Capitulo VII. Un baño relajante
Gina se sentía en la gloria bendita, no quería salir de esa bañera por nada del mundo. El agua caliente, la paz de estar completamente sola y el jabón que dejaba la superficie de la bañera llena de espuma con olor a rosas; hacían sentir a Gina como toda una princesa.
Se daba cuenta que tenía una piel fina y suave, no sabía si era porque estaba mojado o porque se había lavado con ese jabón, pero nunca había sentido su piel, todo su cuerpo tan limpio y hermoso. Ella no tardó en tocar sus pechos, y al hacerlo abrió los ojos de golpe... Sentándose se miró los pechos con cada mano encima de uno, atenta observó que estaban más grandes. A simple vista eran de la talla apropiada para su edad, pero no pudo evitar sentir que los tenía más grandes y duros de repente.
Empezó a acariciárselos suavemente haciendo círculos, sintiendo placer... era como si otra persona se los estuviera tocando y no podía evitar sentir agrado y placer, jamás había hecho algo como tal. Se fue relajando más y más a medida que se los acariciaba con el agua caliente, enseguida se sintió altamente excitada, tanto que volvió a apoyarse en el borde de la bañera sin dejar de masajearse los senos de forma sexual.
—¿Qué... me pasa? —se preguntó ella incrédula de lo que estaba haciendo.
La repentina excitación quiso ir a más. Gina dejó una de las manos masajeando sus senos mientras la otra fue paseando por su abdomen, seguidamente bajaba y se rosaba el vientre y seguía bajando... La mano no tardó en llegar a su entrepierna y cuando llegó a su clítoris presionándolo de excitación, Gina dio un gemido echando la cabeza hacía atrás, gimiendo bajo y suavemente.
No era suficiente, deseaba algo más. Entonces, como si estuviera viva, la mano actuó e introdujo el dedo corazón dentro de ella misma, dejando que el agua caliente entrará también.
—¡Uaahh...!
Gina se detuvo en seco incorporándose de nuevo sobresaltada, jadeando con el pecho agitado y con la mirada asombrada. A causa del movimiento el agua se derramó por encima de la bañera y salpicó el suelo. Eso no preocupó a la rubia, sino lo que estuvo haciéndose a sí misma. Nunca se había sentido de aquella manera, ni había hecho esas cosas antes. Lo más sorprendente para ella, es que le gustó.
«¿Qué... ha sido eso?» se preguntó ella con los ojos como platos mientras jadeaba sorprendida.
No tardó en pensar que debía ser por haberse relajado en esa bañera con ese jabón, por lo que salió enseguida de allí para darse una ducha rápida para quitarse el jabón y calmar los nervios. Intentó quitarse lo que hizo de la mente, pero le era imposible en ese momento, todavía se sentía excitada, e incluso, sentía algo entre sus piernas que ni con el agua podía dejar de sentir.
Se había corrido en tan solo unos segundos. No se lo podía creer. Gina empezó a asustarse por sentirse de esa forma, más por estar en casa de una amiga suya. Al volver a pensar en Ángela, lo entendió todo. Había hecho todo eso por querer tanto a Ángela, desearla, y desear que le hiciera esas cosas. Ante esos pensamientos, Gina se abrazó a sí misma para luego desmoronarse hasta estar de cuclillas bajo la ducha caliente.
Tenía deseos carnales por Ángela en ese momento. Por ello se tocó de esa forma, imaginando que era Ángela quién lo hacía. Quiso quitarse esas ideas de la mente, por lo que se puso de cara a la ducha, alzó la cabeza para sentir el agua caliente en la cara despejando la mente. Se frotó los hombros al igual que el pelo, teniendo los brazos curvados con el codo alzado. Enseguida volvió a estar relajada y más calmada, con los ojos cerrados sin pensar en nada.
De repente, pero sin mostrarse sorprendida, una tercera mano la tocó por el cuello, manteniendo su cabeza en alto. Una cuarta mano paseó por su vientre suavemente hasta tener el brazo entero rodeando el torso. Gina inclinó la cabeza a un lado mientras sentía que una mandíbula se apoyaba en su hombro estirado mientras acariciaban su cuerpo bajo la ducha caliente. Estaba completamente entregada a esa persona que tenía detrás, sintiendo en su espalda algo duro pero blando. Supo entonces que no eran pechos de hombre, sino unos grandes y esponjosos pechos de mujer, aplastándose contra su espalda aposta. Tenía una idea de quién era, y no le importó si era real o no. miró de reojo sin moverse demasiado, y lo confirmó, era Ángela, desnuda y empapada detrás de ella, seduciéndola sin dudarlo un instante.
Cuando se miraron a los ojos, declarando sin palabras lo que deseaban por la otra, la morena no tardó en dejar de acariciarle el cuerpo a la rubia para poner las manos sobre sus pechos y apretarlos con suavidad, pero con decisión. Gina empezó a gemir nada más sentir ese placer en su cuerpo, y apoyó las manos abiertas contra la pared inclinándose un poco hacía delante con la cabeza colgando y el pelo cayendo en una cascada dorada, empapada en agua que goteaba por todo su cuerpo. La morena no detuvo sus masajes, más bien apretaba con más fuerza excitando más a Gina, quién gimió encantada con la cara sonrojada.
—No.... no pares —suplicaba ella babeando con los ojos cerrados, y las mejillas rojas como nunca—, sigue... un poco más...
TOC, TOC
—¡Ah!
—¿Lady Gina? ¿Va todo bien hay dentro? —preguntó la voz de Jon el mayordomo.
Gina regresó a la realidad. Estaba allí sola bajo la ducha, con la posición de antes imaginándose con Ángela teniendo una escena intima. Tenía los ojos como platos, temblando incrédula. Antes masturbándose, y ahora imaginándose eso. Su cara se puso roja de arriba abajo mientras el mayordomo volvía a tocar con insistencia ante la falta de respuesta.
—¿Lady Gina, se encuentra bien? ¿Ocurre algo?
—¡N-No! ¡Estoy bien! —contestó ella nerviosa—. ¿Qué quiere?
—Solo vengo a decirle que ya tengo preparado la cena, y que Lady Ángela la espera allá —informó Jon—, para ir al comedor solo tiene que ir por donde ha venido, bajar al primer piso y caminar hasta la fila del pasillo. No tiene perdida.
—¡E-Entendido! ¡Muchas gracias! —agradeció ella— ¡Enseguida salgo, no tardo en secarme y vestirme!
Ella cerró el grifo y pudo oír como el mayordomo salía cerrando la puerta, suspiró aliviada. Saliendo de la ducha coge la toalla del cuerpo y del pelo con rapidez para secarse enseguida. Al tener el cuerpo secó se puso la ropa elegida, luego se secó el pelo con el secador del baño a lo loco, pero al final el pelo le quedo bien liso y presentable.
Durante ese a contrarreloj, Gina estaba todavía sonrojada por lo ocurrido durante el baño y la ducha, las cosas intimas que hizo e imaginó de repente avergonzándose de ello. No acababa de entender por qué había tenido aquellas ganas de masturbarse e imaginarse a sí misma siendo seducida sexualmente por Ángela en la ducha, no entendía nada de nada. Pero aun así le gustó.
—¿Al final... conseguiste usar ese jabón, como te indiqué? —preguntó la morena al mayordomo.
—Sí, mi señora —afirmó él educado con la mano en el pecho haciendo una reverencia—. Puse la cantidad necesaria para que le hiciera efecto enseguida, sin que notará nada raro.
—Excelente... Buen trabajo Jon. —felicitó Ángela con una sonrisa maliciosa. El mayordomo se lo agradeció con una sonrisa.
Los dos estaban en el gran comedor de esa mansión con la típica mesa rectangular larga, Ángela estaba en una punta, se había hecho un sitio preparado para Gina justo al lado izquierdo de Ángela. La morena esperaba con suma paciencia... imaginando el nerviosismo de Gina, esperaba impaciente Ángela con los codos en la mesa y las manos juntas frente a sus labios. El mayordomo, permanecía de pie a su lado con los brazos curvados por detrás, inmóvil y callado como una estatua bien colocada.
—Que ganas tengo de verla... vestida con algo mío —comentó ella, riendo llena de emoción maliciosa—, ¿Cómo le quedará?
El mayordomo no dijo nada, pero si mostró disimuladamente una sonrisa complacida por ver a su ama así de contenta y animada. La espera no fue muy larga, enseguida se oyeron por esa silenciosa casa el sonido de pasos apresurados yendo al comedor. Entonces, la puerta se abrió dando paso a una Gina jadeando nerviosa y exhausta.
—¡Perdón por la espera, lo siento mucho! —se disculpó la rubia con el pecho agitado de la falta de aire.
Ángela se puso en pie antes de que ella entrara, y tanto ella como Gina quedaron de piedra impactadas la una, de la otra.
La prenda que Gina usaba le quedaba mejor de lo que imaginaba Ángela; ese pijama en tono azul marino que combinaba esos dorados cabellos y esos claros ojos inocentes. La rubia parecía toda una princesa a pesar de no llevar vestido.
Gina estaba igual, pero por cómo iba vestida Ángela en ese momento logró sonrojarla más de lo que estaba antes. La morena iba con una camisa negra, larga hasta los muslos, de mangas largas y anchas. No llevaba ninguna prenda inferior dejando sus piernas al descubierto. Solo llevaba esa camisa larga medio abierta por el pecho. Ese aspecto le daba un toque seductor y varonil a Ángela, tanto que Gina deseaba inmortalizar esa imagen tan hermosa de ella. Al verla así, Gina no pudo evitar recordar lo que le pasó en la ducha, pero intentó quitárselo de la cabeza.
Ambas recobraron la concentración, al mismo tiempo recordando que estaba Jon allí con ellas dos. Gina cruzó los brazos sobre su pecho algo encogida de la vergüenza que sentía, y Ángela se sentó en su sitio ofreciendo asiento a la rubia a su lado.
—De nuevo pido perdón por haber tardado tanto. —disculpó Gina mientras rodeaba la silla para sentarse.
—Debe haber sido un baño muy relajante para perder la noción del tiempo, ¿no? —dedujo Ángela. Gina mostró una sonrisa avergonzada afirmando eso—. No te preocupes, mientras estés cómoda aquí no importa cuánto nos hagas esperar.
—Eres... muy amable, Ángela. —halagó ella intentando no mirarla mucho rato a la cara.
La morena pudo ver y sentir con claridad el nerviosismo y la vergüenza de la joven humana que tenía ahí delante. Estaba claro que estaba nerviosa por ella y por algo ocurrido durante el baño. Ángela estaba ansiosa por saber lo que pasó, y lo sabría pronto.
Estando ya sentadas, Ángela dio dos palmadas para que Jon sirviera ya la comida, y él la sirvió con total profesionalidad digna de un mayordomo de su categoría. Gina quedó sorprendida de aquel talento y de la cena para esa noche; el primer plato era un exquisito plato de macarrones a la boloñesa con pequeños trozos de carne picada. Gina estuvo emocionada, era su plato favorito.
—¡Vaya, macarrones a la boloñesa! ¡Mi favorito! —exclamó ella emocionada.
—¿Te gustan? ¡Me alegro mucho! —dijo Ángela disimulando sorpresa y felicidad pues ella lo había preparado sabiendo que era el favorito de Gina—. No te cortes, come tanto como quieras.
—¡Muchas gracias!, ¡Que aproveche!
La rubia se puso a comer a gusto, siendo observada por la morena que comía con calma. Jon sirvió agua para la invitada para acompañar el primer plato, a Ángela, en cambio, le sirvió un líquido rojo. Gina lo ve en el momento en que Ángela da un sorbo.
—¿Qué es eso que tomas, Ángela? —preguntó la rubia cuando Ángela dejó la copa en la mesa. Esta la miró—, ¿Es acaso... vino?
—¿Eh? —exclamó Ángela, entonces se percató de lo que pasaba—. ¡Ah, eso! -se ríe-. si, es vino tinto.
—¡¿Ya bebes de eso?! —preguntó Gina sorprendida—. Impresionante... creía que hasta los 18 no estaba permitido.
—Yo tengo que beber vino... por una dieta especial.
—¿Dieta especial?
—Si.
Gina estuvo sorprendida pero no disgustada con los gustos de Ángela. Ya sabía algo más de ella, y estaba muy contenta. Cuando Gina siguió comiendo a placer su plato de macarrones, Ángela suspiró aliviada, se había librado por muy poco. Si Gina llega a pedir probar ese líquido rojo tan parecido al vino, se le cae el pelo. Aquel liquido no era vino, sino sangre conservada en botellas de vino.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro