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Capítulo LXV. Somos Una (Parte 2)

Angela miró a Gina a los ojos. Se lo pedía en serio. Y no le extraño.

Ella ya sabía que tarde o temprano se lo pediría, aunque no tan pronto, la verdad. Y no le desagrada esa petición, todo lo contrario. Pero tenía miedo de que algo saliera mal si lo hacía.

Gina vio que Ángela cavilaba algo, y le angustió pensar que tal vez ella no quisiera hacerlo.

Entonces, Ángela le sonrió mientras coge su mano para llevarla a sus labios.

―No voy a convertirte en vampira. Aún no.

Gina pestañeó totalmente confundida por sus palabras, y antes de poder hablar Ángela hizo algo que la sorprendió.

Ángela se incorporó y alzó a Gina con ella, y ante sus ojos, se mordió la muñeca hasta hacerse sangrar. Gina jadeó sorprendida, pero lo estuvo más cuando Ángela se desclavó los colmillos y extendió la herida hasta su rostro, como ofreciéndoselo.

Ese gesto la hizo mirarla confundida y algo asustada.

―No voy a convertirte ahora, pero si darte la recompensa que te prometí antes ―dijo Ángela, con sangre aún en sus labios y con sus ojos rojos―. Puedes beber mi sangre, si quieres.

Esa oferta hizo que Gina pusiera los ojos como platos de la sorpresa. No había esperado una ofrenda de esa magnitud. Se sintió halagada, no sabía por qué. Dudosa miró la herida y luego a ella.

―¿Qué me pasará si la tomo?

―Seremos una ―respondió Ángela con voz ronca―. Tu eliges, Gina Lara. La decisión es solo tuya. Confiar en mí... o no.

Gina la miró fijamente, viendo como el rojo volvía a su color azul celeste de siempre.

Con sus palabras, Ángela le daba a entender que ese acto era muy importante para ella. La decisión que tomará en ese momento sería un nuevo paso en su relación, ya fuera bueno o malo.

Sin dejar de mirarla, mostrando así que confiaba en ella, que la amaba por encima de todo, sostuvo su antebrazo entre las manos con cuidado, como si fuera a hacerle daño.

En ningún momento apartó la mirada, ni siquiera cuando acercó su boca a la herida y degustó el rojo líquido que al principio le supo mal. Con el primer sorbo, Gina sintió que su corazón empezó a latir con fuerza, queriendo salir disparado de su pecho, y como su propia sangre circulaba con fuerza por todo su cuerpo, suplicando más de esa sensación de paraíso gustativo.

Acabó agarrando con fuerza el brazo de Ángela para beber un poco más, cerrando los ojos entre gemido de deleite. Tan entregada estaba al placer de esa sangre que no notó lo que le pasaba a Ángela.

La vampira también estaba disfrutando de ese acto pero de forma muy distinta. Con cada sorbo que Gina hacía de su sangre, se sentía más dentro de ella, sintiendo y viendo todo de ella, y eso la excitaba y agradaba por completo, sin importar que se estuviera debilitando por ello.

Jadeando alta y profundamente, Ángela acabó de nuevo tumbada en la cama con Gina sujetando su brazo en alto y bebiendo de él. Gimió en voz alta con la cabeza echada hacía atrás, con los colmillos a la vista. Notó que la sangre que escapaba de los labios de Gina se deslizaba por su brazo hasta llegar al colchón, tiñendo las sábanas.

―Gina... ―llamó ella, apenas sin voz―. Para, por favor... es suficiente...

Por suerte no tuvo que obligarla a apartarse, Gina la escuchó a la primera y se apartó en el acto, con los labios pintados de rojo sangre, los cuales se relamió. Ella vio que Ángela estaba echada en la cama y con mala cara, pero aún así le sonreía contenta.

Al verla así quiso complacerla, y no dudó lamer el hilo de sangre que iba por todo su brazo desde la herida hasta la axila. La limpió lamiéndola con descaro y seducción, haciendo que la vampira ronroneara encantada con ello.

Cuando acabó Gina dejó con cuidado el brazo sobre el colchón y se inclinó sobre los labios de Ángela y besarla con el sabor de la sangre aún en su boca. A ninguna de las dos le importo. Fue el beso más intenso y apasionado que habían tenido desde que empezaron su relación.

A Ángela le excita saborear su propia sangre en boca de Gina.

A Gina le encantó tener ese momento tan único e íntimo con Ángela, y quería repetir.

―Ahora... ―dijo Ángela cuando se apartó― estamos completamente unidas ―agarró su cabeza entre las manos―. Podré sentirte a todas horas. Sentir tu miedo, tu alegría, tu tristeza... tu todo. Podré encontrarte si necesitas mi ayuda.

―Unidas ―pronunció Gina, degustando la palabra―. Para siempre.

Ángela asintió, igual de complacida.

―Ya eres completamente mía, Gina Lara.

―Y tú eres completamente mía también, Ángela Martínez.

Ambas se besaron de nuevo, sellando su unión como lo haría una pareja en matrimonio.

* * *

Tras esperar minutos que para Dorian parecieron horas, un auto finalmente se asomaba por el camino de acceso a la mansión privada. Cuando dicho auto se detuvo en los escalones de la entrada, Jon se acercó para abrir la puerta de la parte trasera, por la que salió la invitada de honor.

―¡Dorian! ―exclamó Lisa al salir del auto, contenta de verle―. ¡Cuanto tiempo!

―Me alegra mucho verte, Lisa. ―saludó Dorian con sinceridad y caballerosidad.

La pequeña vampira, cubierta por una corta capucha azul oscuro, subió los escalones hacia él y lo abrazó como lo hacía cualquier niña feliz e inocente. Mientras tanto Jon sacaba las maletas de la joven bajo la atenta mirada de su leal sirviente, y las cargaba hacia la casa.

―¿Dónde está Ángela? ―preguntó Lisa―. Tengo muchísimas ganas de verla.

―Vas a tener que esperar a mañana ―le dijo Dorian con recelo―. Ella ahora está...

―¡Oh, no importa! ¡De verdad! Puedo esperar ―dijo ella sin perder la sonrisa―. Tengo muchas cosas que contarle, pero antes quisiera descansar después de este largo viaje.

Dorian suspiró aliviado sin que ella lo viera, ya que esta entró en la casa seguida de su siervo, siguiendo al mayordomo que cargaba con sus cosas. Dorian no tardó en seguirla y ofrecerle su brazo como todo bien caballero y anfitrión debe hacer. Ella gustosa del gesto se lo aceptó.

Sin que él lo viera, Lisa sonrió de forma maliciosa e impaciente, aguardando la diversión.

* * *

Desde la ventana de su habitación, James vio como el auto que había llegado se marchaba.

―Parece que ya ha llegado.

―¿Quién ha llegado?

James miró por encima de su hombro a Sarah, su amante humana, quien estaba tumbada desnuda en su cama tras una intensa noche de sexo desenfrenado para seguir con su plan de separar a su hermana Ángela de la humana. Aunque a esas alturas estaba claro que dicho plan ya no servía.

Tambaleándose un poco, Sarah se acercó a él cuando se levantó sin cubrirse. Ya no le avergonzaba que la viera desnuda. Se sentía asqueada, pero era por una buena causa.

James extendió la mano y la ayudó a apoyarse en él para mantenerse en pie.

―Elizabeth Concordinus ―respondió él a su pregunta―. La mejor amiga de Ángela.

Esa información sorprendió a Sarah, pero esa sorpresa enseguida desapareció.

―Otra vampira, eh.

―Y no es cualquier vampira ―dijo James, apoyado junto a la ventana―. Es casi de la misma edad que Ángela e igual de poderosa, pero nadie lo diría al verla. Y siempre ha estado delicada de salud física. Me sorprende que haya querido venir a esa academia llena de humanos.

―¿Será un problema para nosotros? ¿Para el plan? ―preguntó Sarah inquieta.

James dudó en responder. Dudaba entre decirle la verdad o seguir un poco más con el juego para seguir acostándose con ella por diversión. Al final decidió que ya era hora de dejarlo y pasar a algo nuevo.

―No, por que el plan ya no funciona, querida.

―¿Cómo dices?

James la miró a la cara, sin tapujos.

―El plan ya no sirve. De hecho, no creo que nunca haya servido para separarlas, solo para hacer sufrir a Gina por tu bienestar. Y con eso me basta.

―¿De qué estás hablando? ―Sarah se apartó de él totalmente confundida―. ¿El plan no era fingir estar juntos para que Gina se alejará de Ángela y viniera a mi para apartarme de ti?

―Sí, en efecto. Un plan brillante. Pero estaba condenada al fracaso, desde el principio.

―¿Cómo estás tan seguro? ―preguntó Sarah sin creerle, aferrándose a la esperanza de apartar a Gina de ese monstruo―. ¿Qué ha pasado para que decidas ahora abandonar el plan?

Antes de responder, James se acercó de nuevo a ella y la agarró por la barbilla con el dedo índice y el pulgar, sonriendo maliciosamente, expectante por su reacción al saber las novedades.

―Gina le ha pedido que la convierta en vampiresa ―respondió él―. Ángela no lo ha hecho, al menos no lo hará de momento. Lo que ha hecho esta misma noche es... darle su propia sangre y así quedar unidas eternamente ―apartó la mano de su barbilla―. Eso ha pasado, querida.

Al escuchar todo aquello, Sarah quedó paralizada y pálida, hasta que cayó de rodillas ante él.

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