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Capítulo XXXI. Una verdad innegable

Gina se ruborizó de la sorpresa para luego cabrearse. Dorian se rio al ver su cara.

―No lo malinterpretes, solo es una forma de conocer mejor a Ángela y poder estar a su lado.

―¿Qué quieres decir?

―Ella nos ama a los dos, pero no tiene sentido que estemos rivalizados por ella y ambos la queremos por igual ―explicó él. Visto así, Gina le dio la razón―. A ella le haría feliz que nos lleváramos bien. Tarde o temprano, compartiremos lecho los tres juntos.

Con esas palabras y esa mirada, Gina tuvo claro que ya fueran humanos o no, los hombres eran hombres y de igual manera todos cortados por lo mismo: la entrepierna. Y eso la enfadó.

―Tú... disfrutas con esto, ¿verdad?

―Un poco sí ―admitió él con inocencia―. Tú también podrías disfrutarlo si te animas a ello.

―Sí, claro... ―dijo ella con ironía, creyendo lo contrario.

―¿Cuándo fue tu última relación con un chico? ―Gina no dijo nada, y eso le dijo mucho a él―. ¿Alguna vez lo has hecho con un hombre?

Gina se puso roja como un tomate.

―Eso... Yo...

Dorian abrió más los ojos, ciertamente sorprendido

―¡Eres virgen!

―¡Cállate!

Gina quiso apartarlo, pero él se lo impidió agarrándola del brazo, pero sin hacer fuerza.

―Piensa bien lo que te digo, por favor ―pidió él, ahora sonando con más seriedad. Ella lo miró ceñuda―. Si de verdad amas a Ángela como tú dices, pensarás bien esto que acabo de proponerte para estar más cerca de ella, conocerla, saber qué hacer en momentos como estos en los que no sabes que hacer para animarla o ayudarla ―hizo una pausa, soltando su brazo―. Yo quiero que Ángela sea feliz. No basta con matar a esa bruja que la violó y humilló tiempo atrás. Ella necesita a la gente que ama a su lado, sea humano o vampiro.

Gina escuchó atenta y sorprendida. En el fondo, Dorian tenía razón en todo, y no podía pasarlo por alto todo aquello.

Por primera vez se veía como una egoísta por pensar solamente en ella. Recordando aquella noche, recordó que solo pensaba en ella y Ángela a solas. Quería apartar a Dorian de sus vidas para tenerla solamente para ella y ser solamente de Ángela. Gina solo había estado pensando en sí misma, no en los sentimientos de Ángela ni lo que quería ni en lo que necesitaba ella.

No supo en qué momento Dorian la soltó, cuándo había salido por la puerta y marchado de la mansión. Solo fue consciente cuando estuvo en su habitación a solas y se tumbó en su cama con su uniforme puesto, incapaz de conciliar el sueño.

* * *

«¿Te gustaría sentir lo que siente Ángela cuando está intimando conmigo?»

Gina no supo cuánto tiempo estuvo mirándose en el espejo del lavado, pero tuvo claro que ni con todo el tiempo del mundo se le iría esa pregunta de la cabeza. Era imposible... Entendía que debía pensar bien qué hacer antes de tomar una decisión definitiva, pero no era nada fácil si tenía que estar concentrada en los exámenes, evitar que sus amigos noten nada raro en ella y además pensar que hacer con su mejor amiga Sarah, o, mejor dicho, ex mejor amiga.

La última vez que hablaron las dos fue esa misma noche antes de ir a ver a Ángela. Discutieron y no volvieron a hablarse. Le dijo que la odiaba por hablar tan mal de Ángela sin conocerla. Había entendido entonces que Sarah en efecto estaba celosa de Ángela y que la odiaba.

«¡Esa mujer no es más que una golfa que busca víctimas para divertirse y luego deshacerse de ellas como basura! ¡No es digna de ser conocida como Reina Carmesí! ¡No es Reina ni es nada!».

―Sarah...

No le gustaba nada estar enfadada y en conflicto con su mejor amiga, pero Sarah se había pasado de la raya. Aunque ahora estuviera meditando sobre estar o no con Ángela, la seguía amando con locura. Que alguien hablara mal de ella le dolía mucho.

Recordando esa charla, pensó que había algo extraño. Sarah había cambiado mucho desde que Ángela le propuso ser su amiga e ir a su casa a estudiar. Desde entonces que veía solamente odio y rencor en Sarah contra Ángela. Era muy extraño. No era motivo para odiarla.

―¿Gina?

Al oír esa voz se volteó y allí estaba Sarah, de pie en la entrada del baño. Al verla cara a cara, Gina no pudo evitar revivir las malas palabras que Sarah dijo contra Ángela. Esas palabras le seguían doliendo. Quería arreglar las cosas con Sarah, pero aún no era el momento. Seguía enfadada con ella y estando así no podría ser objetiva para hacer las paces. Vio que Sarah se le acercaba, y ella rápidamente recogió su mochila para irse.

―Gina, yo...

―Lo siento, tengo examen ahora.

Gina pasó de largo sin decir nada más, y Sarah ni siquiera intentó detenerla... Así estuvieron durante todo el horario de clases.

Cuando Gina regresó a su dormitorio volvió a cruzarse con Sarah, ya que todavía eran compañeras de cuarto. Gina hizo lo posible para estar ocupada con deberes y demás tareas y no hablar con ella. Sarah en cambio, no estudiaba ni hacía deberes, solo estaba en la cama mirándola.

―Gina, quiero hablar contigo sobre lo que paso anoche ―dijo Sarah, dando el primer paso.

―Lo siento, pero estoy ocupada estudiando ―se excusó Gina sin mirarla, estando de espaldas a ella en el escritorio―. Todavía tengo muchos exámenes que hacer esta semana. Debo concentrarme para no bajar mi ritmo.

―A ti no te hace falta estudiar tanto... Te lo sabes todo ―halagó Sarah con sinceridad. Gina dejó de hacer lo que hacía al oírla―. Eres una de las pocas estudiantes que saca buenas notas en todo, sea ciencias o literatura. No hay quien te gane en eso. Ni siquiera yo.

A Gina le gustó oírla decir eso. Era una prueba de que la conocía desde hace mucho. Pero eso no arreglaba del todo el conflicto pendiente que tenían.

―Aun así, debo seguir estudiando para seguir la carrera.

―¿De verdad es eso...? ¿O hay algo más? ―preguntó Sarah, sería de repente.

Con el ceño fruncido, Gina se giró sobre la silla giratoria a mirarla. ―¿Qué quieres decir?

―¿Acaso no estudias con tanto ahínco para estar al mismo nivel que Ángela?

Gina tuvo los ojos sorprendidos ante esa pregunta. Una afirmación más que una pregunta.

Vio que Sarah estaba en lo cierto. Al llegar a esa academia y ver a Ángela por primera vez y saber quién era, Gina quedó asombrada por su persona y de su talento. Debido a ello es que decidió ser una de las mejores en notas y en belleza, había decidió ser guapa pero también distante con los chicos por su falta de interés en ellos, Gina se propuso ser más inteligente para así ser reconocida que con suerte, Ángela se fijase en ella.

Ahora estaba todo claro. Todo lo que hizo durante esos largos cuatro años había sido por Ángela, por la mujer vampira que amaba.

«Si de verdad amas a Ángela como tú dices, pensarás bien esto que acabo de proponerte para estar más cerca de ella, conocerla y saber qué hacer en momentos como estos en los que no sabes que hacer para animarla o ayudarla».

Dorian tenía razón, y ella finalmente estaba segura de todo lo que sentía. Tan emocionada y sorprendida estaba de ello que no pudo contener las lágrimas de alegría y emoción.

Finalmente había decidido. Tan concentrada estaba en sus pensamientos que se olvidó de la presencia de Sarah y esta al ver a su amiga llorar con una mano tapando su boca, se preocupó y se acercó rápido a ella.

―¿Gina?, ¡Gina! ―Gina reaccionó y la miró confundida―. ¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué lloras de golpe?!

―¿Eh? ―Gina se percató de las lágrimas en sus mejillas―. No es nada, estoy bien.

―¿Cómo puedes estar bien llorando así? Dime que pasa, por favor.

―¡Te digo que estoy bien!

Gina la apartó de un manotazo para luego levantarse y apartarse también. No quería estar cerca de ella por lo que pasó entre ellas. Aún seguía enfada por ello y creyó que nunca se lo perdonaría. Sarah quedó sorprendida por ese rechazo tan impropio de ella y aún más al ver la cara de rencor que le mostraba.

―Gina...

―Lo siento, pero yo... No podemos ser amigas, no si sigues pensando que porque amo a Ángela eso nos distancia ―dijo Gina, dolida pero sincera. Sarah abrió los ojos al máximo, estupefacta―. Lo siento mucho, Sarah... Pediré que nos cambien de habitación.

―¡¿Cómo dices?! ―preguntó Sarah desorientada y alterada―. Pero... ¡¿Por qué?! ―hizo una pausa para serenarse y dejar de gritar―. Gina, por favor... no estás hablando en serio.

―Sí que lo hago ―aseguró ella―. Lo siento, no puedo estar más contigo. No podemos ser amigas.

―Pero, Gina...

―Yo amo a Ángela, más que antes incluso ―confesó volviendo a llorar―. A pesar de todo lo que ha pasado y lo que he escuchado, la sigo amando y quiero estar con ella a toda costa y pase lo que pase, quiero estar a su lado y ayudarla en lo que pueda.

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