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Capítulo XXXIV. Desesperación en Estado Puro

Apenas era medianoche. En la academia a esa hora todo el mundo estaba retirado a punto de irse a dormir, todo el mundo humano. Los vampiros, tanto estudiantes como profesores, circulaban silenciosa y sigilosamente por todo el campus buscando algún rastro de Nicole Van Karmila, o de Gina Lara por orden del director Víctor y de su hija Ángela.

Llevaban un par de horas buscando y ningún rastro encontrado. Karmila y Gina habían desaparecido del lugar sin dejar rastro de su camino. Algo insólito para Víctor y su esposa.

La falta de rastro estaba poniendo nerviosa a la joven vampiresa que por orden de su madre se había retirado a su habitación junto a Dorian. La falta de noticias de Gina hacía que temiera lo peor y esto era, que Karmila se la hubiese llevado lejos, que la hubiese violado hasta dejarla medio muerta, o que...

―Ángela, trata de calmarte, por favor ―pidió Dorian, quien está a su lado abrazándola e intentando calmarla―. Debes ser fuerte.

―No puedo, Dorian. ¡No puedo! ―gritó ella apartándose bruscamente. Él la soltó y al momento ella se puso en pie, temblando de rabia―. Esa arpía tiene a Gina, a mi Gina...

―Ángela...

―Si le llega a pasar algo por mi culpa... yo... ¡No sé qué voy a hacer sin ella, Dorian!

Dorian pudo ver claramente su dolor y sufrimiento. Ángela padecía de auténtica agonía por la falta de esa humana. Pudo ver que la amaba en verdad, él solo se sentía frustrado por ser incapaz de ayudarla a encontrar en el acto o calmarla hasta que la encuentren.

Finalmente, Ángela se derrumba cayendo de rodillas al suelo, abrazándose a sí misma intentando detener los temblores que sufría su cuerpo. Dorian al momento se arrodilló y la abraza intentando consolarla sin éxito.

En la puerta entreabierta de su habitación se encontraban sus padres y James que habían regresado de la búsqueda. El ver a Ángela en ese estado les preocupaba mucho, incluso a James. Temían que ese tormento acabara del todo con su cordura. Tenían que hacer algo pronto.

―Ten fe, hermana ―le murmuró Dorian sobre su cabeza, sonando convencido y seguro―. Gina es fuerte, sabrá resistir hasta que la rescatemos de Karmila.

Al escucharle, Ángela alzó la cabeza y lo miró. Él cogió su rostro con ambas manos.

―Ella es la chica que amas, la humana que te ama por igual... confía en ella y sé fuerte. Eres la futura Reina de los Vampiros, actúa como tal y demuestra que eres mucho más fuerte que ella.

Tanto Ángela como el resto de la familia quedaron sorprendidos por las palabras de Dorian. Le dio ánimos para no rendirse ante su enemiga.

Ángela se secó las lágrimas y se puso en pie con ayuda de su hermano. Ahora se mostraba con fuerzas para buscar a Gina y eliminar del todo a Karmila para vengarse de ella y proteger a quienes ella amaba. Sin esperar más, ella y su familia salieron de la mansión a seguir buscando.

«Gina, aguanta. ¡Te encontraré!»

* * *

«Gina...»

Al escuchar su nombre en su mente, ella volvió en sí. Abrió los ojos de sopetón y ve que todo a su alrededor estaba a oscuras. Al momento notó su cuerpo dolorido y paralizado; algo duro y rasposo mantenía sujetos sus manos y pies. Pudo notar que estaba atada contra unas barras horizontales. No tardó mucho en deducir dónde se encontraba.

―Parece que mi pequeño y hermoso ángel se ha unido a la búsqueda de su querido juguete ―dijo una voz de mujer en la oscuridad, haciendo eco en el lugar―. ¿Estás contenta, putita? Ángela ya viene a buscarte... Eso si llega a encontrarnos, claro ―dijo aquello antes de reírse.

―Ángela...

De repente, Gina recibió una fuerte bofetada en la cara, haciendo girar bruscamente su cara.

―Cierra la boca. No tienes derecho a pronunciar su nombre con esa libre confianza.

De repente se oyó el chasquido de unos dedos y la luz del lugar se encendió. Gina cerró de nuevo los ojos protegiéndose de la repentina luz molesta. Esperó un poco hasta que pudo volver a abrirlos para poder así ver y confirmar que las dos estaban donde había deducido que estaban, justo en el gimnasio de la academia.

Mientras la vampira estaba de pie, vestida con ropas de cuero provocativas y sexys que cubrían lo justo y necesario, Gina se vio fuertemente maniatada contra las barras de ejercicio a sus espaldas. Tenía las manos al aire y sus piernas estaban bien abiertas, incapaz de cerrarlas. Gina intentó moverse, pero al hacerlo se hacía daño. Las cuerdas estaban bien apretadas para que doliera.

―Mmm... que buena imagen das ahora estando atada y vulnerable ―comentó Karmila, excitada con solo verla así. Gina se estremeció de asco al ver cómo la miraba esa mujer―. No me extraña que Ángela se haya fijado en ti, pues, eres realmente deliciosa para la vista, casi como un ángel.

―¿Qué es lo que quieres de mí? ―preguntó Gina, nerviosa pero desafiante. No pensaba mostrar miedo ante ella―. ¿Por qué me has secuestrado?

―Estúpida, la respuesta es obvia, ¿no crees? ―Karmila se acercó a ella hasta quedar cara a cara y poder cogerle la barbilla―. Quiero que Ángela ruegue por tu vida, que se ofrezca a ocupar tu lugar para estar a mi lado voluntariamente, justo como debería haber sido hace mucho tiempo...

Al escuchar esas palabras Gina enfureció. Recordaba lo que Ángela le había contado sobre la violación que sufrió por culpa de ese monstruo y quiso hacerle pagar por ello.

―Eres una desgraciada asquerosa ―gruñó sin contenerse―. ¡¿No has tenido suficiente con lo que le hiciste aquella vez?! ¡Déjala en paz de una vez!

Karmila se sorprendió por primera vez en su larga existencia por las palabras de esa humana. Ningún mortal se había atrevido a hablarle así. En cierto modo, la excitó.

―Vaya, vaya... la putita tiene garras ocultas. Me gusta ―admitió ella. Entonces dejó de sujetar su barbilla para deslizar su mano por su cuello hasta llegar al escote de la camiseta que llevaba―. Cuánto más valiente te creas... más vas a sufrir cuando te haga mía. Muy lentamente y sin prisas...

Gina tembló de asquedad al ver que esa vampira le cortaba la camisa con la uña del dedo índice como si fuera un bisturí bien afilado hasta abrirla del todo y dejar a la vista su sujetador y su vientre desnudo donde empezó a acariciarla sin pudor.

―Para... ―dijo Gina entre dientes, sin intención de suplicar.

―Los humanos solo sois ganado para nosotros, ¿sabes? ―dijo Karmila sin dejar de acariciar su piel cálida y suave―. Unas bolsas de sangre con patas, pero ―agarró los pechos, uno en cada mano―, también servís para otros placeres y en eso somos muy parecidos ―empezó a amasarlos y a apretar los pezones con pulgar―. Nadie se resiste a los placeres carnales, ya sean con el sexo opuesto o el mismo. Es el mismo placer carnal, lo creas o no.

Gina, intentó resistirse al placer que le estaba obligando a sentir, apretando las manos

―Tú..., tú no sabes nada... de Ángela, o de los humanos.

―¿Cómo dices? ―preguntó la vampira con el ceño fruncido.

―Ella... por mucho que torture a los humanos o haga ver que no les importa, la verdad es distinta. Ella siempre ha pensado en el bien de ellos, lo sé... por cómo era antes de cruzarse contigo y humillarla de la forma más vil y cobarde que pudiste hacerlo.

A Karmila no le gustó nada esa arrogancia por parte de la humana. Le apretó los pechos esta vez para hacerla sufrir de dolor y no de placer

―Y tú, ¿qué demonios sabes, asquerosa humana? ¿Qué puedes saber tú de ella?, ¿de una mujer sin alma?

―¡Tú no sabes nada de su alma! ―gritó Gina enfurecida, ignorando el dolor. Karmila quedó petrificada de asombro―. Puedes torturarme todo lo que quieras, o incluso matarme. Pero... hagas lo que hagas, ¡Ángela jamás será tu compañera!, ¡¿me oyes?!, ¡NUNCA!

Con esa declaración, Gina perdió el poco miedo que le quedaba hacia esa mujer. Poco le importaba ya que con esa actitud la perjudicará y acabará mal. Odiaba que hablara de esa forma de Ángela cuando esa mujer monstruosa solo pensaba en sí misma y en sus caprichos.

Karmila, estaba empezando a perder de verdad la paciencia con esa humana. A ese paso acabaría matándola antes de que Ángela llegara y pudiera llegar a un entendimiento razonable. Por ello, decidió pasar al siguiente nivel para que esa humana dejara de desafiarla tan valientemente.

―Muy bien ―dijo riendo divertida―. Quería esperar a Ángela para empezar con la verdadera diversión. Pero tú lo has querido así, putita bocazas.

Sin dejar de mirarla a los ojos, Karmila alzó una de sus manos para que la chica lo viera bien. Entonces hizo que las uñas se alargaran como afiladas garras y con la del dedo índice empezó a deslizar la punta por la piel de Gina sin llegar a cortar la carne, aunque sí logró aterrar a la chica y después hizo lo siguiente; cortó la tira central del sujetador para así abrirlo y dejar los pechos al aire sin necesidad de abrir los cierres de la espalda.

Gina se horrorizó mientras veía a la vampira sonreír con malicia y deleite.

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