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Capítulo LIX. Cruzando la Línea

Mientras otros disfrutaban de los días festivos, Víctor se encontraba en ese momento en su despacho de director revisando y firmando documentos.

En esas fechas siempre había solicitudes de ingreso, que por diferentes motivos no habían podido iniciar el curso con los demás. Eso a Víctor no le molestaba; sus buenas razones tendrían.

Lo que era agobiante era tener que revisar dichas solicitudes para asegurarse de que esa persona no era un peligro para los humanos y vampiros que estudiaban y vivían allí. No todos los vampiros pensaban que los humanos eran algo más que alimento, y siempre intentaban colarse para tener un buffet libre a su disposición.

Ese día Víctor ya había rechazado hasta a diez posible estudiantes y a tres profesores.

―Nunca se rinden ―comentó él para sí.

Cuando creía que estaba a punto de terminar con dicha tarea, se fijo en una solicitud de ingreso que lo dejó sorprendido. La persona que solicitaba la inscripción a la academia como alumna de primer curso no era otra que Elizabeth Concordinus, la mejor amiga de su hija.

Confundido revisó de arriba abajo y varias veces los datos facilitados. Pudo comprobar que todo lo demandado para entrar estaba en perfecto orden, incluso el nombre humano que la chica había elegido para que los profesores humanos no sospecharan nada.

Aún así, a Víctor le resultó extraño que precisamente ella quisiera entrar ahora allí.

―Veo que también te ha llegado la noticia.

Víctor alzó la cabeza para ver a su hijo Dorian de pie en el umbral de la puerta.

―¿Lisa ha informado en casa? ¿Cuándo?

―Hoy mismo por carta. A Ángela. Pero aún no la ha visto.

―Ya veo ―dijo Víctor―. ¿Sabes si ella te ha comentado si Lisa ya esta mejor de salud?

―No me ha comentado nada. Y no creo que ahora sea el momento idóneo para hacerlo.

Al escuchar eso Víctor miró ceñudo a su hijo.

―Es James otra vez.

Con eso Dorian ya lo dijo todo, y Víctor solo pudo suspirar por la salud emocional de todos.

* * *

Cuando Gina había ido a bañarse en las aguas termales con Ángela, estaba convencida de que ya nada podía salir mal, o al menos no empeorar. Pero se había equivocado.

Tras ver como Sarah se desnudaba delante suyo, de Ángela y de James, quien además era oficialmente su novio por decisión propia, ella fue incapaz de seguir allí. Había salido disparada del agua, dejando ver su desnudes unos instantes antes de coger su albornoz y salir corriendo de allí, con Ángela llamándola.

Corrió y corrió descalza sobre la nieve hasta llegar a su habitación y cerrar con pestillo. Después se echó en la cama quedándose en posición fetal, y así estuvo no supo cuánto tiempo. Y tampoco le importó. Solo quería que aquel episodio, que la decisión de Sarah, no fuera verdad.

Al estar empapada sobre la cama no tardó en sentir frío. Se levantó y se sentó entera, cubrió su pelo húmedo con una toalla sobre la cabeza y regreso a tumbarse sobre la cama, llorando sin tregua, incluso cuando ya no tenía lágrimas que derramar.

De repente, alguien llamó dos veces a la puerta.

―¿Gina? Soy yo. ¿Puedo entrar?

Gina sintió un ligero consuelo al escuchar la voz de Ángela al otro lado de la puerta, pero fue incapaz de hablar, de responderle para dejarla entrar. Se sentía avergonzada por haberse ido de esa forma sin esperarla a ella siquiera. No se veía capaz de encararla ahora.

―Quería ver si necesitabas algo ―dijo Ángela, entendiendo que quisiera estar sola―. Cualquier cosa, házmelo saber, por favor. Que descanses.

Gina pudo oír como Ángela se alejaba de la puerta. En un acto reflejo saltó de la cama y estuvo a punto de abrir la puerta para detenerla y hacerla entrar para sentirla a su lado, pero en el último momento se detuvo, y apoyó la frente en la puerta, apretando los dientes de frustración.

«Lo siento mucho, Ángela» pensó ella, llorando de nuevo. «Lo siento mucho».

Ángela ya suponía que Gina estaría demasiado afectada como para recibir a nadie, incluso a ella. De todos modos quiso intentarlo. Le frustraba no poder consolarla como necesitaba.

Estaba por llegar a su habitación cuando apareció James acompañado de Sarah en el pasillo.

―¡Hermana! ―saludó él animado―. Que bueno encontrarte, ¿sabes dónde está Gina?

Ángela no respondió. Lo que hizo fue juzgar a Sarah con la mirada.

Sarah pudo sentir el odio y rencor que esa vampira sentía hacia ella en ese momento. Se puso tensa, pero no mostró temor hacia ella. Se aferro al brazo de James, desafiándola con ese acto.

James vio el gesto de Sarah y la mirada asesina de su hermana. Ambas se mataban con la mirada. Y eso le hizo gracia. Estaba claro que su hermana los culpaba a ambos por la huida de esa humana en las aguas termales. El breve instante en que pudo ver a Gina desnuda le provocó una erección hasta ahora nunca vista. No pudo evitar tragar saliva, deseando algún día probarla.

―Gina ahora mismo esta descansando ―respondió Ángela al final―. No se encuentra bien. Es mejor dejarla descansar.

Con eso dicho, Ángela estaba por pasar de largo. Mejor alejarse de esos dos por ahora.

―No será por nosotros, ¿verdad? ―preguntó Sarah, provocadora.

Ángela se detuvo en seco, de espaldas a ambos. Apretó los puños, intentando contenerse.

―Lo estás disfrutando ¿no es así? ―preguntó Ángela de repente―. Finalmente has conseguido lo que querías: hacer sufrir a la chica que amas por traicionarte al emparejarse conmigo.

Sarah miró a Ángela, quien seguía de espaldas. Se apartó de James y se volvió con los brazos cruzados.

―¿De qué hablas? Yo ya no tengo deseo alguno por ella. Estoy con James. Le amo.

Al escucharla, Ángela rió con burla, sin creer una palabras de lo que decía.

―Seguro que sí. Entonces, ¿era mentira todo aquello que me dijiste? ―preguntó medio volviéndose―. Lo de que amabas a Gina con todo tu ser, que pensabas apartarla de mi lado... ¿todo eso era mentira? ¿O lo que sentías no era más que obsesión pasajera?

Sarah quería contradecir sus palabras, pero no podía. Era evidente que la estaba provocando.

―Ya veo. Ahora lo entiendo ―continuó Ángela―. Todo aquello era solo para que Gina no se atreviera a tener relaciones sexuales conmigo antes que contigo ¿no es así?

―Ya es suficiente ―dijo James, interponiéndose entre ellas―. No le hables así.

―¿Desde cuando te importa que diga verdades a tus putas, hermano? ―preguntó Ángela, sin morderse la lengua con él―. ¿Qué estás planeando con todo esto? ¿Huh?

―No estoy planeando nada, querida hermana ―aseguró él―. Ahora, si nos disculpas.

Ángela tuvo un mal presentimiento.

―¿A dónde vais?

―A ver a Gina ―respondió Sarah―. Seguro que necesita compañía más amena que tú.

La pareja dejó a Ángela allí plantada, pero cuando giraron la esquina que llevaba a la habitación de Gina, Ángela estaba ya allí, impidiéndoles el paso.

Sarah tragó saliva del susto, mirando a su espalda y volviendo a mirar hacia delante.

James pudo ver que su hermana estaba claramente enfadada con ellos. Sus ojos estaban teñidos de rojo asesino, haciendo juego con la mirada fría y despiadada que les mostraba.

De repente, las cortinas se balancearon solas, las luces a encender y apagarse solas.

―Mi paciencia tiene un limite ―advirtió Ángela con un gruñido―. Ir a molestar a Gina, y lo lamentaréis los dos.

Ambos se estremecieron de miedo al verla en esa pinta, pero Sarah dio un paso al frente.

―Si me haces daño, Gina no te lo perdonará jamás.

―¿Después de la escenita que has montado antes? Tengo mis serias dudas.

Sarah pudo ver que los colmillos de Ángela se asomaban por debajo de sus labios, y eso hizo se escondiera detrás de James.

Él también estaba asustado, pero no solo por esas palabras, sino también por lo que estaba sintiendo en el aire. Era igual o peor que la otra vez, cuando se propaso con Gina en su habitación. El aura de Ángela era oscura, siniestra. Puramente asesina.

Estaba claro que ella no dudaría en matarles con tal de proteger a Gina de sufrir más.

Con esa muestra de poder, James tragó saliva y decidió dejar su plan para otra ocasión.

―Querida ―dijo llamando a Sarah―, mejor vemos a Gina en otro momento, ¿de acuerdo?

Sarah quiso contradecirle, pero la pinta de Ángela la asustaba de verdad. Era incapaz de retarla en esos momentos. No tenía más remedio que retirarse con James y esperar otro momento.

Asintiendo, la pareja se marchó en dirección contraria, desapareciendo de la vista de Ángela.

Cuando ya no los notó cerca, Ángela se calmó y volvió a su aspecto normal.

―Desgraciados... ―gruñó ella entre dientes.

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