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— ¿Es una puta broma? —reaccionó Madison, golpeando el suelo con su pie.

— Lenguaje —saltó James, frunciendo el ceño.

Todos, menos Rebeca, pusieron los ojos en blanco. Aquello lo había heredado del Capitán América y estaba muy fuera de lugar en esa situación. El pelirrojo se disculpó, asegurando que era una costumbre.

La hija de Bruce Banner, los observó con curiosidad, de hecho lo había estado haciendo todo el tiempo desde que Madison y Michael habían entrado a la habitación y se habían puesto a hablar de sus preocupaciones sobre una amenaza próxima que se acercaba, a lo que el pequeño grupo de jóvenes se habían mostrado muy indiferente.

— ¿Después de lo que acabamos de decirles su respuesta es «No»? —indagó Michael, sin poder creérselo aún.

— ¿Lo que acaban de decirnos...? Ustedes no tienen pruebas reales, sólo son estúpidas sospechas.

— Tú eres el estúpido —exclamó la hija de Nick Fury, señalando a Francis sin delicadeza alguna.

Michael la tuvo que tomar de los hombros para que se volviera a sentar sobre el escritorio que le pertenecía al peliblanco.

— Y ustedes unos paranoicos —comentó a su vez el hijo de Clint Barton, sin levantarse de la pequeña mesa que estaba al lado de su cama.

— Francis...

— No, nada de «Francis», Torunn —la interrumpió el joven arquero, cruzado de brazos. La asgardiana frunció levemente el ceño, pero no dijo otra palabra—. Es hora de que se enteren de que no ha habido amenazas reales en más de una década y lo que están diciendo es una tontería hecha por sus mentes perturbadas por las historias de su padre.

Madison se levantó del escritorio de un salto, con todas las intenciones de lanzarse sobre Francis, pero Michael volvió a reaccionar más rápido y la detuvo tomándola de la cintura. Aunque la chica siguió agitando los brazos como si tuviera garras o como si pretendiera ahorcar al peliblanco desde allí.

Los demás se habían echado hacia atrás por la sorpresa, pero volvieron poco a poco a las posiciones de antes. Torunn, Henry y Rebeca sentados en la cama del joven arquero, mientras James y Azari se habían adueñado de las sillas de ambos escritorios en la habitación compartida, razón por la cual Francis se había quedado apoyado en la mesita y los mellizos Fury en el escritorio.

Una vez que el ataque de enojo de la morena había disminuido, bufó y les dio la espalda para caminar al lado de la habitación que le pertenecía a Michael. Rebeca supuso que intentaba calmarse.

— ¿Ustedes piensan igual? —preguntó el hijo de Fury, muchísimo más calmado que su hermana.

Rebeca vio como James, Torunn, Azari y Henry intercambiaban miradas. No podía descifrar el significado, pero si había visto ese tipo de conversación sin palabras que a veces hacía el doctor Banner con su esposa, Elizabeth Ross. Era ese nivel de confianza que nunca había podido tener con alguien. Le dio tristeza verlo, pero por supuesto nadie le estaba prestando atención.

— Sí —aseguro James, tomando la palabra por sus compañeros. Michael frunció el ceño—. Lo sentimos, pero sin pruebas lo que dicen son... Sólo fantasmas en su imaginación.

El hijo de Fury negó, se veía decepcionado de ellos, pero según veía la joven Banner a los demás no les importaba demasiado lo que él pensara.

— ¿Dónde queda su compromiso con el mundo?

— No nos salgas con eso, Michael. ¿Cuál compromiso? —exclamó Francis, Rebeca no podía descifrar si estaba irritado o cansado—. ¿El haber nacido en una familia de superhéroes... o súper espías?

— Sólo somos adolescentes con poderes que están en esta Academia para ser mejores —intervino Henry, sin ser tan hostil como sus amigos. A Rebeca le gusto esa frase, era inspiradora.

— No estamos autorizados para investigar algo así —agregó Azari, quizás intentando darle algo de conciencia a Michael—. Y aunque lo estuviéramos... Yo no lo haría.

Tanto Henry como James y Torunn le dieron la razón al hijo de T'Challa. Francis iba a decir algo más, quizás apoyando a sus amigos, pero Madison volvió, menos molesta que antes.

— Sus padres estarían decepcionados de ustedes si los escucharan.

— ¿Por qué crees que estamos aquí? —comentó James, adelantándose a Francis que parecía listo para gritarle a la morena. El pelirrojo estaba sin duda mucho más calmado que todos allí—. Lo único que queremos es no decepcionarlos.

— No puedo creerlo. ¿Le darán la razón a Samantha?

El silencio duro muy poco después del comentario de Michael, aunque James se había quedado en blanco por no saber a lo que se refería el hijo de Fury, los demás no se veían nada contentos.

— Samantha tiene razón —exclamó Azari, claramente no muy feliz de decirlo en voz alta—. Con lo única diferencia de que no estamos aquí para controlar nuestros poderes. Estamos aquí para que nuestros padres vean que estamos usando sus armas y sus recursos de una forma que ellos aprobarían.

— Si no quieren ser héroes... ¿Por qué no se los han dicho a sus padres?

— Jamás nos han preguntado lo que queremos. Únicamente aceptamos lo que nos digan. —Torunn miró a Michael y a Madison, que se veían incrédulos antes sus palabras—. ¿Su padre alguna vez les ha preguntado lo que ustedes quieren?

El silencio cayó sobre ellos, nadie dijo otra palabra después de eso. Rebeca vio como Michael apretaba los puños sobre el escritorio, quizás Torunn había tocado un punto sensible con su pregunta, se veía bastante conmocionado, pero la que tomó la palabra fue su hermana melliza.

— ¿Saben qué? —Rebeca se sorprendió de que su tono de voz fuera tan sereno—. Tienen toda la razón. Así que púdranse de una buena vez.

Dejando a todos impactados, y a James mordiéndose la lengua para no regañarla por el mal vocabulario. Madison se dio la vuelta y se encamino a la puerta. Aunque no llego muy lejos puesto que Michael la intentó detener tomándola del brazo, claro que la morena se zafó de inmediato.

— No. —El hijo de Fury retrocedió cuando su melliza le señaló—. Te dije que no nos ayudarían y no me hiciste caso. —El muchacho pareció herido, pero la chica no le prestó atención puesto que se volvió hacia el grupo de jóvenes que aún estaban sin palabras—. Si les parece que lo que decimos es una tontería... Bien... Lo es. Y si el mundo se va al caño por no ayudarnos, espero que les quede en su conciencia por el resto de sus vidas.

— ¿Adónde piensas ir? —insistió Michael, quizás viendo la intensión de su hermana por salir de allí.

— Iré a vestirme para ser una adolescente común y corriente por una noche. —Nadie entendió a qué se refería hasta que agregó—; A la fiesta en la sala de entrenamiento.

Todos se alarmaron, incluso Rebeca, pues ninguno de ellos estaba de acuerdo con esa idea de Harold.

— Espera, eso es una tontería —exclamó Henry, levantándose de la cama para acercarse a los mellizos, justo como los demás, menos la hija de Banner.

— Si descubren esa fiesta, lo más probable es que termines expulsada —comentó Azari, otra vez intentando ser la voz de la razón.

— Y conociendo a Harold, seguro la descubren —agregó Torunn, cruzada de brazos. Michael hizo ademán de que todos tenían razón.

— Alto —pidió James, Rebeca notó lo confundido que estaba—. ¿Fiesta? ¿Harold? ¿Qué?

Los demás lo ignoraron, intentando hacer entrar en razón a la hija de Fury. Quizás nadie se acordaba que James había sido llevado por el portal para hacer las pruebas cuando habían discutido por el punto de vista de Samantha y por la invitación de Harold a la fiesta que estaba planeando. Rebeca había estado presente en aquella ocasión aunque no había compartido su opinión al respecto, sabía que era una malísima idea involucrarse en eso.

— El que intente detenerme, terminara en el suelo con una contusión —exclamó Madison, dando por terminada la conversación y volviendo a dirigirse a la puerta.

— Eres una estúpida si de verdad piensa asistir a esa fiesta —comentó Francis, haciendo que la chica se detuviera.

Lo siguiente pasó tan rápido que Rebeca no termino de creérselo incluso después de que ocurriera.

Madison volvió hacia el grupo, se plantó enfrente del peliblanco y sin dar ni un aviso le dio una bofetada que dejo a todos más impactados que cuando los había mandado al diablo hace unos momentos.

— Desde hace mucho tiempo quería hacer eso —aseguró la morena antes de irse definitivamente a la salida.

Nadie la detuvo. Nadie se movió. Nadie dijo nada hasta que Madison salió y Michael fue detrás de ella, sin siquiera disculparse o ver si Francis estaba bien.

— Aceptemos que te la ganaste —le dijo Torunn al hijo de Barton, revisando el lugar del golpe. El peliblanco le miró mal.

— ¿Alguien me explica de que fiesta están hablando? —volvió a pedir James. Azari se lo resumió, con un tono monótono como si realmente no fuera nada—. Esta demente.

— Muchos le están ayudando —remarcó Torunn, dejando de prestarle atención a Francis—. Creen que será una especie de inauguración o algo así.

— Oh. Genial. —Henry señaló el rostro del peliblanco cuando vio que todos le estaban mirando interrogantes por su exclamación—. Te dejo la mano marcada.

Francis abrió los ojos por la sorpresa y salió corriendo hacia el baño de la habitación compartida, quizás para verse en el espejo.

— ¿Tú estás bien?

Rebeca se sobresaltó al notar las miradas de James y Azari sobre ella. Decidió por fin acercarse al pequeño grupo, cuando Henry reía por lo de la marca y Torunn lo reprendía por burlarse de algo así.

— Yo no recibí el golpe —susurró ella, señalando lo obvio.

— No, pero escuchaste la discusión —aclaró James, hablando con un tono de voz tan dulce, como si fueran amigos cercanos—. ¿No te altera?

— No se preocupen, necesitan más que eso para hacer que salga Girl-Hulk.

Los demás intercambiaron miradas, aunque la chica no podía descifrar que significaba eso.

— Rebeca. ¿Por qué estás en la Academia? —preguntó de pronto Henry, volviendo a sorprenderla—. Ya sabes nuestras razones, pero ¿Qué hay de ti?

La hija de Banner se encogió, bajando la vista a sus manos.

— Yo... Quería algo diferente. Viví encerrada desde que tengo memoria. Un laboratorio o una casa de seguridad, ambas son lo mismo; Cárceles. Acepté esto porqué quería conocer lugares y a personas diferentes.

— Y terminaste con nosotros en una discusión. —James rio amargamente—. Lo sentimos. Entendemos si te quieres alejar de nosotros. Somos bastante problemáticos.

— Creo que todos somos problemáticos. Si no lo fuéramos, no estaríamos aquí. —Les sonrió levemente, para reforzar su punto—. Para que nos enseñen a controlarnos. Ser mejores.

Los demás le devolvieron la sonrisa en el momento en que Francis salía del baño, la marca casi no era visible, pero si estaba allí y Rebeca no podía imaginarse cuanto le debía estar doliendo. Aun así, el peliblanco realmente no estaba interesado en eso ya, puesto que revisaba su teléfono con el ceño levemente fruncido.

— Chicos, sobre lo de las carreras...

— Déjalo —interrumpió Azari a James, cuando este intentaba explicar lo que Rebeca había revelado accidentalmente antes de la llegada de Michael y Madison. Ella aún se sentía mal por eso—. Lo que hagas no es asunto nuestro.

— ¿Qué? Claro que lo es. Nos ocultó cosas y yo quiero saber por qué.

— Ya déjalo, Henry. —Torunn abrazó por los hombros al más joven del grupo, de forma cariñosa. El hijo del Hombre Hormiga y la Avispa intentó protestar, pero nadie le hizo caso. La asgardiana le sonrió a James—. Cuéntanos cuando estés listo, J. No por obligación.

— Creo que ya estoy listo.

Rebeca notó de inmediato la conexión entre rubia y pelirrojo, la misma que veía siempre en sus padres adoptivos —o cual sea la relación que tuviera con el doctor Banner y Elizabeth Ross—. Esos dos estaban enamorados sin duda, eran tontos al no verlo.

— Hagamos esto después —interrumpió Francis, arruinando el momento y guardando su teléfono—. Tengo que irme.

— ¿Por qué? —inquirió Rebeca, un tanto molesta con él por haber roto la situación.

— Luna Maximoff-Amaquelin está en la Academia —contestó, haciendo que James sonriera de forma acusadora. El peliblanco se encogió de hombros—. Así que básicamente, tengo una cita.

— ¿Novia? —preguntó Azari, frunciendo el ceño.

— Amiga de la familia.

Torunn negó para ella misma y James rio, ambos sabían de que estaban hablando.

— Eso es lo que quieren hacer creer a sus padres.

Francis le pidió que se calla, diciendo que él no rebelaba sus secretos. Y antes de que se fuera Henry los detuvo a todos.

— Ninguno ira a la fiesta ¿Cierto? —Las múltiples expresiones en blanco le dijeron toda la respuesta—. Entonces, reunámonos en una de las habitaciones. Ya saben. Películas. Chistes. Cuentos... —Atravesó a James con la mirada por un momento, antes de sonreír—. Como antes.

— No suena mal. Azari, roba las palomitas de maíz.

— Sólo si es en tu habitación, J —contraatacó el moreno, haciendo que James asintiera de inmediato.

— Puedes venir si quieres —le dijo Torunn a Rebeca. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la habían sorprendido ese día—. Eres parte del grupo. ¿Cierto, chicos?

Los demás le sonrieron, asegurando que era verdad.
La joven Banner se quedó sin saber que decir por un momento. Usualmente no la tomaban en cuenta, nadie lo hacía, ni siquiera el doctor Banner, ya era común que pasara desapercibida para las personas, así que ella prefería la soledad, pero quizás podía confiar en este pequeño grupo, le agradaban después de todo. Asintió, sonriéndoles levemente.

— Gracias.

— Genial, entonces nos vemos. Llego tarde con Luna.

Francis se fue sin más, pidiéndoles a sus amigos que cerraran si se iban a ir y James le gritó un «suerte» antes de que desapareciera por el pasillo. Torunn le dio un leve golpe, medio en juego.

— ¿Quién diría que él tendría novia? —comentó Azari, y la risa de Henry hizo que Rebeca pensara que de verdad era toda una extrañeza.

— Hablando de novia —intervino Torunn, sonriéndole a Azari de forma pícara—. ¿Qué hay entre tú y Jeanine Barnes?

Henry se carcajeó cuando vio al moreno encogerse.

— Nada... Sólo fue un beso.

— ¿Besaste a mi prima? —saltó James, frunciendo el ceño.

Azari abrió la boca, quizás pensando en que decir, pero en vez de eso rio, retrocediendo lentamente y jugando con sus manos.

— ¿Ya vieron la hora? Es muy tarde... ¿No tienen hambre? Yo tengo hambre... Iré al comedor.

Antes de que alguien comprendiera, el wakandiano salió corriendo de la habitación y James fue detrás de él pidiéndole a gritos que le dijera toda la verdad, en pocos segundos el cuarto de Michael y Francis había quedo en completo silencio, al menos hasta que Torunn y Henry saltaron en carcajadas.
Rebeca sonrió, pues le agradaba la forma en la que se llevaban.

— ¿De verdad fue sólo un beso? —inquirió la asgardiana, recuperando el aire.

— Eso me conto él. —Henry movió las cejas, un gesto más cómico que pícaro—. Aunque yo creo que fue más.

Con una última risa, ambos se encaminaron a la salida y Rebeca ya pensaba que la había olvidado otra vez justo cuando Torunn se volvió hacia ella con una mano en la perilla de la puerta.

— ¿Vienes, Beca?

— Usare el baño y los alcanzo.

Los dos jóvenes asintieron y se fueron, no sin antes cerrar la puerta. Rebeca agradeció internamente que lo hiciera, así no tendría que meterse de verdad en el baño.

Sabía que en las habitaciones no había ninguna cámara ni micrófonos y una vez cerrada la puerta no podían abrirla desde afuera a menos que tuvieran la llave, así que no tuvo impedimento alguno para sacar su teléfono y marcar el número de memoria para enviar un simple mensaje.

Sonrió mientras borraba ambos mensajes, era evidencia innecesaria que podría traerle problemas después con los demás jóvenes en la Academia si la llegaban a descubrir.

Guardó el teléfono y se encamino sin más para alcanzar al pequeño grupo. La verdad era que las cosas le estaban siendo demasiado fáciles, y esperaba que se quedaran así.

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