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✬ 14 ✬

— Altaír, nosotros deberíamos estar con Luna. No aquí, haciendo… Eh… ¿Qué estamos haciendo?

Walter Maximoff se volvió hacia su hermana menor observando cómo estaba revisando la lista de habitaciones en la sección de mujeres de la Academia. Leyendo cada nombre con atención.

— Ya te dije, tuve una visión —aseguró la chica, sin dar más explicaciones. Walter rodó los ojos, odiaba las visiones de su hermana—. Creo que tengo que buscar a alguien, pero no sé aún a quién. 

— ¿Y piensas que la lista de habitaciones en la sección de chicas te va a ayudar? —Ella asintió, pero el muchacho notó lo obvio— ¿Y cómo sabes que no es un chico al que estás buscando?

Vio como el rostro angelical de su hermanita se contraía en una mueca de desagrado.

«Diablos, no lo pensé» El pensamiento de la chica resonó en la cabeza del mayor y reprimió el impulso de golpearse la frente. Siempre era lo mismo con ella.

Altaír sacudió la cabeza y siguió en lo suyo, mientras Walter sentía un escalofrío y miraba a su alrededor con sospecha por enésima vez.

La intercepción de los pasillos estaba desolada, no había nadie más allí que ellos dos, puesto que los que no estaban en la fiesta se habían encerrado en sus habitaciones, como tenía que ser. 

Él estaría feliz de estar durmiendo en su habitación, pero la preocupación por su prima Luna no lo había dejado tranquilo, por eso había intentado hacerla entrar en razón mientras ella se preparaba para irse a la fiesta de Stark. Él no había conseguido nada, y Luna se había ido igual como si no hubiera estado media hora intentando convencerla de no ir. 

Segundos después de que la velocista se fuera, Altaír reaccionó de repente saliendo de la habitación sin decirle nada más que la siguiera. Y ahora estaban allí buscando a alguien que ni ella misma sabía quién era. Walter quería gritar, no sólo porque estaba harto de las visiones de su hermana, que siempre estaban incompletas, sino porque sentía esa sensación extraña de que alguien —O algo— los estaba vigilando.  

— Como te dije, deberíamos estar evitando que Luna haga una estupidez —volvió a comentar el muchacho, y Altaír gruño en respuesta.

— Seguro convenció a Francis, y ahora están los dos juntos. 

— Eso no me alivia. 

La muchacha puso los ojos en blanco.

— Cállate ya, necesito concentrarme. 

Vio como cerraba los ojos y una energía rojiza se acumulaba en la mano que tenía extendida a unos centímetros de la lista pegada en la pared. Walter se alejó lo más que pudo. Cuando su hermana hacía hechizos las cosas no terminaban bien. En el mejor de los casos, encontraba el nombre y se irían; en el peor, destruiría la pared completa.

«Siempre es lo mismo, si ellos tienen citas no pasa nada. Pero si nosotras tenemos citas se acaba el mundo» Walter se alarmó ante el pensamiento de Altaír.

— Alto —pidió el muchacho, sin ponerse a pensar en que quizás era mala idea interrumpirla cuando estaba usando sus poderes—. ¿Cómo que una cita?

Cuando la peliverde teñida se volvió hacia él por su pregunta, un rayo de energía salió disparado desde su mano a la pared, haciendo que ambos se alejaran y se abrazaran por el sobresalto. 

Sí, había sido mala idea interrumpirla. 

Afortunadamente no destruyó nada, ni la pared ni la lista, y lo que era más importante, la realidad no parecía haber sido afectada. Al menos a simple vista. Lo único que había conseguido con ese rayo y leve explosión era cambiar de color un nombre en el papel, haciendo que el rojo resaltara sobre el blanco y la tinta negra de los demás.

— Creo que es ella.

— ¿Torunn? —leyó Walter, acercándose igual que Altaír— ¿No es una de los primeros candidatos?

La menor de los hermanos se encogió, sin tener ni idea. Walter quería ahorcarla, pero se contuvo de gritarle, principalmente porque escucharon el resonar de pasos acercándose.

Intercambiaron miradas antes de acumular energía en sus manos por si los atacaban, Walter ya tenía un mal presentimiento desde el principio y sabía que había cosas que ni S.H.I.E.L.D ni los sistemas de seguridad podían detener. 

Pero en cuanto la primera persona apareció por uno de los pasillos, Altaír soltó un gritillo de alegría y se lanzó a abrazar al hijo mayor de Clint Barton incluso antes de que él mismo se diera cuenta de quién era ella.

Walter suspiró aliviado y deshizo la energía que había acumulado. Saludó con un movimiento de cabeza a Francis y éste le devolvió el gesto mientras le devolvía el abrazo a la joven Maximoff. 

— Estrellita. Te estábamos buscando. 

— Primo Francis. —Altaír se separó de él, muy contenta. Sin notar que Walter había fruncido el ceño ante las palabras del peliblanco—. Yo busco a alguien llamada Torunn. Walter dice que es de los primeros candidatos. Tú debes conocerla.

— Soy yo —se adelantó una muchacha rubia que ni siquiera habían notado los hermanos Maximoff, probablemente un poco mayor que Altaír.

Walter y Altaír miraron a cada uno de los que estaban detrás de Francis y la tal Torunn. Eran tres muchachos más; un pelinegro, quizás menor que Altaír porque se veía más joven que todos allí; un moreno con el semblante realmente serio; y un pelirrojo de ojos azules. 

El hijo mayor de la Bruja Escarlata y Visión se quedó mirando al último medio embobado. Era guapo, realmente guapo. Al menos lo hizo hasta que el muchacho notó su mirada y tuvo que disimular que no había estado intentando grabar cada rasgo del chico en su memoria. 

Sentía como el rostro se le incendiaba por el sonrojo. Ojalá el pelirrojo no lo hubiera notado.

«¿Ese chico acaba de sonrojarse?» resonó en su cabeza la pregunta, no estaba seguro si era del pelirrojo o de los otros dos, puesto que no conocía la voz, pero no iba a levantar la mirada para cerciorarse. Se estaba muriendo de la vergüenza.

Mierda. Maldita suerte la mía. 

— Genial —exclamó Altaír, juntando las manos en una especie de aplauso, se dirigió hacia la chica rubia—. ¿Tienes idea de por qué te estoy buscando?

Todos exclamaron confundidos, incluso Francis. Altaír rio levemente y Walter esa vez si se golpeó la frente, su hermanita a veces podía ser realmente tonta. 

El mayor de los Maximoff se aclaró la garganta y se adelantó para llamar la atención, aunque intentó esquivar la mirada azulada del pelirrojo puesto que se volvería a sonrojar y se acobardaría. 

— Disculpen a mi hermana. A veces hace las cosas guiándose por sus visiones incompletas y no suele pensar antes de decir o hacer algo.

Altaír protestó de inmediato, diciendo que sus visiones no eran incompletas. Walter quería decirle que si lo eran, pero el moreno se adelantó.

— ¿Tuviste una visión? —Altaír asintió de inmediato, aunque Walter hubiera querido que fuera un poco más reservada ante unos desconocidos—. ¿Sobre qué?

— Una nube oscura aparecía sobre la Academia, después de eso múltiples imágenes. No recuerdo mucho. Alguien gritando. Y destellos en las sombras, como si fueran…

— Ojos. —La menor de los Maximoff asintió ante la interrumpió de Torunn, sin molestarse en absoluto. La rubia pareció alarmarse—. Suena a algo que haría Rosalie. 

— ¿Quién? —inquirió Walter, frunciendo el ceño, por alguna razón no podía entrar en la mente de la chica, algo se lo impedía.

— Su prima —aclaró el pelirrojo, señalando a la rubia.

«Hija de Loki» pensó Francis, sabiendo de ante mano que Walter le escucharía y creyendo que por eso había hecho una mueca. Aunque claro que no era por eso, era porque efectivamente la voz que había escuchado antes era la del pelirrojo. Se había dado cuenta del sonrojo. 

Trágame tierra. Pidió Walter, aunque nadie le podría escuchar.

— Por eso te estábamos buscando, Estrella —continuó Francis, hablándole a Altaír e ignorando a Walter—. Necesitamos que uses tu poder para encontrar a Rosalie Lokisdottir antes de que cause problemas.

— ¿Y ya vieron en la habitación de ella? —señaló obvia Altaír—. Porque está en la lista de la Academia.

— Salió de la Academia a través de un portal —aclaró Torunn, adelantándose con una mueca de preocupación y suplica—. Por eso necesito ayuda. Por favor.

Walter observó a la rubia por un segundo, seguía intentando entrar en su cabeza para saber si era verdad lo que decía, pero no podía y eso le parecía realmente extraño. Además, concentrarse en ella hacía que no pensara en el pelirrojo y que se estaba muriendo de la vergüenza, era premio doble. 

— ¿Tienes algo de ella? —inquirió Altaír, antes de que Walter comprendiera que iban a ayudar a unos completos extraños y a Francis.

— ¿Un libro funciona?

Tras asentir a la pregunta de Torunn, la menor de los hermanos Maximoff apuró a los demás para irse de inmediato.

Walter apenas tuvo tiempo de exclamar bajo su aliento cuando ya lo estaban dejando solo y ellos se iban por uno de los pasillos a las habitaciones de chicas. 
Tuvo que correr para alcanzarlos. 

No tenía idea en lo que se estaban metiendo, pero su mayor preocupación ahora era intentar no colapsar estando cerca del pelirrojo.

Maldita suerte la mía. Pensó Walter mientras maldecía también las visiones incompletas de Altaír que lo metía en problemas siempre.

🌑     🌑     🌑

La música era muy estruendosa y le sorprendía que de verdad no se escuchara desde afuera. Aun así Samantha Strange no conocía personalmente a ninguno de los que habían asistido, más allá de haberlos invitado y convencido gracias a su aureola de magia. 

Había intentado buscar a Harold Stark, pero no aparecía por ninguna parte, y tampoco era como si le importaba realmente, pues cuando hizo acto de presencia en la sala de entrenamiento muchas personas ya estaban bailando al ritmo de la música junto a sus amigos o parejas. 

Todo parecía ser parte de una película de adolescentes y Samantha estaba realmente contenta con todo eso, sobre todo porque había conseguido que un chico guapísimo le invitara a bailar a los pocos segundos de haber llegado a la fiesta. 

¡Dichosa sea su belleza que lo atrajo! Porque el muchacho con el que bailaba era bellamente rubio, de unos ojos azules de muerte, bastante alto e increíblemente musculoso. Además bailaba realmente bien y eso le estaba encantando a la joven hechicera, pero no le habían querido decir su nombre y ella tampoco le había insistido, aunque no dejaba de pensar que se habían topado antes, puesto que le resultaba conocido.

— ¿Sabes? —empezó Samantha, aprovechando la increíble cercanía con la que estaban bailando para hablarle directo en el oído al muchacho—. Me pareces familiar. ¿Nos hemos visto antes?

— Yo lo dudo. 

Samantha no era de las chicas que se apenaban fácilmente, era directa e iba siempre al punto cuando le gustaba algo, pero al sentir la risa del chico resonando contra su cuerpo y su aliento chocando en su oído al terminar de hablar, no pudo evitar sonrojarse. 

Demonios, como me está gustando.

Se mordió el labio, mientras se concentraba en seguir bailando siguiendo la música y los movimientos de él. Hubiera estado así toda la noche, pero el muchacho se separó de ella sin previo aviso y a Samantha le tomó menos de un segundo notar que una chica rubia más joven y baja que ella había hecho que el chico dejara de bailar. 

— Llevo rato buscándote —le dijo la rubia, quitando por fin la mano del brazo del muchacho, aunque no borraba el ceño fruncido—. Pensé que teníamos cosas más importantes que hacer que estar bailando. 

Samantha no pudo evitar analizar a la chica de pies a cabeza; llevaba el cabello rubio suelto en ondas, vestía un crop top negro, una falda roja que le llegaba más arriba de las rodillas y unos tacones más bajos que los que ella tenía. 

No podía negar que era guapa, y le dio un pinchazo el corazón pensar que ellos serían algo y ella estaba en medio, pero el muchacho ni se inmuto y tomó a Samantha de la cintura. Allí volvía otra vez el sonrojo. ¡¿Por qué tenía que ser tan condenadamente guapo?!

— Vete, la noche es joven —le dijo a la rubia menor, dándole la espalda—. Tenemos tiempo.

— Este no era…

Ignorando su desembocado corazón, que le pedía seguir la corriente y bailar con el chico, Samantha se deshizo del agarre del muchacho y se alejó un poco de él, para hablar adecuadamente, aunque se estuviera dirigiendo a la rubia y la hubiera interrumpido.

— Tranquila. Quédate con tu novio. No tengo problema. 

— No somos…

Sin querer escuchar más, la joven Strange ya se había dado la vuelta y se había perdido en la multitud de bailarines, comprendiendo muy tarde que los dos estaban negando que eran novios. ¿Podrían haber sido hermanos? No se parecían mucho, así que descarto la idea. No era asunto de ella.

Se mordió el labio otra vez, asegurándose de que ya se había perdido de vista antes de voltear para ver lo que había pasado con los dos rubios. Parecía que estaban discutiendo segundos antes de que el chico saliera de la pista de baile, siendo seguido por la joven, pero Samantha frunció el ceño al ver que ambos eran seguidos por una chica con el cabello castaño trenzado, vistiendo un crop top azul y un jean negro.

Que personas más extrañas. Rio de su propio pensamiento, era algo irónico.

Aún estaba saliendo de la improvisada pista de baile cuando alguien la tomó del brazo. Samantha reaccionó de inmediato, levantando el puño para golpear el rostro del muchacho, pero le reconoció a pesar de la poca luz, era Harold, quien incluso viendo la amenaza de la chica se limitó a simplemente sonreír de forma coqueta.

— ¿Bailamos? —le propuso el joven, y Samantha evitó fruncir el ceño.

Lo pensó por un segundo, después de lo del muchacho rubio no creía que fuera buena idea bailar con desconocidos, aunque debía admitir que conocía más a Harold que al otro chico, por otra parte era un Stark y… ¡Qué diablos! En esta noche todo se vale.

Asintió, volviendo a dirigirse a la pista. La música había cambiado para ese momento y ya no era tan rápida, aun así Samantha pasó los brazos por el cuello de Harold y él la tomó de la cintura para moverse al ritmo. Ella intentó no sonreír, no podía negar que era lindo. 

— De verdad te agradezco por lo de las invitaciones —comentó Stark, luego de un rato de seguir la música—. Sé que las cosas no hubieran sido igual sin ti.

— Sé nota que no eres muy popular.

— ¿Cuál es tu secreto? La mayoría ni siquiera te conoce, pero aceptaron la invitación. 

— Te lo diré algún día —rio Samantha, aunque sus pensamientos estaban en otra parte.

Usualmente no le importaría decirle sobre su aureola de magia y lo que conllevaba eso, pero después de la reacción de Torunn —que por cierto le había dolido un poco, puesto que esperaba que pudieran ser amigas—. No le parecía una buena idea comentarlo, hasta quizás lo terminara alejando. 

— Y no tienes que agradecer —agregó la chica, sintiéndose algo culpable por no decirle la verdad—. Quería olvidarme de todo por un rato. Ya sabes, divertirme.

Con la sonrisa de Harold la música volvió a cambiar. Un baile más movido y definitivamente Samantha no perdió la oportunidad, aunque la vibración de su teléfono la freno. Seguro eran pasadas de las diez. ¿Quién podría llamarla a esa hora? Si era una emergencia no podría contestar allí, no con tanto escándalo.

Se acercó al chico para hablarle al oído.

— ¿Conoces un lugar donde haya privacidad y no tanto ruido?

Esa sonrisa coqueta marca Stark no se hizo esperar y con un asentimiento la tomó de la mano para sacarla de la pista. Después de esquivar a todos los demás estudiantes y pasar por el equipo de sonido, Harold abrió una puerta oculta y pasaron.

La habitación no era tan grande como la propia sala de entrenamiento, pero sería bastante espaciosa sin tanta maquinaria de ejercicio y las múltiples pesas. Aquello era un almacén impresionante y lo mejor de todo es que no se escuchaba nada de la música del otro lado. Era increíblemente silencioso. 

— Me preguntaba donde habías ocultado las cosas sobrantes de entrenamiento.

— Sí, bueno. Soy un genio. —Samantha le sonrió burlona al momento en que su teléfono volvía a vibrar—. Ahora, en que…

— Un momento.

Sin prestarle atención al chico que había intentado acercarse, Strange revisó entre los pliegues de su vestido violeta para sacar su teléfono. Adoraba ese vestido justo por el bolsillo oculto que tenía. 

Al ver la llamada entrante, Samantha frunció el ceño. Esperaba que no fuera una emergencia cuando contestó. 

— Hola, mamá.

— Samy ¿Te desperté?

Analizó la voz de Christine; sonaba cansada sin duda con un toque de nerviosismo, pero en el fondo capto el familiar sonido del megáfono del hospital, debía tener turno nocturno en la sala de emergencias. Eso nunca era bueno, pero explicaba la razón por la cual la había llamado tan tarde.

— Eh. No, estaba viendo una película con mi compañera. Algo sobre una fiesta de adolescentes, no recuerdo el nombre. —Se mordió el labio, quizás no debió inventar una excusa tan pobre—. ¿Pasa algo?

— ¿Has visto a tu padre?

— Sí, claro. Cuando termine las pruebas él estaba allí, no me dijo mucho. ¿Por qué?

— Recibí una llamada de Wong desde el teléfono de tu padre. —Hubo un silencio en la línea, cargado de preocupación. Samantha empezó a mover su pie, provocando un leve golpeteó rítmico con su tacón—. Intentó decir algo, pero la llamada se cortó y no entendí nada. 

— ¿Intentaste volver a llamarlo?

— Me manda directo a buzón. ¿Puedes ir a búscalo y asegurarte de que este en la Academia?

Samantha tardo un segundo en comprender la preocupación de Christine, y supo que sería mucho peor si le decía que su padre se había ido a través de un portal al Santuario de Nueva York, sobre todo si antes habían estado hablando sobre una supuesta amenaza que activo las defensas mágicas. 

Tenía que inventar una excusa.

— No tenemos permitido salir de las habitaciones. Además ya es tarde, mamá. —Quería golpearse a sí misma, se sentía medio hipócrita—. No te preocupes, seguro se le volvió a olvidar el teléfono en el Santuario y tío Wong lo encontró. Ya sabes lo malo que es con la tecnología. 

— Sí, tienes razón. —Su madre intentó reír de su broma, pero Samantha sabía que era una respuesta forzada—. Estoy imaginándome cosas. 

— ¿Otra cosa, mamá?

— No. Ve y descansa, no te quedes hasta muy tarde. 

— Vale. Te quiero. No trabajes mucho.

Esperó un segundo en silencio hasta que la llamada se cortó, había escuchado de fondo como llamaban a su madre a quirófano, parecía tener trabajo.

— Strange no volvió.

Saltó del susto al escuchar la voz de Harold, se había olvidado que el chico estaba allí, es más hasta se había olvidado de que hacía unos minutos estaba en una fiesta. Cuando se centró por fin en tiempo y espacio —figurativamente hablando— le pidió a Stark una explicación.

— Que no volvió a la Academia. 

El chico le mostró la pantalla de su teléfono donde avanzaba el vídeo de lo que parecía ser una de las cámaras de seguridad del pasillo donde Samantha hablaba con su padre y después Stephen desaparecía a través del portal, aunque la imagen se empezó a poner borrosa al utilizar magia, pero eso no era lo que importaba, le daba curiosidad de cómo había conseguido infiltrarse en los sistemas para conseguir las grabaciones.

— Las cámaras captan cuando paso por el portal en el pasillo, pero jamás regreso —aseguró Harold, el video seguía mostrando como ella abría su portal y como era cerrado segundos después sin que lo atravesara, claro que eso se debía a que Wong le había quitado el anillo, pero la imagen ya era demasiado borrosa en ese momento como para haberlo notado—. ¿Quién es la chica que está con él?

— Yo. —Stark la miró con una ceja arqueada y Strange simplemente se encogió de hombros, sin mucha importancia—. Cuando uso mis poderes las cámaras no suelen grabar bien.

Era cierto, aunque en realidad era por el poder que se desbordaba de ella, lo había aprendido cuando intentó grabar videos de ella haciendo trucos reales con la magia, no funcionaban y cambio de temática para su canal. 

Samantha sacudió la cabeza, tenía que concentrarse de una buena vez. Harold le preguntó si estaba bien en el momento en que ella se mordía el labio, y observar esos ojos castaños inquietos le hizo tomar una decisión.

— Sé que nos acabamos de conocer, pero… ¿Puedes ayudarme? Necesito asegurarme de que mi padre este bien.

— Lo que sea por una chica hermosa como tú.

Samantha sintió que su corazón se saltaba un latido por el cumplido y la sonrisa, esa noche no era de las mejores que había tenido con sus sentimientos, pero al menos estaba casi segura que no se había sonrojado… O eso esperaba. 

— ¿Aunque te pierdas tu propia fiesta? —inquirió burlona, para ocultar lo que había sentido.

— La falta de alcohol no la hace lo suficientemente emocionante para que yo me quede. —El muchacho extendió una mano, como invitándole a caminar, ella sonrió y aceptó—. Vamos.

Quizás Harold Stark no era el chico egoísta que pintaban los medios de chismes, cualquiera podía cometer errores y cualquiera podía cambiar, pero sea como fuese tenía que ver si todo en el Santuario estaba bien y no había sido destruido por alguna fuerza oscura.

Por esas razones odiaba la responsabilidad de ser una hechicera, aunque le encantaba la magia. 

El poder siempre venía con un precio.

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