, interrogándolo por la sarcástica risa.
―O quizás yo lo corrompa a él ―comentó el muchacho, medio en burla y medio para desviar el tema.
― Haz eso y Steve estará muy enojado.
Volvió a reír con burla, sólo por imaginárselo y se sorprendió cuando su padre le acompañó en la carcajada. Hacía mucho tiempo que no se sentía feliz con su padre, que no sentía que de verdad hacía las cosas bien, aunque fuera burlarse de sus compañeros para Harold era suficiente estar así un rato.
Sin embargo, el momento paso tan rápido como llego cuando Harold se acordó de lo que había pasado con los robots. Conocía las instalaciones remodeladas por haber visto los planos en la base de datos de su padre, sabía cómo funcionaban los sistemas desde las cámaras de seguridad hasta los robots de entrenamiento, sabía incluso de algunos planes que tenían para ‘entrenamientos sorpresa’, pero lo que había ocurrido ese día no tenía nada que ver con eso.
― ¿Papá? ―Tony gruñó para indicarle que lo escuchaba― ¿Qué ocurrió con los robots en realidad?
La sonrisa se borró del rostro del mayor, en su lugar dejó una sombra de preocupación y enojo que Harold no había visto desde que robó una armadura a medio terminar de su padre, la había modificado y mejorado, convenciéndose de alguna forma que era una buena idea salir a probarla por las calles de Nueva York.
― Aún no lo sé. ―Harold observó a su padre apoyar los codos en las rodillas y pasarse las manos por el rostro, delineando su barba con los dedos. Estaba más que preocupado―. Si fue una infiltración al sistema, Friday no logra saber de dónde provino. Si fue un error en programación, no logro detectar dónde falle. Si es un ataque de algún enemigo, nadie ha tomado el crédito. No lo entiendo.
― ¿Se llevaron algo?
― No. Sólo atacaron el laboratorio. Tal vez iban por la hija de Bruce. No lo sé. ―Se pellizcó la nariz, señal que Harold había aprendido a identificar en su padre cuando se quedaba sin ideas sobre algo y eso terminaba frustrándolo―. Sólo sé que tienen que andar con cuidado.
Asintió, pocas veces había visto a su padre tan serio, usualmente solo cuando él estaba en problemas, así que sabía que esto no podía tomarlo a la ligera.
― La Academia puede estar protegida por sistemas de seguridad, agentes de S.H.I.E.L.D y varios superhéroes, pero eso no significa que estemos del todo a salvo. Quiero que te cuides y que cuides también a los demás, hijo.
― Si tuviera mi tecnología…
― No te pases ―regañó Tony, volviendo a su lado burlón de siempre. Harold se disculpó.
El mayor se levantó de la cama, dándole unas palmadas en el hombro a su hijo y se encamino hacia la puerta que Francis había cerrado al salir, pero cuando Harold ya pensaba que su pedazo de felicidad había acabado allí, Tony se volvió a un metro de la puerta.
― ¿Sabes? El salón de entrenamiento es aprueba de ruido, para evitar molestar a los demás con los gruñidos y sonidos de combate. ―El joven entrecerró los ojos mientras asentía lentamente, no sabía a donde quería llegar su padre―. Y como hoy es técnicamente el primer día de la Academia, sería una lástima que algún muchacho tonto desactivara las cámaras para escabullirse hacia el salón de entrenamiento e hiciera una fiesta sin la autorización de los profesores.
Harold se levantó de la cama de un salto al comprender. ¿Acaso su padre estaba autorizándole una fiesta?
― ¿Es enserio?
― ¿Enserio qué? Únicamente te digo que algún muchacho tonto podría hacerlo si desactivara todos los sistemas y dejara sólo el aislante de sonido, y que si lo atraparan tendría que regañarlo junto a los demás profesores, ―Iron Man se encogió de hombros―, pero jamás lo haría si no lo descubren.
El joven Stark sonrió, como si le hubieran regalado un Ferrari nuevo, y el mayor asintió volviéndose hacia la puerta.
― Oh. Y llama a tu madre ―pidió Tony, antes de irse―. A ella y a tu hermana les hará bien saber que ya te estás instalado en la Academia.
Sin decir más, se fue por el pasillo, que ya estaba empezando a llenarse con jóvenes de diferentes edades que iban de un lugar a otro, aunque a ninguno lo conocía personalmente, ya tendría tiempo para hacer amigos en la fiesta de esa misma noche.
A veces ser hijo de Anthony Stark era toda una bendición.
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