Capitulo IV. Una invitación a la casa de la Reina
Ha pasado una semana desde lo ocurrido con las seguidoras de Ángela. Desde ese día, apenas se las veía en clase, y cuando aparecían evitaban ser vistas por los demás. Gina se extrañó un poco, pero imaginó que se sentían humilladas por el castigo recibido por culpa de su egoísmo. No quiso pensar en ellas y se concentró en las clases y sus estudios. Muy pronto serían los exámenes trimestrales, y no se sentía aún preparada.
Lo que más extrañó a Gina y a todos fue; la ausencia de Ángela. La morena apenas se dejó ver el pelo por el centro y no se sabía nada de ella. Los profesores dijeron que estaba un poco enferma y que no estaba en condiciones de venir a clase, pero que en breve volvería. Aún así Gina se sentía intranquila por la larga ausencia de Ángela. Estaba verdaderamente preocupada.
-Eh, Gina. -llamó Sarah, quien se sentaba a su lado en clases-. ¿Te pasa algo? Te encuentro rara.
-No, no es nada. Es que...
-Es por lo de Ángela, ¿a qué sí? -acertó la castaña con ironía. Gina sonrió rendida-. No te preocupes. Solo debe ser un catarro.
-Ojalá sea eso solo...
* * *
En esos momentos, el director de la academia, ocupado en su despacho con el papeleo y demás, recibe una visita. Por la puerta de caoba apareció alguien a quien el director agradeció ver; Ángela Martínez, la morena también parecía contenta de verle, cerró la puerta con suavidad, quedando a solas. El director tenía rasgos muy similares a los de Ángela, como si fuesen parientes.
Nadie lo sabía, pero así era. El director se hacía llamar Víctor Roins, pero en realidad su apellido era Martínez. Era el padre de Ángela. El hombre era alto y corpulento a pesar de aparentar unos 40 años, cuando en realidad tenía más, muchos más. Tenía el pelo negro con melena, y los ojos marrones. Con una sonrisa se puso en pie, luciendo su traje elegante y bien arreglado.
-Me alegra que vengas a verme tan a menudo. -dijo quitándose las gafas para leer, dejándolas en la mesa-. No has ido a clase desde hace una semana, ¿ocurre algo?
-Nada que deba preocuparte, padre. -aseguró ella yendo hacía una silla donde se sentó con elegancia.
-Intenta no llamarme así. -pidió él con humor-. Nadie sabe, ni debe saber que somos familia.
-No acabo de entender el porqué de ello.
-Por ti, querida mía. -dijo él acercándose a ella, y poniéndose de rodillas a su lado-. Eres conocida como la Reina Carmesí por méritos propios, yo mismo acepté que te conocieran así... Si se llega a saber que eres hija del director, podría perjudicarte.
-Que importa lo que piensen los humanos. -dijo ella despreocupada.
-Me importa a mí. Seré vampiro, pero sigo siendo tu padre, y quiero lo mejor para mi hija. -dijo él muy seriamente-. No deseo ver cómo te mirarían los estudiantes por ser hija del director. Entiéndelo.
-De acuerdo. -aceptó ella resignada.
-Bien. Ahora... -dijo poniéndose de nuevo en pie-. ¿A qué se debe ésta semana de ausencia? Se ha dicho que estás enferma... pero quiero saber el verdadero motivo.
-He hecho campana, tan sencillo como eso. -contestó ella con naturalidad e inocencia.
-¿Tú, campana? Eso sí que es una novedad, ¿y por qué? -pregunto él cruzando los brazos-. ¿Tienen que ver esas dos chicas?
-En parte sí. Deseaba dedicarme exclusivamente a ellas, al menos esta semana. -afirmó ella con una sonrisa sarcástica. El director la miró con la ceja alzada-. No me mires así. Sabes que odio que me humillen de esa forma.
-¿Humillarte? A quién han humillado en realidad es a esa chica rubia, eh...
-Gina Lara. -nombró Ángela, viendo que él no recordaba su nombre-. Si, a ella físicamente, pero a mi moralmente por hacerle eso por mí, por haberle ofrecido mi amistad a ella y no a esas dos alimañas.
El director se sorprendió de verla molesta por algo así, y más tratándose de humanos. En efecto, Ángela estaba hecha una furia por sus seguidoras humanas, quienes intentaron humillar vilmente a Gina por ofrecerle amistad, eso la ponía enferma, pero no era solo por eso. Esas dos humanas se atrevieron a molestarla a ella, a Gina Lara, con quien deseaba tener cercanía inmediata.
-Veo que... ese asunto te molestó mucho, tanto como para torturar a esas chicas personalmente, manifestándoles tu verdadera forma. -dijo su padre sorprendido, pero algo encantado de verla así, como debería ser toda una vampiresa-. ¿Te ha molestado que hayan estado a punto de quitarte a esa humana rubia de quién te has fijado?
Ante esa pregunta, Ángela dio un ligero rugido por debajo de los labios, apenas audible para los humanos. Su padre se sorprendió aún más. Su propia hija rugiéndole, cuando nunca lo había hecho antes. Con eso quedo claro que Ángela tenía interés por esa chica.
-Te pido... que estés al margen de mis asuntos personales padre, por favor. -pidió ella calmando los humos-. Solo he querido dejarles claro a quién deben obedecer, y a quien deben consultar sus fechorías, nada más.
-Conmigo no tienes que fingir nada, Ángela. -aseguró él rodeando la mesa para sentarse en su sitio de director-. Eres libre de tener lo que quieras con esa chica, pero se cauta. No quiero que los humanos de esta academia sepan de nosotros, ¿entendido? Además, mis ojos siempre están alertas, esa chica a estado preocupada desde que desapareciste.
-Entendido... Se lo que hago padre, confía en mí. -juró ella poniéndose luego en pie y sonrojada al saber que Gina estaba preocupada por ella-. Ahora, si me disculpas. Debo irme.
-¿Vas a seguir torturando a esas chicas? Te recuerdo que tienen un mes de castigo. A este ritmo las matarás.
-Tranquilo, solo será esta noche conmigo. Luego tendrán a James como compañía cada una de las noches de castigo.
Víctor rió, encantado por la maldad que tenía su hija. Entonces, Ángela dio una reverencia educada para salir por la puerta. Al estar solo, el director se relajó en su silla de cuero negro, frotándose la cabeza y dando un ligero suspiro. Aún tenía mucho trabajo.
* * *
Las clases de la mañana terminaron, y en poco rato sería la hora de la comida. Sarah estaba en compañía de Gina en una terraza. La castaña estaba contenta por qué hoy tenía su plato favorito; espinacas y pescado rebozado. Mientras, Gina seguía en las nubes pensando en Ángela y su salud Deseando saber dónde estaba para poder visitarla y de nuevo agradecerle por lo que hizo por ella.
-Gina.... -la llamó Sarah canturreando, hasta que al final la rubia reaccionó-. ¡Por fin! Que estás en las santas nubes del cielo.
-Perdona.
-¿Sigues preocupada por Ángela? -preguntó ella afectando de nuevo, ya cansada de verla así por ese tema-. ¡Anímate, mujer! Esa Reina es dura de roer. Estoy segura de que vendrá a clases pronto.
-¿Cómo puedes asegurarlo?
-Porqué... -entonces la castaña miró a otro lado sorprendida. Dibujo una sonrisa en la cara enseguida-, está allí mismo.
Gina se giró a donde miraba su amiga, y tenía razón. Ángela estaba caminando por los terrenos de la academia, de espaldas a ella alejándose. Gina se mostró contenta como nunca estuvo, y sin pensarlo dos veces se apresuró a reunirse con la morena dejando allí a Sarah, quien rió divertida por ver a su amiga así. Dejó que se fuera a reunirse con su "amor".
Gina corrió lo más rápido que pudo vigilando que la falda no volara demasiado alto. Vio que Ángela giraba en una esquina, temiendo perderla de vista aceleró su marcha, y para su suerte cogió alcanzarla.
-¡Ángela! -llamó ella con la voz que le quedaba.
La nombrada de pelo negro paró en seco reconociendo esa voz, y lentamente se giró a Gina viéndola inclinada hacia delante por falta de aire, jadeando agotada con una mano apoyada en la pared de al lado.
-Gina. -nombró Ángela sorprendida de verla así-. ¿Qué te ocurre que estás sin aire?
-Arf... arf... -jadeaba ella recuperando aliento-. Perdona... arf... es que me he apresurado a alcanzarte nada más verte aquí.
-Oh, vaya. -exclamó la morena para luego mostrar una sonrisa-. Me alegra ver que estás en plena forma.
-Lo mismo te digo. -dijo Gina amistosa y animada-. Veo que... estás bien.
-¿Eh?
-Por el resfriado... -se explicó Gina-. Has faltado a clase por estar enferma, ¿no?
-Ah, eso... -captó Ángela recordando lo que le dijo su padre el directo-. Es verdad.
-¿Ya te encuentras bien?
-Sí, solo ha sido un ligero resfriado. Aun así me aconsejaron guardar reposo una semana para no empeorar. -explicó Ángela sonando convincente, inocente y social-. Ahora vengo de ver al director para decirle que ya estoy bien, y que mañana vendré.
-¿Mañana? ¿No puedes venir esta tarde?
-No, prefiero estudiar para recuperar un poco.
-Ah, ya veo. Que lastima.
Ángela vio que Gina estaba apenada por eso, por no poder verla hasta mañana. Aprovechando que la rubia tenía la mirada baja, la vampira morena mostró una disimulada sonrisa pícara y sarcástica. Estaba claro que la rubia estaba pendiente de ella, perfecto. Volviendo a mostrarse gentil y amable como lo haría cualquier humano, apoyó una mano en el hombro de Gina.
-¿Te gustaría ayudarme a repasar lo dado esta última semana? -pregunto Ángela animada. Gina se sorprendió-. La verdad es que me vendría bien una ayuda profesional.
-¿A mí? ¿Me estás pidiendo ayudarte en los estudios, cuando tú eres la chica más popular por ser la más lista de la academia? -preguntó Gina con la mano en el pecho, incrédula de lo que estaba pasando-. No puedo creerlo...
-¿Qué pasa? ¿No quieres? -preguntó Ángela disimulando cierta pena por el posible rechazo. Gina la miró al instante.
-¡Pues claro que quiero, me encantaría! -exclamó ella para luego taparse la boca avergonzada de como dijo eso. Ángela la miró sorprendida, pero profundamente encantada como ella-. Perdona, no quise decirlo de esta forma...
-No pasa nada, tranquila. -calmó Ángela con una sonrisa angelical-. Entonces... ¿me ayudarás?
-¡Si, desde luego que lo haré!
-¡Muchas gracias, Gina! -agradeció Ángela con un sorpresivo abrazo. Después se separó de ella-. Gracias, Gina... -la morena jugueteo con un pequeño mechón de pelo rubio, dejando sorprendida a Gina. Luego la abrazo con suavidad apoyada en su hombro-. En verdad, me gustan las chicas como tú.
-¡¿Eh?!
Ángela se separó de nuevo de ella mostrando una sonrisa amigable e inocente, como si lo de antes no lo hubiese dicho. Gina mostró una sonrisa también, aunque algo sorprendida todavía por esas palabras.
-¿Te parece bien venir a mi casa después de clases?
-¿Eh? ¿A tu casa? ¿No duermes en el dormitorio femenino? -preguntó Gina extrañada.
-No. Tengo una casa particular justo al lado de la academia. Allí he estado guardando reposo por el resfriado. -explicó ella-. ¿Quieres ir allí... o prefieres que vaya yo a tu habitación?
La rubia con gafas se lo pensó bien. Le hacía mucha ilusión ayudar a Ángela, y más aún, estar a solas estudiando y charlando. Pero, no podían ir a la habitación de ella estando también ocupada por Sarah, no tendrían intimidad para conocerse entre ellas. Le supo mal por Sarah, pero Gina deseaba con todas sus fuerzas estar a solas con Ángela, y conocer esa casa que nadie conocía, salvo solo ella hasta hace unos segundos.
-¡Vayamos a tu casa! ¡Quiero verla y conocerla! -eligió Gina emocionada y feliz-. Será un placer ayudarla a ponerse al día.
-¿En serio? ¡Bien! -se alegró Ángela-. Te estaré eternamente agradecida, en serio... eres una buena amiga. -halagó la morena, sonrojando un poco a Gina-. Muy bien, quedamos aquí mismo, a las... ¿17:30h?
-Vale, hecho. -aceptó Gina.
-Muy bien, entonces... nos vemos luego. -se despidió Ángela con un cortó abrazo.
Gina vio como la morena se alejaba hasta desparecer de la vista, quedando allí sola. Cuando pasaron unos segundos, Gina saltó de alegría como celebrando la mayor victoria de su vida.
-¡SIIIIII! ¡Lo he conseguido! -celebraba Gina a lo grande, estirando los brazos hacía arriba y saltando todo lo que podía-. ¡Estaré a solas con Ángela Martínez, la Reina Carmesí! ¡WU HOHOHOHO!
-¡¿Gina?!
La rubia se giró para ver que su mejor amiga Sarah estaba ahora allí, en la esquina viéndola feliz como nunca. La castaña se mostraba confusa por verla así, pero tuvo alguna idea del motivo. Dejando de saltar, la rubia corrió a ella para abalanzarse a sus brazos y abrazarla con fuerza mientras lloraba de alegría y emoción, Sarah la cogió al vuelo manteniéndose en pie como pudo.
-¡Gi-Gina! ¡¿Qué es lo que pasa que estas así, loca?! -preguntaba ella tambaleándose manteniéndose en pie.
-¡Soy muy feliz, Sarah! ¡Enormemente feliz! -confesaba Gina llorando de felicidad incrédula. Sarah siguió confusa-. ¡Después de clases, iré a la casa de Ángela Martínez para ayudarla a ponerse al día con los estudios de esta semana!
-Que... ¡¿Qué?!
-¡¡LO QUE OYES, CHICA!!
Los gritos enseguida llamaron la atención de algunos estudiantes, y Sarah hizo lo que pudo para ponerse en un sitio apartado de los curiosos que oían a Gina gritar locamente de felicidad.
Mientras, sin que ellas la vieran, Ángela estaba escondida en un rincón cerca de ambas, viendo lo feliz que estaba Gina. Mostraba una sonrisa maliciosa con solo verla así. Ansiaba que estuvieran a solas.
-Eres una chica interesante, Gina Lara. -pensó la morena mirando a Gina-. Definitivamente... debes ser mía.
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