En las profundidades de un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos ancestrales y las criaturas mágicas se deslizaban entre las sombras, se alzaba majestuoso el imponente castillo de la Academia Astralis. Su presencia dominaba el paisaje, proyectando una sensación de misterio y poder que atraía a aquellos dotados con el don de la magia.

En este lugar de ensueño, Sophie Everwood se encontraba en el umbral de un nuevo capítulo de su vida. Con el corazón lleno de expectativas y la mente llena de sueños, se adentró en el antiguo castillo, sus pasos resonando en los pasillos de piedra mientras las antorchas parpadeaban, iluminando las inscripciones arcanas talladas en las paredes.

Sophie aspiraba a seguir los pasos de su ilustre familia de magos, cuyos nombres resonaban en los anales de la historia mágica. Con su hermosa  túnica color verde agua y blanca ondeando detrás de ella, avanzó con determinación hacia su destino: la Academia Astralis, donde los prodigios de la magia se forjaban en leyendas.

Al llegar a la biblioteca, un santuario de conocimiento antiguo y sabiduría oculta, Sophie se detuvo un momento para admirar los pergaminos polvorientos y los libros encuadernados en cuero que llenaban las estanterías hasta el techo. Era un lugar de poder, donde los secretos del universo aguardaban ser descubiertos por aquellos lo suficientemente valientes para buscarlos.

Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con los de otro estudiante, un joven de cabello oscuro y ojos azules que estaba absorto en un antiguo tomo de transmutaciones. Era Aric Nightshade, cuyo nombre resonaba en susurros entre los pasillos de la academia.