Capítulo LVIII. Calor en la Nieve
Días después...
Un nuevo día llega, y con el la nevada de varios días llega a su fin.
El paisaje que todos contemplan al levantarse esa mañana es una de esas que quitan el aliento. La nieve que cubre todo de blanco hace que la luz del sol brille con más fuerza, dando un toque mágico.
Los alumnos que decidieron pasar las vacaciones navideñas en la academia no tardaron en ocupar los jardines cubiertos de nieve virgen para jugar con ella. Para algunos incluso era la primera vez que veían la nieve, o una nevada tan intensa y acumulada.
En otro lugar, sin embargo, la nevada no era nada extraordinario.
En la mansión de los Martínez, Dorian recorría los pasillos que en ese momento tenían las cortinas abiertas, dejando entrar la luz de fuera. Por las ventanas podía ver la nieve, pero a él no le interesaba en absoluto. Ya la tenía muy vista y ya no era un niño para salir y jugar con ella.
En un momento dado se cruzó con su hermano menor James, quien estaba apoyado en la pared junto a la puerta de su dormitorio, con su odiosa y molesta sonrisa maliciosa de siempre.
―Buenos días, hermanito ―saludó James.
―James ―dijo Dorian a modo de saludo, pasando por su lado para entrar a su cuarto.
―¿Dónde has estado anoche? ―preguntó James deteniéndolo en el acto.
―Eso no es asunto tuyo ―contestó Dorian serio―, pero supongo que ya sabes dónde.
James en respuesta a esa afirmación se rió divertido.
―Sí, es cierto. Y la verdad, no es difícil saberlo. No sois muy silenciosos.
A Dorian no le gustaba nada esa mala costumbre que tenía James de espiar a todo el mundo en esa casa solamente por diversión, y más ahora que Ángela era feliz con su amada Gina y con él.
Estaba por reñirle cuando en ese momento se presentó Jon, el mayordomo, ante ellos.
―Mis señores ―saludó él con una profunda reverencia.
―¿Ocurre algo, Jon?
―Buscó a la ama Ángela, mi señor ―informó él―. Ha llegado una carta para ella.
―¿Has mirado en su habitación? ―preguntó James con picardía―. Debería estar allí ahora.
Dorian gruñó sin poder evitarlo, mirando a su hermano con enfado. Esté ni se inmuto y Jon no reaccionó facialmente a ese comentario.
―De allí vengo y no se encontraba ―respondió él con educación―. Iba a ver si estaban en los aposentos de la señorita Gina.
―Allí no se encuentra tampoco, Jon ―dijo Dorian. James lo miró de reojo divertido. Dorian le ignoró―. ¿Es urgente esa carta?
―Es una carta personal, mi señor. No puedo decirle más.
A Dorian le gustaba la completa lealtad que Jon mostraba hacia ellos, y especialmente hacia Ángela. Su misión en su existencia era servirla a ella en esa casa como su mayordomo personal. Era bueno que quisiera proteger la intimidad de su ama, pero a veces a Dorian le molestaba un poco.
―Lo entiendo ―dijo él―. En ese caso, dejasela en su habitación. Ahora ella quiere intimidad con su amada.
―Seguro que sí ―coincidió James divertido.
Jon aceptó la sugerencia de Dorian y estaba por darse la vuelta y marcharse, pero Dorian lo detuvo.
―¿Puedes decirme de quién es la carta? ―preguntó―. ¿Es alguien que conozcamos?
―Así es, señor ―respondió el mayordomo sin problema―. Es de la señorita Elizabeth Concordinus.
―¡¿De Elizabeth?! ―exclamaron los dos hermanos, totalmente sorprendido.
* * *
«Si esto es un sueño, no quiero despertar, por favor».
Con eso en mente, Gina contemplaba maravillada el paisaje más hermoso que podía observar mientras estaba en brazos de su amada inmortal. Ambas estaba en unas aguas termales en la parte trasera de la mansión, lejos de miradas indiscretas, amándose mutuamente y sin titubeos.
Gina estaba sentada sobre unos escalones sumergidos con Ángela cubriéndola con los brazos por detrás, besando su cuello y su hombro, cerca de la marca del mordisco. Al sentir eso Gina se estremece de arriba abajo.
―¿Qué ocurre, mi amor? ―le preguntó la vampira, besándola por detrás de la oreja.
―Todavía no me puedo creer que exista un paisaje tan bonito. Y que no sea un sueño.
―Pues creelo. Todo es real.
A Gina no le hacía falta que le dijera eso. Podía sentirlo en su cuerpo que aquello era real. Y era feliz con ello. Quiso dejarlo claro a su amada, por ello se dio la vuelta entre sus brazos y se sentó a horcajadas sobre ella y rodearla con sus brazos y besarla con deseo, en aquellas aguas cálidas rodeadas de nieve, como un paisaje mágico solo para ellas.
Ángela le corresponder abrazarla por la cintura y la espalda, intensificando el beso. Esa intensidad hizo que no dudará en bajar una de sus manos hasta el sexo de Gina y la otra mano hacia sus pechos, haciendo que Gina gimiera de placer pero sin dejar de besarla.
―¿Aún te tienes débil? ―preguntó Ángela entre besos, algo preocupada.
Ángela sabía que aquellas aguas termales tenían propiedades curativas de todo tipo. Por ello había insistido en que se bañaran, para que Gina se sintiera algo mejor después de que ella bebiera su sangre la otra noche.
―No. Ya no ―aseguró Gina―. Me siento mucho mejor. Podemos hacerlo de nuevo.
―Ya habrá ocasión de ello, te lo juro ―dijo Ángela―. Pero ahora mismo... quiero esto.
―Pues entonces... no pares.
Esas palabras excitaron a la vampira. Y no dudo en cumplir su deseo con ella.
Ángela besó con voracidad a Gina mientras dos de sus dedos entraban entre sus piernas, haciéndola enloquecer de placer gimiendo en su boca. Al separarse de su boca y su lengua Gina protestó, pero dejó de hacerlo cuando vio a Ángela descender hasta meter uno de sus pecho en la boca y chupar con ganas.
Al sensación de sentir el roce de los colmillos en sus sensibles pezones hizo que Gina echará la cabeza atrás gimiendo de placer. No sentía ningún temor por esos colmillos. Ya tenía claro que la mordedura del vampiro solo dolía si te resistias. Y ella para nada se resistía, todo lo contrario.
Incapaz de moverse mucho sobre el regazo de Ángela, Gina arqueó también la espalda al sentir que los dedos intensificaban sus movimientos dentro de ella.
Toda aquella excitación estaba haciendo efecto. En breve tendría un orgasmo.
Leyendo su cuerpo a la perfección, Ángela se avanzó. Descendiendo su otra mano desde el pecho hasta las nalgas, Ángela no dudo en meter también un dedo en el ano de Gina.
―¡Oh dios mío! ―exclamó Gina en alto, pillada por sorpresa―. Aah... Me voy a...
―Sí, hazlo ―animó Ángela, hablando contra su yugular estirado―. Correte para mí.
Gina así lo hizo. Se liberó por todo lo alto, gritando de placer agarrándose con fuerza a ella.
Cuando hubo acabado, Gina se hecho rendida sobre Ángela, jadeando agotada y satisfecha.
―Ha sido increíble ―halagó Ángela―. ¿Estás bien?
―Sí, muy bien. Eso a sido... increíble de verdad. Nunca lo había sentido antes.
―Conmigo sentirás muchas más cosas, te lo aseguro ―Ángela acarició su melena rubia empapada por el agua. Hizo que ambas estuvieran más cómodas y cubiertas por el agua para no tener frío―. Has cambiado mucho desde que nos conocimos, no hace demasiado tiempo atrás.
Gina alzó la cabeza, preocupada.
―¿Y eso te disgusta?
―En absoluto ―Ángela la beso en la frente con ternura―. Siempre serás mi Gina.
Gina estuvo feliz de escuchar eso y la besó de nuevo en los labios, siendo correspondida.
Ambas querían disfrutar de la una la otra, pero de repente, Ángela se apartó bruscamente. Gina la miró confundida y vio que miraba en dirección a la mansión, alertada por algo.
―¿Qué pasa?
―Viene alguien hacia aquí. Y no es alguien agradable.
Acto seguido Ángela se puso en pie para salir del agua y ponerse el albornoz. Gina quiso salir también pero Ángela le indicó con la mano que se quedará en el agua por el momento. Ella así lo hizo y se sumergió hasta por debajo de la nariz, vigilando a Ángela en todo momento.
―Buenos días, hermanita ―dijo la voz de James, quien venía caminando―. ¿Disfrutando de un baño salvaje en la naturaleza?
―¿Qué demonios haces aquí, James? ―preguntó Ángela molesta―. Sabes que estamos las dos aquí. Vete a molestar a otro, ¿quieres?
―¡No seas así, hermana! ―pidió James disimulando estar triste―. Pensé que sería bueno bañarnos todos juntos. Por eso he invitado a mi novia a venir aquí.
Tanto Ángela como Gina se sorprendieron en gordo cuando escucharon la palabra "Novia".
―Ah, mira. Ahí viene ella, preparada para bañarse.
Ángela pudo ver en verdad que Sarah llevaba por el camino que llevaba a la aguas termales. Iba vestida solamente con el albornoz, tiritando levemente por el frío que ya hacía a esa hora. Cuando ambas se vieron se miraron fijamente; Ángela con sorpresa de verla allí, Sarah con odio puro.
En ese momento, Gina se asomó por el borde del agua, queriendo confirmar que Sarah realmente era la persona a la que James presentaba como novia. Cuando la vio quedó paralizada.
Sarah también la vio. Y lo que vio desde esa distancia la dejó petrificada de espanto.
Vio en el cuello de Gina unas marcas de mordedura; Ángela finalmente la había mordido.
Con esa prueba, Sarah no dudó en llevar a cabo el plan de James. Así pues, ante la mirada de todos, ella se abrió el albornoz y lo dejó caer a sus pies, dejando su cuerpo desnudo.
―¿Vamos al agua, mi amor? ―preguntó ella a James, pero mirando a Ángela.
Con esas palabras y esa mirada, Ángela supo con certeza lo que estaba pasando en realidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro