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Capítulo VIII. Jabón y vino

Durante el resto de la cena todo fue bien, ambas charlaban y Gina se mostraba más y más animada y divertida. Lo que Gina no sabía y que apenas notó, fue que en toda la comida que comió había un poco de alcohol añadido por Jon, ordenado a poner por Ángela. Era una cantidad suficiente para que la joven se pusiera ebria poco a poco sin que se diera cuenta de ello.

Al terminar el postre de tarta de manzana, Gina ya se mostraba un tanto calurosa y mareada, no sabía si era por tanta comida o por otra cosa.

Ángela veía que su pequeña broma iba a buen puerto, disimulando una sonrisa maliciosa vio como Gina se mostraba algo atontada y a punto de caer rendida por el alcohol que se escondía en la comida, por supuesto que era un alcohol especial, añejado por incluso siglos, su sabor le daba más gusto a cada platillo servido, pero puestos un poco encima del nivel normal como había sido colocado, sin vacilar concretó un efecto en el cuerpo de Gina.

—Bufff... Nunca he comida tan bien... —se sorprendió Gina acariciándose la barriga satisfecha—. Y, no sé... me siento algo, rara...

—¿Rara? ¿Te sientes mal? —preguntó Ángela mostrándose preocupada—. Quizás ha sido demasiada comida para la noche.

—No te preocupes... estoy acostumbrada a cenas como esta —tranquilizó la rubia poniéndose en pie—. Creo... que me iré a dormir ya, tengo algo... de sueño.

Al intentar ponerse en pie, la rubia no tardó en perder el equilibrio tropezando con sus pies. Siendo rápida, Ángela la atrapa al vuelo dejando que cayera sobre su pecho para así abrazarla y sostenerla en pie. Los segundos parecieron eternos, sobre todo para Gina al estar en semejante situación. La rubia estaba petrificada sobre el pecho de Ángela, con los ojos totalmente abiertos y agigantados a punto de estallar por no pestañear.

—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —preguntó Ángela por encima de su cabeza.

—N-No. Estoy bien.

Gina tenía el oído pegado al pecho de la morena, en su escote abierto, y por ello pudo oír claramente los latidos de su corazón, así como su calidez. Estaba sorprendida de estar en esa posición con Ángela, y que ella apenas se mostrara molesta por tenerla así. No queriendo incomodarla más de lo debido se apartó de su pecho, pero sin dejar de estar cogida a ella para aguantarse en pie, el mareo se hizo más fuerte debido a la pose sufrida.

Mientras, Ángela sonreía disimuladamente por tener a Gina en esa situación, no se lo esperó, pero le encantó tener esa suerte. Dio gracias por tener el cuerpo cálido en ese momento para que Gina no notara que tenía la temperatura más baja de lo normal. Se había alimentado antes de ir a la cena, y por tener la sangre caliente su cuerpo tenía la calidez propia de un humano normal. Al ver que Gina se separaba de su pecho, ocultó esa sonrisa suya para ponerse la máscara de chica amable y sincera que solía usar en su fachada de estudiante perfecta y educada.

—Lo siento mucho... —se disculpó la rubia sonrojada y cabizbaja—, no sé qué me ha pasado... no sé qué me está pasando...

—Creo que es mejor que te ayude a ir a tu habitación para acostarte y que te pase lo que tengas. —animó Ángela ofreciéndose a acompañarla.

—No tienes porqué. Puedo ir yo sola. —aseguró Gina sintiéndose mal por tantos problemas—. Ya haces mucho por mí...

—Vamos, insisto —dijo Ángela con una sonrisa amable y comprensiva—. Eres mi invitada, pero también mi amiga. Quiero ayudarte.

Gina entendió que no podría hacerla cambiar de opinión, y estando en su casa no podía ser maleducada rechazando la ayuda de la anfitriona. Avergonzada, dejó que Ángela pasara el brazo por detrás de su cintura, manteniéndose en pie y poder caminar sin tropezar de nuevo. Con un gesto, Ángela ordenó a Jon que recogiera y limpiara todo, él afirmó con una reverencia. Al salir del comedor, Gina dejó que Ángela cargará con la mayoría de su peso para poder caminar, ya que se sentía mareada y algo ebria, cosa que no entendió. Ella no bebió vino como Ángela. La morena estaba como siempre, pero ella no. Era muy extraño.

De pronto, Gina empezó a verlo todo moverse de un lado a otro mientras se hacía más y más borroso, sus parpados eran muy pesados, no era capaz de tener los ojos mucho tiempo abiertos. Sentía sueño... Y en el oscuro pasillo apenas iluminado por pequeñas velas, su cuerpo empezó a desmayar y a perder control sobre sus fuerzas y no pudiendo mantenerse en pie, cayó desmayada, o más bien, dormida.

—¿Gina? ¿Gi...?

La voz de Ángela dejó de oírse y todo alrededor se esfumó en menos de un suspiró. La chica cayó suavemente rendida al suelo en brazos de Ángela que la bajó lentamente. Esta la miró con una sonrisa sarcástica mientras la veía profundamente dormida por la borrachera. Al dejarla en el suelo dormida, se puso recta y la contempló allí mismo unos momentos, con las manos en cada lado de la cintura.

—Puede... que la dosis haya sido demasiado para ella. —comentó con ironía—. ¿Pusiste la cantidad adecuada, Jon?

—Así es, mi señora. —contestó la voz del mayordomo. apareció en la oscuridad del pasillo tras ser nombrado—. La dosis de alcohol y de somníferos eran las justas para que no la afectará enseguida.

—Entonces... debe hacer sido las emociones sufridas. —dedujo la morena volviendo a mirar a la rubia—. En fin, tendré que llevarla a cuestas.

—¿Quiere que lo haga yo, mi señora? —se ofreció Jon con una reverencia y una mano en el pecho.

—De eso nada —se negó Ángela sonando molesta y enojada. Jon retrocedió unos pasos—. Nadie tocará a Gina, excepto yo.

Con eso dicho, cogió a la rubia en brazos sin mostrar cansancio o esfuerzo. Para ella, Gina no pesaba absolutamente nada.

Los parpados dejaron de sentirse tan pesados como antes y su cuerpo fue recuperando la movilidad y perdiendo el cansancio. Una luz cegadora le molestaba en los ojos, y eso hizo que se quejara bajo los labios mientras se movía para girarse a otro lado. Enseguida notó algo fino y ligero encima suyo, pero también notaba algo extraño, la tela de unas mantas contra su piel, por todo el cuerpo, mejor dicho. Confusa y aún adormecida, Gina fue abriendo los ojos a pesar del sueño y el dolor de cabeza.

—¿Eh...?

Al girarse y protegerse con el brazo sobre su frente, reconoció el lugar donde estaba; su habitación de la casa de Ángela. Poco a poco, fue recordando lo ocurrido anoche, pero no recordaba el cómo llegó a la habitación y acabó en la cama dormida. Sentía un dolor insoportable en su cabeza, como si le palpitará con solo pensar. Enseguida reconoció ese dolor como resaca, pero no entendía cómo podía tenerlo si no bebió nada anoche.

Incorporándose con la mano en su cabeza, se cayó la manta hasta su cintura y al mirarse quedó de piedra. Estaba completamente desnuda en la cama, solamente tapada con una manta blanca casi transparente. Las mantas más gruesas estaban a los pies de la cama. Confusa y avergonzada se cubrió el pecho sujetando la manta con ambos brazos. Se puso roja como nunca al verse en esas pintas sin saber el cómo y el porqué.

—Menos mal, has despertado.

Gina se estremeció al oír una segunda voz en esa habitación, y girando la cabeza con la cara de piedra, vio a Ángela sentada en una silla junto a la cama, con las piernas y los brazos cruzados, vestida con ropas de ir por casa, pero no como las de anoche.

—Anoche me dejaste muy preocupada. —confesó Ángela sonando preocupada, pero aliviada de que ya le habían respondido—. Te desmayaste de repente en el pasillo y...

—¡¡UUAAAAHHHH!! —gritó Gina repentinamente un poco asustada.

Ángela también dio un brinco, pero sin levantarse de la silla, solo echarse hacia atrás a punto de caer de espaldas con la silla, por muy poco sufre esa dura caída. Mientras, Gina se arrinconó sobre la cama contra la pared, se encontraba encogida mientras se abrazaba las piernas contra su pecho, temblando por doquier con la cara roja como nunca se le vio en su blanca piel.

—¡¿Gina?! —dijo Ángela desconcertada y preocupada—. Pero... ¿A qué vino eso? ¿Qué te pasa?

La rubia miraba a la morena que estaba ahora en pie mostrándose preocupada, la miraba apenas por encima de las rodillas, ya que estaba escondida tras sus piernas, con vergüenza y timidez. Poco a poco, la vampira morena se fue dando cuenta de lo que estaba pasando, por lo que se calmó. Al principio pensó que era por lo ocurrido anoche, cosa que la sorprendió, entonces vio que la rubia se cubría el cuerpo con la manta como podía, impidiendo que se viera alguna parte de su cuerpo desnuda. Gina estaba avergonzada de estar desnuda en la cama con ella delante, eso era lo que pasaba.

—Ah... ya veo. —dijo Ángela suspirando tranquila con la mano en el pecho, aliviada—. Lo siento, no pensaba que tu...

—No, perdona tu por el grito que he dado, lo siento mucho —se disculpó la rubia arrepentida y avergonzada—. Es que yo...

—Bueno... lo importante es que estas bien, no estás enferma ni nada. —dijo la morena con humor.

—Pero... ¿Cómo es que estoy así? —preguntó Gina desconcertada mirándose por debajo la manta—. ¿Por qué estoy...?

—¿Desnuda? —pronunció Ángela con naturalidad. Gina se ruborizó, pero asintió—. Es que anoche... pasaron cosas.

—¡¿Cosas?! ¿Qué clase de cosas? —preguntó Gina inquieta. Apenas recordaba algo de lo que paso anoche tras la cena—. No recuerdo nada... solo que acabamos de cenar y que... al estar en el pasillo, me desmayé...

—Sí, así es. -afirmó la morena. Gina la miró atenta—. Al verte así llamé a Jon para que te llevará a cuesta hasta aquí, pero al llegar... despertaste de repente y empezaste a vomitar sin parar.

—¿Empecé a vomitar, dices?

—Sí. te manchaste entera. Jon te llevó rápidamente al baño para que vomitarás hasta cansarte. Imagino que algo en la comida no te sentó bien y que por ello lo expulsaste. Jon tuvo que quitarte la ropa, pero para no arriesgarnos a que vomitarás más, le pedí que te dejará en la cama así. Lo siento.

—Ah...

Ahora lo entendía todo, y suspiró aliviada por ver que fue solamente eso. En verdad sentía el estómago totalmente vació, sintiéndose incomoda con ello y algo débil y con dolor de cabeza. Con eso aclarado, Gina se mostró más tranquila y calmada, aunque muy avergonzada con Jon. Gina no quiso apartarse de la pared al estar sin ropa, al notar su incomodidad Ángela le pasó ropa nueva para cambiarse.

—Bueno, será mejor que te vistas y que te vea el médico de la escuela. —propuso ella dejando la ropa en la cama—. No quiero que mi amiga empeore solo porqué haya vomitado toda la cena de anoche, tendrás que ir a que te revisen.

—Muchas gracias por preocuparte por mí, pero de verdad, me siento bien ahora. —aseguró la rubia.

—No estaré tranquila hasta confirmar eso. —dijo Ángela decidida. Esperó y vio que Gina no se movía—. Venga, vístete.

—Es que...

—¿Qué pasa?

Gina no dijo nada, solo se miró a sí misma y luego a Ángela. La morena no tardo en deducir que estaba pasando, con ver a Gina y luego las ropas dedujo que quizás su amiga deseaba vestirse en privado. Con una pequeña risa se disculpó y se retiró de allí.

—Perdona, espero fuera. —dijo ella señalando la puerta con el pulgar.

—Gracias... y lo siento. —dijo Gina avergonzada.

Ángela salió de la habitación cerrando la puerta al salir. Una vez sola, Gina se apresuró a vestirse para no hacerla esperar mucho. La verdad es que estaba sorprendida de las cosas que le estaban pasando desde que estaba en casa de su amada Ángela. Deseaba que no pasara nada más mientras estuviera allí, pero pensó que era mejor no desear nada por seguridad. Fue rápida en ponerse un pijama nuevo con una bata encima. Se miró en el espejo unos segundos viéndose bien, y salió por la puerta.

—Ya estoy —anunció al salir, viendo a Ángela que la esperaba en el pasillo—. Siento haber tardado.

—No pasa nada. Venga, vamos a ver al doctor en el salón.

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