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Capítulo XIX. Sin máscaras

A la hora de la comida, todos se relajaron y dejaron los libros ya que en las clases de la tarde no había pruebas que hacer. Faltando una hora para su comida, Gina fue al baño de chicas para refrescarse un poco la cabeza y dejar de pensar un rato, Gina solo quería estar sola en algún sitio apartado de la gente. El baño a esa hora siempre estaba vacío. Era el lugar perfecto para que nadie te encontrara.

La joven se lavó la cara para dejarla empapada, se mojó el cuello, el escote un poco tras aflojarse la camisa y el cabello que lo tenía recogido de forma que el flequillo no la molestará. Esa fría agua la dejó como nueva... más calmada y relajada. Por un momento estuvo en su propio mundo sin oír nada a su alrededor mientras estaba apoyada en el baño ante un enorme espejo.

-Qué paz... Que silencio más agradable y oportuno -vociferó la rubia para sí misma con los ojos cerrando y la cabeza mirando arriba.

-Veo que estás bien, mi querida Gina.

La nombrada abrió los ojos en par quedando de piedra, y al mirar hacia delante, se vio a sí misma en el reflejo del espejo, pero también a otra persona que estaba detrás suyo con los brazos cruzados y apoyada en una de las columnas entre las puertas del baño. Ángela estaba ahí con ella y no se había enterado de su llegada. La morena la miraba con una sonrisa amigable y sincera. Mientras, Gina quedó petrificada al verla ahí.

-Á-Ángela... -fue lo único que se atrevió a decir en ese momento, no pudiendo disimular el nerviosismo.

-Me tenías preocupada. Has desaparecido de mi casa sin decirme nada, ni siquiera un "adiós" -confesó la morena caminando hacia ella-. Temía que te hubiese pasado algo de camino aquí. No vuelvas a asustarme así, por favor.

-Ah... es verdad. Lo siento mucho. -se disculpó Gina recordando la grotesca escena que había visto y evitó mirarla a la cara.

-En fin, ¿Cómo te preparas para los exámenes? -preguntó con curiosidad y buen humor-. ¿Has estudiado mucho?

-La verdad... no necesito estudiar mucho, yo en las clases aprendí a la primera.

-¡Vaya, como yo!

Gina se sentía muy pequeña en ese momento, incomoda con la charla tan natural y amigable que Ángela llevaba, parecía como si nada hubiese pasado. Entendía que Ángela no estuviera enterada de que la vio con su hermano anoche, pero también le extrañó que el tal Dorian aun cuando la había visto, no le dijera a Ángela. ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Acaso fue para no incomodar a su hermana? ¿O fue por capricho suyo? Esas preguntas reinaban en la mente de la rubia, quien ya no escuchaba a la morena que tenía al lado.

-¿Gina?

-¿Eh? ¿Qué?

-¿Estás bien? -preguntó Ángela viéndola distraída-. ¿Te pasa algo?

-Ah, lo siento. Estaba pensando en otra cosa. Siento no haberte escuchado. -se disculpó ella con sinceridad.

-No importa -entendió la morena-, tienes muchas cosas que pensar ahora.

Gina miró a la morena, y vio que está estaba mirándose al espejo mientras se arreglaba un poco el pelo. La rubia tuvo por seguro que Ángela no estaba enterada de lo que vio anoche por parte de su hermano. En el fondo agradeció ese detalle.

-Por cierto, quiero hacerte una pregunta. -pidió Ángela dejando de tocarse el pelo.

-¿Qué?

-¿Qué te pareció lo de anoche?

-¿Eh?

-Ya sabes -la miró de lado con una sonrisa diferente a la de antes-, lo que viste en mi habitación, con mi hermano mayor.

Gina quedó paralizada con los ojos agigantados, mirando a la morena que le miraba con una sonrisa sarcástica y desvergonzada. Al final sí que estaba al tanto, y por ello disimuló no saber nada para ver si confesaría lo que vio o si reclamaba algo de ello. Gina era incapaz de moverse teniéndola ahí delante. La morena no desvió la mirada en ningún momento, no parecía tener prisa para oír una respuesta a su pregunta.

-¿D-De qué hablas? -preguntó Gina evitando lo obvio-. No, no sé a qué te refieres con eso.

-Sí, sí que lo sabes -contradijo la morena maliciosa-, si no, no estarías tan nerviosa ahora mismo.

-Esto... yo no...

-Vamos, confiésalo -animó la morena acercándose un poco más-. Nos viste y te gustó vernos de esa manera, ¿no es así?

Gina se ruborizó avergonzada y ofendida por ese comentario. No dudó en negarlo y defenderse de esa insinuación.

-¡¿Qué estás diciendo?!, ¡Estás loca! -exclamó-. ¡Yo no vi nada anoche, y mucho menos en tu habitación!

La morena dejó de sonreír al ver que la rubia se defendía de esa forma en lugar de confesar lo evidente. Gina calló al verla así, pensando que estaba enfadada por negarlo, aun así, no cambio de idea. Entonces, Gina se giró para no mirarla. Fue un gran error.

-Eres una mentirosa.

Para sorpresa de la rubia, Ángela la arrinconó entre la pica del baño y su propio cuerpo, bien pegada a ella contra su espalda le tenía. Gina quedó de piedra mientras sentía en su hombro la barbilla de la morena y su cabello haciéndole cosquillas en la nuca por tener el pelo apartado al otro hombro. Las manos de Ángela estaban encima de las de Gina impidiendo que se moviera de ahí.

-¡Á-Ángela...!

-¿Por qué no lo confiesas de una buena vez? -preguntó la morena en el oído de la rubia-. ¿Por qué no confiesas que me quieres desde hace mucho tiempo? -preguntó seductoramente. Gina quedó de piedra estremecida-. Lo sé desde hace tiempo y también sé... Que eres exactamente como yo respecto a los gustos de género.

-No... ¡No sé de qué estás hablando...! ¡Déjame ir! -exigió Gina intentando liberar sus manos.

-¿Por qué no correspondiste a mis sentimientos cuando te los confesé? ¿Eres tan cobarde que no eres capaz de hacerlo?

-¡¿Quién es la cobarde aquí?! -preguntó Gina a la defensiva girando la cara a ella-. ¡Tú te acuestas con tu propio hermano! ¿Cómo tienes cara de venir a decirme nada?

Gina se estremeció al sentir algo entre sus piernas y en su pecho de golpe. Las manos de la morena dejaron las de Gina para colocarse sobre las zonas intimas de la misma para acariciarla suavemente y sin vergüenza alguna. Gina se puso roja y excitada con solo sentir que la tocaba de esa forma tan sexual y provocativa. Quiso detenerla, pero la morena tenía mucha fuerza y las caricias le quitaba las suyas propias. La morena no dudó y pasó la mano por debajo la camisa de la rubia y colocar la mano en uno de sus senos. Gina gimió, pero eso no fue lo peor. También notó como Ángela pasaba la otra mano entre las piernas de ella, subiendo la falda para deslizar la mano por dentro de su prenda y con sus dedos penetrar la vagina de Gina.

-¡Ah! ¡Aahh...! ¡Deten-te...! -suplicó Gina ruborizada con los ojos cerrados-. ¡¿Qué estás haciendo...?!

-¿Tú que crees? -preguntó la morena seductora y perversa-. Darte un pequeño empujón señorita Inseguridad.

-No puedes hacer esto aquí... alguien podría...

-Tranquila. Nadie entrará aquí -aseguró Ángela en su oído-. Cerré la puerta con llave. Estamos solas aquí dentro.

-¿Qué dices? -exclamó mirándola de reojo. Ángela reía.

Gina sintió un ardor profundo en su cuerpo provocado por las caricias que Ángela hacía en su intimidad. Eso hizo que se inclinara hacía delante jadeando bajo con las manos cerradas contra el borde de la pica. Ángela se mostró complacida con esa reacción, pero no se detuvo hay, continuó con su mano entre las piernas de la rubia hasta el final.

«No puedo... ¡No puedo dejarme llevar!» pensaba ella.

Pero al final lo hizo. Gina se dejó llevar por el placer que Ángela le daba entre sus piernas con su mano que parecía conocer los puntos sensibles de la muchacha. Gina estaba completamente a merced de la morena que la contemplaba desde detrás. Con cada caricia Gina se estremecía cerrando las manos y encogiéndose un poco, mientras, Ángela seguía con lo suyo sin dejar de tenerla sujeta entre los brazos, con una mano en su intimidad, y la otra en el pecho mientras la miraba desde detrás de la nuca.

-Eres muy linda. -halagó la vampira en susurró.

-Ugh... Ah...

Un par de minutos después, la rubia finalmente terminó. Al hacerlo, cayó rendida al suelo y de rodillas, jadeando agotada y calurosa mientras la morena se mantenía en pie junto a ella al dejar que cayera al suelo, contemplándola complacida y orgullosa. Entonces, la morena se lamió los dedos divertida y satisfecha.

-Eso fue rápido -comentó después. Gina temblaba de rabia, y ella lo veía claramente-. ¿Estás enfadada? ¿Me odias por lo que acabo de hacerte?

-¿Porqué... has hecho eso?

-Porqué deseabas que lo hiciera desde hace tiempo -contestó la vampira con ironía. Gina la miró de reojo confundida-. Desde que entraste aquí en la academia... te he estado observando de cerca.

-¿Qué?

-Algo en ti me llamó la atención y no tarde en darme cuenta de que estabas enamorada de mi a primera vista -confesó Ángela con naturalidad y sin vergüenza alguna. Gina la miró incrédula-. Decidí observar, conocerte a base de otros estudiantes que te conocían y de datos de tus familiares y orígenes. Lo sé todo de ti. Desde tu nacimiento hasta ahora.

-¡¿Por qué lo has hecho?! ¡¿Por qué?! -preguntó Gina intentando ponerse en pie desesperada-. ¡¿Qué quieres de mí?!

-Lo mismo que tú de mí... -contestó la morena. Gina la miró confusa y entonces Ángela la tuvo cara a cara-. Quiero que seas mía.

La rubia quedó de piedra ante esa confesión, más sorprendente que la última. Se miraron fijamente a los ojos; Gina petrificada por el asombro y lo inaudito, y Ángela fascinada y con deseos profundos hacía Gina. Entonces, con su mano sobre la mejilla de ella, Ángela se inclinó hasta besarla en los labios de forma apasionada y sincera. Gina tuvo los ojos como platos y no supo que hacer.

El beso se alargó. Ángela abrazó a Gina por la cintura, inclinándola hacía atrás mientras profundizaba más ese beso. Gina se dejó llevar, incapaz de reaccionar o defenderse. Le gustaba ese beso a pesar de lo que paso hace unos momentos en su cuerpo. Al final, el beso terminó y Ángela se rio irónica mientras la miraba a la cara.

-Ya no estás enfadada conmigo. -comentó ella mirándola.

Gina estaba ruborizada y sorprendida. Ángela tenía razón, ya no sentía enfado hacía ella, no con ese beso tan apasionado. Entonces, Ángela soltó a Gina dejando que se apartara un poco para recuperar aire y calmarse. Su corazón estaba ardiendo fuertemente.

-¿Porqué... quieres que sea tuya? -preguntó Gina con la mano sobre sus labios, confundida y avergonzada-. ¿Que tengo que te llame la atención?

-No lo sé... -contestó la morena sin más-. Por ello te he vigilado estos cuatro años. Eres una chica interesante -Gina se sonrojó más ante eso y desvió la mirada-. No tienes porqué aceptar ahora. Tomate tu tiempo.

-¿Eh?

-Si al final aceptas estar a mi lado, te contaré todo acerca de mí, Todo. -juró Ángela con mirada sincera.

-¿Todo acerca de ti? ¿Qué quieres decir? -preguntó Gina confusa-. Sí, yo conozco todo de tu vida. Al menos tu casa y...

-Eso no es nada comparado con el mayor secreto que tengo.

-¿Eh? ¿Tu mayor secreto?

-Si -afirmó-. ¿Quieres... que te lo diga ahora?

-¡¿Eh?!

La morena volvió a acercarse a la rubia hasta estar pegada a ella, casi abrazándola con el rostro sobre su hombro rozando su oído. Gina estuvo quieta con las mejillas ruborizadas ante ese acercamiento repentino.

-No soy humana, Gina -confesó Ángela en susurró a su oído. Gina se confundió-. Yo... soy una vampira pura sangre.

Era de locos. Gina no creyó sus palabras, pero por la forma que lo dijo y el estar ahí parada sin moverse, hizo que poco a poco lo creyera y empezara a temblar de miedo. Desde hacía tiempo, Gina estaba metida en el tema de vampiros como un hobby en su tiempo libre. Ya conocía lo básico de los vampiros, sobretodo eso que no salían durante el día. También encontró casos en donde el sol no afectaba a unos tipos de vampiro.

-¿Tienes miedo de mí? -preguntó Ángela en su oído, haciéndola temblar-. ¿Temes que pueda matarte por habértelo dicho?

-N-No...

-Mentirosa. -se reía Ángela sobre el cuello de Gina, haciéndola estremecer-. Estás muerta de miedo, pero confías en que no te mataré aquí, ni nunca... Eres ingenua pero muy valiente al pensar eso.

Gina, quedó de piedra, pero nada sorprendida, ya había pensado que si era vampira era capaz de leerle la mente sin problema. Cuando tuvo a Ángela cara a cara mostrando una sonrisa sarcástica y orgullosa, confirmó sus sospechas. Era en verdad una vampira.

-Dejaré que te tomes tu tiempo para decidir qué hacer ahora que sabes todo esto -permitió Ángela dándose la vuelta, apartándose de Gina-. Estamos de exámenes y debes estar a la altura como siempre has demostrado. Cuando hayan pasado tres semanas, que es cuando terminan los exámenes, tendrás que darme una respuesta.

-¿Por qué me dejas tanto tiempo para decidirme? ¿Por qué no me obligas a ser tu amante o lo que sea? -preguntó Gina valiente.

-Te lo he dicho -contestó Ángela girándose hacia ella-. Porqué te amo tanto como tú a mí -Gina se ruborizó-. Hasta pronto.

Ángela abrió la puerta del baño con una llave guardada en sus ropas y salió dejando sola a la rubia. Una vez que salió, casualmente se cruzó con Sarah y antes de poder decir algo, Ángela recibió una bofetada en la cara con mucha fuerza.

-¡No te acerques más a Gina, maldita desgraciada! -amenazó la castaña decidida y cabreada.

La vampira no se movió enseguida, se tomó su tiempo para tocarse la mejilla y frotarse un poco por el dolor de la bofetada.

-Vaya, que carácter -comentó pasiva y desenfadada-. Nunca entenderé a las humanas, ju.

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