Capitulo veintisiete: confianza.
La habitación estaba sumida en un tenso silencio, solo interrumpido por el suave zumbido de las luces fluorescentes que parpadeaban ocasionalmente. Jeongin se apoyó contra la pared, mirando a Hyunjin con una mezcla de frustración y confusión. La discusión sobre Sam había escalado rápidamente, y ambos sabían que estaban en un punto crítico.
—No puedo creer que no me dijeras que Sam quería venganza —dijo Hyunjin, cruzando los brazos sobre su pecho, su mirada fiera.
—Estaba medio perdido en ese momento —replicó Jeongin, sintiendo cómo la presión aumentaba en su pecho—. No sabía cómo manejarlo. No quería que te preocuparas.
—¿Preocuparme? ¡Es demasiado tarde para eso! —Hyunjin dio un paso hacia adelante, su voz elevándose—. Sam es peligroso, y tú lo sabes. Si está buscando venganza, eso significa que está dispuesto a hacer cualquier cosa.
Jeongin bajó la mirada, sintiendo el peso de la culpa. Sabía que había fallado al no ser completamente honesto, pero había creído que podía manejarlo solo. Recordaba las noches en las que Sam se había abierto a él, compartiendo sus miedos y frustraciones, pero también sus deseos de venganza. No quería cargar a Hyunjin con esa carga emocional.
—Mira, lo que importa ahora es que tenemos que planear algo —dijo finalmente, tratando de cambiar el rumbo de la conversación—. Sam se va a encontrar con Minho pronto. Si lo atrapamos en ese momento, podremos detenerlo antes de que haga algo drástico.
Hyunjin respiró hondo, intentando calmarse. La idea tenía sentido; si podían anticiparse al movimiento de Sam, tal vez podrían evitar un desastre mayor. Sin embargo, la desconfianza seguía presente entre ellos.
—Está bien —asintió Hyunjin—. Pero necesitamos un plan sólido. No podemos permitirnos fallar.
Jeongin se acercó a la mesa donde había un mapa de la ciudad extendido. Con un bolígrafo en mano, comenzó a trazar líneas que conectaban los lugares donde Sam solía frecuentar.
—Si podemos interceptarlo aquí —dijo, señalando una intersección—, podríamos tener una ventaja. Necesitamos a alguien que actúe como cebo.
Hyunjin frunció el ceño.
—¿Cebo? ¿Estás loco? No puedo permitir que te pongas en peligro así.
—No estoy diciendo que yo sea el cebo —replicó Jeongin, sintiendo cómo la frustración comenzaba a burbujear dentro de él—. Podemos usar a alguien más. Pero necesitamos una distracción para poder acercarnos a él sin que se dé cuenta.
La tensión entre ellos aumentaba. Hyunjin miró el mapa, su mente trabajando a toda velocidad mientras consideraba las opciones. Finalmente, su mirada se suavizó un poco.
—Podríamos pedirle ayuda a Minho. Es rápido y sabe moverse bien por la ciudad. Además, puede actuar como un buen señuelo, el será el cebo al final es a su novio a quien vamos a...
Jeongin asintió, sintiendo que estaban comenzando a avanzar en algo constructivo. Pero aún había algo en su interior que lo inquietaba.
—Hyunjin —reprendió Jeongin, su voz apenas un susurro—. ¿Y si Sam logra hacer lo que planea?
Hyunjin se giró hacia él, su mirada intensa.
—No podemos pensar en eso ahora. Debemos concentrarnos en lo que podemos controlar. Además tú serás de gran ayuda y para eso necesito que te coloques la...
Jeongin sintió un escalofrío recorrerle la espalda ante las palabras de Hyunjin. La verdad era dura; sabía que Sam había cruzado líneas que no debía haber cruzado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en los momentos compartidos con él, en cómo había estado ahí cuando más lo necesitaba.
—Ni de coña —respondió Jeongin—, no puedo yo...
—¿No puedes? No es una pregunta yang, es una orden...
—pero no puedo simplemente ignorar lo que ha hecho por mí. El...
Hyunjin se acercó un paso más, su mirada intensa.
—Tu lealtad no debería estar con alguien que solo busca venganza. Estamos hablando de vidas aquí, Jeongin. Necesitamos actuar rápido y decisivamente.
Jeongin asintió lentamente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que tenían que actuar pronto; el tiempo no estaba de su lado. Pero al mismo tiempo, una parte de él seguía dudando sobre cómo manejar la situación con Sam.
(...)
Mientras ambos continuaban discutiendo los detalles del plan, Jeongin no podía evitar recordar las palabras de Sam sobre el dolor y la traición. Había una parte de él que comprendía las motivaciones de Sam; después de todo, todos habían sufrido a su manera.
Finalmente, después de varias horas de planificación y discusión, decidieron que lo mejor era dividirse las tareas. Hyunjin se encargaría de contactar a Changbin y coordinar el encuentro, mientras que Jeongin se encargaría de investigar más sobre los movimientos de Sam y sus posibles aliados.
Cuando la noche comenzó a caer sobre la ciudad, ambos se despidieron con una mezcla de determinación y ansiedad. Sabían que lo que les esperaba podría cambiar sus vidas para siempre.
Mientras tanto, el comandante Bang se encontraba en su oficina, sumido en sus pensamientos. La luz tenue del escritorio iluminaba su rostro, pero no podía deshacerse de la sombra que lo seguía: Félix.
—¿Debo acabar con él? —se preguntaba en voz baja, su mente en conflicto. Sabía que Félix había elegido a alguien más, pero cada vez que pensaba en eliminarlo, su corazón se oponía a la idea. A pesar de todo, lo amaba.
Las imágenes de los momentos compartidos entre ellos lo atormentaban. La risa de Félix, su sonrisa cálida... Todo eso se sentía como una traición a sus propios sentimientos. Sin embargo, la lógica le decía que era lo mejor para todos.
—¿Qué estás haciendo, Bang? —se reprochó a sí mismo—. No puedes permitirte ser débil.
Decidido a tomar una decisión, se levantó de su silla y comenzó a caminar de un lado a otro.
El dilema moral lo consumía; por un lado estaba su deber como comandante y por otro sus sentimientos personales hacia Félix. Se detuvo frente a la ventana y observó la ciudad iluminada bajo el manto estrellado. Las luces parpadeantes parecían reflejar las complejidades de su vida: brillantes pero llenas de sombras.
De repente, sonó su teléfono móvil. Era un mensaje de Félix:
¿Podemos hablar? Hay algo importante que necesito decirte.
El corazón le dio un vuelco. ¿Qué podría ser tan importante? Su instinto le decía que podría ser una despedida o algo aún más complicado. Con manos temblorosas, decidió responder:
"Claro, ¿dónde?"
Félix respondió rápidamente:
"En el parque cerca de la oficina."
Bang sintió cómo la adrenalina comenzaba a fluir por sus venas mientras se preparaba para salir. El parque era un lugar neutral donde podían hablar sin interrupciones; sin embargo, también era un lugar lleno de recuerdos compartidos y risas pasadas.
Al llegar al parque, vio a Félix sentado en un banco bajo un árbol frondoso. Su expresión era seria y contemplativa; Bang sintió una punzada en el corazón al verlo así. Se acercó lentamente y tomó asiento junto a él.
—Hola —dijo Félix con una voz suave pero cargada de emoción.
—Hola —respondió Bang, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta.
Después de unos momentos de silencio incómodo, Félix finalmente habló:
—He estado pensando mucho últimamente... Dile a Hyunjin que se...
Bang contuvo el aliento; sabía que esto era crucial. Cada palabra contaba y podía cambiarlo todo.
—¿Es de coña? Félix traicionaste a tu país, a tu equipo, a... —dijo finalmente Bang—. Me traicionaste a mi
Félix lo interrumpió con un gesto.
—Sé que has estado lidiando con muchas cosas como Bang, solo vengo a pedirte eso... Dile a Hyunjin que si jeongin se entrega el volverá a Rusia y nada habrá pasado...
La sinceridad en la voz de Félix hizo que Bang sintiera un nudo en el estómago. Sabía que tenía que tomar una decisión: continuar con sus sentimientos o dejarlo ir para protegerlo del caos en el que estaba inmerso.
—Félix... —comenzó Bang, pero las palabras no salían como él quería—. No quiero perderte —Dijo para luego abrazarlo.
Félix lo miró fijamente a los ojos.
—¿No me estás escuchando? —Investigó Felix sintiendo su corazón latir con fuerza.
—Tu no eres así...
—Bang el va a matarte, porfavor sueltame —Suplicó
—Lix... —Felix lo empujó y se alejó de el corriendo.
La presión del momento era abrumadora; Bang sintió cómo el mundo se detenía alrededor de ellos.
—Mierda...
(...)
La atmósfera en el cuartel era tensa y electrizante. Todos estaban ocupados organizando el equipo, revisando armas y asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar para la redada que se llevaría a cabo esa noche. Jeongin, sin embargo, se sentía atrapado en sus propios pensamientos.
Frente a él, la máscara que había prometido no volver a usar brillaba bajo la luz tenue. Era un recordatorio constante de su pasado, de las decisiones que había tomado y de las promesas que había hecho. No podía dejar que el miedo lo paralizara, pero también sabía que el peso de la responsabilidad era abrumador.
—¿Vas a quedarte ahí parado todo el tiempo? —la voz de Hyunjin lo sacó de su trance.
Jeongin levantó la vista y vio a Hyunjin acercándose con una mirada decidida. Había algo en su expresión que le dio un pequeño empujón hacia adelante, pero aún así, se sintió inseguro.
—No puedo usarla —murmuró Jeongin, señalando la máscara—. Me prometí que nunca más lo haría.
Hyunjin frunció el ceño, acercándose aún más. Sus manos encontraron la cintura del menor, un gesto que transmitía confianza y apoyo.
—Deja de ser tan cobarde, Jeongin —dijo Hyunjin, su voz suave pero firme—. Confío en ti. Sé que puedes hacerlo.
Jeongin lo miró a los ojos, buscando la certeza que necesitaba. Sin embargo, el miedo seguía acechándolo.
—No quiero que salga nada mal —respondió con un hilo de voz.
Hyunjin negó con la cabeza, apretando suavemente su agarre en la cintura de Jeongin.
—En nuestras manos, todo saldrá bien. Siempre lo ha hecho —aseguró, su mirada intensa y sincera.
Jeongin sintió cómo el nudo en su estómago se aflojaba un poco. Había algo en la forma en que Hyunjin hablaba que le daba valor. Con una sonrisa tímida, comenzó a creerle.
Hyunjin se inclinó hacia él, plantando un beso suave en su mejilla derecha. Luego repitió el gesto en la otra mejilla, haciendo que Jeongin se sonrojara ligeramente. Después, posó sus labios brevemente sobre la nariz del menor, seguido de un pequeño beso en sus labios.
El corazón de Jeongin dio un vuelco ante el contacto. La calidez de esos gestos le llenó de una sensación reconfortante y esperanzadora. Sonrió genuinamente por primera vez en horas, sintiendo cómo la ansiedad se desvanecía un poco.
—Gracias —dijo Jeongin, su voz más firme ahora—. Haré lo mejor que pueda.
Hyunjin sonrió ampliamente, satisfecho con la reacción de Jeongin.
—Eso es todo lo que pido —respondió—. Ahora vamos a recuperar a Jisung...
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